El Conflicto de 1808: España, Napoleón y el Nacimiento de la Edad Contemporánea

La Crisis de 1808 y la Guerra de la Independencia

La llegada al trono de Carlos IV (1788-1808) coincidió con el estallido de la Revolución Francesa (1789), ante la cual las autoridades españolas actuaron rápidamente por miedo al contagio. Las malas cosechas provocaron motines entre los grupos populares, y además, la Corona tenía graves problemas financieros.

Carlos IV confió en gobernantes como el Conde de Floridablanca, quien pretendió aislar a España del empuje revolucionario francés. Fue sustituido por el Conde de Aranda y, finalmente, en noviembre del mismo año, por Manuel Godoy, rechazado por la aristocracia y por la Iglesia. Estos grupos cerraron filas en torno al Príncipe de Asturias, el Príncipe Fernando. El primer intento de proclamarle rey fracasó y, a través del llamado Proceso de El Escorial, Fernando se arrepintió.

La Alianza con Francia y sus Consecuencias

La tensión con Francia creció y comenzó la Guerra de la Convención. En 1795 se firmó la Paz de Basilea y España recuperó los territorios ocupados por los franceses. Godoy fue nombrado Príncipe de la Paz y formó una alianza con Francia mediante el Tratado de San Ildefonso (1796). Los enfrentamientos de España con Gran Bretaña la unieron más a Francia, sobre todo después de las batallas del Cabo de San Vicente (1797) y la Batalla de Trafalgar (1805).

El Emperador francés Napoleón tuvo una gran influencia en la política española, lo que se materializó en el Tratado de Fontainebleau (1807). El 19 de marzo de 1808 se produjo el Motín de Aranjuez. En él, sectores afines al Príncipe Fernando provocaron la caída de Godoy y obligaron a Carlos IV a abdicar a favor de su hijo, Fernando VII. Napoleón no lo reconoció como rey.

Las tropas francesas, al mando del general Murat, entraron en Madrid. Napoleón envió a Carlos IV y a Fernando VII a Bayona y, una vez allí, les obligó a traspasarle el trono mediante las Abdicaciones de Bayona. Con ellas, la Corona pasó de Fernando VII a Carlos IV y acabó en manos del hermano de Napoleón, José I Bonaparte.

La Guerra de la Independencia (1808-1814)

Entre 1808 y 1814 tuvo lugar la Guerra de la Independencia, considerada el inicio de la Edad Contemporánea en España. Por los acuerdos entre Francia y España, las tropas napoleónicas se adentraron en territorio español en marzo de 1808 con dos intenciones: una aparente (para ocupar Portugal) y otra real (incorporar España al sistema familiar de Estados satélites europeos).

El Levantamiento Popular y la Resistencia

Los españoles eran hostiles a las tropas francesas, lo que provocó un levantamiento popular en Madrid el 2 de mayo de 1808. Las tropas dirigidas por el general Murat fusilaron a centenares de personas, lo que provocó una cadena de levantamientos contra los franceses en toda España. El ejército tenía órdenes de permanecer acuartelado, pero los capitanes Daoíz y Velarde se sumaron a la lucha contra los franceses.

Se crearon nuevas instituciones, como las Juntas locales y provinciales, que asumieron la autoridad en nombre del pueblo. Estaban formadas por nobles oligarcas locales y grupos mercantiles, todos unidos contra los franceses y en defensa del rey y de la independencia de España. En septiembre de 1808, las Juntas provinciales se reunieron en Aranjuez y constituyeron la Junta General Suprema Gubernativa del Reino, presidida por el Conde de Floridablanca. La Iglesia influyó para convencer al pueblo a colaborar en la guerra contra Francia, calificada de cruzada. Hubo, sin embargo, unos grupos que no compartían esa visión tradicional y establecieron las bases de una futura revolución liberal contra el Antiguo Régimen.

Desarrollo Militar del Conflicto

Los franceses establecieron un plan para vencer a la resistencia española. En junio de 1808, un ejército entró en España para frenar los levantamientos y situar en el trono a José I, pero la resistencia española lo impidió, destacando ciudades como Zaragoza o Girona. El general Dupont, en Andalucía, se encontró con las milicias del general Castaños y se rindió en Bailén el 19 de julio de 1808. Con esta derrota, José I se retiró de Madrid a Vitoria y las tropas francesas retrocedieron hasta el Ebro.

En noviembre de 1808, Napoleón llegó con sus mejores hombres y obtuvo la victoria en la Batalla de Somosierra, permitiendo a José I regresar a Madrid. La Junta General Suprema tuvo que huir a Sevilla y después a Cádiz.

Los españoles adoptaron una nueva forma de combate, la guerrilla (grupos de antiguos soldados, voluntarios y bandoleros que atacaban por sorpresa a los franceses en acciones rápidas). Surgieron grupos guerrilleros de corte liberal, dirigidos por el Empecinado, Espoz y Mina, y otros absolutistas como el del Cura Merino. Gran Bretaña entró en la guerra.

En 1812, Francia necesitaba tropas en el frente de Rusia y trasladó a parte de sus soldados. En julio de 1812, el general Wellington, al frente de las tropas británicas, portuguesas y españolas, derrotó a los franceses en Arapiles (Salamanca), los expulsó de Andalucía y entró en Madrid, lo cual obligó a José I a huir.

En la primavera de 1813, Wellington llevó a cabo otra ofensiva con la que los franceses huyeron definitivamente de Madrid y fueron derrotados en Vitoria y en San Marcial (Irún). En 1813, Napoleón firmó con Fernando VII el Tratado de Valençay, por el que el monarca español recuperó la Corona y Francia abandonó España.

Consecuencias de la Guerra

La Guerra de la Independencia dejó más de trescientos mil muertos (españoles y franceses) y provocó una gran destrucción material. Fue un conflicto civil, una guerra de liberación y, además, un conflicto internacional que ha de ser adscrito a las guerras europeas de Napoleón.

El Reinado de José I Bonaparte: El Rey Intruso

Cuando el 4 de junio de 1808, Napoleón nombró a su hermano José Bonaparte rey de España bajo el nombre de José I Bonaparte, este consiguió el apoyo de la Asamblea de Notables, institución que, además de jurar lealtad al rey, aprobó el Estatuto de Bayona, que reunía varias características:

  • Amplio poder del rey: los poderes ejecutivo y legislativo residían en el rey.
  • Cuerpo legislativo bicameral: compuesto por las Cortes y el Senado.
  • Reformas económicas: supresión de privilegios, prohibición de amortizar tierras nuevas, limitada venta de tierras de la Iglesia.
  • Reconocimiento de derechos y libertades: libertad de prensa o la inviolabilidad del domicilio.

José I intentó atraer a la Iglesia mediante la confesionalidad del Estado y el mantenimiento del mayorazgo. Ante el avance enemigo, tuvo que abandonar la capital y refugiarse en Vitoria. Al volver a Madrid, cambió su estrategia basada en medidas moderadas para atraerse a la nobleza y el clero, pero en diciembre de 1808 se aprobaron los Decretos de Chamartín, que abolían el feudalismo y las instituciones del Antiguo Régimen. Se creó el Ministerio de Justicia y las Audiencias Provinciales, y se dividió a España en 38 prefecturas (provincias), dotada cada una de Audiencia de Justicia, universidad y diócesis religiosa. Sin embargo, el proyecto reformista fue inviable por varios motivos.

Los Afrancesados

José I fue apoyado por los afrancesados (grupo cualificado de sectores político, social y cultural), destacando Luis Mariano de Urquijo, Francisco Cabarrús y José O’Farrill, quienes abolieron los derechos señoriales y aduanas interiores, así como la reducción de órdenes religiosas. Al final de la guerra, los afrancesados fueron considerados traidores; los que se quedaron fueron represaliados. Los que se exiliaron a Francia integraron una élite intelectual, como Leandro Fernández de Moratín, Alberto Lista o el Abate Marchena. Muchos volvieron en 1820.

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