España en la Era Napoleónica: La Guerra de la Independencia y el Reinado de Carlos IV y José I

La Guerra de la Independencia Española: Un Periodo Crucial

El Reinado de Carlos IV (1788-1808)

Carlos IV sucedió a su padre a la edad de 40 años. Casado con María Luisa de Parma, quien era realmente quien mandaba en palacio, se mostró como un hombre de buena voluntad, pero carente de talento y de la energía necesaria para superar las difíciles circunstancias que le tocaron vivir. A los pocos meses de subir al trono estalla la Revolución Francesa, acontecimiento que condicionaría totalmente la política del nuevo rey.

El Impacto de la Revolución Francesa en España

La Revolución Francesa, iniciada en 1789, influyó de inmediato en la política interior de España, dirigida por Floridablanca, quien impuso una férrea censura contrarrevolucionaria (censura de libros, control de los extranjeros, “cordón sanitario”, etc.). Le sucedió en el gobierno el Conde de Aranda que, a finales de 1792, fue sustituido por Manuel de Godoy.

Cuando accedió al cargo de secretario de Estado, Godoy tenía veinticinco años y contaba con el favor de la reina. Inteligente pero inexperto, tuvo que afrontar serios problemas en política exterior. Así, en 1793, cuando fue guillotinado Luis XVI, España entró en guerra contra Francia. Las tropas francesas entraron en territorio español apoderándose de Figueres, Rosas, San Sebastián y Tolosa, lo que obligó a Godoy a pedir la paz.

Las Relaciones entre España y Francia: Una Alianza Desastrosa

En 1795 se firmaba la Paz de Basilea por la que Francia devolvía sus conquistas en España y esta cedía a Francia la parte española de la isla de Santo Domingo. En recompensa, Godoy recibió el título de Príncipe de la Paz.

Simultáneamente, las agresiones de Gran Bretaña contra las colonias americanas llevaron a Godoy a restablecer la tradicional política de amistad con Francia y, en 1796, ambos países firmaron el Tratado de San Ildefonso. Desde 1796 hasta 1808, Godoy se convierte en vasallo de Francia, a la que España presta ayuda con hombres, barcos y dinero en sus guerras contra Gran Bretaña.

Las consecuencias de esta alianza fueron nefastas: en 1797, la escuadra española fue derrotada en el Cabo de San Vicente y los ingleses se apoderaron de la isla de Trinidad; en 1801, Godoy emprendía una guerra contra Portugal sirviendo a los intereses de Napoleón, la llamada Guerra de las Naranjas; y en 1805, el almirante inglés Nelson destruyó la flota hispano-francesa en la Batalla de Trafalgar, acabando así con nuestro poderío naval.

La Guerra de la Independencia: Origen y Causas

Napoleón planeaba la adhesión de Portugal por la fuerza para completar el bloqueo continental que había decretado contra Gran Bretaña. Con ese objetivo logró que España firmara el Tratado de Fontainebleau (1807), por el que España se comprometía a enviar tropas para la expedición contra los portugueses. Una vez conquistado, Portugal sería dividido en tres zonas de las cuales le correspondía a Godoy la del sur, con soberanía hereditaria y título de Príncipe de los Algarves.

Conforme a lo estipulado, parte del ejército francés entraría en España para marchar hacia Lisboa; pero en realidad era un pretexto, pues las tropas francesas comenzaron a ocupar toda la Península.

Mientras, la crisis de la monarquía vivía un episodio decisivo con el Motín de Aranjuez, en marzo de 1808. El origen del motín estaba en el partido ultraconservador que se había formado en torno al príncipe heredero, futuro Fernando VII, opuesto al excesivo poder y protagonismo de Godoy. Este partido fomentó el descontento entre grupos populares (soldados, campesinos y servidores de palacio) que fueron quienes protagonizaron el motín, asaltando el palacio de Godoy. Carlos IV se vio obligado a destituir a Godoy y a abdicar a favor de su hijo Fernando. Napoleón aprovechó hábilmente los incidentes de Aranjuez y llamó a Bayona a los dos reyes españoles, Carlos IV y Fernando VII, que acudieron ante el emperador para solucionar sus diferencias.

El 2 de mayo de 1808, cuando el resto de la familia real española pretendía abandonar Madrid en dirección a Francia y media España se encontraba invadida por tropas francesas, se produjo un levantamiento popular en Madrid que fue duramente reprimido por las tropas francesas (los famosos fusilamientos del 3 de mayo). Ese mismo día, el Alcalde de Móstoles dictó un bando declarando la guerra a los franceses, y numerosos pueblos y ciudades le siguieron.

El 5 de mayo se produjeron las Abdicaciones de Bayona. Fernando VII renunció a la Corona y su padre abdicó en Napoleón a cambio de una pensión anual y posesiones territoriales. Napoleón, por su parte, renunció a sus derechos en favor de su hermano José, proclamándolo rey de España.

Desarrollo del Conflicto: Fases de la Guerra de la Independencia

En el proceso de la Guerra de la Independencia se pueden distinguir tres fases:

Primera Fase (1808-1809): Resistencia Inicial y Victoria de Bailén

El avance del ejército francés, muy superior en número, fue dificultado por la fuerte resistencia de la población, lo que complicó los planes de Napoleón. Destacan los sangrientos sitios de Zaragoza y Gerona, ciudades que se resistieron a la ocupación, inmovilizando a parte del ejército francés durante meses. La inesperada victoria del ejército español dirigido por el General Castaños en la Batalla de Bailén (julio de 1808) impidió la ocupación francesa de Andalucía. Era la primera derrota del ejército napoleónico en campo abierto y creó tal alarma que José I abandonó Madrid y huyó a Vitoria.

Segunda Fase (1809-1812): Hegemonía Francesa y Surgimiento de la Guerrilla

Napoleón decidió dirigir personalmente las campañas militares en España, al frente de la Grande Armée (250.000 hombres). Ocupó casi toda España y José I se instaló de nuevo en Madrid. Solo quedaron libres algunas zonas como Cádiz que, ayudada por los británicos, resistía el asedio francés. Napoleón regresó a Francia convencido de que su poderoso ejército instalado en la Península no tardaría en dominar la situación.

Del otro lado, fue de vital importancia la participación militar de Inglaterra en la contienda a favor de España y Portugal. Fundamental fue también el papel de la guerrilla (ataques por sorpresa al ejército francés por parte de pequeños grupos de voluntarios locales, aprovechando su conocimiento del terreno y el apoyo de la población) como nueva y eficaz táctica de lucha. Algunos dirigentes alcanzaron gran prestigio, como el Empecinado, el Cura Merino o Espoz y Mina.

Tercera Fase (1812-1813): Ofensiva Aliada y Fin del Conflicto

La situación se invirtió en la primavera de 1812. Napoleón necesitaba efectivos en el frente ruso, por lo que retiró parte del ejército francés en España. El Duque de Wellington, al frente de tropas inglesas, portuguesas y españolas, apoyadas por las partidas de guerrilleros, inició el avance y después de la victoria de Arapiles (Salamanca, julio de 1812) entraron en Madrid. Tras las derrotas de Vitoria y San Marcial (1813), el ejército francés emprende la retirada. Napoleón, incapaz de mantener los dos frentes, pacta el fin del conflicto. Firmó el Tratado de Valençay (diciembre de 1813) que ponía fin a la guerra entre España y Francia y hacía posible el regreso de Fernando VII.

El Reinado de José I Bonaparte y el Estatuto de Bayona

La invasión y la guerra plantearon en el país la aparición de dos poderes: por un lado, el gobierno de José I Bonaparte, basado en la cesión de los derechos al trono de España que Carlos IV y Fernando VII hicieron a Bonaparte. Y por otro lado, el de la Junta Suprema Central, y posteriormente el de las Cortes de Cádiz, que no aceptaba la renuncia de los Borbones, asumía la soberanía nacional y dirigía el levantamiento antifrancés. Ambos centros de poder intentaron llevar a cabo unas profundas reformas político-administrativas, muy limitadas por el conflicto bélico. El gobierno de José I inició su andadura con la promulgación de una constitución semejante a las del Imperio y una serie de reformas de carácter ilustrado, con el fin de atraerse a los reformistas españoles.

El Estatuto de Bayona: Una Carta Otorgada

Promulgado el 6 de junio de 1808, el Estatuto de Bayona es una carta otorgada, ya que los diputados españoles convocados en Bayona solo pudieron exponer sugerencias, sin llegar a discutir los proyectos. El texto resultante tenía la misma condición autoritaria de las constituciones imperiales. Así, la estructura del sistema político descansaba en tres órganos: el Senado, el Consejo de Estado (ambos de designación real y con amplios poderes) y las Cortes (con funciones limitadas). A pesar del signo autoritario de esta carta otorgada, su aplicación completa hubiese supuesto por primera vez en España la transformación socio-política y administrativa, ya que tiene contenidos de carácter liberal. A lo largo de su articulado se disponía el reconocimiento de derechos fundamentales como la libertad de imprenta, la inviolabilidad del domicilio y la supresión de privilegios. Preveía la elaboración de códigos civiles y criminales, la reforma de la Hacienda y la abolición de las aduanas interiores, y se declaraba la libertad de industria y comercio suprimiendo los privilegios comerciales. El programa reformista de José I se completó cuando Napoleón decretó, en diciembre de 1808, la abolición de la Inquisición y la reducción y supresión del número de conventos; medidas que de haberse aplicado hubiesen significado el fin del Antiguo Régimen en España.

Los Afrancesados: Colaboración y Exilio

El fracaso de José I se debió en gran parte a que la mayoría del país rechazó un gobierno intruso, aunque un buen número de españoles, bien por convicción o bien por interés, colaboraron con él. Los afrancesados, algunos de ellos antiguos ilustrados, aceptaron el cambio dinástico. Estaban convencidos de que la resistencia contra Napoleón era inútil y que los últimos Borbones habían demostrado su ineptitud para continuar el programa reformista emprendido por Carlos III. El nuevo gobierno de José I les parecía el compromiso más adecuado para aplicar las reformas que el país necesitaba, dentro de la concepción clásica del Despotismo Ilustrado y la idea de “reforma sin revolución”. El gobierno de los afrancesados, que nunca pasó del intento de mantener una mínima administración e impedir el fraccionamiento del país, fracasó en la aplicación del programa de reformas. Al final de la guerra, muchos afrancesados fueron perseguidos y marginados, por lo que unas 12.000 familias tuvieron que exiliarse.

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