La Ortodoxia Rusa: Cismas, Reformas y Debates Teológicos del Siglo XVII al XIX
El presente documento explora momentos cruciales en la historia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, desde las reformas del Patriarca Nikon y el cisma de los Antiguos Creyentes, hasta la influencia de Pedro el Grande y el surgimiento de diversas corrientes teológicas que moldearon su identidad.
La Tradición y la Autoridad en la Iglesia Rusa
orales de la Iglesia. Aunque no llega al punto de decir que toda la tradición oral tiene una autoridad igual a la de la Escritura, tal parece ser lo que sus argumentos implican. Una vez más, como verdadera guardiana de la fe, la teología rusa se había colocado en una posición tal que se le hacía difícil, y hasta imposible, servir para la renovación de la Iglesia. La opinión según la cual las Escrituras, los «Padres» y la tradición oral tienen todos una autoridad igualmente infalible dificultaría mucho el que la Iglesia Ortodoxa Rusa reconociera sus errores, ni siquiera en las cuestiones más nimias. Tal fue el caso cuando, dentro de un contexto distinto, el Patriarca Nikon impulsó reformas significativas.
Las Reformas de Nikon y el Cisma de los Antiguos Creyentes
El Contexto Político y Religioso del Siglo XVII
Cuando Nikon (1605-1681) fue hecho patriarca de Moscú en 1652, Rusia pasaba por un período floreciente en el que aumentaba su poder político. Esto parecía confirmar la tesis según la cual Moscú era la Tercera Roma, que debería guiar a la ortodoxia oriental. Pero había una contradicción implícita en tal idea, puesto que la noción misma de la Tercera Roma se basaba en la teoría de que Constantinopla había errado y caído; y mientras Moscú insistiera en tal opinión negativa sobre la Iglesia Griega, esa Iglesia no aceptaría la nueva posición de autoridad de los rusos. El zar Alexis llegó a soñar con reconquistar Constantinopla para la cristiandad, y una vez más celebrar la eucaristía en Santa Sofía, en una gran acción de gracias en la que se unirían todos los cinco patriarcas. Uno de los primeros pasos hacia esa meta tendría que ser ganarse la confianza de otros cristianos orientales. Tal cosa no podría lograrse mientras la Iglesia Rusa continuase actuando como si todo el resto de la cristiandad se hubiese vuelto hereje. Por tanto, había consideraciones políticas tras la orden dictada por el patriarca Nikon, que se modificara la liturgia rusa de tal modo que concordara con las prácticas de los griegos.
La Oposición y el Surgimiento de los Antiguos Creyentes
También la oposición que surgió frente a las órdenes de Nikon tenía fuertes motivaciones políticas y sociales. La recia ortodoxia de los monjes y de las clases bajas había ayudado a Rusia a salir del período de anarquía y de invasiones extranjeras. Como resultado, la ortodoxia y el patriotismo ruso se entrelazaron. Tales clases sospechaban que la aristocracia estaba a favor de la misma influencia foránea contra la que habían luchado y vencido. El hecho de que Nikon, hijo de un herrero, hubiera llegado a ser patriarca, era símbolo de la nueva Rusia que nacía. Pero ahora el mismo Nikon parecía haberse dejado corromper por el poder, y abandonaba la fe que le había ganado a Rusia su libertad. Moscú, la Tercera Roma, no debía estar buscando el modo de congraciarse con la caída de Constantinopla y con sus dignatarios materialmente ricos, pero moralmente en bancarrota. Que sea Constantinopla la que ajuste su liturgia a la de Moscú, y de ese modo se acerque a la verdad.
Quienes se oponían a las reformas de Nikon pronto llegaron a ser un partido fuerte y numeroso que tomó el nombre de «Antiguos Creyentes» —o también Staroveri y Raskolniks—. Su jefe era el monje Avvacum, quien tenía a su favor el hecho de que había sido exiliado a Siberia y llevaba por tanto la aureola del martirio. Una sesión del Gran Consejo de Moscú que tuvo lugar en 1666-67 los condenó, y le pidió a Simeón de Polock —el mismo a quien ya hemos discutido debido a su oposición al protestantismo— que escribiera la refutación oficial de la Iglesia contra los Antiguos Creyentes. Puesto que la influencia del catolicismo romano sobre Simeón era marcada, su obra no tuvo otro resultado que exacerbar la oposición. Se recurrió entonces a la fuerza armada. Un monasterio resistió varios meses de sitio, y cuando finalmente cayó los monjes fueron asesinados. Muchos de los Antiguos Creyentes se volvieron entonces hacia una expectación escatológica férvida. Estos eran los últimos tiempos de la gran apostasía, puesto que hasta la Tercera Roma había sucumbido a la herejía. En tales tiempos postreros era mejor morir que someterse al Anticristo. Por tanto, millares se suicidaron. Otros dentro del movimiento condenaban tales prácticas. Desde su exilio, Avvacum comenzó a enseñar extrañas doctrinas trinitarias, lo cual produjo mayor confusión. Empero, todo esto se fue olvidando poco a poco, según fueron desapareciendo los grupos más extremistas. Fue ahora la cuestión del sacerdocio la que produjo división entre los Antiguos Creyentes. Algunos de ellos aceptaban a los sacerdotes que les llegaban de la Iglesia del patriarca, mientras los otros sencillamente decidieron que no era necesario tener sacerdotes. Los primeros se llamaban Popovtsy y los segundos, Bezpopovtsy, es decir, sin sacerdotes. Puesto que los Bezpopovtsy continuaron dividiéndose por diversas razones, los Antiguos Creyentes que han perdurado hasta el día de hoy pertenecen a la rama de los Popovtsy.
La Iglesia Rusa bajo Pedro el Grande y las Nuevas Corrientes Teológicas
La Abolición del Patriarcado y el Santo Sínodo
El ascenso al trono de Pedro el Grande (1682) marcó un punto de inflexión. Él pensaba que Rusia era tierra bárbara que necesitaba mayores contactos con lo que él creía ser el mundo más civilizado del occidente. Puesto que Pedro abolió el patriarcado y colocó en su lugar un «Santo Sínodo» creado por él, el impacto de sus políticas sobre la Iglesia fue decisivo. Pedro mismo favorecía mayores contactos con los católicos romanos, y por lo tanto buena parte de la teología rusa durante su reinado e inmediatamente después fue dominada por quienes, al mismo tiempo que seguían siendo ortodoxos rusos, derivaban buena parte de su inspiración de la teología católica romana. Esta orientación teológica se relacionaba estrechamente con los nombres de Pedro Mogila y de la Escuela de Kiev. Frente a ellos, Teófanes Prokopovic y sus seguidores trataban de acercar la teología rusa al protestantismo. La escuela de Prokopovic llegó a su cenit a principios del siglo XIX. Fue entonces que surgió una reacción cuyo propósito era volver a las fuentes tradicionales rusas y ortodoxas.
La Escuela Teológica de Kiev y Pedro Mogila
Consideremos por un momento cada uno de estos movimientos por separado. Aunque había habido una escuela teológica en Kiev desde antes, fue Pedro Mogila (1596-1646) quien le dio su orientación característica. Mogila era un hombre de fina erudición quien había estudiado y admiraba a los escolásticos latinos, pero que sin embargo se oponía a los esfuerzos que hacían entonces los católicos romanos por colocar la Ucrania bajo la obediencia al Papa. En 1633 llegó a ser metropolitano de Kiev, y entonces tomó medidas para asegurarse de que su clero tuviese la mejor educación posible. Puesto que a la sazón la reacción anticatólica en Rusia llegaba a su clímax, Mogila no tuvo gran impacto inmediato sobre la teología de Moscú. Su Confesión ortodoxa de la Iglesia oriental católica y apostólica fue aceptada por los patriarcas de Constantinopla, Jerusalén, Alejandría y Antioquía, y fue una de las principales fuentes de la influencia latina sobre el oriente. Su impacto sobre la teología rusa aumentó en tiempos de Pedro el Grande, y se extendió a través de todo el siglo XVIII.
Mogila y la Escuela de Kiev se adherían estrictamente a las posiciones tradicionales de la ortodoxia rusa, pero en todo lo que todavía podía discutirse tomaban la posición del catolicismo romano. Su estilo y su método teológico eran tomados de los escolásticos latinos del medioevo. Sostenían la Inmaculada Concepción de María, popularidad en el occidente. Sobre la cuestión de cuándo tiene lugar la transubstanciación, rechazaban la opinión griega según la cual tiene lugar al momento de la epíclesis —es decir, la oración en la que se invoca la presencia del Espíritu Santo— y concordaban con los romanos en que tiene lugar con las palabras de institución. Por último, afirmaban la existencia del purgatorio —teoría que no era común entre los ortodoxos orientales de la época—. Por tanto, los únicos dos puntos fundamentales en los que la Escuela de Kiev no estaba dispuesta a aceptar las posiciones romanas eran la supremacía del Papa y la procesión del Espíritu —el filioque—.
La Escuela de Teófanes Prokopovic y la Influencia Protestante
Durante el reinado de Pedro el Grande, cuando la teología de Kiev estaba en su apogeo, comenzaba a surgir otra escuela teológica que pronto se enfrentaría a la de Kiev. Esta otra escuela, bajo la dirección de Teófanes Prokopovic, también buscaba su inspiración teológica en el occidente, pero la encontraba entre los teólogos protestantes más bien que entre los católicos. Prokopovic creía que el peso de la tradición sobre la Iglesia Rusa era demasiado oneroso, y que esa tradición incluía muchos elementos de origen dudoso. Por tanto, era necesario volver a las Escrituras a fin de encontrar en ellas la doctrina cristiana más pura. Aunque citaba frecuentemente a los antiguos escritores cristianos y sus enseñanzas, lo hacía de modo semejante al de Lutero o Calvino, sin afirmar nunca, ni siquiera implicar, que su autoridad se comparaba a la de las Escrituras. Puesto que era fiel ortodoxo ruso, rechazaba las opiniones protestantes sobre la eucaristía, e insistía sobre la veneración a las imágenes y la procesión del Espíritu únicamente del Padre —en otras palabras, rechazaba el filioque—. Empero, en cuestiones tales como la justificación, la naturaleza de las buenas obras, el canon del Antiguo Testamento, la predestinación y el libre albedrío, sus opiniones claramente se acercaban a las de los protestantes. Para el año 1715, sus doctrinas habían logrado tal penetración en la teología rusa que se hacían sentir hasta en la Escuela de Kiev donde Mogila había enseñado. Veinticinco años más tarde, el prokopoviciano Platón Lefsin fue hecho metropolitano de Moscú. Por ese entonces, Catalina II ocupaba el trono de los zares —que se encontraba entonces en San Petersburgo— y sus esfuerzos de promover los contactos entre Rusia y el resto del mundo tendían a fortalecer la posición de los prokopovicianos.
El principio del siglo XIX vio el apogeo de la influencia prokopoviciana sobre la Iglesia Rusa. Juntamente con las ideas protestantes, entraban en Rusia la filosofía de la Ilustración y el Romanticismo. Al principio, todas estas nuevas ideas sobrecogieron a los rusos, quienes parecían…