Revoluciones Atlánticas: Un Periodo de Transformación Global (1770-1850)
I. Introducción
Durante mucho tiempo, los historiadores consideraron la Revolución Francesa como un hecho aislado. Sin embargo, a partir de 1950, los trabajos de la historiografía cambiaron de orientación y dejaron de considerarla como un fenómeno particular para verla como el episodio más llamativo de una Gran Revolución que agitó a todo Occidente durante tres cuartos de siglo, desde 1770 hasta 1850.
Como se mencionaba al principio, los historiadores comenzaron a pensar que todas estas «revoluciones en cadena» que agitaron casi exclusivamente a los países costeros del Atlántico fueron manifestaciones de una única revolución, la Revolución Liberal o Burguesa, cuyas causas profundas y generales fueron las mismas en todos los países, y variaron solo en función de las condiciones particulares que se observaron en uno u otro lugar.
Para comprobar que los años que van de 1770 a 1850 fueron revolucionarios, basta con presentar una serie de hechos que demuestran su alcance general.
La reacción general que se produjo entre 1849 y 1850 puso fin a estas conmociones revolucionarias, tras haber eliminado los últimos vestigios de los regímenes señoriales y feudales. El régimen capitalista sucedió a este periodo revolucionario, y hasta 1917 no recibiría más que débiles asaltos.
Considerando todo lo anterior, es inevitable pensar que estas revoluciones forman parte de un mismo conjunto. No cabe duda de que determinadas circunstancias explican el desencadenamiento de la revolución en cada Estado, pero un movimiento tan genérico como el que acabamos de definir debe tener causas comunes. Estas residen en la estructura social, la naturaleza y evolución económica, y la coyuntura política.
1. Estructura de la Sociedad
A finales del siglo XVIII, la sociedad occidental se caracterizaba por el debilitamiento del régimen feudal. Solo quedaban vestigios de él en América del Norte, Inglaterra, Países Bajos e Italia septentrional y central. La servidumbre subsistía en Francia y Alemania. La esclavitud de los negros en las colonias era considerada como un fenómeno particular y ligado al sistema de plantación y al clima tropical, sin nexo con la legislación europea.
El trabajador agrícola era, o bien propietario, o bien tenente libre, o bien arrendatario o colono. Los braceros podían trasladarse libremente de un lugar a otro. La propiedad solía ser pequeña y gran parte de ella pertenecía a la nobleza y la Iglesia.
El régimen agrícola era también distinto: en el oeste y sur de Europa predominaban los campos vallados; en el norte de Europa predominaba el Open Field.
Al este del Elba, toda la tierra pertenecía al señor.
Con la aparición y el desarrollo del comercio, poco a poco, a partir de 1750, se inició la Revolución Industrial. La burguesía se enriqueció, lo que la impulsó a tratar de ejercer por sí misma el poder político, aliándose con los campesinos.
2. Evolución Económica
Ya sabemos que a partir de 1750, la Revolución Industrial provocó un cambio en las estructuras económicas. Sin embargo, la coyuntura económica, tras haber sido buena desde 1730 hasta 1770, se volvió desfavorable. Los precios que desde 1660 hasta 1730 habían bajado, se recuperaron y siguieron subiendo hasta 1770 (Ley Hamilton).
Sin embargo, la subida de los salarios no se había producido paralelamente a la de los precios. Además, entre 1770 y 1800, se produjeron continuas variaciones en las curvas de los precios. Estos fenómenos se debieron a una serie de crisis agrícolas que ocasionaron cosechas demasiado escasas o bien demasiado abundantes, lo cual perjudicó de manera considerable a las clases más desfavorecidas que veían cómo los precios de los productos de primera necesidad quedaban fuera de su alcance. Estas calamidades provocaron un aumento del bandidaje e incluso motines revolucionarios.
3. Coyuntura Política
El auténtico desencadenante de las revoluciones fue la coyuntura política.
Las grandes guerras del siglo XVIII habían resultado muy caras para los participantes. Para poder pagarlas, era necesario crear nuevos impuestos. Pero era imposible seguir aumentándolos al Tercer Estado sin imponérselos a la nobleza y al clero. Para ello, había que abolir sus privilegios fiscales, y contra esto se alzaron los aristócratas.
La aristocracia pretendía no solo conservar su situación, sino también mejorarla, tanto desde el punto de vista financiero como político. Para ello, impidieron que se concedieran más títulos, luchaban por acrecentar sus rentas y aumentar sus poderes. A esto se denominó la «Reacción Aristocrática».
Al principio, los soberanos trataron de romper esta resistencia con medidas autoritarias, de manera que la aristocracia tuvo que ceder, pero no se dio por vencida.
A partir de 1772, se aliaron con el Tercer Estado. También, los reyes no vacilaron en apoyarse en el pueblo en su lucha contra los privilegiados, sin gran éxito.
De esta forma, se observa que el inicio de la revolución estuvo en el enfrentamiento entre el rey y los nobles, y el Tercer Estado fue introducido unas veces por un bando y otras por otro. En consecuencia, el Tercer Estado adquirió un papel protagonista y la «revuelta aristocrática» tuvo que dejar paso a la Revolución Popular.
II. La Independencia de las Colonias Americanas
El descontento se inició cuando el gobierno británico denegó a los colonos el permiso para extenderse desde la cordillera de los Apalaches hasta el río Misisipi. Sin embargo, sí pretendía que los colonos pagasen los gastos que había producido la Guerra de los Siete Años, y puso de nuevo en vigor el antiguo sistema comercial que prohibía a las colonias comerciar con cualquier otro país que no fuera la metrópoli. Esto perjudicó enormemente a las colonias que obtenían un gran beneficio con las melazas compradas en las Antillas francesas; estos beneficios, en lo sucesivo, revertirían en manos inglesas.
Además, se establecieron nuevos impuestos sin consultarles.
En 1765, la Stamp Act creaba un derecho de timbre sobre los diferentes documentos comerciales y sobre las publicaciones periódicas.
Estas medidas causaron un gran descontento y los colonos reclamaron al Parlamento inglés. El gobierno cedió y retiró la Stamp Act en 1766. Pero al año siguiente decretó nuevos impuestos sobre el papel, el vidrio, el plomo y el té. La tensión creció hasta tal punto que en marzo de 1770, tres ciudadanos de Boston perdieron la vida en enfrentamientos con el ejército inglés (la Matanza de Boston).
De nuevo, el gobierno cedió, pero mantuvo el impuesto sobre el té, como forma de mantener su predominio. Pero era precisamente este principio el que estaba en juego, y ya algunos ciudadanos como Samuel Adams pensaban en la independencia.
En 1773, y a consecuencia de la crisis económica que afectaba a Europa, la Compañía Inglesa de Indias no podía vender su té en los mercados tradicionales y el gobierno le otorgó el monopolio de la venta de té en las colonias, perjudicando los intereses comerciales de los colonos una vez más. Estos organizaron el contrabando, pero la compañía reaccionó bajando los precios, por lo que el 16 de diciembre de 1773, hombres disfrazados de nativos americanos arrojaron el té de los barcos de la compañía a las aguas del puerto de Boston.
El gobierno reaccionó cerrando el puerto y nombrando funcionarios británicos en sustitución de los que habían sido elegidos por los colonos.