La Guerra de Sucesión Española y los Primeros Borbones
Tras la muerte de Carlos II sin descendencia, en el testamento se elige a Felipe de Anjou (Borbones) o a la rama de Austria con el Archiduque Carlos.
Los demás países se juntan en la Alianza de la Haya, temerosos de que Francia se haga con el poder de España y de todos sus territorios. Por ello, Inglaterra, Austria y Holanda se unen en esta alianza en apoyo al pretendiente, el Archiduque Carlos de Austria.
Es aquí donde comienzan una serie de guerras contra Francia y España, todo esto sumado al momento en el que los territorios de la Corona de Aragón se declaran en apoyo al Archiduque Carlos de Austria.
Los ingleses desembarcan en Gibraltar y Menorca, haciéndose con ellas.
Hay que destacar que la Corona de Castilla apoya a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV.
El Tratado de Utrecht (1713)
Tras sucesiones de batallas, llega el Tratado de Utrecht, donde se reconoce a Felipe de Anjou como Felipe V, pero España tuvo que ceder territorios a las otras potencias:
- Los Países Bajos, Milán y Nápoles tuvieron que ser entregados a otros países.
- Gibraltar y Menorca pasaron a manos de los ingleses.
El 11 de septiembre de 1714, el ejército franco-español logra que se rinda Barcelona.
Conflictos Europeos Posteriores y el Reinado de los Primeros Borbones
La Guerra de Sucesión de Austria y la Guerra de los Siete Años fueron preliminares a otras en las que se ventilaron cuestiones de más fondo. Cuatro potencias estaban en el centro de los conflictos: Inglaterra, Francia, Austria y Prusia, aunque España y Portugal también participaron.
El Archiduque Carlos de Habsburgo murió en 1740 sin dejar sucesión masculina. Reinaría su hija María Teresa, quien obtuvo, tras largas negociaciones, el apoyo de los demás soberanos.
Nada más ser proclamada reina, estallaron reivindicaciones de todas partes y algunos países vieron un momento perfecto para acabar con el enemigo.
España tenía como objetivo colocar al Príncipe Felipe en Parma y lo consiguió.
Los Primeros Borbones en España
Nos situamos con Felipe V abdicando a favor de su hijo Luis I, pero este muere al poco tiempo por viruela. Debido a esto, es su padre Felipe V el que vuelve al trono hasta que muere y se corona a su otro hijo Fernando VI. Junto con su ministro, el Marqués de la Ensenada, se dedicaron a modernizar el país.
Durante el reinado de Fernando VI, se logró el Concordato de 1753, con el que el rey podría nombrar a los cargos de la Iglesia más importantes.
En estos momentos estalla la Guerra de los Siete Años entre Francia e Inglaterra.
A la muerte de Fernando VI, lo sucede Carlos III, quien había conseguido el Reino de Nápoles 25 años antes, y se vuelve a la península dejándoselo a su hijo Fernando, ya que los tratados internacionales impedían la unión de Nápoles con España.
Carlos III y la Paz de París (1763)
Carlos III decide interferir en la guerra que tiene Francia con Inglaterra. Tras la Paz de París (1763), Francia tuvo que dar Canadá y La Florida a los vencedores (Inglaterra). Francia, debido a la ayuda que le dio España, le cedió La Luisiana.
Inglaterra en el Siglo XVIII: Consolidación de la Monarquía Constitucional
La evolución interna de Inglaterra en el siglo XVIII presenta divergencias muy marcadas con la de Francia. Las luchas entre ambas no llegaron a resultados decisivos. Inglaterra, lejos de su territorio, no sufrió daños, y las guerras fueron costeadas sin dificultad por una economía en plena expansión. La deuda, en vez de un agobio para el Estado, fue considerada como una de las ramas de la riqueza pública, uno de los pilares del crédito británico.
Los ingleses aceptaron la dinastía extranjera cuyos representantes no valían más que los Borbones. Cuando la cabeza de Luis XVI rodó en la guillotina, los Hannover estaban sólidamente implantados en Inglaterra.
Una monarquía estable necesitaba una sociedad estable, y la inglesa lo era. No faltaban causas de fricción entre la aristocracia y la burguesía, entre grandes y pequeños propietarios rurales, entre partidarios y adversarios de la Iglesia, pero nunca se plantearon en términos de guerra civil, salvo en determinados momentos en que escoceses e ingleses lucharon entre sí.
La Revolución Incruenta y el Acta de Establecimiento
Tras la Revolución Incruenta de 1688, Guillermo de Orange fue llamado al trono inglés porque no era sospechoso de catolicismo, porque era enemigo mortal de Francia y porque aceptó unas limitaciones constitucionales que alejaban de él la tentación de hacerse con el poder absoluto. Murió apenas hubo conseguido del Parlamento la declaración de guerra a Francia, que fue la culminación de su carrera política (1702).
Previamente, el Acta de Establecimiento reguló el problema causado por la falta de sucesión. Guillermo carecía de hijos y la presunta heredera, hija de Ana, también murió.
Sofía, biznieta de Jacobo I, fue la elegida. Dicha acta eliminaba para el futuro a cualquier miembro de la familia real que no fuera de religión anglicana, prohibía a un rey de origen extranjero defender sus posesiones continentales e incluso abandonar el reino sin consentimiento del mismo. Finalmente, establecía que los monarcas debían regirse por las leyes inglesas.
El Reinado de la Reina Ana y la Unión con Escocia
El breve reinado de la Reina Ana (1702-1714) fue señalado por dos hechos: la Paz de Utrecht, fin de una guerra victoriosa, y la unión con Escocia.
La Época de Walpole y el Fin del Jacobitismo
Jorge I, elector de Hannover y rey de Inglaterra, era un alemán rudo e inculto que no tuvo el menor interés por arraigar en Inglaterra. Su hijo Jorge II valía mucho más que él.
Una primera incursión del pretendiente Jacobo III en 1715 fracasó tras algunos combates. Más importancia tuvo la tentativa realizada en 1745 por Carlos Eduardo, que contó con fuerte apoyo de los clanes escoceses y llegó a ser coronado en Edimburgo, pero en Inglaterra se encontró en ambiente hostil. La llegada de batallones alemanes desde Hannover fue decisiva para el aplastamiento de la insurrección jacobita en Culloden (1746). Los Estuardo nunca volverían a ser un peligro serio.
La verdadera autoridad residía en los jefes de los clanes, que administraban justicia y podían hacer el llamamiento a las armas. Tras la derrota, leyes especiales abolieron estas atribuciones. La pertenencia a un clan tendió a ser más un sentimiento que una realidad legal, e incluso se prohibió, pero sin éxito, el porte del traje nacional. Los antiguos jefes se convirtieron en meros propietarios.
En la segunda mitad del siglo, la transformación de Escocia fue tan rápida como profunda: se abrieron carreteras, se elevó el nivel de vida y de cultura. Boswell, Hume y Adam Smith fueron escoceses.
Roberto Walpole, aunque nunca quiso aceptar el título de primer ministro, fue el verdadero dueño de Inglaterra desde 1721 hasta 1742 gracias a sus dotes de gobernante, su dominio de la Cámara de los Comunes y la confianza que le dispensaron los dos primeros Jorges. No tenía mucho que temer de los tories, divididos en cuanto a la cuestión de la monarquía.
El Partido Whig y la Corrupción Política
El partido whig también era heterogéneo: aunque su base estaba en la burguesía de negocios y en los enemigos de la Iglesia Anglicana, había también dentro de sus filas muchos aristócratas que habían aceptado a la nueva dinastía y muchos altos cargos eclesiásticos.
Walpole salió indemne del escándalo ocasionado por las especulaciones de la Compañía del Mar del Sur, contemporánea al Sistema de Law y terminada de la misma manera. Este hombre fue acusado de gobernar por medio de la corrupción. Dadas las costumbres políticas de la época, no había que asombrarse de que se asegurase una mayoría ofreciendo compensaciones a los miembros del Parlamento. Así pudo sortear las dificultades que surgían dentro de su propio partido.
Un sector influyente quería la guerra contra España y Francia para obtener la supremacía marítima y comercial, pero rehusaba las cargas financieras que toda guerra trae consigo, o bien quería cargarla sobre los propietarios agrícolas, tories en gran parte.
Contra su parecer, se dejó arrastrar a la guerra con los Borbones, y como no se obtuvieron los esperados éxitos, dimitió en 1742.
Francia: La Regencia, Luis XV y las Vísperas de la Revolución
Francia presenta en el siglo XVIII la paradoja de un Estado en el que todas las condiciones parecían favorables para haber evolucionado rápidamente hacia nuevas formas sociales y políticas. Sin embargo, permaneció a nivel estatal bastante retrasada; sus reformas fueron tímidas. La grieta entre legalidad rígida y anacrónica y una realidad muy dinámica, hasta terminar en revolución violenta, impide poner a la Francia del siglo XVIII como modelo de estado ilustrado. Las razones se encuentran en la propia vitalidad de la sociedad francesa, en tendencias contrapuestas, y en la falta de soberanos enérgicos, con un programa de reformas coherente y atrevido. Luis XV y Luis XVI no respondían a la imagen de los déspotas ilustrados.
La Regencia de Felipe de Orleans (1715-1723)
Al desaparecer Luis XIV, lo sucede Felipe de Orleans, sobrino del difunto rey. Este era la contrafigura de Luis XIV. Según el testamento real, no debía ser más que el presidente del Consejo de Regencia, pero el testamento fue anulado y asumió el título de Regente durante ocho años (1715-1723).
En política interior también hubo desquite. Para satisfacer sus ansias de poder, el regente restauró la polisinodia: ministros y secretarios de Estado fueron casi en su totalidad reemplazados por ocho consejos, a cuyo frente estaban duques, mariscales y bastardos de sangre real, pero el ensayo resultó tan inoperante que pronto se volvió al sistema anterior. Otros dos hechos conmovieron a Francia: las querellas religiosas y el Sistema de Law.
El Sistema de Law y la Crisis Financiera
El Sistema de Law fue un episodio que solo duró cuatro años. Law convenció al Regente de que tenía una receta infalible para acabar con los agobios del Tesoro francés.
Al morir Luis XIV, dejó una deuda colosal y Law ofrecía una solución: fundar un banco estatal que eliminaría los beneficios abusivos de los *traitants* y de los *fermiers*. Los títulos de la deuda podrían cambiarse contra acciones del Banco.
Law creó una Compañía de Occidente, que tendría el monopolio de la explotación de La Luisiana. Se hizo una gran propaganda y en el delta del gran río Misisipi se levantó una ciudad llamada Nueva Orleans.
Las acciones de la compañía subieron de 500 libras a 18.000. Los más avisados se retiraron a tiempo con fortunas inmensas; la mayoría se arruinaron, al igual que Law. Las consecuencias fueron profundas y de larga duración.
Frente al exterior, la Regencia abandonó los grandes planes de sus predecesores. La gran preocupación del Duque de Orleans era mantenerse en el poder: su gran enemigo Felipe V aspiraba a cambiar Madrid por Versalles. Para hacer frente a este peligro, el regente se unió a Inglaterra contra Felipe V y contra su ministro Alberoni, consiguiendo la ruina de sus planes.
El Reinado de Luis XV (1723-1774)
En 1723 murió el regente. Luis XV entraba a reinar a los trece años de edad y se le casó apresuradamente con María Leczinska, hija del destronado rey de Polonia.
La corte volvió a Versalles, pero el rey se refugió en apartamentos pequeños, dejándose ver solo ante un limitado círculo de amigos.
Pacifista por temperamento y convicción, Luis XV se dejó arrastrar a guerras en las que Francia experimentó más reveses que victorias, sumergiendo de nuevo al Tesoro en los mayores apuros. En la Guerra de Sucesión de Austria, el partido antiaustriaco impuso unas hostilidades innecesarias. En la Guerra de los Siete Años, el cambio de alianzas no deparó a Francia mejores resultados: el tratado de 1763 significó la liquidación de la mayor parte del imperio colonial francés en Norteamérica. Sin embargo, Francia realizó en este reinado dos adquisiciones territoriales: Córcega y el ducado de Lorena.
Las guerras no eran las únicas responsables; hay que contar también con la mala gestión de los fondos públicos, los gastos cortesanos…
Intentos de Reforma Fiscal
El intento de hacer más justa la contribución de todos fue llevado adelante por el inspector general Machault. No se trataba de abolir los privilegios, sino de reducirlos: el diezmo instituido por Luis XIV se restablecía, pero reducido a un vigésimo. Suscitó la resistencia de los parlamentos y de la Iglesia. La Asamblea del Clero de 1750 fue disuelta por orden del rey, pero se volvió al sistema del donativo voluntario.
La falta de energía del monarca se manifestó cuando, apenas iniciado su reinado, restableció la oligarquía de los parlamentarios.
El problema esencial seguía siendo el déficit del Tesoro, que a consecuencia de la nueva guerra alcanzó cifras astronómicas.
Dos clérigos aseglarados y ambiciosos tuvieron largo tiempo en sus manos el gobierno de Francia: el Cardenal Dubois durante la regencia y el Cardenal Fleury durante los años juveniles de Luis XV.
Machault no fue más que un rudo administrador. Choiseul tenía más personalidad, fue el artífice del Tercer Pacto de Familia y estaba relacionado con los enciclopedistas.
Los últimos años del reinado mostraron un claro descenso de la popularidad del monarca. Llamó a dos ministros, Maupeou y el abate Terray. El primero tendría que hacer frente a la revuelta de los parlamentarios y el segundo al estado preocupante de la Hacienda.
Los parlamentos fueron objeto de una reforma total.
Luis XV murió en 1774 de viruelas. Bajo su mando hubo progresos materiales notables. La indolencia del rey y su escepticismo favorecieron lo que se ha llamado «el gobierno de las favoritas».
Los gastos de la corte consumían una proporción elevada del presupuesto.
El poco interés de Luis XV por la gestión directa de los asuntos públicos dio lugar a sesiones en las que, sin la presencia del rey, se reunían los ministros solos o con los secretarios de Estado para resolver los asuntos pendientes.
Igualmente positiva fue la reorganización de las fuerzas militares y navales. El ejército de tierra mantuvo su prestigio y se creó la Escuela Militar en París, en la que ingresaban gran número de alumnos que no pertenecían a la nobleza.
Luis XVI: Vísperas de la Revolución
Hijo del Delfín muerto en 1765, sucedió a su abuelo a la edad de 20 años. Poseía una cultura de tipo más moderno que tradicional, con estudios en inglés, latín, historia y geografía. Había heredado la indolencia de su abuelo.
En cuanto a su mujer, la austriaca María Antonieta, despertaba la antipatía por la persistencia de la hostilidad hacia los Habsburgo.
Ministros de Hacienda de Luis XVI
El nombramiento de Turgot, en los comienzos del reinado, fue bien acogido por la opinión progresista: el nuevo ministro formaba parte del círculo de los ilustrados, procedía de la burguesía comercial de París y tenía renombre de economista. Su intento de reducir gastos fracasó, tuvo que limitarse a mejorar el sistema de recaudación e introducir algunas economías.
Turgot fue sustituido por Necker, un banquero ginebrino, protestante (aunque luego se convirtió al catolicismo). Necker, incapaz de hacer tributar a los privilegiados según su capacidad, incapaz también de disminuir los gastos cortesanos, tuvo que recurrir a empréstitos para sostener los gastos de la guerra, y lo mismo hizo su sucesor Calonne.
