La Crisis de 1640 y las Revueltas Regionales en la Monarquía Hispánica
La revuelta catalana, que gozó de un gran apoyo popular, se inició, al igual que la portuguesa, por las medidas implícitas en los planes centralistas del Conde-Duque de Olivares y la implantación de nuevos impuestos. Poco a poco, el problema fiscal se transformó en un problema político, agravado por la guerra con Francia, que convertía a Cataluña en un frente de batalla. El Conde-Duque de Olivares obligó a Cataluña a sufragar los gastos de manutención de los soldados castellanos que luchaban en la frontera contra los franceses.
La negativa de Cataluña a colaborar con los planes del Conde-Duque derivó en una insurrección el 7 de junio de 1640, conocida como el “Corpus de Sangre”. Los sublevados asesinaron al virrey español, el Conde de Santa Coloma. La reacción del ejército castellano fue de gran violencia en Cataluña. Se inició así una guerra entre los rebeldes catalanes, dirigidos por la Generalitat con su presidente Pau Claris al frente, con el apoyo de Luis XIII de Francia (quien fue proclamado “Conde de Barcelona” por la propia Generalitat), y las tropas de Felipe IV. La guerra civil concluyó cuando Barcelona fue recuperada por las tropas españolas en 1652. Cataluña, a diferencia de Portugal, quedó finalmente reintegrada a la monarquía española.
La Rebelión Portuguesa de 1640
Animados por la rebelión catalana y aprovechando la situación de debilidad interna de España en esos momentos tan delicados, los estamentos dirigentes portugueses se lanzaron a la rebelión en ese mismo año de 1640. Las causas fueron semejantes a las de la revuelta en Cataluña, destacando la “Unión de Armas” y la “Única Contribución” impulsadas por el Conde-Duque. A ello habría que sumar las dificultades de España para defender el imperio portugués de ultramar.
Las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza. Los rebeldes fueron apoyados por Francia e Inglaterra, potencias interesadas en debilitar a España. Finalmente, 30 años más tarde, Mariana de Austria, madre regente de Carlos II de España, acabó reconociendo la independencia de Portugal.
Otros Levantamientos Separatistas
En plena crisis de la monarquía, en ese mismo año de 1640, hubo otros levantamientos de tinte separatista en Andalucía, Flandes, Aragón y Nápoles. Cada uno de ellos, con sus connotaciones propias y con un mayor o menor contenido político y social. El caso es que todas ellas aprovecharon la profunda crisis de 1640 para intentar conseguir sus intereses ante una España que poco a poco se encaminaba hacia su decadencia.
Consecuencias de las Revueltas
Pese a ser aplastadas todas las rebeliones, excepto la portuguesa, Felipe IV mantuvo los fueros de los diversos reinos y territorios forales para evitar problemas semejantes en el futuro. Dichas revueltas debilitaron aún más la decadencia española y precipitaron a España hacia la derrota en las Paces de Westfalia y de los Pirineos.
La Crisis Demográfica y Económica en la España del Siglo XVII
Evolución Demográfica
En cuanto a la evolución demográfica, hay que decir que durante todo el siglo XVII asistimos a un estancamiento y descenso de la población, que debe ubicarse en el contexto de la crisis general del siglo XVII que afectó sobre todo a la Europa católica del sur. Esta crisis demográfica fue debida principalmente a:
- La sucesión de epidemias muy mortíferas (fundamentalmente de peste).
- La gran crisis económica que azotaba al país.
- La expulsión de los moriscos en 1609, que dejó un gran vacío económico en la zona de Levante y afectó a toda la monarquía.
Crisis Económica Generalizada
Desde el punto de vista económico, asistimos claramente a una crisis generalizada. Esta crisis afectó más al centro que a la periferia, y más a las ciudades que al campo.
Sectores Productivos
- Agricultura y Ganadería: Se observa un claro descenso de la producción, malas cosechas, caída de la producción lanar, etc.
- Sector Artesano e Industrial: No se produjo una transformación que encaminase a España hacia la “protoindustrialización”, como estaba ocurriendo en el norte de Europa. Además, no hubo desarrollo tecnológico ni un mercado estructurado. Por todo ello, muchos de los productos que se consumían en España eran importados del exterior al ser más baratos, lo que impidió el desarrollo de una industria y un mercado internos.
Comercio y Finanzas
En cuanto a la evolución del comercio, podemos decir que estaba poco desarrollado a lo largo del siglo XVII debido a:
- Las dificultades en las comunicaciones.
- Una falta de un mercado interno, como hemos señalado.
- Una falta de demanda y oferta de productos.
- Las continuas devaluaciones monetarias.
- Las dificultades inherentes a las guerras que soportaba el país.
El comercio colonial con la América Española siguió siendo una actividad económica y comercial muy importante con la explotación de los metales preciosos; sin embargo, el papel de la piratería era cada vez más dañino y las minas, sin desarrollo tecnológico, tendían a reducir beneficios (descenso continuado de la producción de plata en el siglo XVII).
Teoría Económica y Estructura Social
La teoría económica mercantilista, propia de la Europa del siglo XVII (importar materias primas y exportar productos elaborados), no se desarrolló en consecuencia en España. En la España del siglo XVII, aumentaron los sectores no productivos (nobleza, clero y mendigos). La nobleza y la Corona aumentaron la carga impositiva sobre los campesinos (más impuestos), lo que redujo al mínimo la capacidad de consumo.
Consecuencias a Largo Plazo
Las consecuencias de todo lo anterior fueron un país que comenzó el siglo XVIII tremendamente empobrecido, con escasa población y que no se encaminaba hacia el desarrollo económico, industrial y empresarial, como sí hicieron gran parte de la Europa atlántica y central (“protoindustrialización”).