Los partidos dinásticos

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Los grupos conservadores recibieron satisfechos la Restauración de los Borbones, ya que creían que la monarquía devolvería la estabilidad a España.

La principal intención de Cánovas era superar los problemas del liberalismo como el carácter partidista y excluyente, el intervencionismo militar en la política y la proliferación de enfrentamientos civiles. Para conseguir esos 3 propósitos, se propuso 2 objetivos, elaborar una constitución basada en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y a la tercera guerra Carlista. La primera medida fue convocar una elecciones a cortes constituyentes estableciendo primeramente sufragio universal y más tarde censitario. Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo de 2 grandes partidos, conservador y liberal. Había un turno pacífico que aseguraría la estabilidad institucional poniendo fin a la intervención del ejército en la vida política. La Real Orden de 1875. Establecíó que la misión del ejército era defender la independencia nacional y que no interviniera en los partidos.

La Constitución de 1876

Era una constitución conservadora y tenía soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. El poder ejecutivo lo tenía el Rey, el legislativo lo tenían las Cortes bicamerales (Congreso y Senado) y la Corona y el judicial los jueces. Se concedían amplios poderes al monarca como el derecho al veto, el nombramiento a ministros y la potestad de convocar las Cortes o disolverlas. Una ley de 1878 establecíó el voto censitario. En 1890, con el partido liberal se aprobó el sufragio universal masculino. Proclamaba la confesionalidad católica del Estado y se restablecíó un presupuesto de culto y clero, para financiar a la Iglesia. Restringieron el derecho de imprenta, expresión, asociación y reuníón

La estabilidad se vió favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana. La Restauración borbónica provocó la pérdida de la capacidad de finalizar con la guerra con la intervención del ejército a manos de Martínez Campos.

La derrota carlista provocó la abolición definitiva del régimen foral, quedando los territorios vascos bajo el pago de los mismos impuestos y servicio militar que el resto del territorio. Sin embargo,  se estipularon los conciertos económicos (1878) que otorgaban cierta autonomía fiscal a las Provincias Vascas.

El fin de la guerra carlista permitíó acabar más con la insurrección cubana llevada a cabo por los mambises (Guerra de los Diez Años 1868-1878). En 1878 se firmó la Paz de Zanjón por Martínez Campos por la cual se abolíó de la esclavitud y la promesa de reformas políticas y administrativas. Sin embaro, el imcumplimiento de estas reformas provocaría un nuevo conflicto en 1879, Guerra Chiquita.

Cánovas lideraba el Partido Conservador, y le propone a Sagasta que se ponga al mando del partido liberal el cual sería un acuerdo entre progresistas, unionistas y algunos republicanos. Ambos partidos se conocían como dinásticos y tenían alternancia en el poder. Las diferencias entre partidos era mínima, los conservadores tendían más al inmovilismo político, proponiendo el sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y orden social y los liberales defendían el sufragio universal masculino y se inclinaban a un reformismo social más progresista y laico.

El sistema del turno pacífico, se pudo mantener gracias a la corrupción electoral y la influencia y poder de los caciques. Una vez acordada la alternancia en el turno y a que partido le correspondía formar un nuevo gobierno se seguían los siguientes pasos: El Rey, nombrara a un nuevo jefe de gobierno y este disolvía las Cortes. El nuevo gobierno convocaba unas elecciones completamente adulteradas y el Ministro de Gobernación fabricaba los resultados de las elecciones en cada circunscripción electoral y enviaba una lista a los caciques y gobernadores civiles. Estos eran informados por el Ministro de Gobernación de qué resultado debía salir en sus provincias y transmitían una lista de candidatos a los alcaldes y caciques, siguiendo las instrucciones del gobernador, amañaban las elecciones para conseguir los resultados esperados. Había diferentes formas de amañar las elecciones: El pucherazo, que consistía en añadir nombres de personas que ya han fallecidos o inventadas. Personas disfrazadas de ciudadanos difuntos para ir a votar. La falsa electoral, que consiste en poner dos mesas electorales, la oficial y la amañada, no dejar a los demás partidos ver los resultados…

Entre 1876 y 1898 el turno entre partidos funciónó con regularidad, de todas las elecciones realizadas, seis las ganaron los conservadores y cuatro los liberales.

El partido conservador estuvo en el gobierno desde 1875 hasta 1881, cuando Sagasta formó un primer gobierno liberal que introdujo el sufragio universal masculino. En 1884, Cánovas volvíó al poder, pero debido a una posible desestabilización del sistema político tras las muerte de Alfonso XII (1885) se impulsó el Pacto del Pardo, con la finalidad de dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía.

El Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Durante el gobierno largo de Sagasta, entre 1885 y 1890, se impulsó una importante obra reformista para incorporar algunos derechos asociados a la revolución del 68. De este modo, se aprobó la Ley de Asociaciones (1887) eliminando la distinción entre partidos ilegales y legales, se abolíó la esclavitud (1888) y se impuso un nuevo Código Civil (1889)

El cambio más importante fue la implantación del sufragio universal masculino en 1890. En la última década se mantuvo el turno pacífico de partidos. En 1890 los conservadores volvieron al poder y en 1892 los liberales. En 1895 Cánovas asumíó la presidencia del gobierno hasta 1897, fecha de su asesinato.

El republicanismo tuvo que hacer frente a la represión de los gobiernos monárquicos, además de encontrarse fuertemente dividido en diversas tendencias que provocó que perdieran eficacia y apoyo.

La adaptación a las nuevas condiciones las adaptó Emilio Castelar. Este estaba convencido de la pérdida de fuerza de sus ideales por lo que consideró la posibilidad de que la monarquía asumiese algunos de los principios democráticos y creó el Partido Republicano Posibilista.

Sin embargo, Ruiz Zorilla creó el Partido Republicano Progresista, tendiendo hacia un republicanismo radical y no descartando la acción violenta.  

Las prácticas insurreccionales provocaron la ruptura de Salmerón con el partido de Ruiz Zorrilla, creando el Partido Republicano Centralista (1887).

El partido con más adeptos fue el Partido Republicano Federal, todavía liderado por Pi y Margall, que contaba con importante apoyo de las clases populares.

En 1886 los republicanos consiguieron hacerse con una importante minoría republicana en las Cortes, lo que estimuló la formación de alianzas electorales (Uníón republicana) en 1893 y 1901.

El republicanismo perdíó parte de sus antiguas bases lo que provocó que tuviera que hacer competencia con el obrerismo representado por el Partido Socialista Obrero Español, fundado por Pablo Iglesias en 1879. Este fue otro de los partidos marginados ya que fue muy poco apoyado en sus comienzos debido a la escasez de clase obrera en aquel momento.

La reconversión del Carlismo

Tras la derrota de la tercera guerra carlista en 1876. Ramón Cabrera, reconocíó como legítimo depositario de la dignidad real a Alfonso XII.

La Constitución de 1876, descarta  de la sucesión al trono a toda la rama Carlista de los Borbones

El Carlismo se convierte en un partido político, y reconoce que no pueden volver al Antiguo Régimen.

Carlos depositó su confianza como jefe del carlismo en Cándido Nocedal que extendíó los Círculos Carlistas  por todo el país.

Los carlistas mantuvieron su fuerza en Navarra, País Vasco y Cataluña, y su influencia era escasa en el resto del territorio español.

La renovación del partido corríó a cargo de Juan Vázquez de Mella, quien propuso el Acta de Loredan, un programa que intentaba adaptar el partido a la nueva situación política.

Sin embargo, se formó una disputa religiosa ya que se acusaba a Carlos VII y a los principales dirigentes de no apoyar lo suficiente la política católica. Por ello, Ramón Nocedal hijo de Cándido Nocedal, contrario a esta idea creó el Partido Católico Nacional que no reconocía a don Carlos como rey.

La cuestión católica también dió lugar a la aparición de un nuevo grupo político. En 1881 se fundó la Uníón Católica, liderada por Alejandro Pidal. Un partido conservador católico diferenciado de los carlistas pero crítico con los conservadores.

Dentro de los liberales, también se fundó el Partido Democrático-Monárquico por parte de Segismundo Moret los cuales habían sido adictos a la revolución de 1868 y reivindicaban principios de la Constitución de 1869.

El general Serrano creó también la Izquierda Dinástica pero no pudo desbancar a Sagasta.

El nacionalismo catalán

La industrialización hizo que Barcelona y su entorno fuera la primera zona industrial de España, con una gran influencia de la burguésía. Este grupo social sentía que sus intereses estaban poco representados e hizo la defensa del proteccionismo.

El desarrollo económico coincidíó con el movimiento cultural de la Renaixença, cuyo objetivo era el de recuperar la lengua y las señas de identidadad catalanas.

El catalanismo político tuvo varias corrientes. El tradicionalismo con Torras y Bages como máximo representante y otra más progresista con Valentí Almirall.

En 1892 se elaboraron las Bases de Manresa, documento producido por la Uníó Catalanista, que propónía considerar Cataluña como entidad autónoma dentro de España.

El nacionalismo vasco

El nacionalismo vasco tiene sus orígenes la pérdida de una parte sustancial de los fueros tras la derrota del carlismo, aunque también una corriente de defensa de la lengua vasca.

Su gran propulsor fue Sabino de Arana, que sentía gran pasión por la cultura vasca, considerando un peligro para el euskera a los inmigrantes de otras regiones (maketos).

Las propuestas de Arana dieron lugar a la creación del Partido Nacionalista Vasco, el cual promovía el sentimiento católico y la defensa de la tradición y la lengua, defendiendo la raza del pueblo vasco.

Nacionalismo gallego

Este surge como una reacción contra el atraso y marginación de Galicia. Se reivindicaba la descentralización administrativa y el uso de la lengua gallega sin llegar a crear un partido político.

Su apoyo social era escaso ya que había escasez de una clase media influyente, por lo que el galleguismo carece de proyección política.

Valencianismo

El valencianismo también surgío como otro movimiento de reivindicación de la lengua y la cultura con la Renaixença

Aragonesismo

Este impulsó la reivindicación de valores culturales y la recuperación ROMántica de los orígenes del reino.

Finalmente, el andalucismo, promovido principalmente por Blas Infante, recogía un proyecto de Estatuto de Autonomía, aunque se logró escaso respaldo popular y se tuvo que esperar al franquismo para encontrar un sentimiento andalucista.

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