Las Potencias del Eje
Alemania comenzó la senda del rearme militar masivo y la revisión de las fronteras centroeuropeas por la vía de la negociación, de la intimidación o del uso de la fuerza. Consiguió la remilitarización de Renania (1936), intervino en la Guerra Civil Española (1936-1939), anexionó Austria y ocupó los Sudetes (1938). Todo ello formaba parte del programa nazi de expansión gradual.
Italia, con Benito Mussolini, inició una política imperialista que le llevó a abandonar la equidistancia entre la Entente Franco-Británica y Alemania. En 1936, firmó un pacto de amistad con el III Reich (el Eje Roma-Berlín), lo que llevó a Italia a intervenir en la Guerra Civil Española y a la anexión de Albania en 1939.
Japón, con su emperador de origen divino, Hirohito, comenzó en 1931 su desafío militar y racial ocupando Manchuria. En 1936, firmó con Alemania el Pacto Antikomintern e invadió la región costera de la China central.
Japón y Alemania en 1933, e Italia en 1937, abandonaron la Sociedad de Naciones. En 1939, el camino hacia la guerra estaba abierto (con el Pacto de Acero), más aún cuando Alemania y la URSS firmaron el Pacto de No Agresión Germano-Soviético. Stalin ganaba tiempo y seguridad cediendo a las pretensiones de Hitler sobre Polonia, y Hitler se lanzaría hacia el oeste sin riesgos a su espalda.
Las Primeras Fases de la Guerra (1939-1942)
Introducción
La Segunda Guerra Mundial tuvo dos fases: la primera se caracterizó por las victorias de Alemania en Europa y de Japón en Asia; en la segunda, la victoria cambió de bando.
La Iniciativa Estratégica Alemana
El día 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia. El día 3, Francia y Reino Unido declararon la guerra a Alemania. Así comenzó la contienda que, hasta octubre de 1940, tuvo lugar en la Europa continental. Ni Italia ni Japón asumieron compromisos bélicos en ese momento, tampoco la URSS tomó parte en virtud de su pacto con el Tercer Reich. EE. UU. permaneció neutral por su política de aislamiento.
Con la abrumadora victoria alemana sobre Polonia, la guerra hasta pareció estancarse sin grandes batallas terrestres, aéreas o navales. La situación comenzó a cambiar en la primavera de 1940, con las ofensivas alemanas de guerra relámpago (Blitzkrieg). En tres meses, conquistó Noruega y Dinamarca, Holanda y Bélgica. Además, envolvieron al ejército galo y Francia tuvo que firmar un armisticio.
Francia entregó toda su fachada atlántica, incluida París, mientras se constituía un gobierno títere para el resto del territorio francés y las posiciones africanas en la ciudad de Vichy, presidido por el mariscal Pétain. Fue entonces cuando la Italia de Mussolini creyó llegado su momento y decidió unirse a Alemania, atacando a los británicos en Egipto desde sus posiciones de Libia, Etiopía y Somalia. Winston Churchill decidió resistir. La respuesta alemana pasaba por invadir Inglaterra, pero eso exigía inutilizar sus defensas aéreas y cortar sus suministros navales.
La Batalla de Inglaterra y la Guerra Naval en el Atlántico
El ataque a Inglaterra se complementó con la Batalla del Atlántico, que enfrentó a las flotas de submarinos alemanes y británicos. La Batalla de Inglaterra (agosto de 1940) comenzó con bombardeos aéreos sobre ciudades y centros industriales. Los alemanes no pudieron doblegar la resistencia aérea británica y tuvieron que cancelar la invasión. En octubre, con la Batalla del Atlántico en pleno apogeo, la Batalla de Inglaterra terminó en tablas. Hitler cosechó su primera derrota estratégica.
La guerra en el Atlántico fue un combate a muerte por el corte o continuidad de los transportes mercantes que abastecían el asediado Reino Unido. Los británicos se mantuvieron apoyados por una pequeña contribución de Estados Unidos (armamento y apoyo logístico). En agosto, Roosevelt tuvo un encuentro con Churchill en el que firmaron la Carta del Atlántico, con compromisos de colaboración futura. La victoria británica tuvo lugar cuando la guerra se extendió por el este de Europa y el norte de África debido a las campañas italianas contra Grecia y Egipto, que forzaron a Hitler a acudir en ayuda de su nuevo y vulnerable aliado. El escenario de guerra se había extendido considerablemente.
La Guerra en el Este: Operación Barbarroja
En junio de 1941, Hitler ordenó poner en marcha la Operación Barbarroja: la invasión de la Unión Soviética. Constituyó tres grandes cuerpos de ejército con más de 3,5 millones de hombres. El objetivo era conquistar Leningrado, Moscú, Kiev y Stalingrado. Hitler pensaba que la derrota soviética le serviría para asegurar sus espaldas y garantizar los suministros de trigo y petróleo.
Las tropas soviéticas, si bien se retiraron hacia el interior, resistieron y contraatacaron. En octubre de 1941, el invierno impidió a los alemanes conquistar ninguna de las ciudades declaradas como objetivo de la ofensiva. El Ejército Rojo no daba síntomas de colapso y, a finales de julio, llamaba a filas a 5,3 millones de reservistas para defender la línea en torno a Leningrado, Moscú y Stalingrado. La paralización de la ofensiva alemana y la estabilización del frente oriental, a finales de 1941, constituyeron uno de los grandes fracasos militares de Hitler y sus asesores, y que acabaría en la derrota final de Alemania en la guerra.
La Entrada de Estados Unidos en la Guerra
El 7 de diciembre de 1941, la aviación japonesa atacó, sin previo aviso, Pearl Harbor. Este hecho provocó la entrada de EE. UU. en la guerra. En los meses siguientes, Japón invadió y ocupó los territorios asiáticos británicos, franceses, neerlandeses y estadounidenses.
Ante el avance japonés, EE. UU. puso su formidable potencial económico, humano y bélico al servicio de los Aliados. Esto supuso un cambio decisivo, ya que a mediados de 1942, Estados Unidos consiguió detener la expansión japonesa y la guerra comenzó a cambiar a un ritmo lento pero constante. Las tropas estadounidenses iniciaron una metódica campaña de recuperación de los territorios perdidos, ocupando isla tras isla y derrotando sistemáticamente a las tropas imperiales niponas.