La hegemonia sovietica

5. LA TRASLACIÓN DEL MODELO SOVIÉTICO A EUROPA CENTROORIENTAL. REVISIONISMO Y CRISIS

La extensión del modelo soviético a Europa Centrooriental presenta las características generales de dicho modelo, pero también surgen modelos propios, diferenciados, en función de las crisis del sistema, las reacciones, los matices y las adecuaciones a los distintos territorios.

En el periodo posterior a 1953 hay un revisionismo del sistema en tanto que se revisa lo que se ha hecho en época estalinista para introducir cambios, y además se producen revueltas que generalmente tienen por objeto tratar de mejorar el nivel de vida. Por revisionismo estrictamente entendemos las políticas de reforma que algunos de los Gobiernos comunistas en los países del Este introducen o tratan de introducir en sus respectivos sistemas una vez muerto Stalin, pero sobre todo a partir de octubre de 1956, cuando  el propio PCUS aboga porque se flexibilicen las relaciones entre el Kremlin y estos partidos y para que estos partidos puedan llevar a cabo prácticas políticas más autónomas.

En la Conferencia de Partidos Comunistas de Moscú en 1957 la URSS vuelve a cambiar su política, por la revuelta de Hungría. Moscú se repliega y se aprueban una serie de normas de obligado cumplimiento para todos aquellos partidos que acepten la hegemonía de la Unión Soviética. Se reafirma el papel dirigente del PCUS sobre el resto de partidos comunistas. La conferencia proclama que los partidos comunistas que quieran la aprobación y el apoyo de Moscú deben aceptar el control del PCUS en sus asuntos. En la conferencia se critica además duramente lo ocurrido  en  Hungría  y  los  partidos  comunistas  apoyan  la  intervención  soviética  en Hungría, considerando que lo que ha ocurrido ha sido una agitación debida a individuos que se han desviado de la ortodoxia. A partir de 1957 la URSS frena en buena medida el revisionismo en los distintos países. 

Las crisis recurrentes en Europa del Este son una de las características fundamentales del sistema soviético.  La primera  se da vivo todavía Stalin, en 1948. Posteriormente se dan en 1953, 1956, 1968, los ochenta… hasta la crisis final de 1989.  

Antes del inicio de las crisis recurrentes de 1953 (en un momento de vacío de poder en el comunismo), el mundo socialista experimenta un proceso de ruptura entre la URSS y Yugoslavia en 1948.
El yugoslavo Tito pretende erigirse en el máximo líder del comunismo balcánico sin contar con Stalin.
Pretende crear una especie de asociación balcánica en la que estén presentes Bulgaria, Rumania, Albania y Yugoslavia, reafirmando su autoridad y su prestigio. Tito ha sido el liberador de los Balcanes de la invasión nazi, Tras la guerra Tito tiene una gran aureola de éxito y pone en marcha su proyecto. Pero los países del Kominform expulsan a Yugoslavia por desviación del marxismo-leninismo, nacionalismo y hostilidad a la Unión Soviética. Consideran a la Yugoslava de Tito un régimen contrarrevolucionario. Yugoslavia entonces tiene que refundarse, naciendo el titoísmo.
El Partido Comunista pasa a llamarse Liga de los Comunistas de Yugoslavia, permaneciendo como partido único, y la economía se basa en el sistema de la autogestión.
Yugoslavia se pone al frente del  neutralismo activo.
En 1956 se celebra la primera cumbre de los países no alineados en la Conferencia de Brioni.
En 1961 se celebra la segunda cumbre en Belgrado.

Albania en 1948 rompe radicalmente relaciones con Yugoslavia, más allá de la expulsión de Yugoslavia de la Kominform. Rompe toda colaboración. Es un país enormemente crítico con la Unión Soviética desde el XX Congreso del PCUS.

Hoxha, el máximo dirigente albanés, pretende hacer de Albania el país más ortodoxamente socialista, fiel seguidor de las directrices estalinistas, y rompe con el revisionismo de Khruschev. Rompe con el resto de países socialistas, con la excepción de China, a la que se vincula por una década. No obstante, en 1971, cuando la China de Mao se pliega a los intereses norteamericanos (tras  la  ruptura  china  con  la  URSS), Albania  rompe  relaciones  con  China  y  queda totalmente aislada.

Volviendo a 1953, hay protestas generales en muchos lugares, que aparte de Berlín se extienden por algunas otras zonas de la República Democrática Alemana y pasan a las zonas también más industrializadas de Checoslovaquia (la zona de Bohemia), y también a Polonia. Se producen estas protestas en zonas industriales, obreras, que en aquel

momento son algunas de las regiones industriales más importantes de la Europa Oriental. El modus operandi es muy similar. El caso más característico es el del levantamiento de Berlín, el más fuerte, en el que se implica un mayor número de personas. En junio de 1953 en Berlín se produce un encarecimiento de los productos de primera necesidad (fundamentalmente el pan, la carne y la leche). Además el Gobierno sube el precio de los medios de transporte. En este momento el marco oriental presenta una tendencia inflacionista. Estallan grandes manifestaciones por el centro de Berlín Este, que de forma desorganizada ocupan algunas oficinas ministeriales, impiden la salida del metro, queman algunas garitas policiales… No son reivindicaciones de cambio de sistema. El Gobierno reacciona llamando a Moscú para que intervenga el Ejército Rojo acantonado en Alemania.


Efectivamente, el Ejército Rojo sale a las calles y controla la situación, pero no hay un enfrentamiento directo con la población. Aconsejado por la URSS, el Gobierno de la RDA da marcha atrás en las medidas de aumento de los precios, prometiendo (y cumpliendo) además el aumento salarial en algunos de los sectores obreros implicados. Es, pues, una contestación obrera no política, sino de carácter económico. Algo similar pero de menor entidad ocurre en Checoslovaquia, donde se crea un comité obrero al margen del sindicato oficial que llega a acuerdo con los representantes oficiales. Estas protestas no afectan a la agricultura, pese a ser peores las condiciones del campo que las de la industria. No se produce un movimiento contestatario de este tipo en el campo.

Esta actitud conciliadora por parte de los Gobiernos socialistas debe situarse en un momento en el que la propia política desestalinizadora en la Unión Soviética la favorece. Desde el Kremlin se apoyan las medidas de mejora del nivel de vida que aplican estos Gobiernos. La atmósfera de cambio en la propia URSS alienta a los Gobiernos a buscar consensos. Los Gobiernos tienen que reconocer la escasa entidad representativa de los sindicatos.

Junto a estos movimientos de protesta, con un objetivo fundamental de mejoras sociales, el gran movimiento social y político que atraviesa el periodo postestalinista es el del revisionismo, primero con apoyo soviético y luego con su reticencia, desde 1957. Este revisionismo, salvo en los casos de Bulgaria y de Rumanía, afecta a todos los países de Europa del Este. El revisionismo es impulsado tanto por sectores concretos de los partidos comunistas (conscientes de la necesidad de introducir reformas en la administración, en la economía… que tengan en cuenta las características propias del país) como por sectores importantes del mundo de la cultura, de la universidad… que no tienen una influencia directa en el partido-Estado, pero que son personas bien consideradas. Frente a lo ocurrido en la Unión Soviética, estos revisionismos son bastante populares y tienen una implicación de estos grupos sociales que trabajan en esos proyectos de reforma o cambio.

El caso más paradigmático es el de Hungría en 1956.

Imre Nagy llega a la jefatura del Gobierno. Es un comunista reformista. Proviene su formación de la época estalinista, pero no ha tenido una implicación muy directa con el sistema estalinista. En 1956 se celebra el XX Congreso del PCUS y se habla de la necesidad de transformar el sistema. Se habla de flexibilizar las relaciones entre el PCUS y los partidos comunistas locales, permitiendo que éstos puedan desarrollar políticas reformistas propias. Nagy entiende ese cambio en la Unión Soviética como un apoyo al programa que desde el Partido Obrero Húngaro quiere llevar a cabo. Nagy es de los primeros en entender que la flexibilización de las relaciones debe concretarse lo antes posibles. Pero Nagy lo hace de una forma muy novedosa. Hasta ese momento en el resto de Estados socialistas el partido ha decidido las líneas directrices de la gran política, trasladándolas a la sociedad. Nagy se da cuenta de que el partido es una especie de cascarón vacío, alejado de la sociedad, y de que hay que incentivar a los distintos grupos sociales para que se impliquen en la política real, a través del partido pero dando cabida a las ideas de los distintos sectores sociales. Esto lo hace entrando en contacto y dialogando con sectores del mundo de la cultura, trabajadores industriales, el campesinado… gentes que no militan en el partido.


Nagy pretende que aunque el partido sea el que proponga las políticas a desarrollar, para definirlas hay que contar con la sociedad y establecer puentes con los diferentes sectores. Esto  no  queda  en  la  mera  teoría.  Nagy  logra  introducir  aires  de  optimismo  en  una sociedad muy aletargada. Utiliza los resortes del propio partido para llevar a la práctica esa relación con los diferentes sectores sociales para que éstos propongan, cada uno en su campo, medidas reformistas.

 Esto genera un gran movimiento que provoca cada vez mayores recelos dentro del Kremlin. Son conscientes de que la desestalinización provoca esos cambios, pero temen que en algún momento estos movimientos reformistas puedan poner en tela de juicio su dominio.  Por  su  parte,  Nagy  propone  a  la  sociedad  húngara  propuestas  concretas, muchas veces antes de discutirlas en los órganos del Partido Obrero Húngaro, con lo que rompe la tradición política. Algunas de estas medidas que propone van más allá de lo que la URSS esta dispuesta a tolerar. Como medida tolerable, por ejemplo, se aborda una reducción de la burocracia en la industria. Se reforma también el sistema sanitario. Nagy también habla de reducir el control sobre los medios de comunicación, lo que ya preocupa más a la URSS. Hay también planteamientos de cambio relacionados con el sistema de las granjas colectivas. Se impulsan cambios en el sistema de asignación de recursos a las granjas colectivas, dando una mayor capacidad de acción a los campesinos. También habla Nagy de eliminar algunos departamentos ministeriales que se solapan con otros. Es un  programa  reformista  amplio  que  está  relacionado  con  las  solicitudes  que  los sectores sociales hacen. Este programa, bastante ambicioso, de forma general es rechazado por el Kremlin. Hay varias reuniones interministeriales entre la URSS y Hungría para tratar las distintas cuestiones, pero en general todo es visto con bastante recelo en Moscú porque se piensa que es un paquete reformista muy amplio que se pretende llevar a cabo de forma muy rápida, con posibles consecuencias inesperadas.

Este rechazo soviético hace replantearse a Nagy y su equipo las posibilidades reales de que la reforma triunfe. Se celebran varias reuniones de los órganos directivos del partido y reuniones no formales de Nagy y miembros de su equipo con personalidades que no son del partido, triunfando el pesimismo. Temen enfrentarse a la URSS, pero también temen que las reformas se diluyan por posponerlas en el tiempo. Nagy y su equipo tratan de justificar su actitud en función de lo que la propia URSS está diciendo. La idea es trasladar que Hungría no está yendo por una vía extraña. Pero esto no convence a las autoridades soviéticas. La actitud de Nagy entonces es cada vez de mayor distanciamiento. Hay cada vez un mayor distanciamiento entre la Hungría de Nagy y la URSS y el resto de Estados socialistas. Lo que constata Nagy es que cada vez tiene un apoyo mayor del pueblo húngaro. En un momento determinado Nagy plantea la renuncia al papel dirigente en la sociedad del partido comunista.

Pero ese paso sí que supondría el final del sistema socialista, que gira en torno al partido. Esto genera el rechazo más absoluto de la Unión Soviética, que pide explicaciones y pone en marcha todos los mecanismos diplomáticos.


Ante esa situación se produce la famosa declaración del 1 de noviembre de 1956, en la que Nagy anuncia a la comunidad internacional el abandono del Pacto de Varsovia por parte de Hungría y la apuesta por la supresión de las alianzas militares. Dice abiertamente que se va a eliminar el monopolio del partido comunista en la sociedad húngara. Solicita a la ONU la declaración de país neutral para Hungría. Esto no

es ya un desafío a la URSS; es quebrar el orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Lo que ocurre demuestra por un lado el límite de tolerancia que muestra la URSS con sus países hermanos, pero también es muy ilustrativo del orden internacional de Guerra Fría, pues los países occidentales no intervienen. La propaganda anticomunista llama al levantamiento y asegura la ayuda occidental. Pero la declaración de noviembre lleva a la directa intervención militar soviética.
Se persigue a los líderes reformistas y se produce una diáspora a través de Austria. Lo que muestra el fracaso del revisionismo húngaro no es otra cosa que los límites de la Guerra Fría, pues. Esta política reformista en  principio  y  que  luego  trata  de  cambiar  el  sistema  no  es  aceptada  por  la  Unión Soviética, que teme perder un eslabón clave en su ámbito. Desde Occidente hay quejas, pero nada más; en Occidente aceptan el status quo. De hecho, tras la revuelta húngara se aborda en todos los países socialistas (tanto en los que hay revisionismo como en los que no) un proceso de normalización.
Se hace una purga en el propio partido comunista húngaro y se produce la normalización.

Otro ejemplo es el de Polonia, que sufre desde los años cincuenta protestas, levantamientos… con un cariz fundamentalmente social. En Polonia en 1964 un sector reformista dentro del propio Partido Obrero Unificado de Polonia redacta y hace público un documento conocido como Carta Abierta al POUP en donde se condensa el espíritu reformista, donde tratan de poner negro sobre blanco una serie de nuevas directrices políticas  que  deben  seguir  el  POUP  y  Polonia  para  mejorar.  Pero  este  sector  es minoritario dentro del partido. Con todo y con ello, dan ese paso, y a partir de la carta lo que hace el grupo es un análisis de la situación de Polonia para detectar sus deficiencias (según sus propios criterios), y llaman al partido y a toda la sociedad polaca a acabar con la desidia y la corrupción del sistema. Se llama a la población a implicarse directamente en los asuntos del país. En este caso la reacción no llega desde el Kremlin porque el sector mayoritario del POUP paraliza este espíritu reformista. Se expulsa del partido a la mayor parte de sus miembros reformistas, se acalla la carta y la propia dirección del POUP responde con un programa teóricamente reformista. Este movimiento, cortado de raíz desde su inicio, se mantiene vivo a pesar de todo (muy parcialmente) dentro de sectores del mundo de la cultura, que utilizan los pocos resquicios que permite el sistema para mantener el espíritu del revisionismo y la reforma vivo entre 1964 y 1968.

En 1968 se produce otra gran purga, en la universidad y el sistema cultural, para tratar de acabar del todo con ese movimiento reformista. Como resultado de esta oleada represiva se produce la expulsión de Polonia de 25000-30000 judíos polacos, a los que se acusa de sionismo, metiéndoseles en el mismo saco de la represión al mundo de la cultura. Se expulsa de la universidad a unos 400-500 alumnos.


Un importante segmento cultural, profesional, universitario… tarda tiempo en recuperarse. El partido pierde mucho predicamento ante la sociedad, siendo abandonado por muchos. La sociedad polaca da la espalda al POUP.

Entrando en la década de los setenta, la sociedad polaca y los impulsores del cambio en Polonia actúan en paralelo al partido, evidenciando una división radical que nos explica el proceso que llegará hasta la gran huelga del verano de 1980, momento en el que ya nada es lo mismo en Polonia.

En 1968 se da el otro modelo más característico de revisionismo, que es el de Checoslovaquia. En Checoslovaquia es la propia dirección del partido la que alienta la introducción de reformas, sobre todo en la estructura económica del país. A partir del intento de introducir las medidas de reforma económica se plantea la posterior reforma política. El primer objetivo del partido en 1968 es mejorar el desarrollo industrial. Checoslovaquia tiene una tradición industrial que con el modelo estalinista se ha potenciado. En  1968  el  problema  de la  industria  checoslovaca  es  su obsolescencia. Desde finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta no se han introducido prácticamente mejoras técnicas para la adecuación de la estructura industrial a los nuevos tiempos. El caso de Checoslovaquia es el de una industria que en época estalinista ha sido pujante gracias a la llegada de recursos de la URSS, pero que a la altura de 1968 está paralizada, sin haberse introducido mejoras sustanciales para su relanzamiento. Es el  caso  de  la  industria  agroalimentaria,  de  las  industrias  de  automoción,  de  las siderúrgicas y las metalúrgicas…

Así, lo que plantea el partido es una política autónoma para definir sus propias necesidades, e incluso plantea la posibilidad de solicitar créditos fuera de la órbita soviética. Dentro de los planes de reforma productiva y de la industria, además, el Gobierno checo propone que industrias de fuera del campo socialista puedan participar en el relanzamiento de la economía productiva. También hay planes para la inversión directa en infraestructuras de transportes en Checoslovaquia, y en esos planes de mejora del sistema de comunicación cabe la posibilidad de la entrada de capitales extranjeros que puedan explotar durante un tiempo esas nuevas vías de comunicación.

En  esta  atmósfera  de  cambios  se  produce  en  abril  de  1968  la  elección  de Alexander Dubcek como Secretario General del Partido Comunista. Dubcek representa los intereses de los sectores reformistas dentro del partido. Lanza lo que se denomina el Programa de Acción, que por un lado asume todas esas medidas de reforma que se pretenden introducir en la economía, pero además supone un salto cualitativo porque pasa  de  los  programas  reformistas  exclusivamente  económicos  a  también  introducir dentro del programa cambios políticos, que afectan a las instituciones. No cuestiona el sistema socialista, como sí hace el programa reformista húngaro. Habla de socialismo, de propiedad  colectiva,  del  papel  dirigente  del  Partido  Comunista…  pero  deja  la  puerta abierta  a  una  reforma  institucional  que  se  vaya  acomodando  paulatinamente  a  los tiempos. Este planteamiento no tranquiliza  al Kremlin.  No  termina este programa  de convencer a la Unión Soviética. Dubcek no es para la URSS el Secretario General más adecuado.


Para  la  población  checoslovaca  este  Programa  de Acción  se  queda  corto.  La población tiene un cierto grado de decepción respecto a las expectativas de lo que piensan que puede ser este plan y lo que realmente es. No obstante, ese distanciamiento entre la población checoslovaca y sus dirigentes trata de encauzarse a través de una forma peculiar. Dubcek, que no tiene las condiciones de líder popular que en Hungría ha tenido Nagy y que es una persona mucho más cercana al Kremlin, es consciente de la necesidad del apoyo popular a las medidas de reforma. Dubcek sabe pautar la puesta en marcha de las medidas no tratando de llevar a cabo en muy poco tiempo, radicalmente, todo lo propuesto (los ejemplos previos demuestran lo contraproducente que sería), sino desarrollando poco a poco medidas parciales, paulatinas, y junto a ellas aprobando medidas populares mejor percibidas por la población.
Cuenta en principio con el apoyo soviético. Entre esas medidas está no el levantamiento del sistema de control de los medios, pero sí su relajación. Se permite así una atmósfera cultural, reivindicativa, más  activa.  La  población  percibe  que  algo  cambia.  Comienzan  a  publicar  en  checo algunos autores obras prohibidas en la URSS. Surgen editoriales independientes. Se dinamiza la vida cultural. Se lleva a cabo una política de mayor tolerancia con las confesiones religiosas. Se trata de potenciar la igualdad real entre Chequia y Eslovaquia, planificando un fomento de la economía eslovaca, la transformación del campo…

Todo esto se hace de forma progresiva y con la aquiescencia de las autoridades soviéticas. Pero este proceso se ve paralizado de forma brusca, radical, por varias razones. A mediados de 1968 hay en la URSS un giro a favor de la recentralización del control sobre los países socialistas, especialmente sobre las relaciones exteriores y económicas. La Unión Soviética trata de reformular la política económica del socialismo mediante la recentralización, con un control mayor del plan sobre las economías productivas de cada uno de los países socialistas. Los soviéticos pretenden hacer más eficaz su propio sistema. En 1968 la URSS despilfarra recursos económicos y materias primas, y una parte de ese despilfarro se produce en estos países por la poca eficacia económica de sus mecanismos productivos. Pretende mejorar la eficacia del sistema volviendo a un control mayor. Por otra parte, los movimientos que se están produciendo en Europa Occidental se ven con recelo por parte de la URSS. Aunque son movimientos que se producen en países capitalistas, de tendencia izquierdista, la URSS teme que se puedan extender.

En la madrugada del 21 de agosto de 1968 se produce la invasión de Checoslovaquia. Frente al caso húngaro, en el caso checoslovaco no está tan claro el motivo último para la intervención soviética, fundamentalmente porque Dubcek y el equipo reformista checoslovaco no pretenden poner en tela de juicio el sistema socialista. Las reformas están dentro del modelo. Los equipos económicos checoslovacos con anterioridad a la invasión tienen un gran reconocimiento en la Unión Soviética, siendo llamados a Moscú en muchos momentos para que expongan sus propuestas de reforma. Lo que ocurre de abril a agosto de 1968 es que los soviéticos, liderados por Brezhnev, les espanta cualquier movimiento que pueda generar una cierta contestación en las calles.


Aunque en un principio la URSS ha visto con buenos ojos el paquete de reformas económicos, en cuanto a estas reformas se añaden en el programa de abril propuestas de cambios políticos se produce la reacción soviética. Los soviéticos piensan que ese tipo de cambios pueden incidir en manifestaciones de carácter popular que se le vayan de las manos al Gobierno checoslovaco. Además, en 1968 los soviétologos hablan de una crisis en el PCUS porque dentro de los sectores más burocratizados del partido pugnan por determinadas partidas el poder. Ante la crisis checoslovaca estas distintas facciones del PCUS adoptan diferentes puntos de vista, aun siendo todos partidarios de la intervención.

Cómo parar los pies a Dubcek se entiende por un sector y por otro como una forma de justificar su poder. Ambos sectores son partidarios de intervenir en Checoslovaquia. Uno de los sectores (el de Podgorni) es partidario de una intervención no militar, mientras que los partidarios de Brezhnev optan por la vía militar. Además, un sector del Ejército Rojo está interesado por mostrarse visible en Europa, por mostrar en Europa la capacidad militar soviética.

Así, el 21 de agosto de 1968 se produce la intervención del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia.
El Pacto de Varsovia está pensado como un pacto defensivo, no para intervenir en un país socialista. Esto obliga a un cambio de doctrina. En cuanto a Checoslovaquia, la política es diferente a la de Hungría. Los soviéticos obligan a Dubcek a dar marcha atrás para que no parezca ante los checoslovacos que se trata de una intervención foránea. Dubcek se pliega a ese juego y en un año, desde el verano de 1968 hasta abril de 1969, desmantela tanto en la teoría como en la práctica las medidas reformistas. En abril de 1969 se procede a la destitución de Dubcek y su equipo, nombrándose un nuevo equipo dirigente fiel a Moscú encabezado por Gustav Husak.
En Checoslovaquia la represión es diferente a la de Hungría. Los soviéticos han aprendido que la publicidad de los procesos húngaros ha ido en contra de la URSS. Así, la represión tiene una intensidad menor en el caso checoslovaco y no se le da esa publicidad.

No obstante, Checoslovaquia, tras Hungría, supone otra crisis en el movimiento comunista  internacional.
Muchas  personas  abandonan  los  partidos  comunistas  y algunos partidos se alejan de la URSS y se acercan a las posturas eurocomunistas. Ante las críticas a la URSS las autoridades soviéticas son contundentes. Brezhnev reclama que se reconozca la hegemonía de Moscú, y considera que cualquier alejamiento de la política de Moscú es participar de la política capitalista.

También se entienden las políticas internas de Yugoslavia dentro de este revisionismo. En primer lugar porque la muerte de Stalin supone el inicio de la recomposición de las relaciones entre la URSS y Yugoslavia.
La muerte de Stalin favorece progresivamente un encuentro mayor entre ambos países, primero a través de unas delegaciones para finalmente visitar Tito Moscú y Khruschev Belgrado. Entre 1955 y 1956 esos contactos previos han fraguado, produciéndose las visitas recíprocas de los líderes. Esa normalización de las relaciones entre Yugoslavia y la URSS redunda en una mejora de los intercambios económicos.


Yugoslavia obtiene precios razonables, fuentes energéticas, maquinaria, herramientas… Se intensifican las relaciones comerciales. También Yugoslavia aumenta sus exportaciones a la URSS (algunos minerales y sobre todo productos manufacturados, fundamentalmente piezas de recambio, patentes relacionadas con la industria de la automoción…).

Se rompe el aislamiento que Yugoslavia ha establecido respecto a la URSS. Se normalizan las relaciones diplomáticas. Yugoslavia mantiene su política autónoma respecto a la URSS, no obstante. Dentro de esta normalización   también   Yugoslavia   vive   problemas   internos   derivados   de   los desequilibrios económicos regionales, por algunas tensiones nacionalistas y por una crisis económica  sufrida  fundamentalmente  por  Croacia  dentro  de  la  federación.  Estos problemas se manifiestan fundamentalmente a mediados-finales de los años sesenta, obligando a los responsables yugoslavos a introducir algunas reformas que se sitúan dentro de ese revisionismo. Por ejemplo, está el problema del Kósovo.
Ya a la altura de mediados-finales de los sesenta cualquier índice de escolarización, sanitario, económico… muestra que Kósovo y Montenegro están a una distancia enorme de repúblicas como Eslovenia o la propia Serbia. Se producen manifestaciones y protestas. Las autoridades controlan la situación y promueven políticas concretas para la mejora de la situación de Kósovo. En Croacia también hay problemas por la crisis de una serie de industrias. Lo que generan estos movimientos contestatarios es la puesta en marcha de programas específicos para mejorar la economía del Kósovo y Montenegro y también un programa de readecuación del sistema autogestionario a los nuevos tiempos, tratando de que el sistema económico federal esté más cohesionado e integrado, tratando de equilibrar las economías regionales y dando más autonomía decisiva a las autoridades de cada uno de los   territorios   federados.   El   poder   central   pierde   competencias   (sobre   todo   de organización sanitaria, escolares, de mercado interno, de reasignación de recursos…) frente a las repúblicas federadas.

El revisionismo, todo este periodo que va desde la muerte de Stalin hasta finales de los sesenta, se caracteriza por la toma de conciencia crítica por parte de los distintos sectores de la población respecto a la política y la economía de los países socialistas que se manifiesta en forma de manifestaciones, protestas obreras… La respuesta de los países socialistas se concreta en planes reformistas, transformadores, dentro de la estructura del sistema socialista. El fracaso de los planes de reforma hay que entenderlo fundamentalmente en función del contexto de Guerra Fría y del poder efectivo que la URSS  tiene  sobre  estos  países.  El  final  de  este  periodo,  con  el  fracaso  de  los movimientos revisionistas, da lugar a lo que la historiografía denomina como el periodo de normalización, volviéndose a las pautas marcadas directamente por el Kremlin, la adecuación de las políticas de los diferentes países a la política soviética.

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