Razones por las cuales fracasaron las medidas para restaurar la monarquía

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III. EL REINADO DE Fernando VII (1814-1833)


Para el estudio de este reinado lo dividiremos en tres etapas:

1. Primera etapa o sexenio absolutista: de 1814 a 1820

Una vez acabada la guerra, las Cortes se trasladan a Madrid y dicen que para aceptar a Fernando VII como rey, éste debe jurar la Constitución.
Fernando, mitificado hasta la saciedad y denominado el Deseado, recuperó su trono entre muestras de calor popular y de prestigio. Era el símbolo de los seis años de resistencia y encarnaba grandes expectativas de cambio y mejoras tras una década especialmente penosa. Pero Fernando VII buscó en primer lugar el acercamiento a los círculos más reaccionarios del país, y los viejos absolutistas, que sólo habían tolerado la obra de Cádiz, y se aprestaron entonces a volver a la situación anterior a 1808. Fernando VII llega a España y va a Zamora y Zaragoza, y de allí a Valencia, donde recibe el Manifiesto de los persas, un escrito de sesenta y nueve diputados instándole a que implante el Antiguo Régimen y por tanto la monarquía absoluta.

Fernando VII deroga la Constitución y da órdenes para restaurar el absolutismo, y entrará en Madrid como rey absoluto.

En Europa los países que han vencido a Napoleón forman la Santa Alianza (alianza militar para apoyar al absolutismo allí donde peligrase), y Fernando VII cuenta con ese apoyo e iniciará una cruenta persecución de liberales que serán reprimidos y acabarán exiliándose en Inglaterra. De la misma forma, se reimplanta el Antiguo Régimen, la Inquisición, y se anula la libertad de prensa. En esta etapa el país pasa por dificultades extremas.
Entre estas dificultades destaca el escándalo de los barcos rusos, España compra barcos de segunda mano a Rusia para reconstruir su flota hundida en Trafalgar, los barcos están en muy malas condiciones y muchos se hunden. Por si fuera poco se cede Florida a los Estados Unidos, pues España ya no tenía fuerzas para oponerse a ese país y decide vender ese territorio, pero jamás logró cobrar. Desde el punto de vista financiero la hacienda se encuentra prácticamente en bancarrota, el retorno al Antiguo Régimen significa que la nobleza y el clero dejan de pagar. Para empeorar la situación las colonias americanas inician su proceso de emancipación.
En una situación tan caótica aumenta el número de descontentos. La única solución que encuentra el rey es pedir dinero prestado al exterior, lo que aumentará todavía más el problema. Frente al absolutismo comienza a desarrollarse una alianza formada por la burguésía, las clases medias y populares con tradición liberal de las ciudades, y una parte del campesinado despojado por los señores. A ello se suma una parte del ejercito, debido a que la oficialidad, que antes de la guerra estaba formada exclusivamente por aristócratas, cambió su composición por exigencias de la lucha. Los dirigentes guerrilleros, hombres de origen campesino o de la burguésía urbana en muchos casos próximos a los liberales, alcanzaron por nombramiento de la Regencia o de la Cortes altos cargos militares. Por ello nos encontrarnos con los llamados pronunciamientos militares.
Los pronunciamientos para la reposición de la Constitución eran sublevaciones militares con participación de destacamentos ciudadanos. En estos pronunciamientos desempeñaban un importante papel los núcleos liberales agrupados en sociedades secretas. Constituyen un importante número: Espoz y Mina en Navarra, Porlier en la Coruña, Lacy en Barcelona, Vidal en Valencia… Fueron sublevaciones que fracasaron y generaron una represión mayor, pero en todo caso, era la expresión del malestar político y social en los ámbitos de tradición liberal. Por fin, el teniente coronel Rafael Riego se subleva en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) en 1820 con las tropas que se concentraban para sofocar la rebelión en América, él y otros militares sublevados exigen al rey que jure la Constitución de 1812, el rey, asustado, jura la Constitución (Marchemos todos juntos y yo el primero por la senda de la Constitución…).

2. El trienio liberal (1820-1823)

El pronunciamiento de Riego en Cádiz fue secundado por otros pronunciamientos liberales en La Coruña, Zaragoza, Barcelona, etc. Todo ello unido a la pasividad del ejército, hacen que el rey Fernando VII se quede solo y no tenga más remedio que jurar la Constitución de 1812.
Entramos así en el llamado trienio liberal. El Rey nombra un nuevo gobierno presidido por Argüelles, que proclama una amnistía y convoca elecciones.
Las Cortes elegidas conforme a la Constitución, son mayoritariamente liberales y dan a la luz una importante obra legislativa. Pero es necesario detenerse en este punto para realizar una división entre los liberales: moderados y exaltados. Los liberales moderados que tuvieron el gobierno los dos primeros años son partidarios de realizar la obra de reforma con cierta prudencia, para no agravar las condiciones críticas de la economía, mantener el apoyo de la burguésía y no enajenarse al sector constitucional de la nobleza, y no enfrentarse con los monarcas europeos de la Santa Alianza. Los liberales exaltados, proclamaban la necesidad de acelerar las reformas, acentuar la represión sobre los elementos absolutistas y dejarse de contemplaciones con el monarca, desechando las presiones europeas. A partir de Julio de 1822 gobiernan los exaltados, y de nuevo quedan abolidos los privilegios de clase, con la supresión de los señoríos y la imposición de cargas tributarias a la Iglesia y las medidas contra las manos muertas, abolición de los mayorazgos, obligación de vender las tierras de los conventos de menos de 24 frailes y de las Ordenes Militares.
La Inquisición es de nuevo abolida y ya no volverá a ser restaurada. Se empieza a elaborar un nuevo Código Penal. Se crea la Milicia Nacional, que debe estar formada por milicias comunales de voluntarios, pero en la realidad tuvieron bastante dependencia del ejército y pocos voluntarios. El régimen constitucional tuvo que enfrentarse con grandes dificultades:
Oposición de los Estados absolutistas de Europa, resistencia del propio Rey que conspiraba secretamente con sectores de la nobleza y de la Iglesia, (el rey utilizaba continuamente el derecho de veto), incomprensión por parte del pueblo, en especial del campesinado (el cual no reconocíó en la Constitución sus tradicionales aspiraciones al reparto de la tierra y la rebaja de los impuestos, y tampoco comprendíó las medidas del régimen contra la Iglesia y la reforma fiscal, que le perjudicaban). La oposición al régimen liberal provoca la formación de partidas realistas que plantean una situación de Guerra Civil en Cataluña, Navarra Galicia y el Maestrazgo a partir de 1822, especialmente tras el fracaso de Golpe de Estado de la Guardia Real en Madrid. Los insurrectos llegan a dominar amplias zonas del territorio y a instalar una regencia absolutista en la Seo de Urgel en Agosto de 1822. La situación se radicaliza a partir de estas fechas. Al gobierno de los exaltados responde el Rey con una actitud provocadora dentro de su competencia constitucional y una actividad conspiradora cada vez más intensa. La toma de posición de la nobleza a favor del absolutismo y el retraimiento de la burguésía preparan la intervención de la Santa Alianza.
Las potencias aliadas deciden en el Congreso de Verona (Octubre de 1822) intervenir en España, para volver a restablecer al Rey en la plenitud de sus derechos. Esta intervención se le encarga a Francia y 130.000 soldados franceses, llamados los Cien mil hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema, atraviesan toda la península y en Septiembre logran devolver el poder absoluto a Fernando VII (se encontraba con el gobierno en Cádiz). Por decreto de 1 de Octubre el Rey declara la nulidad de todo lo decidido por la Cortes y el gobierno durante los tres años constitucionales. No se puede dejar de ver dos carácterísticas fundamentales, en primer lugar la marcha de las tropas francesas por el territorio ha sido un simple paseo militar casi sin obstáculos, lo cual nos hace pensar que el pueblo campesino es absolutista, puesto que no lucha contra unos extranjeros que vienen a reponer al rey en sus derechos absolutos. En segundo lugar, es necesario ver la actitud cruel y vengativa de Fernando que ejecuta gran cantidad de liberales, lo cual hace que se radicalicen las posturas de los liberales del país y de los que logran huir a Inglaterra.

3. La década absolutista (1823-1833), llamada también década ominosa

El nombre de ominosa procede de la literatura liberal, debido a la brutal represión del Rey a instancias del cual se crearon juntas de purificación y estas extendieron el terror por toda la Península; los ejemplos más destacados son los de la ejecución del propio Riego en 1823, de El Empecinado -famoso guerrillero de la guerra de la Independencia- Torrijos… o de Mariana Pineda en 1831 -inmortalizada por Federico García Lorca-. Se produce una oleada de persecuciones contra los liberales, especialmente contra los exaltados. El rey da con algunos ministros competentes como Luis López Ballesteros que sanea la hacienda e inicia la reconversión de la economía tras la pérdida de las colonias. Esta transformación se basará en la explotación de las colonias restantes: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Es en esta época cuando aparece por primera vez en España la idea de elaborar unos presupuestos generales del Estado. El gobierno del rey no satisface a nadie, ni a liberales ni a absolutistas -que lo consideran muy débil con los liberales-. Los absolutistas tampoco están de acuerdo con la postura blanda del rey y se agrupan en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey y su sucesor al no tener el rey descendencia. Fueron varias las conspiraciones absolutistas contra Fernando VII y a favor de su hermano Carlos María Isidro. Todas acabaron en fracaso y fueron duramente reprimidas. A los partidarios del hermano del rey se les conocerá con el nombre de Apostólicos. En 1829 Fernando VII se casa con doña María Cristina y en 1830 nace una niña, la futura Isabel II, y para que ella gobierne Fernando tiene que derogar la Ley Sálica que impedía el acceso de las mujeres al trono. Los apostólicos, dirigidos por el hermano del rey Carlos María Isidro, no reconocerán la derogación de esta ley, y a la muerte de Fernando VII estallará una guerra entre los partidarios de Isabel (isabelinos) y los partidarios de Carlos María Isidro (a partir de ahora se les conocerá como carlistas, nombre que también se utiliza para designar a esas guerras).
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