Características de las Democracias Delegativas
Las democracias delegativas se basan en la premisa de que la persona que gana la elección presidencial está autorizada a gobernar como él o ella crea conveniente, solo restringida por la cruda realidad de las relaciones de poder existentes y por la limitación constitucional del término de su mandato. El presidente es considerado la encarnación de la nación y el principal definidor y guardián de sus intereses. Las medidas de gobierno no necesitan guardar ningún parecido con las promesas de su campaña. Puesto que se supone que esta figura paternal ha de tomar a su cuidado el conjunto de la nación, su base política debe ser un movimiento, la superación vibrante del faccionalismo y los conflictos asociados con los partidos. Frente a esto, otras instituciones (como los tribunales y las legislaturas) son consideradas meros estorbos que acompañan a las ventajas domésticas e internacionales resultantes de ser un presidente democráticamente elegido. La accountability ante estas instituciones es vista como un mero impedimento de la plena autoridad que se ha delegado al presidente.
El Carácter Fuertemente Mayoritario de la Democracia Delegativa
La democracia delegativa (DD) es fuertemente mayoritaria, ya que consiste en producir, por medio de elecciones limpias, una mayoría que autoriza a alguien a convertirse, por un cierto número de años, en la exclusiva corporización e intérprete de los más altos intereses de la nación. Con frecuencia, las DD recurren a mecanismos como el balotaje si en la primera ronda de elecciones no llegó a conformarse una mayoría; es necesario construir esta mayoría para respaldar el mito de la delegación legítima.
Individualismo en la Democracia Delegativa: Una Perspectiva Hobbesiana
Se dice que la DD es fuertemente individualista, en un sentido más hobbesiano que lockiano, ya que los votantes eligen a un individuo que consideran adecuado para asumir la responsabilidad principal por el destino de su país. Este individuo es visto como la encarnación de la nación y el principal definidor y guardián de sus intereses. Esta persona votada tiene cualidades parecidas al Leviatán, ya que posee un poder inigualable y todas las demás instituciones le son un estorbo. Además, tiene el «deber» de guiar y unir todos los distintos fragmentos de la nación y transformarlo en un todo armonioso. Prácticamente, se estaría postulando la idea de un ente «todopoderoso» con cualidades similares al Leviatán, y los demás poderes (que deberían controlarlo) casi no pueden hacer nada contra este ser.
Diferencias en la Toma de Decisiones: Democracia Representativa vs. Delegativa
Lo que diferencia una democracia representativa de una democracia delegativa es que, en esta última, la persona que gana la elección presidencial está autorizada a gobernar como él o ella crea conveniente, solo restringida por la cruda realidad de las relaciones de poder existentes y por la limitación constitucional del término de su mandato. El presidente es considerado la encarnación de la nación y el principal definidor y guardián de sus intereses. Las medidas de gobierno no necesitan guardar ningún parecido con las promesas de su campaña. Las otras instituciones (como tribunales y legislaturas) son sólo estorbos. Las democracias delegativas son fuertemente individualistas (en un sentido hobbesiano), ya que se supone que los votantes eligen, independientemente de sus identidades y afiliaciones, al individuo más adecuado para asumir la principal responsabilidad por el destino del país.
El Ciclo de las Crisis en las Democracias Delegativas
El ciclo de la crisis es la cadena de situaciones consecuentes que se van dando cuando la nación atraviesa necesidades elementales. Cuando una crisis empieza a extenderse y profundizarse, se empieza a tomar una actitud que debilita las agencias estatales; los plazos de tiempo empiezan a ser considerados mucho más brevemente, y se empieza a instalar la idea de que todo aquel que ocupe un cargo importante en el gobierno hará lo mismo que los anteriores. Entonces, los individuos de la sociedad empiezan a buscar ventajas de corto plazo y las instituciones democráticas continúan debilitándose, disminuyendo cada vez más las posibilidades de encontrar una solución a los problemas de la nación.
Los posibles gobiernos futuros deberán proponer un control de la inflación y de la pobreza para contar con el apoyo popular, aunque esto es muy difícil de realizar en el corto plazo durante el cual participarán los gobiernos. Esto da lugar a la estrategia de prometer algo y después hacer lo contrario, lo cual se agrava por la debilidad de las pocas y débiles instituciones que quedan. Los partidos y el Congreso suelen quedar excluidos de ciertas decisiones, y esto genera conflictos cuando el poder ejecutivo necesita apoyo del legislativo. El Congreso comienza a debilitarse por la reacción hostil, y las disputas generadas suelen hacer decaer el prestigio de ambos poderes. En consecuencia, la debilidad institucional continúa creciendo y es más difícil que aparezcan soluciones.
De la Omnipotencia a la Impotencia en las Democracias Delegativas
En un principio, en las democracias delegativas, se elige un presidente que ha ganado las elecciones con el afán de salvar al país de una forma sencilla. No obstante, esta «salvación» acarrea grandes costos a la sociedad. Con el tiempo, se observan marcados momentos de desesperación: esta figura presidencial se «demoniza» y procede a ser un mal gobierno. El resultado de esto es una extraña mezcla entre la omnipotencia e impotencia. Cuando fallan todos los planes para rescatar al país, que el mismo presidente consideró como lo mejor, este solo pretende terminar su mandato. Este paso de la omnipotencia a la impotencia se acentúa cuando se sancionan los primeros paquetes de medidas y se prosigue con una avalancha de decisiones sobre aquellos paquetes que produjeron consecuencias no deseadas.