13.3. Transformaciones culturales. Cambio en las mentalidades. La educación y la prensa

13.3.

Transformaciones culturales

Cambio en las mentalidades. La educación y la

Prensa



Transformaciones culturales
Durante la primera mitad del siglo XIX llegaron a España las corrientes
artísticas denominadas Neoclasicismo y Romanticismo y, durante la segunda mitad, el
Realismo y Naturalismo.
El régimen liberal permitíó a los intelectuales y artistas acercarse a las corrientes
europeas y desarrollar actividades propias del nuevo estilo burgués.
La difusión de los acontecimientos artísticos entre las naciones y el desarrollo de
ciertas artes y géneros –entre ellos la literatura y, en especial, la novela- favorecieron la
expansión de los nuevos movimientos culturales europeos por España.
El despertar de la cultura española coincidíó con la crisis de finales del siglo
XIX. En estos años se inició una etapa de gran esplendor científico y cultural –Santiago
Ramón y Cajal y generaciones del 98, 14 y 27 respectivamente-.
A partir de 1898 los intelectuales lograron una fuerte proyección pública
interviniendo en la vida política y social mediante la firma de manifiestos, la
colaboración en periódicos y revistas, la celebración de conferencias (Ateneo de
Madrid), la creación de asociaciones (Liga de la Educación Política) o, incluso, la
participación en las elecciones (Pérez Galdós y Pío Baroja). A pesar de su
individualismo, los intelectuales tuvieron un claro sentido colectivo y generacional.
La generación del 98 criticó los defectos del sistema político de la
Restauración –decadencia nacional y oligarquía del poder-, pero no hicieron
propuestas políticas alternativas coherentes. En la generación del 98 destacaron
ensayistas como Joaquín Costa y Ramiro de Maeztu, o escritores y periodistas como
Miguel de Unamuno, Pío Baroja y Ramón María del Valle-Inclán.
Frente al pesimismo de sus maestros del 98, la generación del 14 (José Ortega y
Gasset) quiso encontrar soluciones a los problemas de España. Su propuesta era
hacer una “nueva política” con el objetivo de modernizar y europeizar España.
Cambio en las mentalidades
Durante el Siglo XIX chocaron tradicionalismo e innovación.
Tradicionalismo: basado en los valores propios del absolutismo del Antiguo
Régimen y del liberalismo más conservador –tradición, jerarquía, orden y moral-, era
defendido por intelectuales como Marcelino Menéndez y Pelayo, que identificaban
España y catolicismo.
Innovación: los pensadores liberales como Francisco Giner de los Ríos
defendían una cultura abierta a las novedades del pensamiento europeo –darwinismo,
Racionalismo, positivismo-, para superar el atraso cultural y científico. Esta nueva
corriente surgíó en las ciudades y expresaba una nueva mentalidad:

– Moderna y laica entre la clase media –liberalismo progresista-
– Revolucionaria y anticlerical entre las clases bajas –republicanismo,
socialismo y anarquismo-
A pesar de los cambios producidos, permanecieron vigentes muchos valores y
costumbres heredados de épocas anteriores como el sentido del honor, la infravaloración
del trabajo, la picaresca, la petulancia, el trato despectivo a los considerados inferiores,
etc. Hist. Esp. Tema 13.3. Pág.: 2 de 3
En la sociedad española se distinguían tres clases:
– Las clases altas: eran minoritarias y formaban un grupo bastante homogéneo,
unido por la conservación de las viejas actitudes aristocráticas, como la ostentación de
su riqueza, la vida palaciega y la organización de cacerías.
– Las clases medias: eran, en general, más progresistas que las altas pero, debido
a su diversidad, ideológicamente más heterogéneas. Muchos de sus componentes
aspiraban a intervenir en la vida política y formaban un segundo nivel del entramado
caciquil y de los partidos.
– Las clases populares: representaban más del 80% de la población al iniciarse el
Siglo XX. La influencia del movimiento obrero anarquista y marxista desarrolló entre el
proletariado la conciencia de clase y multiplicó su capacidad reivindicativa.
La educación y la prensa
La educación
El modelo educativo español quedó fijado en 1857 por la ley Moyano, que
dividía la enseñanza en tres niveles: educación primaria, educación secundaria y
educación universitaria.
La Ley Moyano declaró obligatoria la enseñanza primaria y encargó su
financiación a los ayuntamientos. Mientras que en Europa prácticamente había
desaparecido el analfabetismo, en España, a principios de Siglo XX, aún superaba el
60% de la población.
La Ley Moyano establecíó el derecho a la creación de centros privados,
garantizando la influencia de la Iglesia en la enseñanza mediante los privilegios
recogidos en el Concordato de 1851: obligatoriedad de la asignatura de religión y
adaptación a la doctrina católica de los libros y de las explicaciones de los profesores. A
principios del Siglo XX la Iglesia impartía el 33% de la enseñanza primaria y casi el
80% de la secundaria.
Frente al conservadurismo de la enseñanza oficial y religiosa, Francisco
Giner de los Ríos fundó en 1876 la Institución Libre de Enseñanza (ILE), siguiendo
un concepto de renovación educativa. La ILE era un centro privado, laico y alternativo a
la cultura oficial, que rechazaba la afiliación política y religiosa de profesores y alumnos
y tenía como objetivo la formación de personas libres, fomentando la tolerancia y el
espíritu crítico. La ILE introdujo en España métodos educativos de vanguardia con tanto
éxito que su proyecto cultural formó y condiciónó a tres generaciones de pensadores y
pedagogos.
A principios de Siglo XX, el regeneracionismo de la Restauración tomó las ideas
de la ILE y se creó, en 1907, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas (JAE). La nueva institución, dirigida por Santiago Ramón y Cajal.,
pretendía acabar con el aislamiento español y situar España al nivel cultural y científico
de las naciones europeas, mediante varias acciones:
– Fomento de la investigación: becas para la ampliación de estudios en el
extranjero y creación de nuevos centros de investigación: el Instituto Nacional de
Ciencias y el Centro de Estudios Históricos.
– Renovación educativa: creación de nuevos centros donde se incorporaron
modernas prácticas pedagógicas: el Instituto Escuela de Madrid.
– Creación de centros de intercambio cultural, científico y artístico, nacional e
internacional: la Residencia de Estudiantes. Hist. Esp. Tema 13.3. Pág.: 3 de 3
Por su parte, el movimiento obrero fomentó la enseñanza popular a través de las
escuelas de alfabetización de los ateneos obreros. Hay que desatacar al pedagogo
libertario Francisco Ferrer Guardia, creador de la Escuela Moderna (Barcelona, 1901),
de orientación libertaria.
La prensa
La prensa tomó un marcado carácter político desde principios del siglo
XIX. Su papel fue decisivo en la difusión de ideas liberales, aunque tuvo que luchar
contra las prohibiciones que impusieron el absolutismo de Fernando VII y los gobiernos
conservadores isabelinos.
El pleno desarrollo de la prensa tuvo lugar a partir de la Ley de libertad de
imprenta de Práxedes Mateo Sagasta, tras la Revolución de 1868. En 1873 se editaban
en Madrid 102 publicaciones o gacetas. Nacíó una prensa informativa independiente
con periódicos como El Imparcial o La Vanguardia, que incorporaban nuevos
contenidos, con secciones de pasatiempos, anécdotas, humor y sobre todo los folletines
(novelas por capítulos) con muy buena acogida por los lectores.
Los nuevos formatos de periódico aumentaron la tirada, aunque sin sobrepasar
los 15.000 ejemplares, pues la mayoría de la población era analfabeta y de escaso poder
adquisitivo. Se hicieron frecuentes las lecturas colectivas, las lecturas en cafés, ateneos
y tertulias, pasando por muchas manos en un único ejemplar.
Paralelamente surgíó la prensa obrera, que difundía los proyectos políticos de
socialistas (El Socialista) o anarquistas (Tierra y Libertad) y revistas ilustradas satíricas
como La Flaca y El Motín.

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