El Manifiesto de Sandhurst y el Inicio de la Restauración
El 3 de enero de 1874, Emilio Castelar, presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República, reabrió las Cortes y fue derrotado en una moción de confianza. Inmediatamente después, el general Pavía entró en el Congreso, disolviendo las Cortes y poniendo fin de facto al período republicano. Se instauró un gobierno autoritario presidido por el general Serrano, quien aspiraba a consolidar su poder, mientras Antonio Cánovas del Castillo trabajaba para atraer a las fuerzas más moderadas en apoyo a la restauración monárquica en la figura de Alfonso XII.
El 1 de diciembre de 1874, Alfonso XII publicó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo. En el texto, se hacía referencia a la división entre los españoles causada por el fracaso del Sexenio Democrático, que había generado inestabilidad, una dictadura de facto, guerras (carlista y cantonal) e incertidumbre. Proponía como solución una monarquía constitucional que garantizase los derechos individuales, un liberalismo que promoviera el desarrollo económico y un patriotismo que uniera a los españoles. La Restauración suponía la vuelta de la dinastía borbónica y la reposición del Estado liberal, pero con los cambios necesarios para no repetir los errores que habían caracterizado el reinado de Isabel II.
Una de las prioridades de Cánovas del Castillo fue acabar con los conflictos bélicos existentes: la Tercera Guerra Carlista (finalizada en 1876), la Guerra de los Diez Años en Cuba (que continuaría hasta 1878) y los últimos rescoldos de la rebelión cantonal. El 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos protagonizó un pronunciamiento militar en Sagunto a favor de Alfonso XII. Este pronunciamiento contó con un apoyo generalizado del ejército, lo que obligó a Serrano a dimitir. Se formó un Ministerio-Regencia presidido por Cánovas, que preparó el regreso del rey, atrayéndose el apoyo del ejército, la Iglesia y la burguesía catalana. Alfonso XII regresó a España el 9 de enero de 1875 y fue proclamado rey el 14 de enero. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino (según la ley electoral de 1869, aún vigente). Para controlar el resultado, fue necesario intervenir en el sistema electoral, asegurando la victoria de Cánovas.
El Sistema Canovista y las Elecciones
En este sistema, existían dos instituciones previas a cualquier discusión: las Cortes y la Corona. Además, dos partidos dinásticos aceptaban la Constitución y se establecía una alternancia política entre ellos, conocida como turnismo. Para lograrlo, era necesario el control electoral, inicialmente mediante un sistema de sufragio censitario. Los partidos estaban formados por élites de políticos profesionales, generalmente diputados o senadores.
Estos partidos eran:
- El Partido Conservador, dirigido por Cánovas del Castillo y formado por la alta burguesía, terratenientes, altos funcionarios y la nobleza.
- El Partido Liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, que agrupaba a progresistas y unionistas, y era apoyado por industriales, comerciantes, profesionales liberales, entre otros.
Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, Cánovas y Sagasta firmaron con la reina regente, María Cristina de Habsburgo, el Pacto del Pardo, por el que se comprometían a alternarse de forma pacífica en el poder para evitar un golpe de Estado del ejército y asegurar la estabilidad del régimen.
Por otro lado, se perseguía la unidad de la Patria. Para ello, se buscaba solucionar la cuestión cubana, uniformizar el Estado (tras la Tercera Guerra Carlista se abolieron los fueros vascos en 1876, estableciéndose un sistema de conciertos económicos), impulsar un centralismo administrativo y una conciencia nacional unitaria. El control de la opinión pública se consideraba fundamental para garantizar la estabilidad del sistema y el desarrollo económico.
Para asegurar la alternancia política, se impuso un sistema electoral fraudulento. En 1890, Sagasta impulsó la introducción del sufragio universal masculino, pero esto no supuso la limpieza del proceso electoral. El control electoral se realizaba mediante diversos mecanismos: el encasillado (asignación previa de escaños), el pucherazo (manipulación de votos), el uso de «lázaros» (votantes falsos o fallecidos), la coacción, la violencia y la compra de votos.
El Caciquismo
El caciquismo fue un fenómeno sociopolítico característico de la Restauración, donde la élite local (caciques) utilizaba su influencia para favorecer al candidato designado por el Gobierno y ejercía coerción sobre el grupo social que controlaba, recurriendo en ocasiones a la violencia. Los caciques actuaban como intermediarios entre el poder central y la población local, lo que les garantizaba la fidelidad en sus áreas de influencia y creaba fuertes relaciones de dependencia conocidas como clientelismo. Los partidos dinásticos necesitaban a los caciques para mantenerse en el sistema electoral y garantizar el control sobre la ciudadanía. La influencia de estas élites, especialmente en el ámbito rural, estaba determinada por las necesidades y la estructura social del lugar. Un lema que resume la práctica caciquil es: «Para los enemigos, la ley; para los amigos, el favor.»
La Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898)
La Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898) y la posterior guerra contra Estados Unidos fueron los detonantes de la Crisis del 98, un momento crucial que puso al Estado español frente a sus propias debilidades. Esta crisis tuvo profundas consecuencias económicas, sociales y políticas, y evidenció la existencia de una profunda brecha en la sociedad española. España perdió sus últimas colonias importantes (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), lo que puso de manifiesto la decadencia general del Estado.
La derrota de España frente a Estados Unidos se debió a múltiples factores, entre ellos: el desgaste de la guerra colonial, la falta de alianzas internacionales, el atraso económico y social del país y las deficiencias en la concepción política y militar.
Antecedentes:
- Entre 1868 y 1878 se desarrolló la Guerra de los Diez Años en Cuba. En 1878, el general Martínez Campos firmó la Paz de Zanjón, por la que España se comprometía a conceder una mayor autonomía política a la isla y a abolir la esclavitud (lo que se hizo gradualmente, culminando en 1886). Sin embargo, muchas de las promesas de autonomía no se cumplieron satisfactoriamente para los cubanos.
- En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo principal era la independencia de Cuba.
- En 1893, Antonio Maura, entonces ministro de Ultramar, presentó un proyecto de reformas para Cuba que incluía una mayor autonomía, pero fue rechazado por las Cortes españolas.
En 1895, el Grito de Baire marcó el inicio de la Guerra de Independencia Cubana, liderada por figuras como José Martí (quien murió en combate ese mismo año), Máximo Gómez y Antonio Maceo. El Estado español intentó frenar el movimiento revolucionario. En 1897, tras el asesinato de Cánovas, Sagasta accedió al poder en España. Sagasta sustituyó al general Valeriano Weyler, cuya política de «reconcentración» había sido muy criticada, por el general Ramón Blanco y Erenas, quien intentó una política de pacificación y implementó un estatuto de autonomía para Cuba a finales de 1897, que entró en vigor a principios de 1898. Sin embargo, esta medida fue considerada insuficiente y tardía por los independentistas cubanos. La explosión del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898, fue el pretexto utilizado por Estados Unidos para declarar la guerra a España en abril de ese año.
La Guerra contra Estados Unidos y la Paz de París (1898)
La guerra se desarrolló principalmente en dos frentes: las Islas Filipinas y el Caribe (Cuba y Puerto Rico).
Frente del Pacífico (Filipinas)
En Filipinas, la Revolución Filipina contra el dominio español había comenzado en 1896. En 1892, José Rizal fundó la Liga Filipina. Tras su disolución, surgió el Katipunan. En 1896 estalló la insurrección. El general Camilo García de Polavieja llevó a cabo una dura represión que incluyó el fusilamiento de José Rizal. Emilio Aguinaldo se convirtió en uno de los principales líderes. El general Fernando Primo de Rivera logró el Pacto de Biak-na-Bató (1897), por el cual Aguinaldo partió al exilio.
Tras la explosión del Maine, Estados Unidos envió una flota comandada por el comodoro George Dewey, que derrotó a la escuadra española del almirante Patricio Montojo en la batalla de Cavite (Bahía de Manila) el 1 de mayo de 1898. Manila fue finalmente ocupada por las tropas estadounidenses con la colaboración de los insurgentes filipinos. Un destacamento español resistió heroicamente en la iglesia de Baler (los «Últimos de Filipinas»).
Frente del Caribe (Cuba y Puerto Rico)
España envió una escuadra al mando del almirante Pascual Cervera. Cervera logró entrar en el puerto de Santiago de Cuba, pero la flota estadounidense bloqueó la bahía. Bajo órdenes superiores, Cervera intentó romper el bloqueo el 3 de julio de 1898. La flota española fue completamente destruida en la batalla naval de Santiago de Cuba. Tras la derrota naval, las tropas estadounidenses tomaron Santiago de Cuba e invadieron y ocuparon Puerto Rico.
La Paz de París y sus consecuencias
El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, puso fin a la guerra. España:
- Renunció a la soberanía sobre Cuba (que quedó bajo ocupación militar estadounidense).
- Cedió Puerto Rico y la isla de Guam a Estados Unidos.
- Vendió las Filipinas a Estados Unidos por 20 millones de dólares.
Posteriormente, en 1899, mediante el Tratado Germano-Español, España vendió a Alemania los archipiélagos restantes en el Pacífico: las Carolinas, las Marianas (excepto Guam) y las Palaos. En 1900, por el Tratado de Washington, España cedió a Estados Unidos las islas de Sibutú y Cagayán de Joló.
El Regeneracionismo
El Regeneracionismo fue un amplio movimiento intelectual, político y social que surgió en España, especialmente tras el Desastre del 98. Buscaba analizar las causas de la decadencia española y proponer soluciones para la «regeneración» del país. Uno de sus pensadores más influyentes fue Joaquín Costa. Se consideraba que el sistema político de la Restauración había fracasado. A partir de 1898, se defendió la necesidad de recuperar una conciencia nacional y se constató el agotamiento del sistema, por lo que se consideraba imprescindible su reforma. Los intentos de aplicar estas ideas reformistas en la política se conocen como políticas regeneracionistas.
Los regeneracionistas denunciaban que la democracia era falseada, ya que la oligarquía y el caciquismo habían «secuestrado» la voluntad popular. Políticos como Antonio Maura defendían la necesidad de una «revolución desde arriba» que implicara la participación de las «masas neutras» en la política, mientras que José Canalejas abogaba por la modernización del Estado y la limitación del control que la Iglesia y la oligarquía ejercían sobre la sociedad. Joaquín Costa, con su lema «Escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid», opinaba que la regeneración del país se fundamentaba en la educación, el desarrollo de una economía que acabara con la miseria, la eliminación del caciquismo y el saneamiento del sistema electoral. Se criticaba que la industrialización había sido poco profunda, los latifundios improductivos y el alto analfabetismo.
El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) estuvo marcado por una permanente crisis política, influida por el intervencionismo del rey y la fragmentación de los partidos dinásticos tras la desaparición de sus líderes históricos. A pesar de los intentos de reforma, el sistema caciquil persistía. Crecieron los movimientos obreros, resurgieron el problema clerical y el problema militar, y se consolidaron los movimientos nacionalistas. Además, la vida política estuvo lastrada por los problemas en Marruecos.
Los Gobiernos Regeneracionistas
Primeros intentos y fragmentación política (1902-1907)
En 1899, el ministro de Hacienda Raimundo Fernández Villaverde implementó una reforma fiscal que provocó el «tancament de caixes» en Barcelona. En 1901 se fundó la Lliga Regionalista de Catalunya. En 1902, Alfonso XIII juró la Constitución de 1876. El turno pacífico se mantuvo formalmente, pero con creciente inestabilidad y numerosas crisis de gobierno, en parte por el intervencionismo del rey.
Tras la muerte de Cánovas (1897) y Sagasta (1903), los partidos dinásticos se fragmentaron. En el Partido Conservador, tras Francisco Silvela, emergió Antonio Maura. En el Partido Liberal, tras Sagasta, hubo disputas entre facciones como las de Eugenio Montero Ríos y Segismundo Moret, hasta la consolidación de José Canalejas.
En 1905, la victoria de la Lliga en Barcelona y una viñeta en ¡Cu-Cut! provocaron el asalto militar a sus redacciones. Esto llevó a la aprobación de la Ley de Jurisdicciones (1906), que sometía a tribunales militares delitos contra la patria o el ejército, generando una fuerte oposición y la creación de Solidaritat Catalana, que arrasó en las elecciones de 1907 en Cataluña. En 1906, el anarquista Mateo Morral atentó contra Alfonso XIII el día de su boda.
Los gobiernos de Maura y Canalejas
En 1907 se fundó Solidaridad Obrera en Barcelona. Ganaba influencia el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Persistía el fuerte control de la Iglesia Católica sobre la educación, alimentando el sentimiento anticlerical. El antimilitarismo se vio exacerbado por el incidente del ¡Cu-Cut! y la Ley de Jurisdicciones.
El problema de Marruecos se enmarcaba en el imperialismo europeo. Acuerdos franco-españoles (1904) y la Conferencia de Algeciras (1906) establecieron el Protectorado franco-español, asignando a España el Rif. En julio de 1909, ataques rifeños cerca de Melilla llevaron al gobierno de Antonio Maura (1907-1909) a movilizar reservistas, lo que desencadenó la Semana Trágica en Barcelona: una huelga general que derivó en insurrección, con quema de conventos, exacerbada por el Desastre del Barranco del Lobo. Maura reprimió duramente la revuelta. El pedagogo anarquista Francesc Ferrer i Guàrdia (fundador de la Escuela Moderna) fue acusado, juzgado sumariamente y fusilado, provocando una protesta internacional («¡Maura, no!») que forzó la dimisión de Maura.
En 1910, José Canalejas (Partido Liberal) formó gobierno. En las elecciones de 1910, la Conjunción Republicano-Socialista logró que Pablo Iglesias (PSOE) obtuviera el primer escaño socialista. En 1910 se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Canalejas impulsó reformas como:
- La Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército (1912), suprimiendo la redención en metálico en guerra.
- Leyes sociales (regulación del trabajo femenino e infantil, contrato de aprendizaje).
- La «Ley del Candado» (1910), limitando nuevas órdenes religiosas.
- La Ley de Mancomunidades (aprobada en 1912, permitió la Mancomunitat de Catalunya en 1914).
El 12 de noviembre de 1912, Canalejas fue asesinado por el anarquista Manuel Pardiñas.
La Crisis del Reinado de Alfonso XIII
La Crisis de 1917
Tras Canalejas, los gobiernos fueron incapaces de afrontar los problemas. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la neutralidad española generó beneficios para algunos, pero también desabastecimiento, inflación y hambre. En el verano de 1917 estalló una triple crisis:
Las Juntas de Defensa (Crisis Militar)
El ejército sufría malestar por bajos presupuestos, salarios y un sistema de ascensos que favorecía a los «africanistas» sobre los «peninsulares». Estos últimos crearon las Juntas de Defensa, exigiendo la abolición de ascensos por méritos de guerra y aumento salarial. El gobierno intentó disolverlas, pero el Manifiesto de las Juntas (1 de junio de 1917) fue un desafío al poder civil. El rey encargó gobierno a Eduardo Dato, quien cedió a las presiones militares.
La Asamblea de Parlamentarios (Crisis Política)
Con las Cortes cerradas, Francesc Cambó (Lliga Regionalista) convocó en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios (19 de julio) para exigir Cortes Constituyentes, reforma del sistema y autonomía para Cataluña. El gobierno la disolvió, y la burguesía catalana, temiendo una revolución social, le retiró su apoyo.
La Huelga General Revolucionaria (Crisis Social)
UGT y CNT habían acordado convocar una huelga general revolucionaria para derrocar el régimen. Precipitada por un conflicto ferroviario, comenzó el 13 de agosto de 1917. El gobierno de Dato respondió con dura represión, deteniendo al comité de huelga (Largo Caballero, Besteiro, Saborit, Anguiano), que fueron condenados a cadena perpetua y luego amnistiados al ser elegidos diputados en 1918. Las consecuencias de la crisis de 1917 fueron profundas, hiriendo de muerte al sistema de la Restauración y abriendo un período de gobiernos de concentración ineficaces.
Los Gobiernos de Concentración y el Hundimiento del Sistema (1918-1923)
En 1918, el fin de la Primera Guerra Mundial trajo una crisis económica (paro, inflación) y la epidemia de gripe de 1918, exacerbando la conflictividad social. Los gobiernos de concentración fueron inestables e incapaces de afrontar la crisis.
La CNT se reorganizó en el Congreso de Sants (1918) y alcanzó gran afiliación. Entre 1918-1921 se vivió el «Trienio Bolchevique» en Andalucía. En Barcelona, en 1919, la huelga de La Canadiense paralizó la ciudad y logró la jornada laboral de 8 horas. La represión fue dura, con lockouts patronales y el auge del pistolerismo (1919-1923), con cientos de asesinatos, incluyendo el del presidente Eduardo Dato (1921) y el líder de la CNT Salvador Seguí (1923). El gobernador civil de Barcelona, Severiano Martínez Anido, aplicó la «ley de fugas».
En Marruecos, la presión francesa obligó a España a una ocupación efectiva. El general Manuel Fernández Silvestre emprendió una ofensiva imprudente que culminó en el Desastre de Annual (verano de 1921), con miles de soldados españoles muertos a manos de las cabilas de Abd el-Krim el-Jattabi. Se abrió el Expediente Picasso para depurar responsabilidades, implicando a altos mandos y rozando al rey, pero su debate fue obstaculizado. La oposición criticó la actuación en Marruecos. Las Juntas de Defensa se habían convertido en un factor de presión. El sistema de la Restauración se mostraba inviable.
El Golpe de Estado de Primo de Rivera (1923)
Los motivos del golpe de Estado fueron:
- El Desastre de Annual y el Expediente Picasso.
- El desprestigio del sistema parlamentario y la ineficacia gubernamental.
- El auge de los nacionalismos periféricos.
- La alta conflictividad social (huelgas, pistolerismo, temor a la revolución, crecimiento de la CNT y aparición del PCE).
- El contexto internacional (ascenso del fascismo en Italia).
- El deseo de sectores del ejército de restaurar el orden y «regenerar» el país.
Sectores militares, incluyendo a Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (Capitán General de Cataluña), eran favorables a una intervención. El 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera dio un golpe de Estado. El gobierno fue incapaz de reaccionar. El rey Alfonso XIII, en lugar de oponerse, aceptó la dimisión del gobierno y encargó a Primo de Rivera la formación de un nuevo ejecutivo. Esto supuso la suspensión de la Constitución de 1876 y el fin del régimen de la Restauración, dando paso a la Dictadura de Primo de Rivera.