Prehistoria en la Península Ibérica: Orígenes y Evolución
Los abundantes yacimientos arqueológicos paleolíticos de la Península Ibérica evidencian la antigüedad y continuidad de su poblamiento, con un origen africano y posterior expansión europea. Destacan sitios clave como:
- Sierra de Atapuerca (Burgos): Habitada por el Homo antecessor (800.000 a.C.), una especie anterior al Homo sapiens.
- Área Cantábrica (Altamira) y Área Levantina (Valltorta): Numerosas cuevas con arte rupestre de gran valor.
Hacia el 5.000 a.C., se desarrollan en la Península comunidades neolíticas, marcando una profunda transformación social y económica. Los cambios más significativos incluyen:
- La economía: Transición de una economía recolectora a una de subsistencia, basada en la agricultura y la ganadería.
- La sociedad: Evolución de una estructura igualitaria a una jerarquizada.
- El hábitat: Abandono de las cuevas en favor de los poblados estables.
- Las creencias: Sustitución de la magia por creencias religiosas organizadas.
Este desarrollo neolítico fue especialmente prominente en el área mediterránea, particularmente en la zona valenciana, identificada por su característica cerámica cardial.
Posteriormente, estas comunidades incorporaron la metalurgia del cobre, con importantes focos en Andalucía y Extremadura. Este periodo se caracteriza por:
- El megalitismo: Grandes construcciones funerarias como Los Millares y La Menga.
- La cerámica campaniforme.
- La aparición de poblados amurallados.
A esta etapa le siguió la metalurgia del bronce, representada por culturas significativas como la de El Argar y la Talayótica.
Historia Antigua de la Península Ibérica: Colonizaciones y Romanización
Lo más destacado de este periodo es la colonización de la Península Ibérica por diversos pueblos, que la enriquecieron culturalmente, dando lugar a una cultura sintética. Las áreas mediterránea y sur fueron las más influenciadas. Aunque los romanos fueron los más determinantes y decisivos, y posteriormente sustituidos por los visigodos, el proceso se inició mucho antes.
A finales del II milenio a.C., la Península Ibérica recibió dos oleadas colonizadoras muy diferentes, que introdujeron innovaciones fundamentales como:
- La escritura alfabética (fenicia y griega).
- El uso de la moneda.
- Nuevos cultivos y técnicas artesanas.
Colonización Mediterránea: Fenicios, Griegos y Cartagineses
Esta fue la colonización más antigua. Los comerciantes fenicios, griegos y cartagineses establecieron vías marítimas a lo largo de las costas levantinas y fundaron numerosas factorías o colonias comerciales, entre las que destacan:
- Gádir (Cádiz)
- Emporion (Ampurias, Girona)
- Cartagonova (Cartagena)
Los Pueblos Prerromanos: Íberos y Celtas
Uno de los pueblos prerromanos más importantes fueron los íberos (como los turdetanos o bastetanos), que se asentaron principalmente en el este y sur peninsular. Sus características principales eran:
- Economía: Predominantemente agrícola-ganadera (cultivo de cereales, vid) y manufacturera (textil, cerámica), con un uso extendido de la moneda.
- Estructura social: Jerarquizada, dominada por una aristocracia militar.
- Hábitat: Vivían en poblados amurallados.
- Cultura: Desarrollaron su propia escritura.
En esta zona también se documenta la existencia del pueblo de Tartessos, ubicado entre el Guadalquivir y el Guadiana.
Colonizaciones Indoeuropeas: La Llegada de los Celtas
Procedentes del centro de Europa, estas poblaciones se instalaron en Cataluña y la Meseta a través de los Pirineos. Sus aportaciones incluyeron:
- La metalurgia del hierro.
- La construcción de poblados circulares.
- La práctica de los campos de urnas (cultura funeraria).
De estas colonizaciones surgió otro pueblo prerromano significativo en la Península: los celtas (como los lusitanos, celtíberos o carpetanos), que se asentaron principalmente en el centro y oeste. Sus rasgos distintivos eran:
- Economía: Predominantemente ganadera, con una agricultura rudimentaria y escaso comercio. Desarrollaron manufacturas textiles, cerámicas y metalúrgicas (hierro y bronce).
- Estructura social: También jerarquizada.
La Romanización de Hispania: Un Proceso Transformador
Durante casi nueve siglos, los pueblos peninsulares fueron sometidos a un violento y profundo proceso de conquista y asimilación cultural, conocido como romanización. Tras la conquista, la Península se convirtió en una provincia subordinada a los intereses de Roma, lo que implicó la imposición de toda la cultura romana.
La romanización abarcó múltiples aspectos:
- Organización territorial: División en provincias (por ejemplo, Baetica con capital en Córdoba; Tarraconensis con capital en Tarraco; Lusitania con capital en Emerita Augusta; y Balearica con capital en Pollentia).
- Estructuras económicas: Base agrario-ganadera, consolidación de la propiedad privada y uso de mano de obra esclava.
- Estructuras sociales: Una sociedad estratificada que incluía esclavos, campesinado, burguesía, etc.
- Urbanismo e infraestructuras: Desarrollo de ciudades como centros culturales y administrativos, construcción de templos, acueductos y una extensa red de calzadas (como la Vía Augusta o la Vía de la Plata) que entrelazaban el territorio.
- Cultura: Imposición del latín como idioma común, adopción de la religión politeísta romana y desarrollo de una historiografía propia.
De Hispania surgieron figuras destacadas que contribuyeron al Imperio Romano, como los emperadores Trajano y Teodosio, y pensadores como Séneca y Marcial.
El Fin del Imperio Romano y el Reino Visigodo
Posteriormente, el Imperio Romano atravesó una situación crítica que acabaría derrumbándolo. Las invasiones germánicas, procedentes del este europeo, se instalaron y ocuparon violentamente los territorios del imperio. Esto provocó el colapso del comercio y la vida urbana, y las economías se ruralizaron, basándose en el trueque. En este contexto, los propietarios de las tierras pasaron a ser colonos, pagando una renta a cambio de seguridad, lo que originó el núcleo del feudalismo medieval.
Los visigodos llegaron a la Península Ibérica inicialmente como colaboradores de los romanos para expulsar a vándalos y suevos. Sin embargo, terminaron por dominarla e independizarse, formando un Estado con capital en Toledo.
El reino visigodo se caracterizó por:
- Una monarquía hereditaria, a menudo débil y con frecuentes conflictos internos.
- Asesoramiento a través del Aula Regia (consejo de nobles) y los Concilios de Toledo (asambleas eclesiásticas y políticas).
- Una sociedad jerarquizada.
- Una economía agraria ruralizada, que favoreció la concentración de tierras en manos de la nobleza, cuyas propiedades eran trabajadas por siervos.
Finalmente, este reino resultó fácilmente destruido por la invasión musulmana en el año 711.