Hitos Históricos de España: Desde Al-Ándalus hasta el Centralismo Borbónico

La Evolución Política de Al-Ándalus

El término Al-Ándalus hace referencia a los territorios vinculados a la civilización islámica en la Península Ibérica y Baleares durante la Edad Media. El proceso de asentamiento del islam en la Península se inició a comienzos del siglo VIII. En el año 711, un ejército musulmán dirigido por Tariq y Musa derrotó en la batalla de Guadalete al último rey visigodo, Rodrigo, y en pocos años ocupó la mayor parte de la Península. Esta rápida conquista fue fruto de la fuerza expansiva del islam (apoyada en el precepto de “Guerra santa” o yihad) y de la crisis que atravesaba el estado visigodo, que se desmoronó tras la derrota de Guadalete. El territorio conquistado recibió el nombre de Al-Ándalus y su capital administrativa se fijó en la ciudad de Córdoba.

En la evolución política de Al-Ándalus podemos distinguir varias etapas:

Emirato Dependiente o Valiato de Córdoba (714-756)

Durante esta etapa, Al-Ándalus formaba parte del imperio islámico, que estaba dirigido por la dinastía de los Omeyas, como una provincia más. Al frente del gobierno se encontraba un emir o un valí (como gobernador del territorio). Fue una etapa de gran inestabilidad, motivada por los enfrentamientos entre árabes y beréberes, que pugnaban por el control de las mejores tierras.

Emirato Independiente (756-929)

La nueva etapa se inició con la llegada del príncipe omeya Abderramán en el año 756. Este personaje era miembro de la dinastía Omeya, que había sido destronada en Oriente por la familia rival de los abasíes. Abderramán escapó de la matanza a que fueron sometidos los miembros de su familia y se refugió en Al-Ándalus, donde encontró partidarios de su causa y se hizo con el poder.

Con Abderramán I se inició la etapa del emirato independiente, momento en que Al-Ándalus se mantuvo como un territorio vinculado al mundo islámico, pero independiente ya en el plano político. Abderramán adoptó el título de “emir” (algo parecido a un soberano o rey en el mundo cristiano) y comenzó el embellecimiento de la ciudad de Córdoba, capital del emirato.

Durante este período se produjo un afianzamiento del estado islámico, creándose un sistema de gobierno eficaz, dividiendo el territorio en provincias (coras), desarrollando las ciudades y fomentando las actividades agrícolas y comerciales. También se desarrolló la islamización del territorio, con la conversión al islam de buena parte de la población de origen hispanovisigodo.

Califato de Córdoba (929-1031)

En el año 929, Abderramán III se proclamó califa, lo que supuso el inicio de una nueva etapa, el Califato. La etapa del Califato de Córdoba fue el momento más importante de la historia del islam en la Península. El califa acumulaba ahora todo el poder: político, militar y también religioso.

Los califatos de Abderramán III y su hijo Al-Hakam II marcaron la época de máximo esplendor de Al-Ándalus en todos los ámbitos: político, económico, cultural, etc. Córdoba se convirtió en la ciudad más poblada de Europa y su mezquita mayor sufrió sucesivas ampliaciones y embellecimientos.

En el plano militar, los califas andalusíes llevaron a cabo diversas campañas de castigo contra los estados cristianos del norte de la Península: León, Castilla, Navarra, Aragón o Barcelona. A partir del año 1010, aproximadamente, se inició un proceso de desintegración, que condujo a la disolución del califato y a la división de Al-Ándalus.

Reinos Taifas y Dinastías Africanas (siglos XI al XIII)

En el año 1031, las principales familias de la ciudad de Córdoba pusieron fin a la institución del califato. Se inició a partir de entonces el llamado período de los reinos taifas, momento en que Al-Ándalus quedó dividido en una treintena de reinos independientes entre sí. La división del espacio político musulmán reforzó a los estados cristianos del norte en su deseo de conquistar territorios musulmanes o someterlos al pago de tributos (las llamadas parias).

La conquista por parte del reino de León de la taifa de Toledo (1085) hizo que algunos reyes musulmanes pidieran ayuda a los sultanes almorávides del norte de África. Estos acudieron para defender a los reyes taifas, pero terminaron conquistando también los distintos reinos taifas. Al-Ándalus quedó así englobado en el imperio almorávide que se extendía por buena parte de África occidental y del norte. La caída del Imperio almorávide fue suplida hacia 1147 por la llegada de los almohades, pueblo de origen bereber que llegó a la Península para derrotar a los ejércitos cristianos y para incorporar todos los reinos taifas de Al-Ándalus en su imperio.

En 1212, la derrota almohade en la batalla de Las Navas de Tolosa supuso el final de esta etapa de dominación por parte de las dinastías norteafricanas. Al-Ándalus volvió a dividirse en unos nuevos reinos taifas, que fueron poco a poco siendo conquistados por Castilla, Aragón y Portugal.

Reino Nazarí de Granada (siglos XIII al XV)

El reino nazarí fue el último reino musulmán en la Península y pervivió durante más de dos siglos, hasta finales del siglo XV. Surgió hacia 1238 con un noble andalusí, Mohamed-ben-Nazar, que se autoproclamó sultán con el nombre de Muhammad I. El nuevo reino musulmán surgió con un vínculo de dependencia respecto al rey Fernando III de Castilla, a quien debía pagar tributos. Su extensión comprendía los territorios de las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería. La capital se encontraba en la ciudad de Granada, donde los reyes nazaríes erigieron la fortaleza de la Alhambra, en cuyo interior se encontraban magníficos palacios.

La pervivencia de este último reino musulmán estuvo relacionada con su situación geográfica, protegido por las sierras y montañas del sur peninsular. También se benefició de la situación de Castilla, que durante el siglo XIV vivió varias situaciones de crisis: epidemia de peste negra, guerra civil entre Pedro I y Enrique de Trastámara.

El final de este último reducto del Islam en la Península llegó durante el reinado de los Reyes Católicos, tras una larga guerra entre 1482 y 1492. Sus habitantes terminaron convertidos al cristianismo, siendo denominados moriscos y, después de varias revueltas, fueron expulsados de España a comienzos del siglo XVII.

El Descubrimiento de América y la Administración Colonial Hispánica

El Descubrimiento de América

Se denomina genéricamente como “descubrimiento de América” al proceso derivado de los viajes promovidos a comienzos de la Edad Moderna por diversos estados europeos como Castilla, Portugal, Inglaterra o Francia, que supuso la creación de amplios imperios coloniales en ese continente. Este proceso se inició con el primer viaje de Cristóbal Colón en 1492.

Los motivos que impulsaron ese primer viaje de Colón son variados: las mejoras en la navegación, la rivalidad entre Portugal y Castilla por la exploración del océano Atlántico, y la búsqueda de una ruta para alcanzar las zonas de producción de las especias en Asia. Es particularmente importante este último aspecto, ya que el control por parte del Imperio Otomano sobre los puertos del Mediterráneo oriental hizo que, desde mediados del siglo XV, los europeos no pudieran acceder de manera libre a esos productos.

Cristóbal Colón era un marinero, probablemente de origen italiano, que estaba convencido de la esfericidad de la Tierra y propuso una ruta alternativa para llegar a Asia. Se trataba de navegar hacia el oeste, salvando el control del Imperio turco en el Mediterráneo y los asentamientos portugueses en la costa africana, que habían alcanzado a mediados del siglo XV el golfo de Guinea y continuaban buscando el paso hacia el océano Índico.

Colón presentó su proyecto de navegación a los Reyes Católicos. Tras un primer rechazo en 1486, finalmente la reina Isabel se comprometió a financiar el viaje a través de las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas el 17 de abril de 1492. Según este documento, Colón recibiría el título de almirante, virrey y gobernador general de las tierras que descubriera, así como el 10 % de las posibles ganancias.

El 3 de agosto de 1492, tres naves partieron del puerto de Palos de Moguer con dirección hacia Canarias, donde se aprovisionaron para la travesía por el Atlántico. El día 12 de octubre llegaron a la isla de Guanahaní, en el archipiélago de las Bahamas. Más tarde llegó a las islas de Cuba y de Santo Domingo, a la que llamaron “La Española” y que se convirtió en la base para las conquistas posteriores en el Caribe y Centroamérica.

Cristóbal Colón realizó otros tres viajes más. En el tercero y el cuarto (1498 y 1502-04) llegó a las costas del continente americano, si bien no fue consciente de este hecho, pensando siempre que se trataban de un conjunto de islas situadas frente a las costas de Asia.

La llegada de Colón a estas islas en un nuevo continente suscitó problemas entre Castilla y Portugal, que terminaron siendo resueltas con el Tratado de Tordesillas (1494). Este tratado fijó un meridiano de separación a 370 leguas al oeste de Cabo Verde: la zona occidental correspondería su exploración y conquista a Castilla, en tanto que la zona oriental sería de exploración portuguesa. A partir de este momento se iniciaron numerosas expediciones que ampliaron las posesiones de Castilla en el continente americano:

  • En primer lugar, conquistando otras islas del Caribe o explorando Florida.
  • A partir de 1515, aproximadamente, se inició la ocupación de Mesoamérica y la zona de los Andes: expediciones de Vasco Núñez de Balboa, Hernán Cortés o Francisco Pizarro.
  • Desde 1540 se inició una nueva fase de la conquista que supuso el control del centro de Chile, el Río de la Plata y, más tarde, asentamientos en Paraguay y California.

Gobierno y Administración de los Territorios Americanos

Las Indias no se consideraron territorios coloniales, sino prolongación de la propia Monarquía Hispánica y, por ello, en pie de igualdad jurídica con los demás territorios de la monarquía.

En los primeros momentos fueron los gobernadores, como Cristóbal Colón o Nicolás de Ovando, los encargados de ejercer la autoridad sobre esos territorios en nombre del rey. A comienzos del siglo XVI surgieron instituciones de gobierno de carácter estable. Podemos distinguir entre las que tenían su sede en Castilla y las que se encontraban en América.

Instituciones de Gobierno en Castilla

  • La Casa de Contratación de Sevilla: Fue creada en 1503 por los Reyes Católicos y tenía su sede en Sevilla, principal ciudad del sur de Castilla y puerto fluvial con acceso por el río Guadalquivir. La Casa de Contratación se encargaba de controlar todas las actividades de comercio y transporte marítimo con los territorios americanos. También fiscalizaba los metales preciosos que llegaban con las flotas de Indias, apartando para la Corona el quinto real. Contaba con diversos funcionarios y un equipo de pilotos y cosmógrafos, encargados de elaborar mapas y aparatos para la navegación.
  • El Consejo de Indias: Fue creado inicialmente, en 1511, como una sección dentro del Consejo de Castilla. Sin embargo, la amplitud de los territorios conquistados hizo que, en 1524, surgiese como consejo con entidad propia. Al principio no tenía sede permanente y era trasladado de un lugar a otro siguiendo al Rey y la Corte. Desde 1561 tendrá sede fija en el Palacio Real de Madrid. Tenía funciones muy variadas: legislativas, administrativas, judiciales y fiscales. Estaba compuesto por un presidente y varios consejeros, personas con amplios conocimientos de leyes o que hubieran desempeñado cargos en América.

Instituciones Implantadas en América

Las bases institucionales y de administración en el Nuevo Mundo fueron las Audiencias, los Municipios y los Corregimientos. Después de la conquista de los imperios azteca e inca se crearon los Virreinatos.

  • La primera Audiencia se creó en Santo Domingo en 1510, siguiendo el modelo de las Audiencias de Castilla. Tenía funciones judiciales y administrativas. Con el tiempo fueron creadas otras audiencias en las ciudades más importantes como México, Guatemala, Lima, Quito, Charcas y Santa Fe de Bogotá. Estaban compuestas por un presidente y varios oidores o magistrados, expertos en leyes.
  • Los Municipios siguieron también el modelo castellano y se englobaban en corregimientos, demarcaciones a cuyo frente se encontraba un corregidor, que defendía los intereses de la Corona.
  • Los extensos territorios americanos quedaron divididos en dos Virreinatos, a cuyo mando se encontraba el virrey, personaje de alto rango que representaba de forma directa al rey de España y tenía funciones de gobernador, capitán general y juez supremo. En el siglo XVI se crearon dos virreinatos:
    • El Virreinato de Nueva España, con capital en México, que comprendía la América central y septentrional.
    • El Virreinato del Perú, con capital en Lima, que se extendía por toda la América del sur.
    Los virreinatos se dividían en gobernaciones, equivalentes a una provincia. Las gobernaciones más importantes fueron consideradas capitanías generales, con poderes militares autónomos: como Chile, Venezuela, Guatemala o Buenos Aires.

En el siglo XVIII, con la llegada de la dinastía de Borbón, se crearon dos virreinatos nuevos: Nueva Granada y Río de la Plata.

El Nuevo Estado Borbónico: Absolutismo y Centralismo

Los Decretos de Nueva Planta

Los Decretos de Nueva Planta son un conjunto de disposiciones o leyes políticas, administrativas y jurídicas de carácter centralista dictadas por el monarca Felipe V entre los años 1707 y 1716. Fueron aplicadas a los territorios de la antigua Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca) y supusieron la eliminación de los fueros e instituciones de autogobierno de dichos territorios.

Estos decretos fueron la gran novedad introducida por la dinastía de Borbón a comienzos del siglo XVIII y se produjeron por dos motivos:

  • En primer lugar, porque Felipe V era francés y en Francia su abuelo, Luis XIV, había implantado el absolutismo monárquico. Según este modelo político, el rey era el único depositario de una soberanía de origen divino, concentrando todos los poderes y con un carácter fuertemente centralista. Felipe V, por tanto, buscaría eliminar poderes territoriales, instituciones o sistemas jurídicos particulares, que pudieran ir en contra de su voluntad de implantar el absolutismo monárquico.
  • En segundo lugar, como forma de sancionar a los territorios de Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, que durante la Guerra de Sucesión Española (1701-1714) habían apoyado al pretendiente austríaco, el archiduque Carlos de Austria, frente a Felipe V.

Los Decretos de Nueva Planta tuvieron un carácter claramente centralizador y fueron impuestos en Aragón y Valencia en 1707, en Mallorca en 1715 y en Cataluña en 1716. A partir de entonces, la organización político-administrativa de esos territorios estaría basada en la de Castilla y se impondría la obligación del uso del castellano como lengua única en la Administración y la Justicia.

En su conjunto, los Decretos de Nueva Planta supusieron:

  • La supresión de los fueros (leyes y privilegios) e instituciones tradicionales de los territorios de la Corona de Aragón: las Diputaciones, la Generalitat y la institución del Justicia Mayor.
  • La supresión de las cortes independientes de cada uno de esos territorios, que quedaron incluidas en unas únicas Cortes Generales del Reino.
  • La desaparición de los virreyes, que habían ejercido la representación del Rey Católico en los siglos XVI y XVII en cada uno de los territorios de la Corona de Aragón (en Aragón, Cataluña y Valencia). En sustitución de los virreyes se crearon unas Capitanías Generales, a cuyo frente se encontraban los capitanes generales. Se trataba de funcionarios de rango superior con las máximas atribuciones: representaban al rey, ejercían el gobierno sobre esos territorios y también organizaban la defensa de estos. Solamente el rey tenía una autoridad mayor que estos capitanes generales.
  • Se eliminó el sistema legislativo tradicional aragonés, catalán o valenciano, y se introdujo el modelo castellano de las Audiencias, que se encargarían de los asuntos judiciales.
  • Se promovió una mayor centralización de la Hacienda Pública.

Los territorios de la Corona de Aragón empezaron a contribuir a las rentas estatales a través de un nuevo impuesto denominado equivalente. Solamente las provincias vascas y Navarra siguieron disfrutando de autonomía fiscal.

Administración Central del Estado

En la Administración central del Estado, el centralismo absolutista llevó a la supresión de los Consejos territoriales, que habían servido como elemento fundamental de gobierno en la época de los Austrias. Tan solo permanecieron el Consejo de Castilla y el Consejo de Indias, pero con unas competencias reducidas. Las funciones de gobierno se trasvasaron hacia una serie de Secretarías de Despacho: Estado, Hacienda, Justicia, Guerra, Marina e Indias. Al frente de esas Secretarías se encontraban los secretarios, que despachaban directamente con el rey.

Administración Territorial

La Administración territorial también se vio afectada por un proceso de racionalización, eliminando la variedad de demarcaciones territoriales y dividiendo el conjunto del país en 34 intendencias. Al frente de cada intendencia se encontraba el intendente, funcionario real que actuaba como delegado territorial de gobierno, con funciones muy variadas: reclutamiento de tropas, recaudación de impuestos, ejecución de obras públicas y fomento de la actividad económica. De esta manera, los intendentes se convirtieron en un elemento fundamental para impulsar los proyectos reformistas de la Corona a nivel provincial.

Ámbito Local

En el ámbito local también hubo cambios. La autonomía que habían tenido hasta entonces los concejos fue anulada con la implantación de los corregidores, funcionarios nombrados y controlados por el rey, según el modelo castellano.

Sistema Sucesorio

El sistema sucesorio tradicional también fue modificado. Se introdujo la Ley Sálica, que otorgaba preferencia a los varones sobre las mujeres en la sucesión al trono.

En definitiva, el poder del monarca salió fortalecido y los Decretos de Nueva Planta, aplicados a los territorios de la desaparecida Corona de Aragón, permitieron la creación de un Estado de corte absolutista y centralizador. No obstante, hay que señalar que no se logró la completa homogeneización institucional, ya que los territorios vascos y Navarra conservaron sus fueros, y Navarra mantuvo incluso sus Cortes.

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