La Crisis de la Restauración en España: De la Semana Trágica a la Primera Guerra Mundial

La evolución del régimen de la Restauración

Los grandes problemas políticos

El sistema político de la Restauración enfrentaba tres grandes desafíos:

  1. Autenticidad del sistema: Era necesario dar autenticidad al sistema político, revitalizando los partidos de turno y logrando la participación política de la «masa neutra» de la ciudad y del campo, ayudándola a emanciparse de las viejas oligarquías dominantes.
  2. Cuestión social: Se requería una atención simultánea a las reivindicaciones prácticas de las clases populares. En este contexto, deben encuadrarse una serie de disposiciones que pretendían ofrecer una perspectiva nueva con respecto a la cuestión social.
  3. Integración de nuevas fuerzas: Resultaba crucial lograr la integración en el sistema de nuevas fuerzas políticas en ascenso, como el PSOE, las fuerzas regionalistas y el republicanismo.

El auge del catalanismo y la Ley de Jurisdicciones

El turno liberal se encontró con dos problemas principales: el viraje del catalanismo y la aprobación de la Ley de Jurisdicciones.

Las elecciones municipales dieron el triunfo a la Lliga Regionalista, lo que hizo que en determinados órganos de opinión se desatara la euforia secesionista. La reacción de los oficiales de la guarnición de Barcelona fue contundente, con el destrozo de los locales de ambas publicaciones.

El presidente Montero Ríos suspendió las garantías constitucionales, se pidió que los hechos pasasen a ser juzgados por tribunales militares y los regionalistas de la Lliga se apresuraron a pedir que el Congreso no cayera en la tentación de confundir el separatismo con un regionalismo que era «la fuente de vida para España».

El otro problema fue la aprobación de la Ley de Jurisdicciones. En ella se establecía que en el Código de Justicia Militar quedarían incluidos los delitos de injuria y calumnia al ejército. Tras estos hechos, el nuevo gobierno conservador de Antonio Maura se propuso atraer a la «masa neutra» de españoles que vivían al margen de todo; presentó un programa revisionista que pretendía sanear la administración local, dar más autonomía a los municipios, acabar con el caciquismo y eliminar el centralismo absorbente que impedía el entendimiento con los regionalismos. Sin embargo, su forma de concebir la «masa neutra» lo llevaría al fracaso político, ya que para Maura, esta masa estaba compuesta exclusivamente por las clases medias, por lo que dejaba fuera al proletariado.

La Semana Trágica

El chispazo inicial fue la decisión de Maura de enviar a Melilla, desde Barcelona, unidades de refuerzo formadas por soldados que habían pasado a la reserva seis años antes. El objetivo era responder a una agresión de los marroquíes a los trabajadores españoles empleados en la construcción del ferrocarril de la Compañía de Minas del Rif. Cuando el 18 de julio los primeros reservistas salieron del puerto de Barcelona, la campaña socialista en contra se radicalizó y comenzaron los incidentes. Luego, el agravamiento de la situación en Marruecos, con noticias sobre centenares de muertos, condujo a que las fuerzas obreras proclamasen la huelga general. Fue declarado el estado de guerra en Barcelona y, entre el 25 de julio y el 1 de agosto, se vivieron jornadas de lucha hasta que pudo restablecerse el orden.

La represión y los procesos sumarísimos llevados a cabo por los tribunales militares contra los líderes de la subversión se tradujeron en una oleada de oposición nacional a la gestión de Maura y provocaron que en Cataluña quedara definitivamente borrada la buena impresión que había dejado el rey en su visita de 1904.

El fusilamiento de Francesc Ferrer i Guàrdia polarizó un movimiento que llegaría a convertirse en escándalo internacional. Se denunciaba a Maura como el símbolo de la «España negra», opuesta a la libertad y al progreso.

España y la Primera Guerra Mundial (1914-1918)

Los años de la Gran Guerra (1914-1918) fueron decisivos para entender la España del siglo XX por dos causas principales: por su neutralidad ante el conflicto y porque 1917 se convirtió en un año esencial para la descomposición del sistema político de la Restauración.

La guerra se declaró el 28 de julio de 1914, y a los dos días se publicó el Decreto de neutralidad y de no intervención.

La polémica sobre la neutralidad

La guerra generó en España un triple trastorno:

  • Dividió y enfrentó a los españoles en dos bandos espiritualmente beligerantes.
  • Produjo una gran alteración económica que traería muchas secuelas sociales.
  • Dio lugar a una profunda transformación moral.

La guerra alteró ideológicamente el país: las izquierdas demócratas se manifestaron aliadófilas y las derechas del régimen fueron germanófilas. El núcleo aliadófilo lo formaron individuos herederos de los representantes del más puro liberalismo del siglo XIX e intelectuales ilustrados defensores de la libertad de París o Londres. Eran personas idealmente enamoradas de la cultura y del progreso, es decir, de la cultura y del pensamiento de Francia. Un gran sector de la burguesía industrial catalana o vasca fue aliadófilo por tener en la importación y exportación a esos países la fuente de su negocio. Del mismo modo, republicanos, catalanistas y partidos de izquierda optaron por esta misma posición. Al final, todos eran antiprusianos.

El núcleo germanófilo estaba compuesto por gran parte de los oficiales del ejército, del alto clero y de la gran burguesía agrícola y de negocios, además de las clases medias defensoras del orden y de la paz.

Consecuencias sociales y económicas

La sociedad española entró en un estado de inquietud y de desorden moral ante los negocios que influiría decisivamente en la crisis de 1917. Los negocios derivados de la neutralidad enriquecieron desmesuradamente a unos y hundieron en la miseria a la mayoría.

Frente a la euforia burguesa, continuó la carestía de la vida, que afectó a las clases obreras de manera que, con el transcurso de la guerra, fue empeorando la situación del país porque fueron aumentando las diferencias entre las clases.

El enriquecimiento de unos pocos trajo la indignación de las clases trabajadoras por la subida de los precios de productos básicos, la enriquecedora especulación industrial y comercial, y una exagerada exportación con precios altos.

La población comenzó a exigir una participación más activa en la vida social y política, lo que rompía el esquema de los partidos de turno y provocó una radicalización, tanto en el medio rural como en el urbano.

La crisis de 1917

La llamada crisis del verano de 1917 puso sobre la mesa todas las cuestiones, grandes y pequeñas, que se habían manifestado a lo largo de unos años de esfuerzo por conseguir la aproximación entre la España «oficial» y la «real».

Fueron tres revoluciones las que coincidieron de forma consecutiva, aunque no conectaron entre sí: todo comenzó con una revolución de los militares, siguió con otra de la burguesía y acabó con la del proletariado.

Tras la crisis de 1917, la monarquía quedó en pie, pero quebrantada. La opinión pública despertó, el proletariado agudizó su conciencia de clase y su fracaso táctico se convertiría en el preludio de una futura unión de izquierdas.

Las Juntas de Defensa

La oficialidad se estaba organizando para reforzar su presencia en el Estado y mejorar sus ingresos. Por eso, en el origen de las Juntas de Defensa existió una mentalidad sindicalista de unidad para ejercer presión.

Lo que influyó de forma directa en su organización fue la reintroducción en 1910 de los ascensos por méritos de guerra. Ahora, las posibilidades de ascenso estaban en Marruecos.

En 1917 se formaron las Juntas de oficiales de Infantería y de Caballería. Sus objetivos eran:

  • Oponerse al ascenso por méritos de guerra.
  • Solicitar una subida de los sueldos, enfrentándose a los políticos parlamentarios.
  • Exigir que los gobiernos y el pueblo tuvieran más respeto al ejército.

La solución desde el poder fue intentar atraerse al ejército como fórmula para sostener la monarquía. El resultado fue la Ley del Ejército de 1918, que trajo la subida de los sueldos y la regulación de los ascensos. El ejército volvió a convertirse en pilar de la monarquía y del Gobierno frente al problema social, pero ahora dominaba al Gobierno porque este lo necesitaba.

La Asamblea de Parlamentarios

El segundo acto de la crisis de 1917 fue la Asamblea de Parlamentarios. Resultó un intento por parte de la burguesía de hacer su revolución contra el sistema político. Acabó en un fracaso porque puso de manifiesto el doble temor burgués: por un lado, al proletariado que quiso utilizar y, por otro, a que el movimiento se le fuera de las manos.

Desde febrero de 1917, las Cortes estaban cerradas por miedo a que se plantearan los problemas. Francesc Cambó decidió intervenir.

El Gobierno no atendió a la petición de que se abrieran las Cortes, y el 5 de julio un grupo de parlamentarios se reunió en Barcelona para señalar que la situación no podía continuar así. Era la rebelión de las clases y los grupos progresistas contra la oligarquía que ejercía el poder.

La Asamblea de Parlamentarios, en acción abierta contra el Gobierno, se celebró en Barcelona el 19 de julio. De nuevo, el contraataque del Gobierno disolvió la Asamblea, tachándola de separatista. En los meses siguientes, la fuerza de la Asamblea se fue diluyendo. Influyó mucho el miedo a la revolución social intentada con la huelga general de agosto.

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