La cultura en el franquismo
El régimen favoreció una cultura basada en los valores tradicionales, la nación, la moralidad y la religión; para ello, el peso de la Falange fue clave. El cine, la radio y la prensa se encargaron de ensalzar la figura de Franco y sus logros políticos. La arquitectura y las artes plásticas se mantuvieron bajo la influencia de tendencias oficiales. Esta visión contribuyó al aislamiento internacional.
Intelectuales afines y independientes
Los intelectuales del régimen fueron aquellos que, aprovechando el vacío intelectual dejado tras la Guerra Civil, se auparon a los primeros puestos en apoyo del franquismo. Esto no implica que fuesen menos inteligentes ni que su obra carezca de valor. Entre ellos se citan a Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo y José Antonio Maravall.
En la posguerra sobrevivió una cultura no tan apegada al régimen: Ramón J. Sender, Miguel Delibes, Camilo José Cela y Vicente Aleixandre. En la década de los 50, cuando inició el declive de la Falange, la crítica social se hizo más patente. La relajación de la censura propició el surgimiento de una cultura de oposición en las universidades, en la literatura, la poesía y el teatro.
Oposición al franquismo
Se presentaron dos tipos de oposiciones: la social y la política. La oposición social adquirió un protagonismo creciente debido al movimiento obrero. Gracias al desarrollo industrial y a la organización de la clase trabajadora, se pudo debilitar la orden laboral franquista y crear las Comisiones Obreras.
- Las revueltas estudiantiles convirtieron a las universidades en un foco de oposición permanente al franquismo. En respuesta, el régimen llegó a ocupar instalaciones universitarias e incluso sancionar y expulsar a los profesores más significativos.
- Los movimientos vecinales se manifestaron en contra de los planes urbanísticos.
- La Iglesia renovada abandonó progresivamente el nacionalcatolicismo, lo que supuso otro foco de crítica social.
Respecto a la oposición política, partidos y formaciones políticas organizaron la resistencia al régimen, destacando el Partido Comunista de España (PCE). En los años 60 se formó la Unión de Fuerzas Democráticas y surgieron partidos de extrema izquierda, siendo algunos de carácter violento, como el FRAP y ETA.
El cambio económico durante el franquismo
Durante 1957–1959 el nuevo gobierno tomó medidas encaminadas a modernizar la economía. Con este objetivo se estabilizó la peseta, se llevó a cabo una reforma tributaria para equilibrar gastos e ingresos, se creó un nuevo marco favorable a las inversiones extranjeras y se actualizó el marco de las relaciones laborales.
Se diseñó un Plan de Estabilización que cambió las líneas maestras de la economía del régimen, puso fin a la autarquía y dio paso a la liberalización económica. Este plan adoptó dos medidas principales:
- Medida fiscal: limitó el crédito al sector privado y aumentó los subsidios a las empresas públicas.
- Medida comercial: se intentó favorecer las inversiones extranjeras y las importaciones de mercancías.
A corto plazo, el plan empeoró las condiciones de vida: congelación de salarios, cierre de empresas, aumento de impuestos e inflación. Sin embargo, los efectos positivos se apreciaron después: control de la inflación, aumento del empleo y del volumen de exportaciones industriales. Estas medidas favorecieron la expansión económica de la década de los 60 y, con el desarrollo económico, se aprovechó para celebrar los «25 años de paz», presentando a Franco como ejemplo político y portador de la paz.
Cambios sociales y demográficos
Los cambios económicos propiciaron transformaciones sociales como la reducción de la mortalidad y el llamado baby boom. La dictadura siguió contando con el apoyo de los grandes propietarios, la Iglesia, la burguesía y la aristocracia. El desarrollo económico permitió mejoras sociales, como la ampliación de la cobertura de la Seguridad Social y la disminución del analfabetismo.
- Se acentuó la emigración y la desigualdad social, y existió una escasa movilidad social.
- La moral fue controlada en gran medida por la Iglesia, que ejercía un gran poder sobre la educación y la vida social.
En 1953, el Concordato con la Santa Sede reconoció la confesionalidad del Estado, el matrimonio canónico, la implantación de la enseñanza religiosa y la presencia de la Iglesia en todos los medios. A pesar de esta política, no se pudo evitar el cambio de mentalidad y de costumbres de los españoles: la sumisión y la marginación de la mujer iniciaron lentamente su declive, la población comenzó a alejarse de las prácticas religiosas y creció la demanda de bienes de consumo.
