Historia del Siglo XX: Revoluciones, Totalitarismos y Crisis Económica Global

El Imperio Ruso Zarista a principios del siglo XX

A principios del siglo XX, el imperio zarista era una gran potencia que se extendía por veintidós millones de kilómetros cuadrados a lo largo de Europa y Asia y contaba con ciento setenta millones de habitantes. Aunque los campesinos analfabetos seguían siendo la mayoría de la población del imperio, la inversión extranjera propició una intensa industrialización en unos pocos núcleos industriales. El sistema político seguía, sin embargo, inalterado. Rusia era una autocracia con un zar con poder absoluto. Diversos grupos clandestinos luchaban contra la monarquía rusa. Entre ellos, destacaba un pequeño grupo de marxistas revolucionarios dirigidos por Lenin. Conocidos como los bolcheviques, defendían una visión radical del marxismo, con la disciplina propia de una organización clandestina.

En 1905, el ejército zarista fue derrotado por los japoneses en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905). Inmediatamente se produjeron disturbios provocados por el descontento y la crisis económica. Las masas populares se dirigieron al Palacio de Invierno, residencia del zar, para reivindicar pacíficamente cambios en sus condiciones, pero fueron reprimidas violentamente en lo que se conoce como Domingo Sangriento. Los campesinos y obreros se agruparon en soviets (consejos populares). El zar se vio obligado a hacer algunas concesiones (Manifiesto Imperial), entre ellas la elección de la Duma (parlamento) por sufragio universal, pero después de ello decidió seguir gobernando sin contar con el parlamento.

La Primera Guerra Mundial, iniciada en 1914, fue especialmente dura en Rusia. En un país atrasado, el esfuerzo bélico (a mediados de 1915 los rusos habían sufrido más de dos millones de bajas) y la escasez de alimentos y combustible derrumbaron la moral de guerra de la población. Rusia se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para la agitación revolucionaria. La situación terminó por estallar en marzo de 1917.

Las Revoluciones de Marzo y Octubre de 1917

La miseria y la falta de alimentos en el duro invierno ruso desencadenaron una serie de huelgas espontáneas en las fábricas de San Petersburgo. El 12 de marzo, las tropas enviadas a reprimir las protestas confraternizaron con los huelguistas. El zarismo se derrumbó: el zar abdicó y la dinastía Romanov llegaba a su fin.

En los siguientes meses, dos instituciones pugnaron por dominar una situación caótica marcada por la guerra, la crisis económica y el derrumbamiento de las instituciones políticas: el Gobierno Provisional, controlado por los grupos más moderados, y los Soviets, consejos de obreros y campesinos que surgieron por toda Rusia y que estaban dominados por los grupos más a la izquierda. Rápidamente se vio que este sistema de poder dual era inviable. Mientras que el Gobierno Provisional proclamaba su intención de mantener a Rusia en la guerra contra los Imperios Centrales, los Soviets manifestaban que los soldados solo tenían que obedecer a sus oficiales cuando sus órdenes coincidieran con las directrices de los Soviets.

La guerra continuaba y los desastres y privaciones que padecía el pueblo ruso fueron minando la fortaleza de las posturas más moderadas. Llegaba el tiempo de los extremistas. El 7 de noviembre de 1917, los bolcheviques se lanzaron al asalto del poder. El golpe fue un éxito y Lenin se puso al frente de un gobierno de los Comisarios del Pueblo formado por militantes bolcheviques. El nuevo gobierno repartió la tierra entre los campesinos y firmó el armisticio con Alemania, sacando a Rusia de la Primera Guerra Mundial. Desde un principio, los comunistas, como empezaban a ser denominados los bolcheviques, fueron estableciendo las bases de la dictadura. En diciembre de 1917, un decreto creó la Cheka, la policía política. Las demás fuerzas políticas, incluyendo a los otros grupos de izquierda, fueron prohibidas y perseguidas.

La Guerra Civil, el Nacimiento de la URSS y la Sucesión de Lenin

Inmediatamente después de llegar al poder, el gobierno comunista tuvo que hacer frente a una oposición militar generalizada. El Ejército Blanco, una abigarrada coalición de todos los opositores al bolchevismo en la que predominaron diversos generales zaristas y apoyado por fuerzas de la Entente (británicas, francesas, estadounidenses, japonesas), se enfrentó al Ejército Rojo. A la vez que en Rusia estallaba la guerra civil, la Guerra Mundial entraba en su última fase. Para hacer frente al conflicto interno, Lenin tuvo que plegarse a los Imperios Centrales. En marzo de 1918, firmó la Paz de Brest-Litovsk que certificaba la pérdida de importantes territorios del antiguo Imperio Ruso.

En 1921, los comunistas pudieron finalmente proclamar su triunfo en la guerra civil. Al año siguiente nacía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), nuevo estado dirigido por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Pocos años después, en 1924, murió Lenin. Tras su muerte, Trotsky y Stalin, dos personajes muy diferentes, se enfrentaron por el control del partido comunista y del estado soviético. La victoria de Stalin, secretario general del PCUS, se basó en su control de la nueva burocracia que dominaba el estado soviético, los apparatchiks. Este grupo social pronto se configuró como la clase dominante en la URSS. Trotsky fue privado de sus cargos políticos y militares en 1925 y fue finalmente expulsado de la Unión Soviética en 1929. Para esa fecha, Stalin había establecido su dictadura.

La Dictadura de Stalin

A fines de los años 1920, Stalin había asentado su poder sobre el PCUS y el estado soviético. Inmediatamente tomó una decisión trascendental para la historia de la URSS: era posible construir el socialismo en el antiguo Imperio Ruso y para ello era necesario lanzarse a un proceso de industrialización acelerada. Esta decisión se articuló en dos grandes medidas económicas:

  • La colectivización de la agricultura. Una medida que tuvo un enorme coste social y un escaso éxito económico.
  • La planificación central de la economía. Basada en la propiedad estatal de los medios de producción, el estado, mediante una institución central, el Gosplan, elaboró planes económicos quinquenales que debían llevar a la vieja Rusia agraria al estatus de potencia industrial. Este objetivo se alcanzó en gran medida, pero con un gran coste humano.

Para conseguir la movilización general de la población soviética, Stalin estableció una de las más brutales dictaduras de la historia. Las grandes purgas en los años treinta y el establecimiento de un inmenso sistema de campos de concentración, el Gulag, permitieron al «Zar Rojo» controlar con mano férrea la sociedad soviética. Como consecuencia lógica de la concentración de poder en manos de Stalin, en la URSS se instituyó un verdadero «culto a la personalidad» del líder. La figura de Stalin fue sometida a una continua adulación, a una verdadera adoración, en todos los estamentos de la sociedad soviética.

El Fascismo Italiano

En los años veinte, Italia fue el primer país en establecer un régimen fascista, que para muchos se convirtió en un modelo a seguir. Tras la Primera Guerra Mundial, Italia vivía una situación de fuerte crisis económica. El país se había endeudado fuertemente para financiar la guerra y la deuda provocó una fuerte subida de precios. Con la crisis económica, la tensión social aumentó. Los campesinos ocuparon las fincas de los terratenientes y los obreros tomaron el control de algunas fábricas. Pronto, el miedo a la revolución comunista se extendió por todo el país. Los partidos políticos tradicionales no supieron hacer frente a esta situación y gran parte de la población empezó a apoyar a los partidos extremistas: el Partido Comunista (izquierda) y el Partido Fascista de Benito Mussolini (derecha).

Mussolini, un antiguo socialista financiado por industriales, creó en 1919 los Fascios de Combate, milicias ultranacionalistas y anticomunistas, germen del Partido Fascista (1921). Tras un rotundo fracaso en las elecciones y la debilidad del Gobierno, decidió tomar el poder por la fuerza. En 1922, Mussolini organizó la Marcha sobre Roma. El gobierno dimitió y el rey recurrió a Mussolini para formar gobierno. Ya en el poder, los fascistas organizaron una dictadura de rasgos totalitarios:

  • El Estado estaba dirigido de forma totalitaria por un líder todopoderoso (el Duce) y las libertades individuales se suprimieron. Solo existía un partido (el Partido Fascista). El Gran Consejo Fascista sustituyó al Parlamento (1925).
  • El régimen defendía una ideología antidemocrática y anticomunista.
  • Intervencionismo económico y autosuficiencia. La industria armamentística y la naval, entre otras, pasaron a ser estatales.
  • Política exterior agresiva y expansionista, impulsada por la ideología ultranacionalista y el descontento por los acuerdos de paz de la Primera Guerra Mundial.
  • En la sociedad fomentó el corporativismo. Represión de la oposición; control de la educación y de los medios de comunicación.
  • Militarismo y culto a la violencia, que promovía la eliminación del adversario por cualquier método.

El Nacionalsocialismo Alemán

Otro modelo totalitario fue el de la Alemania nazi de Hitler. Para explicar la llegada de Hitler al poder hay que analizar la crisis que vivió Alemania tras su derrota en la Primera Guerra Mundial. En noviembre de 1918, el emperador alemán abdicó y una asamblea constituyente reunida en la ciudad de Weimar proclamó la República de Weimar. El Partido Socialdemócrata, con mayoría en el parlamento, accedió al gobierno. Desde el principio, la nueva democracia contó con la oposición de los grupos extremos:

  • Los grupos de extrema izquierda, los espartaquistas, querían imponer un régimen comunista similar al ruso.
  • En 1920, Adolf Hitler creó el Partido Nacionalsocialista (NSDAP), de ideología conservadora, que consideraba que el nuevo régimen había traicionado a Alemania al haber aceptado las condiciones del Tratado de Versalles. En 1923, intentaron hacerse con el poder mediante un golpe de estado (Putsch de Múnich). Hitler fue encarcelado. En la cárcel escribió Mein Kampf (Mi Lucha), donde plasmó su ideario.

La situación económica incrementó el descontento y la tensión social. Los obreros y las clases medias, las más afectadas por el paro, comenzaron a votar opciones extremistas. Así, tanto el Partido Comunista como el Partido Nacionalsocialista aumentaron el número de votos. La crisis de 1929 también se notó en Alemania. Muchas empresas cerraron y el paro aumentó. En 1932, había 6 millones de desempleados en Alemania. Casi la mitad de la población activa estaba parada. Los obreros radicalizaron sus posturas y las clases medias dejaron de creer en los partidos democráticos tradicionales.

En 1932, hubo elecciones al Parlamento y a la presidencia de la república. En las elecciones al parlamento, los comunistas y los nazis fueron las fuerzas más votadas, aunque ninguno obtuvo la mayoría absoluta y, por tanto, ninguno podía formar gobierno. En las elecciones a la presidencia de la República volvió a ser elegido el mariscal Hindenburg, y este debía decidir a quién entregaba el Gobierno; nombró a Hitler canciller. Lo primero que hicieron los nazis fue acabar con los partidos de la oposición y en junio de 1934, Hitler ordenó asesinar a todos sus adversarios políticos dentro del partido nazi en la llamada «Noche de los Cuchillos Largos». También en 1934, al fallecer Hindenburg, Hitler se convirtió en presidente, liquidó la República de Weimar y proclamó el Tercer Reich alemán.

Características del Régimen Nazi

El régimen nazi se caracterizó por:

  • Líder carismático: Hitler (Führer), al que se debía obedecer ciegamente. El saludo «Heil Hitler» expresaba esta confianza absoluta en el líder.
  • El régimen nazi fue un Estado totalitario, es decir, una dictadura, con un partido único, el Nazi; todos los demás fueron ilegalizados. Además, Hitler contaba con el apoyo de la policía política (Gestapo) y de las fuerzas paramilitares (SA).
  • Uno de los rasgos más específicos del nazismo es su concepción racial y racista de la historia. Para Hitler existían razas inferiores y razas superiores, y los alemanes pertenecían a la raza aria, que se consideraba una raza superior, que había realizado todas las grandes creaciones de la humanidad, por ello debían imponerse a los «pueblos inferiores», como los latinos, gitanos, eslavos y, sobre todo, los judíos (antisemitismo).
  • En política exterior, Hitler denunciaba el Tratado de Versalles y la ideología nazi era una ideología expansionista, es decir, propugnaba que Alemania se extendiera más allá de las fronteras impuestas en el Tratado de Versalles. Este expansionismo se apoyaba en dos teorías:
    1. El pangermanismo: para Hitler, todas las poblaciones de origen alemán en Europa debían unirse en un solo Estado.
    2. La Teoría del Espacio Vital: según Hitler, los arios son una raza de origen superior y, por lo tanto, tienen derecho a conquistar territorios de otras razas inferiores. Así que plantearon reivindicaciones territoriales.
  • En economía se aplicó la política autárquica, mediante la inversión en obra pública, que creó muchas industrias nuevas que fabricaban artículos que antes se importaban de otros países. Además, se invirtió mucho en las industrias que estaban relacionadas con el ejército (armamento, química, siderometalúrgica…). Con estas políticas se eliminó el desempleo y Alemania alcanzó el pleno empleo en 1938.
  • Política natalista para aumentar el ejército; además, todos los jóvenes estaban obligados a apuntarse a las Juventudes Hitlerianas. Los medios de comunicación estaban controlados. Había propaganda nazi y represión.

Las Causas de la Gran Depresión

El debate entre los historiadores y economistas sigue hoy vivo e incluso se ha avivado con la crisis económica iniciada en 2007. Hay, sin embargo, consenso general en señalar dos fenómenos como responsables principales del colapso económico de 1929:

  • Superproducción: La Guerra Mundial había convertido a Estados Unidos en el gran proveedor de todo tipo de productos a los países aliados beligerantes. Al acabar la guerra, el sistema económico europeo comenzó a funcionar de nuevo, lo que incrementó de forma importante la producción mundial. La creciente oferta de productos era superior a la demanda posible en unas sociedades donde amplias capas de la población seguían teniendo un bajo poder adquisitivo. Las empresas industriales y los agricultores acumulaban stocks, es decir, mercancías en depósito no vendidas, cada vez más difíciles de vender. Esta situación de desequilibrio entre la oferta y la demanda (superproducción) provocó una clara tendencia hacia la deflación (la caída de los precios), que afloró abruptamente al estallar la crisis en 1929.
  • Especulación: La Bolsa de Nueva York asistió a una frenética subida del precio de las acciones en la segunda mitad de los años veinte. ¿Cómo fue posible esa subida de las acciones de unas empresas que, sumidas en la superproducción, tenían crecientes dificultades para vender sus productos? La respuesta se halla en la errónea política crediticia de los bancos estadounidenses, que ofrecían créditos muy baratos. Así, muchos particulares pidieron créditos baratos y compraron acciones. La enorme demanda de estas provocaba que su precio creciera y creciera. La gente se lanzó a una especulación en Bolsa buscando ganancias rápidas. Evidentemente, el alza bursátil (subida de la cotización de las acciones de las empresas en la bolsa) no correspondía con la realidad de la economía. Esta farsa, esta «burbuja especulativa», terminó por estallar. Tras varios sustos, el 24 y el 29 de octubre de 1929 iniciaron una serie de «jornadas negras» marcadas por el desplome del valor de las acciones. En este momento, todos trataron de vender sus acciones, lo que aceleró aún más la caída de las cotizaciones.

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