Contexto y Proclamación de la Restauración Borbónica (1875-1898)
En 1874, el general Arsenio Martínez Campos encabezó un alzamiento en Sagunto y proclamó rey de España a Alfonso XII. Otros jefes militares se unieron a la proclamación y el general Francisco Serrano, que entonces era presidente del Gobierno, fue desautorizado por sus oficiales y se exilió temporalmente. En Madrid, se formó un Gobierno provisional presidido por Antonio Cánovas del Castillo. El nuevo jefe del Gobierno ya gozaba de la confianza de Alfonso XII, a quien había redactado el Manifiesto de Sandhurst, un documento público que exponía los principios de la Restauración.
El 9 de enero de 1875, el joven rey entró en España por el puerto de Barcelona, donde fue recibido con gran cordialidad oficial y popular, y el día 14 llegaba a Madrid. La dinastía borbónica acababa de ser restaurada.
Pilares Políticos de la Restauración (1875-1898)
Los ejes políticos de la Restauración (1875-1898) fueron el fin de la Guerra Carlista, el establecimiento del bipartidismo, la Regencia de María Cristina y la política exterior.
El Fin de la Tercera Guerra Carlista
La primera acción política importante del nuevo rey fue desplazarse al norte de la Península para dirigir la guerra contra los carlistas. Sin embargo, mientras se dirigía a la zona del conflicto, Alfonso XII ofreció una amplia amnistía en la que proponía el olvido del pasado y la adhesión a la monarquía constitucional que él representaba. Uno de los antiguos líderes del carlismo, el general Ramón Cabrera, aceptó la amnistía y también dirigió un manifiesto a las tropas carlistas, en el que se invitaba a poner fin a una guerra devastadora.
El conflicto se resolvió cuando Carlos VII, pretendiente carlista, vencido en el norte, se exilió en Francia con sus tropas. Los carlistas ya no volvieron a levantarse en armas, aunque su pensamiento tradicionalista se mantuvo vivo. Cánovas aprovechó el fin de la guerra para derogar en 1876 los fueros vasco-navarros y aumentó la intervención del Estado en la administración del País Vasco y Navarra, estableció el servicio militar obligatorio y la contribución a los gastos de Hacienda.
La Política Exterior y la Cuestión Cubana
En Cuba, la guerra de liberación había comenzado diez años antes, con el llamado Grito de Yara. El general Martínez Campos fue enviado a la colonia caribeña con el encargo de combatir a los rebeldes y negociar un acuerdo. Se firmó la Paz de Zanjón, en 1878, en la que se concedía a los cubanos los mismos derechos que a los españoles.
El Sistema Bipartidista
Cánovas del Castillo impulsó un régimen bipartidista inspirado en el modelo inglés. Su intención era crear dos grandes partidos políticos que se ajustaran a la legalidad que él mismo había diseñado. Esto dejaba fuera del sistema a los carlistas y a los republicanos. Los partidos que dominaron durante la Restauración fueron el Conservador y el Liberal.
Cánovas lideró el Partido Liberal Conservador, conocido después como Partido Conservador, que estaba formado por personas procedentes del antiguo Partido Moderado, de la Unión Liberal y de un sector del Partido Progresista.
Sagasta lideró el Partido Liberal Fusionista, llamado después Partido Liberal, en el que se integraron demócratas, radicales y republicanos. Este grupo político recibió la influencia y el apoyo de profesionales liberales, comerciantes, banqueros, militares y funcionarios.
Tras la victoria del Partido Conservador en las elecciones, se redactó la nueva Constitución de 1876. La vida política del país se basó en la alternancia de los dos grandes partidos en el poder del Estado.
El bipartidismo se consolidó tras la muerte del rey Alfonso XII, en 1885, sin sucesión masculina y estando la reina embarazada. Cánovas presentó su dimisión y sugirió a la reina regente que encargara la formación de un nuevo gobierno a su rival, el liberal Sagasta. El 17 de mayo de 1886 nacía Alfonso XIII, hijo póstumo de Alfonso XII.
La Regencia de María Cristina
A la muerte de Alfonso XII, su esposa fue designada regente. El primer turno político de la regencia fue de signo liberal, durante el cual los liberales desarrollaron una intensa actividad legislativa.
Los presidentes del Gobierno, Cánovas o Sagasta, se alternaban en el poder. Sin embargo, en 1897, con Cuba en pleno levantamiento por la independencia, Cánovas fue asesinado, y Sagasta volvió al poder.
Fundamentos Ideológicos y Legales de la Restauración
El Ideario de Cánovas
Cánovas fue un hombre práctico en política y confiaba más en el éxito de las ideas que en la pureza de los planteamientos. Este político, encargado de dirigir el país, creyó que la patria, la monarquía, la dinastía histórica, la libertad, la propiedad y el gobierno conjunto del rey con las Cortes eran incuestionables y claves en la organización política, por lo que tenían que formar parte de la Constitución. En consecuencia, Cánovas sostenía que los sectores que no los aceptaran no podían tener cabida en el sistema de la Restauración ni en la elaboración de la Constitución.
La Constitución de 1876
La Constitución empezó a debatirse en febrero de 1876. Aparte de los principios que Cánovas consideraba básicos, como la monarquía borbónica o la legislación conjunta del rey con las Cortes, los principales temas ideológicos en los que se oponían los dos partidos dinásticos fueron objeto de negociación. Las divergencias más importantes se centraron en el concepto de soberanía, el sistema electoral y la confesionalidad del Estado.
Algunas de estas divergencias se solucionaron mediante una redacción flexible de los artículos. De esta forma, cada gobierno podía adoptar la formulación que mejor se adecuara a su ideología.
En cuanto a la religión, se llegó a una solución de tolerancia. Por una parte, el Estado se declaraba confesional y se obligaba a mantener el culto católico y a sus ministros, aspecto que identificaba a los conservadores. Pero, por otra parte, los liberales conseguían la libertad de conciencia.
La Práctica Política: Legislación y Caciquismo
La Restauración supuso el retorno a la sociedad liberal moderada, pero con nuevas formas de gestionar la política. Se trataba de evitar los enfrentamientos de la Revolución Gloriosa de 1868 que habían hecho peligrar a la dinastía borbónica y a la propia monarquía. Todos los esfuerzos del sistema canovista se reflejaron en las medidas legislativas, para potenciar la estabilidad, y en el descarado control de los resultados electorales, que garantizó la permanencia en el poder de los dos partidos.
Con la Constitución de 1876, cada gobierno pudo legislar de acuerdo con sus ideas, pero manteniendo respeto por la obra que había realizado anteriormente el otro partido.
Por su parte, los gobiernos liberales legislaron desde una óptica más progresista, como en el caso de la legislación sobre la libertad de reunión y expresión, la Ley de Prensa, la Ley de Asociaciones de 1887, el Código Civil, entre otras.
Las elecciones nunca fueron transparentes. El mecanismo político fue siempre el mismo: cuando un presidente de Gobierno se veía obligado a dimitir a causa de una crisis o de un escándalo, el rey encargaba la formación de un nuevo gobierno al líder de la oposición, quien disolvía las Cortes y convocaba unas elecciones que siempre ganaba por mayoría absoluta.
En definitiva, la España oficial se divorciaba cada vez más de la España real y el sistema parlamentario se desprestigió por la práctica del falseamiento electoral y del caciquismo. El turno en el poder entre liberales y conservadores aseguró la continuidad de la Restauración.
Los Nacionalismos Periféricos en la España de la Restauración
El liberalismo español se había basado en una idea centralista del Estado y la nación. Incluso entre los demócratas y republicanos predominaba el sentido centralista y unitario del Estado. Algunas fuerzas, como los carlistas y los republicanos, propugnaban una idea de España como unión de territorios que mantenían sus fueros medievales (los carlistas) o como unión de estados libremente asociados (los republicanos federales).
Surgieron los regionalismos como movimientos que reclamaban formas de autogobierno en los territorios con lengua propia y señas de identidad y tradiciones peculiares y arraigadas, especialmente en el País Vasco, Cataluña y Galicia. Su base social inicialmente fue la pequeña burguesía, el campesinado y sectores del clero, ampliándose a la alta burguesía e incluso al proletariado en el caso catalán.
El Regionalismo y Nacionalismo Catalán en la Restauración
Como en los otros nacionalismos, el inicio tuvo un carácter cultural. Este movimiento se denominó la Renaixença, que abarcaba los más diversos campos de la actividad intelectual —Historia, Literatura, Artes— que tuvieran relación con Cataluña y siempre utilizando su propia lengua.
Se presentaron dos alternativas: la más radical de Almirall, que creó el Centre Català, como una organización patriótica que estuviera por encima de los otros partidos; y la más conservadora, la Lliga de Catalunya. La primera se apoyaba en la burguesía media y baja, reivindicaba leyes de carácter proteccionista y tenía un carácter liberal. La Lliga de Catalunya era de carácter más conservador y católico, apoyada por la media y alta burguesía.
La Lliga fue liderada por Prat de la Riba, quien presentó su programa político en las Bases de Manresa.
En 1891, el Centre Català y la Lliga de Catalunya, gracias a las gestiones de Enric Prat de la Riba, se fundieron en la Unió Catalanista. En su primera asamblea, celebrada en Manresa en 1892, se redactaron las Bases de Manresa para una constitución regional catalana.
Los Inicios del Nacionalismo Vasco
El nacionalismo vasco surgió sobre todo a partir de la defensa de los fueros. Sus bases eran el clero, el campesinado y la pequeña burguesía. La abolición de los fueros históricos generó una sensación de derrota que llevó a reivindicar la recuperación de los fueros. Los perdedores de la guerra carlista soñaban con un País Vasco tradicionalmente agrario. Sus enemigos eran el gobierno liberal español y la inmigración.
El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, recogió y formuló estas ideas que flotaban en la sociedad: para un pueblo «diferente», recuperar los fueros totales era recuperar la plena soberanía, lo cual significaba independencia. El lema nacionalista vasco era «Dios y Ley Vieja», es decir, fueros y tradiciones.
El 31 de julio de 1895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con una declaración antiespañola y la voluntad de restaurar en el territorio las leyes tradicionales. Con el ingreso del naviero De la Sota en 1898, el PNV amplió sus bases hacia una burguesía más moderna e industrial. Buscaban la autonomía dentro del Estado español, o incluso la independencia.
Se configuraron dentro del PNV dos tendencias que se mantendrían en el futuro: la de una dirección más reivindicativa ante el gobierno de Madrid y la de unas bases independentistas que, si bien apoyaban la política de su dirección ante el gobierno central, cultivaban la aspiración final a la soberanía y la independencia.
Andalucía durante la Restauración
Andalucía reflejó el bipartidismo. El Partido Conservador estaba integrado por terratenientes, nobles y burgueses, que constituían la oligarquía. La burguesía urbana e industrial se alineaba con el Partido Liberal.
Las ideas republicanas arraigaron en la comunidad, aunque no lograron obtener los suficientes representantes. El Partido Federal tuvo gran protagonismo, considerado heredero de los liberales. La aportación más importante fue el proyecto de Constitución Federal, en el que se planteaba una organización política federal.
El caciquismo se vio favorecido por las altas cotas de analfabetismo, el dominio de tierras y la creciente influencia de los anarquistas en el campo. Surgió una figura clave: el «señorito», con gran poder económico.
El Desastre de 1898 y el Fin de la Restauración
Desde 1868, las insurrecciones cubanas habían sido casi permanentes y fueron sofocadas tanto por la vía militar como mediante pactos políticos. Pero en 1895, con el llamado Grito de Baire, se les unió un intelectual clave: José Martí.
El gobierno español envió hasta 300.000 soldados bajo el mando de Martínez Campos, pero sin éxito. Tanto Cánovas como Sagasta estaban dispuestos a otorgar a los cubanos concesiones mayores de las que habían gozado tras la Paz de Zanjón. Hubo un nuevo jefe de operaciones: Valeriano Weyler.
En Estados Unidos, ganaron las elecciones los republicanos y el nuevo presidente, McKinley, era partidario de intervenir en el conflicto cubano.
Se publicó una nueva Constitución para Cuba, donde quedaba establecido que sería un Estado autónomo dentro de España.
En la batalla naval de Santiago de Cuba, la flota española sucumbió ante la potencia de los barcos de Estados Unidos y el gobierno español no tuvo más opción que pedir la paz. En la Paz de París, España perdía definitivamente todas sus posesiones de ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.