La Restauración Borbónica en España (1874-1902): Claves del Sistema Político y el Impacto del 98

La Restauración Borbónica en España (1874-1902): Un Sistema de Estabilidad y Crisis

El Establecimiento del Régimen de la Restauración

En 1874 se restauró la monarquía borbónica en la figura del rey Alfonso XII. Su promotor, Antonio Cánovas del Castillo, organizó un sistema político fundamentado en una monarquía parlamentaria, conservadora y oligárquica, que aspiraba a mantener el orden social y económico existente.

El 1 de diciembre de 1874, el rey Alfonso XII hizo público el Manifiesto de Sandhurst. Paralelamente, el pronunciamiento de Sagunto, dirigido por el general Martínez Campos, aceleró la proclamación de Alfonso XII. El nuevo régimen político fue diseñado por Cánovas con el objetivo de superar los problemas de la monarquía de Isabel II: el carácter excluyente de los partidos, la proliferación de enfrentamientos políticos, etc.

La Constitución de 1876: Pilar del Sistema

La Constitución de 1876 se redactó con el objetivo de que gobernaran los dos partidos sin tener que cambiarla. Esta ampliaba la declaración de derechos y libertades individuales; establecía la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes; Cortes bicamerales; voto censitario; y un carácter centralista.

El Turnismo y el Bipartidismo

Como resultado de la actuación militar y de la negociación con los insurrectos, en 1878, se firmó la Paz de Zanjón, donde se incluía la abolición de la esclavitud y reformas políticas. Cánovas concibió un sistema bipartidista en el que los partidos, tanto el Conservador (liderado por Cánovas) como el Liberal (liderado por Sagasta), se turnaban en el poder sin necesidad de recurrir al ejército. Se basaba en partidos de notables, es decir, gente rica y con poder en la política.

Entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad, pero el temor a una desestabilización del sistema político tras la muerte de Alfonso XII (1885) impulsó el Pacto del Pardo. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina de Habsburgo y garantizar la continuidad de la monarquía y la alternancia en el poder.

Avances Liberales (1885-1890)

Una nueva etapa de gobierno liberal supuso un importante avance en el terreno de las libertades individuales (1885-1890). Se aprobaron leyes significativas como:

  • La Ley de Asociaciones (1887)
  • La Ley del Jurado (1888)
  • Un nuevo Código Civil (1889)
  • La aprobación del sufragio universal masculino (1890)

El Sistema Electoral: Caciquismo y Fraude

El régimen de la Restauración se apoyaba en un sistema electoral caracterizado por el caciquismo, la corrupción electoral y la abstención generalizada. El proceso de preparación de las elecciones comenzaba con el encasillado. Para conseguir los resultados previstos en las elecciones se recurría al fraude electoral, es decir, al pucherazo.

La Oposición al Sistema de la Restauración

La Restauración marginó de la actividad política a sectores de la sociedad, provocando una creciente oposición política.

El Republicanismo

El republicanismo sufrió la represión y tuvo que hacer frente al desencanto de sus seguidores. A pesar de sus divisiones internas, continuaban compartiendo la república como forma de Estado y las reformas para favorecer a los grupos sociales.

Durante los primeros años de la Restauración, el republicanismo se caracterizó por su retraimiento electoral y por los intentos insurreccionales. El establecimiento del sufragio universal masculino (1890) facilitó la articulación de la Unión Republicana. Los dos movimientos del nuevo republicanismo fueron el lerrouxismo y el blasquismo.

Carlismo y Movimiento Obrero

El carlismo solo tuvo cierta fuerza en las provincias forales. Además, el nuevo contexto de libertad política favoreció las actividades del PSOE, fundado en 1879. En 1883, el Gobierno liberal creó la Comisión de Reformas Sociales.

La Crisis Colonial: La Guerra de Cuba y el Desastre del 98

El Conflicto Cubano

En la Paz de Zanjón (1878) se pactaron medidas destinadas a facilitar la paulatina autonomía cubana, la abolición de la esclavitud y la presencia de diputados cubanos en el Parlamento. El plan de reformas coloniales de Maura fue rechazado por la oposición de su propio partido.

El malestar de la población cubana se incrementó en 1891, cuando España introdujo un impuesto a la importación de productos, el Arancel Cánovas. La insurrección se inició en la localidad de Baire (el Grito de Baire).

Los intentos de España por poner fin al conflicto alternaron el diálogo, como con Martínez Campos, y una fuerte represión, como en el caso de Weyler. En España, el asesinato de Cánovas dio lugar a un imprevisto cambio de gobierno. Sagasta inició una estrategia de conciliación que destituyó al general Weyler, decretó la autonomía cubana y el sufragio universal masculino.

La Intervención de Estados Unidos y la Guerra Hispano-Americana

La insurrección cubana presentó la ocasión para mostrar el apoyo de Estados Unidos a los independentistas cubanos. En 1897, el nuevo presidente McKinley envió armas a los rebeldes. Se produjo la guerra naval en 1898.

Las Consecuencias del Desastre del 98

Con el Tratado de París, España perdió los restos del antiguo imperio colonial español en América y Asia (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). La derrota en la guerra con Estados Unidos resultó humillante y comportó una conmoción moral colectiva. El evento es conocido como el «Desastre del 98».

El desastre produjo un hondo pesimismo, que se plasmó en un grupo de literatos y pensadores: la Generación del 98. Estos, que analizaron el problema español en un sentido crítico.

El Desastre del 98 puso en jaque al sistema de la Restauración y a los partidos del turno. Además, la crisis estimuló el crecimiento de los movimientos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y Cataluña.

El Regeneracionismo: Un Intento de Renovación

La necesidad de renovación y regeneración del sistema político y de la sociedad fue defendida por la corriente regeneracionista, que denunció los defectos del sistema de la Restauración. A comienzos de 1899 se formó un gobierno con una clara voluntad regeneracionista, dirigido por Francisco Silvela, el cual presentó su renuncia antes de finalizar el año 1900, y el turno dinástico continuó a pesar de la crisis.

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