La Segunda República Española: De la Proclamación a la Polarización (1931-1936)

La Proclamación de la Segunda República, el Gobierno Provisional y la Constitución de 1931. El Sufragio Femenino.

La Segunda República se proclamó el 14 de abril de 1931, tras las elecciones municipales del 12 de abril, con un gran ambiente de esperanza y alegría en amplios sectores sociales, especialmente entre quienes reclamaban reformas políticas, sociales y económicas. Sin embargo, el nuevo régimen también enfrentaba tensiones y divisiones políticas internas, en un contexto internacional marcado por la crisis económica y la polarización ideológica.

Se formó un Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora, que impulsó reformas sociales, militares y territoriales. En lo social, bajo la dirección de Largo Caballero, se establecieron medidas como la jornada laboral de ocho horas y la prohibición de contratar jornaleros fuera del municipio. En lo militar, Manuel Azaña impulsó la modernización del ejército y su subordinación al poder civil, con medidas como la reducción de capitanías generales. Territorialmente, se aprobó la autonomía catalana. El gobierno tuvo que enfrentarse a conflictos con la Iglesia y los anarquistas, que llevaron a huelgas y tensiones en ciudades como Sevilla y Madrid.

La Constitución de 1931, fruto de las elecciones a Cortes Constituyentes en junio, definió la República como “una república de trabajadores de todas las clases” y proclamó la soberanía popular. Estableció el sufragio universal, incluyendo a las mujeres, fortaleció el poder legislativo con una cámara única y definió un Estado laico, con separación entre Iglesia y Estado, libertad de cultos y eliminación del presupuesto para el clero. Además, garantizó derechos sociales como el divorcio, la educación primaria gratuita y la protección a la maternidad. La propiedad privada quedaba subordinada a los intereses de la economía nacional.

El sufragio femenino fue uno de los temas más polémicos del momento. Defendido principalmente por Clara Campoamor, mientras que Victoria Kent y otros mostraron reticencias por considerar que el voto femenino podía estar influenciado por la Iglesia y favorecer a la derecha.

El Bienio Reformista (1931-1933): Transformaciones Sociales, Culturales y Territoriales, y Reacciones Políticas.

Durante el Bienio Reformista (1931-1933), el gobierno presidido por Manuel Azaña intentó transformar la sociedad española a través de reformas profundas, a pesar de la difícil situación económica y el aumento del desempleo. Se promovieron reformas laborales para mejorar las condiciones de trabajo, y reformas militares para modernizar y democratizar el ejército mediante la exigencia del juramento de fidelidad a la República y la jubilación forzosa de mandos que se negaron.

La reforma educativa fue clave, con la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria, la creación de maestros públicos, la eliminación de la enseñanza religiosa obligatoria y la extensión de la cultura a zonas rurales mediante las Misiones Pedagógicas, que ofrecían bibliotecas, cine, conciertos y teatro itinerante.

En el ámbito territorial, se reconocieron los derechos de regiones como Cataluña, País Vasco y Galicia para establecer sus Estatutos de Autonomía, conforme a la Constitución.

La reforma religiosa buscó consolidar un Estado laico y limitar la influencia de la Iglesia, culminando con la Ley de Congregaciones Religiosas en 1933 que prohibió ciertas órdenes.

La reforma agraria pretendía resolver el problema de la concentración de tierras mediante la expropiación y redistribución de latifundios mal explotados, para beneficiar a campesinos sin tierra. Sin embargo, su aplicación fue lenta y conflictiva, generando decepción y un aumento de la tensión social en el campo.

Las reformas provocaron reacciones de oposición política, militar y social. La derecha política se organizó en la CEDA de José María Gil Robles, que defendía la religión y la propiedad, mientras que las fuerzas militares intentaron un golpe de Estado en 1932 (la “sanjurjada”), que fracasó. Por otro lado, la izquierda radical, especialmente la CNT-FAI, impulsó huelgas e insurrecciones, con episodios violentos como la masacre de Casas Viejas en 1933, que dañó la imagen del gobierno de Azaña.

El Bienio Conservador (CEDA y Partido Radical), el Frente Popular y la Escalada de Violencia.

Después de las elecciones de 1933, se formó un gobierno de coalición entre el Partido Radical, encabezado por Alejandro Lerroux, y la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil Robles. Esta alianza marcó el comienzo del Bienio Conservador, caracterizado por la paralización e incluso reversión de muchas de las reformas sociales y políticas impulsadas durante el bienio anterior. El gobierno del Partido Radical y la CEDA devolvió tierras a sus antiguos propietarios y restringió los avances en educación, derechos laborales y modernización del ejército.

La represión de las protestas obreras y campesinas se intensificó, lo que provocó un aumento significativo de la conflictividad social. La tensión llegó a su punto más alto en octubre de 1934 con la insurrección en Asturias, un movimiento obrero radical que fue aplastado con gran dureza por el ejército, causando numerosas víctimas. Simultáneamente, en Cataluña, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó la instauración de un Estado Catalán dentro de una República Federal, lo que también fue reprimido violentamente por el gobierno central. Estos hechos dejaron una profunda huella de división y resentimiento entre las fuerzas políticas.

La crisis social y política acrecentó la polarización entre derecha e izquierda. En este contexto, en febrero de 1936, el Frente Popular, una coalición de partidos de izquierda, ganó las elecciones generales. Su gobierno intentó reactivar las reformas sociales, agrarias y laborales suspendidas, pero se encontró con una oposición feroz por parte de sectores conservadores y militares. La situación política se volvió cada vez más inestable, con frecuentes episodios de violencia callejera, huelgas y enfrentamientos entre grupos radicalizados, lo que acercó a España irremediablemente al estallido de la Guerra Civil.

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