Apuntes dictadura Franco

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LA SUBLEVACIÓN MILITAR Y EL ESTALLIDO DE LA Guerra Civil. El 17 de Julio de 1936 un grupo de generales se rebelaron contra la República convencidos del rápido triunfo del pronunciamiento militar. Sin embargo, la resistencia de los milicianos de las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular y de las fuerzas leales al gobierno hicieron fracasar la sublevación desencadenándose una cruenta y larga Guerra Civil. La conspiración militar se fraguó tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de Febrero, pero no era el primer intento de los militares de acabar con la República por la fuerza. Tras el pronunciamiento fracasado en la Península los territorios y tropas se alinearon a favor y en contra de la República. Mientras las principales ciudades, los núcleos industriales y la capital se mantuvieron fieles al gobierno, Sevilla bajo el mando de Queipo de Llano o Navarra con Mola, declararon su lealtad a Franco, así como la mayor parte de los oficiales del ejército.
Por su parte la Guardia de Asalto, la flota naval y la aviación respetaron su juramento de fidelidad a la República, que fue también defendida por socialistas, comunistas y anarquistas. Internacionalmente, se creó un Comité de no Intervención formado por más de veinte países por el que se prohibía la exportación a España de material de guerra.
En esa situación la República contó con el apoyo de la URSS de Stalin que vendíó cobrando al contado, aviones, carros de combate y combustible al ejército y envió pilotos, técnicos y consejeros políticos. El arranque del conflicto estuvo marcado por la coordinación y eficacia de las tropas franquistas sublevadas frente a la diversidad de criterios y la falta de armamento en el bando republicano, hasta el punto de que durante los primeros meses de la Guerra, el Gobierno perdíó el


control del orden público y de la iniciativa militar hasta la creación en Madrid de la Junta de Defensa Central. Las batallas en torno a Madrid fueron una guerra de desgaste, en la que la capital defendida en su mayor parte por milicianos, resistíó contra pronóstico. Asediada por todos los frentes, salvo por la carretera de Valencia por donde huyó el Gobierno Republicano, recibíó los primeros refuerzos extranjeros, las Brigadas Internacionales, a finales de 1936 que se unieron al ejército republicano para luchar en la carretera de La Coruña, en Guadalajara y en el río Jarama, en la que es considerada la primera batalla moderna de la Guerra Civil.  En el frente de Aragón, donde hubo que lamentar más de 10000 bajas sumando las de ambos bandos, el ejército republicano dirigido por el general Miaja, lanzó una ofensiva y logró cruzar el Ebro, aunque tras cuatro meses de enfrentamiento, finalmente las tropas de Franco se hicieron con el control de la zona y llegaron hasta Cataluña donde tomaron Barcelona en Febrero de 1939. A partir de ese momento, dentro de la República las tensiones se acrecentaban hasta provocar una breve guerra interna entre los partidarios de Negrín, presidente del gobierno y defensor de resistir a ultranza, y los del general Casado contrarios al dominio comunista que imperaba en el gobierno y que pretendieron una salida negociada al conflicto entregando a Franco la única zona que todavía quedaba en manos republicanas. Sin posibilidades de conseguir suministros del exterior y con el reconocimiento Reino Unido y Francia del gobierno de Franco, Negrín y los principales dirigentes del Partido Comunista abandonaban en avión el país y Madrid, prácticamente sin resistencia era duramente atacada en Marzo de 1939. Con su caída, el ejército franquista ocupó las zonas del país


en el Mediterráneo que todavía se manténían fieles a la República mientras Casado reanudaba las conversaciones con Franco que mantuvo sin embargo una postura intransigente y exigíó una rendición incondicional que se hizo de forma tan apresurada que no fue posible la salida hacia el exilio de los que quisieron huir de la represión franquista, de hecho, unas 15000 personas que esperaban en Alicante para poder embarcar fueron capturados y represaliados. El 1 de Abril de 1939 Franco firmó en Burgos su último parte de guerra y daba comienzo a una dictadura.
La Guerra Civil tuvo un balance trágico para España. Las últimas investigaciones estiman en 600000 las pérdidas humanas durante el conflicto. Además, el exilio republicano que comenzó durante los primeros meses de 1936 evacuando a los llamados niños de la guerra que salieron rumbo a la URSS y países latinoamericanos como México al que también llegaron cerca de 22000 exiliados, en su mayoría políticos, intelectuales y profesionales liberales. A ellos se unieron más de medio millón de personas que huyeron a Francia donde fueron confinados en playas al sur del país durante varias semanas, que coincidieron con el estallido de la II Guerra Mundial y el avance nazi que complicó aún más su ya precaria situación. La guerra tuvo también efectos culturales ya que una gran mayoría de intelectuales se manifestaron a favor de la República y tuvieron que exiliarse.


EL ESTADO FRANQUISTA 

La dictadura de Franco surgíó durante la Guerra Civil y se consolidó institucionalmente para dotarse de un respaldo legal e internacional. El triunfo de Franco en la Guerra Civil abríó la puerta a un régimen dictatorial que duró hasta su muerte en 1975 y aunque, algunos aspectos de su política interior y exterior se adecuaran a las circunstancias nacionales e internacionales, durante todo el periodo se mantuvieron sin embargo tanto la represión política y social como el poder personal y único del dictador. En 1939 se instaura en España un régimen político personalista, caracterizado por la concentración ilimitada de poder en manos de Francisco Franco. Este poder arranca en el Decreto del 29 de Septiembre de 1936 en el que se nombra a Franco Generalísimo del Ejército y jefe del Gobierno del Estado Español. Se organizaba la España Nacional en base a los 26 puntos de la Falange y en el pensamiento católico, que perfilaron la Dictadura rechazando la democracia liberal parlamentaria, suprimiendo por tanto el principio de Soberanía Nacional y las Cortes, la Constitución, los partidos políticos y sindicatos y las libertades de opinión, reuníón y asociación. Se instauraba un régimen, que en el contexto europeo de los regíMenes totalitarios, concentraba todos los poderes en la figura del dictador, instauraba el partido único, el Movimiento Nacional, como resultado de la unificación de los grupos ultraconservadores Falange Española Tradicionalista y las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas. Se basaba asimismo en la identificación del Régimen con el catolicismo y en un fuerte nacionalismo centralista que supuso la desaparición de cualquier indicio de autonomía o nacionalismo periférico. Por lo que respecta a la Iglesia católica, la alianza con el régimen le


permitíó estar presente tanto en la educación como en el control de la moral social y la vida intelectual, participando sistemáticamente en las acciones de censura. Los obispos ocuparon cargos de gobierno en el Consejo del Reino y en las Cortes y Franco obtuvo el llamado Derecho de Presentación, por el cual era él el que presentaba al Papa los candidatos a los obispados. La fuerte influencia de la Iglesia en la política se tradujo en la eliminación de las medidas de laicización del Estado que se habían puesto en marcha en la República, como el matrimonio civil, el divorcio o la secularización de los cementerios. Finalmente, la Falange prestó su ideología al Régimen y aunque fue disuelta en 1937 e integrada en el Movimiento Nacional, favorecíó el empleo de símbolos, formas y rituales de corte fascista como desfiles, saludos, himnos y uniformes en la vida cotidiana. Se trata de siete leyes, aprobadas en diferentes momentos de la Dictadura que permitieron la institucionalización del régimen franquista y que variaron su carácter en función del contexto internacional. Por eso, hasta 1959 se publicaron el Fuero del Trabajo en él se establecía el control del gobierno sobre las condiciones de trabajo y se prohibía el sindicalismo obrero y la Ley constitutiva de las Cortes que quedaban reducidas a un órgano asesor y consultivo de Franco, por lo que no representaban a la Soberanía Nacional. Todas ellas buscaban, sin conseguirlo, suavizar la visión internacional del Régimen y minimizar las consecuencias del envío de la División Azul para luchar con el ejército nazi contra la URSS. Si políticamente durante estos años políticamente se produjo la construcción de las bases del Régimen, económicamente las circunstancias internacionales obligaron a establecer un sistema autárquico caracterizado


por el autoconsumo y el intervencionismo estatal. En este sentido el gobierno creó el Servicio Nacional de Trigo y el Instituto Nacional de Industria, ambos con el objetivo de fijar precios de semillas, maquinaria, abonos y productos y decidir también el emplazamiento de las fábricas. Se crearon polos de desarrollo en país Vasco, Valencia, Madrid o Barcelona que tuvieron como consecuencia la industrialización que en la década de los setenta colocaba a España como décima potencia industrial del mundo, pero no la creación de un país desarrollado, ya que una gran parte del país seguía siendo rural, con escaso nivel cultural y dificultades para acceder a los servicios como la educación o la sanidad. En esta etapa, se aprueba la última de las conocidas como Leyes Fundamentales, la Ley Orgánica del Estado que fue aprobada en referéndum y establecía cómo debía regirse el país y quién sería el sucesor de Franco tras su muerte, Juan Carlos de Borbón. A pesar del crecimiento económico, a partir de los años sesenta la falta de libertades y las pobres condiciones laborales y el hecho de que el Régimen no supiera adaptarse al dinamismo de la sociedad provocaron que creciera oposición en todos los sectores. Los estudiantes universitarios, más numerosos cada vez y con gran conciencia política, se convirtieron en un potente foco antifranquistas.


Cobraron fuerza movimientos nacionalistas tanto en Cataluña con el PSUC como en el País Vasco donde nacíó el grupo terrorista ETA. Finalmente, dentro del propio Franquismo, se creó una división entre los aperturistas como Fraga que buscaban adaptar el régimen, los conservadores, que sólo querían las reformas necesarias para que perviviera tras la muerte de Franco, y los inmovilistas que eran fieles a los principios del Movimiento Nacional. En Junio 1973 Franco separaba por primera vez la jefatura del Estado, que seguiría manteniendo hasta la muerte, de la jefatura del gobierno, que delegó en Carrero Blanco hasta su asesinato a manos de ETA pocos meses después. Franco nombró entonces a Arias Navarro, del núcleo conservador, como presidente del gobierno. Franco fallecía en 20 de Noviembre de 1975 iniciándose el camino difícil pero posible, hacia la implantación de libertades para todos los españoles que en líneas generales. Demandaban la apertura democrática del país, el retorno de la población exiliada y la integración en las instituciones europeas.

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