Estabilidad y Crisis en el Sistema Político Mexicano (1952-1970)

El Sistema Político Mexicano: Estabilidad y Conflictos (1952-1970)

El Sexenio de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958): Consolidación del Desarrollo Estabilizador

La economía mexicana, inmersa en el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), había generado en el gobierno alemanista problemas de endeudamiento, corrupción, descontento social y división política. Por ello, Adolfo Ruiz Cortines se dio a la tarea de proseguir con el desarrollo estabilizador, enarbolando un discurso de honradez, austeridad y apego al ideario de la Revolución Mexicana y la Constitución. Su política económica estuvo encaminada a enfrentar los problemas del país.

Panorama Político y la «Familia Revolucionaria»

En el ámbito político, persistían problemas de resentimiento en la “familia revolucionaria”, dividida entre alemanistas y cardenistas. A pesar de estas tensiones, la unidad de la élite no se vio comprometida al final del sexenio, lo que permitió una transferencia de poder fluida. Esta se dio con la anuencia del grupo cardenista de la CTM y de miembros de la “izquierda oficial”, cuyo representante era el tabasqueño Carlos Alberto Madrazo, un gran amigo del candidato presidencial Adolfo López Mateos. Los nexos entre la élite económica y la política constituyeron un aspecto central de todo el sistema político debido a la estrecha relación que establecieron. Como señala Smith: “…aparentemente las élites económicas y políticas mexicanas comparten un origen de clase común… en cuanto a los orígenes nacionales, a la ocupación que eligieron” (Smith, 1981, p. 234).

El Partido de Estado: Pilar del Sistema Político Hegemónico

La política estaba centralizada en el Partido de Estado, denominación usada, entre otros, por Garrido, quien afirma:

En 1938 fue el Estado el que transformó al PNR. Calles, como jefe de la Revolución, había invitado en 1928 a los dirigentes políticos del país a unirse en el Partido Nacional Revolucionario bajo su dirección. Con Cárdenas, por el contrario, fue gracias a la acción del Estado —cuyo jefe real era desde el fin del Maximato Callista el presidente de la República— que se realizó la unión, la concepción del partido como un Partido de Estado, desarrollada a lo largo de los años treinta, con la experiencia del Partido Socialista de la Frontera impulsado por Portes Gil, lejos de ser abandonada se consolidó en este período… El PRM fue el partido del presidente de la República y un apoyo indiscutible del régimen presidencialista (Garrido, 1986, p. 30).

Mientras imperó el Partido de Estado, fue casi imposible para los partidos y asociaciones políticas definirse como de oposición. El sistema político mexicano funcionó en este contexto como hegemónico; en él se otorgaba representación a las minorías mediante mecanismos que posibilitaron el diálogo y la negociación, manteniendo activos a pequeños partidos.

La Sucesión Presidencial y el Gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964)

Para 1957, la “regla del juego” en cuanto a la selección del candidato a la sucesión presidencial ya estaba consolidada. Esto se logró a través de la institucionalización, desde 1951, de la mecánica del tapadismo, la supresión de todo proceso democrático y la centralización en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de los procesos de selección, auscultación, votación, ratificación y designación del nuevo candidato (Garrido, 1987).

Conflictos Sociopolíticos y Estrategias de Control

Por primera vez en la historia nacional, se aceptó la postulación de un candidato de forma unánime y sin fricción alguna dentro del partido, designando a Adolfo López Mateos como candidato oficial del PRI, a través del mecanismo del tapadismo. Además, se permitió el voto a las mujeres. Este régimen enfrentó en 1958 diversos conflictos políticos y sociales, como los movimientos agrario, ferrocarrilero y magisterial, que hicieron tambalear al sistema político en medio de una situación económica que amenazaba con frenar el crecimiento alcanzado en años anteriores. “Cada uno de los movimientos que configuraron la crisis política de 1958-1959 tuvo una dinámica específica; no obstante, en las demandas hubo una cierta unidad de propósitos” (León, 1988, p. 58). La manera en que se resolvieron estos conflictos fue a través de la represión, logrando mantener el control de los sectores y el fortalecimiento del gobierno.

Los movimientos sociopolíticos obligaron al presidente entrante a buscar una solución que fortaleciera su política interna y el sistema. Su decisión inicial fue suprimir de raíz todo movimiento que amenazara la estabilidad del régimen. Sin embargo, la represión no era el camino adecuado, optándose por la conciliación a través de mecanismos de elevación del nivel de vida de los trabajadores. Esta política de control sobre los sectores populares se constituiría en el elemento fundamental de la estabilidad política de la década de los sesenta. “…las relaciones entre la sociedad y el Estado necesariamente tuvieron que modificarse. Así, al tiempo que el conflicto de esos años derivó en la recomposición del liderazgo obrero, en el interior del sistema político se modificó la correlación de fuerzas” (León, 1988, p. 88).

Reforma Política de 1963: Hacia una Mayor Pluralidad

En 1963, se implementó una nueva reforma política, motivada por la inminente desaparición de algunos partidos minoritarios debido a la falta de pluralidad política en la conformación del gobierno, necesaria para dar legitimidad al régimen. El 28 de diciembre de 1963, se reformaron el artículo 57 constitucional y el 127 de la Ley Electoral Federal, creando en el sistema electoral la figura de diputados de partido. Estas reformas impulsaron la competencia partidista. María Emilia Farías expresa que “a partir de 1963, la estrategia se volvió más compleja y desde entonces se ha buscado controlar al sistema de partidos manipulados, el sistema electoral especialmente, en lo relativo a los mecanismos de integración de la representación popular” (Farías, 1990). El Ejecutivo buscó extender el equilibrio hacia el proceso electoral, instituyendo la reforma a los partidos de oposición reconocidos oficialmente, permitiéndoles tener representantes en la Cámara de Diputados.

Cierre del Sexenio: Crecimiento y Autoritarismo

A finales del sexenio, el ambiente político fue de tranquilidad, sin que se manifestaran conflictos ni dentro ni fuera de la “familia revolucionaria”. Esto se debió a que el desarrollo estabilizador encaminó al país hacia un crecimiento relativamente sostenido, sin inflación y con tendencia al alza, demostrando que las medidas políticas tomadas por el Ejecutivo habían logrado imponer la disciplina gracias al autoritarismo, que permitió controlar a gobernadores, caciques y todo político inconforme con los lineamientos del sistema. Además, surgió al amparo del Estado una élite intelectual comprometida con el mantenimiento del orden establecido en la etapa posrevolucionaria. Estos intelectuales, que se decían más progresistas o incluso radicales, estaban deseosos de acceder a los beneficios que el régimen había establecido, a cambio de no insistir demasiado en los puntos sensibles del poder priista.

El Sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y el Desgaste del Modelo

Para octubre de 1963, se preparó la sucesión, que recayó en Gustavo Díaz Ordaz. Conforme al diseño de la designación anterior y original del partido, en septiembre de 1964 fue declarado presidente electo de la nación. Este sexenio se caracterizó porque su modelo político adquirió reconocimiento a nivel económico por las ventajas que produjo al país, pero debido a la represión en los movimientos sociales, hubo un deterioro de la imagen presidencial.

Movimientos Sociales y Represión

En 1965, a pocos meses de iniciado su gobierno, surgió el primer movimiento de protesta integrado por un grupo de médicos. Esta colectividad, al ser disuelta por la vía represiva, puso de manifiesto el método autoritario y represivo que definiría su política, el cual representó la forma más común para solucionar conflictos sociopolíticos. “(…)estas movilizaciones daban cuenta de la crisis de participación(…) el PRI no pudo ser ni siquiera su caja de resonancia. Las respuestas que el régimen iría dando a la actuación de la sociedad en el curso de la siguiente década no pasaron por el partido” (Peschard, 1990).

Conjuntamente con el movimiento estudiantil de 1968, se propició el desgaste del modelo político. Las causas fueron la inadecuación del sistema institucional o político para incorporar y representar las exigencias de los nuevos sectores sociales; el deterioro de las relaciones entre la universidad y el Estado; y el debilitamiento del modelo cultural o ideológico dominante y del nacionalismo como su componente central. Sin duda, el consenso de las élites había constituido hasta ese momento el principal pilar de la estabilidad política en el país. Los movimientos médico y estudiantil, con sus graves consecuencias, marcaron un retroceso a la democratización de la nación.

Reformas Post-1968 y la Sucesión de Echeverría

Después de los sucesos de 1968, la reforma constitucional a la Fracción I del artículo 34, publicada el 22 de diciembre de 1969, otorgó la ciudadanía a los 18 años, independientemente del estado civil, creando el “voto activo joven” (García, 2002, p. 275). En este escenario se preparaba la sucesión presidencial favorable a Luis Echeverría Álvarez.

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