La Restauración
es el periodo de la historia de España que transcurre desde el
retorno de los Borbones en 1874 con Alfonso XII, hasta el Golpe de
Estado de Primo de Rivera en 1923. Fue una forma de gobierno basado
en una el sistema
liberal, bipartidista
(Conservadores y Liberales) y con fuerte poder real (monarquía
parlamentaria)
. Fue
el sistema ideado por Cánovas del Castillo y marginará a otras
fuerzas sociales (partidos obreros, nacionalistas…). Se apoyaba en
la burguesía y las clases propietarias.
El sistema político de la
Restauración quedaba establecido en la Constitución
de 1876,
caracterizada por el liberalismo
doctrinario
(soberanía compartida entre las Cortes y el rey) y el sufragio
censitario.
No
obstante, en 1890 se instauró el sufragio universal masculino. La
Constitución reconocía el papel moderador del rey, al que se
consideraba un árbitro en política y garantía de la alternancia
de los partidos.
Se
intentaba poner fin así al protagonismo que el ejército había
tenido en la política del siglo XIX.
Entre 1902 y 1931 Europa
vivió grandes acontecimientos de relevancia primordial para nuestra
historia contemporánea. Las tensiones sociales, políticas y
territoriales del siglo XIX desembocaron en la I
Guerra Mundial (1914-1918)
que
no terminó de resolver muchos de los problemas que la habían
ocasionado. En las décadas de 1920 y 1930, el fuerte ascenso del
socialismo, animado por el triunfo de la Revolución
Rusa (1917)
, fue
contrarrestado por los sectores conservadores con fórmulas
autoritarias y favoreció el ascenso de los fascismos
en Italia (1922) y
Alemania (1933). Este clima de confrontación ideológica se vio
agravado por la crisis
económica del 29.
España
se ve influida por este contexto histórico pero a diferencia de
otros países europeos occidentales contaba con un importante atraso
económico y social, a pesar de haber iniciado su proceso de
modernización casi un siglo antes. Efectivamente España seguía
siendo un país
agrario y la
industria más importante era la textil, que se encontraba
concentrada en Cataluña y dependía del exterior tanto en el
abastecimiento de su materia prima (algodón) como en las patentes.
Ello obligaba a prácticas
económicas proteccionistas.
Todos
estos aspectos revelan una economía
en que la modernización era modesta.
Pero también la sociedad resultaba retrasada con respecto a Europa occidental. Una de las diferencias más marcadas era el alto índice de analfabetismo (en 1900 63% frente al 24% de Francia). Por otra parte, jornaleros, pequeños agricultores y obreros industriales y de servicios, representaba el 75% de la población activa, pero a su lado había una burguesía que había renovado la nobleza y que desempeñaba el poder político. En esta situación el movimiento obrero cobrará cada vez más importancia y los conflictos sociales serán frecuentes.
Desde el punto de vista político, aparentemente España era una nación moderna con un sistema político moderno. España, al comenzar el siglo XX, era una monarquía liberal aunque no democrática, a pesar de que desde 1890 había sufragio universal masculino. Seguía vigente la Constitución de 1876 y la legislación permitía la existencia de libertades importantes y también su ejercicio, principalmente en las ciudades. Otra cosa era la situación real que se daba al margen del contexto urbano, donde el sistema caciquil se imponía. El caciquismo suponía la dependencia de unas personas de otras al margen de la legislación. En efecto, el cacique, que solía ser el rico del pueblo o el que controlaba la administración pública con su influencia, orientaba la dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses. Aunque este sistema ya existía antes, lo característico es que ahora impregnaba toda la vida política, local y nacional, debido a la desmovilización política del electorado.
INTENTOS DE MODERNIZACIÓN. REGERACIONISMO Y REVISIONISMO
En 1897 Cánovas del Castillo fue asesinado y en 1902 Sagasta decidió retirarse de la política. Conservadores y liberales van a carecer de líderes indiscutibles que lleven las riendas de sus partidos y marquen la línea política a seguir. La situación se agravaba porque el caciquismo fomentaba las luchas personales dentro de los partidos.
Ante esta coyuntura se decidió reconocer la mayoría de edad de Alfonso XIII que tenía 17 años. La actitud del joven rey, partidario de intervenir en el gobierno y sobre todo en la política de ascensos del ejército, creará mayor inestabilidad.
El ejército humillado
por las derrotas (1898)
Se volcará sobre las guerras africanas e intervendrá cada vez más
en política apoyado por el monarca. Dentro de él surgirá una
ideología reaccionaria, los africanistas,
contraria a cualquier cambio y defensora de la unidad y “valores
patrios”. Con apoyo del rey, conseguirán que se apruebe la Ley
de las Jurisdicciones
por la que todo ataque o crítica al ejército, a la bandera, a la
unidad de la patria y al rey, será juzgada por un tribunal militar.
Desde el punto de vista
político, ya los
intelectuales más importantes del periodo final del siglo XIX
(Joaquín Costa)
protestaron contra el mundo de la Restauración, criticaron el
sistema político y, en líneas generales, acertaron al denunciar la
situación existente pero no tanto al señalar algunas de sus
soluciones. Su actitud puede considerarse como el inicio del
protagonismo en la vida española del término “regeneración”
que indicó un deseo general de superar el retraso, llevar a cabo una
modernización de la vida colectiva y revisar
la vida política nacional o encontrar una solución fuera de ella.
El regeneracionismo
trascendió el ámbito del pensamiento e impregnó la actividad
política de buena parte del siglo XX. Durante todo el reinado de
Alfonso XIII ese término resultó decisivo para explicar la actitud
de personas y de grupos políticos y sociales. El ansia de superar el
retraso y llevar a cabo una modernización en todos los sentidos de
la vida española se convirtió incluso en una obsesión.
Esto se concretó en dos ensayos de gobierno regeneracionista, uno de carácter conservador y otro liberal. El primero fue liderado por el político conservador Maura entre 1904 y 1909, y el segundo por el liberal Canalejas entre 1910 y 1914.
Maura intentó llevar a cabo “una revolución desde arriba”. Se propuso acabar con el caciquismo (reforma electoral y primando más a las ciudades) e incorporar a la política a la pequeña burguesía y a los nuevos grupos políticos nacionalistas y regeneracionistas surgidos con la crisis de 1898. Para intentar atraerse a los nacionalistas burgueses catalanes (Lliga Catalana liderada por Cambó) preparó la «Ley de las Mancomunidades” que permitiría una autonomía municipal, comarcal y provincial, y que hubiese podido solucionar las demandas de autogobierno de Cataluña, País Vasco y Galicia. No pudo llevarla a cabo por la oposición de la burguesía centralista y fue derrotado en el Senado. Por otra parte, su política social no satisfizo las aspiraciones de la clase obrera. Maura no era ningún revolucionario y su actitud conservadora la mostró al redactar la Ley del Terrorismo contra los movimientos obreros. Esta actitud le valió la oposición de la izquierda en las Cortes y las organizaciones obreras en la calle.
El momento de mayor tensión se
vivió en la “Semana
Trágica de Barcelona”
en julio de 1909.
El motivo inmediato del movimiento fue el descontento producido por
el embarque de tropas destinadas a Melilla, pero en el fondo había
un rechazo a la política de Maura. En la Conferencia de Algeciras
(1906) se había concedido a España el “protectorado” sobre la
zona norte de Marruecos. Al intentar ocupar la zona designada se
encontraron con la resistencia de los rifeños. Una serie de
desastres militares (Barranco del Lobo -Melilla -1909) obligaron a la
movilizaron de los reservistas y el día previsto para su embarque en
el puerto de Barcelona se produce una huelga general y un movimiento
insurreccional. El ejército ocupa Barcelona y los líderes del
movimiento opositor son encarcelados, juzgados por tribunales de
guerra y algunos líderes anarquistas fusilados (el pedagogo Ferrer).
Estas acciones provocaron la caída del gobierno de Maura.
Como consecuencia de la
represión ejercida sobre los anarquistas por la Semana Trágica, los
distintos sindicatos y grupos anarquistas decidieron integrarse en la
Confederación
Nacional de Trabajadores (C.N.T.) en 1910.
Esta organización tendrá un papel decisivo en la crisis de 1.917 y
en las posteriores luchas sociales.
Canalejas era un liberal atípico ya que pretendía abrir el sistema a las fuerzas de la izquierda: “Yo solicito el concurso de los republicanos, de los socialistas y de los demócratas españoles”. Además era de un talante reformista y tendente a limitar el poder de los grupos oligárquicos contrarios al cambio. Subió al poder en 1910 e intentó nuevamente que se aprobase la Ley de las Mancomunidades. Elaboró la Ley sobre Asociaciones Religiosas prohibiendo el establecimiento de nuevas órdenes y la apertura de nuevos conventos (“ley del candado”), intentó democratizar el ejército e imponer el servicio militar obligatorio sin redenciones. El 12 de noviembre de 1912 Canalejas fue asesinado por un anarquista. Con su muerte se frustró la posibilidad de una regeneración del sistema y se precipitó la desintegración de la monarquía parlamentaria, atacada por la burguesía, el ejército y los obreros.
La quiebra del sistema: conflictividad social y crisis de 1909, 1917 y 1921
Con la muerte de Canalejas y la
caída en desgracia de Maura, los partidos tradicionales fueron
incapaces de intentar nuevas reformas que pudiesen mantener el
sistema. Los siguientes gobernantes Romanones
(liberal)
y Dato
(conservador)
, sin la
talla de sus predecesores, trataron de administrar la situación
siendo sobrepasados por las circunstancias.