La Transformación Económica Global: Reconstrucción, Auge y Desafíos (1945-1980)

1. Los años de la reconstrucción, 1945-1950.

1.1. La guerra y sus consecuencias.

La marcha de Hitler a través del continente continuó sin impedimentos y en la segunda mitad de 1942 el nuevo imperio alemán abarcaba casi toda la Europa continental. El proyecto nazi contemplaba la formación de una sola comunidad económica para el conjunto del continente, trabajando bajo dirección alemana y con el Reich como centro industrial del sistema. Las necesidades inmediatas de una larga guerra generalizada marcaron las prioridades de Alemania. La rapidez de la inicial victoria militar alemana se apoyó en una mejor preparación en los años previos al conflicto, que sorprendió a las más débiles naciones atacadas. Solo a partir del invierno de 1942-1943, debido a la resistencia rusa, el imperio alemán empezó a disminuir. La entrada de Estados Unidos en la guerra marcó también un punto de inflexión decisivo. El compromiso de una guerra total en el lado aliado movió a una masiva concentración de fuerza armamentista y una extensa movilización de la mano de obra y de los recursos económicos. Por su parte, Alemania trató de explotar los recursos de los países conquistados para atender a sus propias necesidades. La provisión general de bienes y servicios para la guerra solamente en Gran Bretaña y Estados Unidos superó probablemente la disponible en Alemania en 1944 en un 75%. Las ofensivas aliadas desde 1944 redujeron el potencial militar y económico alemán. Finalmente, con unos recursos menguantes y una producción en declive, Alemania sucumbió a la ofensiva final de los aliados en la primavera de 1945.

En la Segunda Guerra Mundial, respecto a las pérdidas de población, Aldcroft recoge la cifra de 40 millones de víctimas, entre bajas militares y civiles causadas por la guerra. Las muertes de civiles sobrepasaron ampliamente a las de militares, debido a las políticas de exterminio masivo de los nazis. Las pérdidas de vidas a causa de enfermedades, epidemias y guerras civiles fueron muy modestas, mientras que el déficit de natalidad del periodo bélico parece haber sido muy bajo. Estos factores suponen de 5 a 7 millones de personas, excluyendo la Unión Soviética, donde el déficit de natalidad fue bastante alto. Además, unas 35 millones de personas fueron heridas y millones padecieron desnutrición; unos 25 millones de personas fueron víctimas de la Unión Soviética, mientras que también se produjeron grandes pérdidas absolutas en Polonia, Alemania y Yugoslavia. Cerca de una quinta parte de la población de Polonia murió durante la guerra, mientras que en Alemania pueden haber superado los 6 millones. Las pérdidas fueron de alrededor de un 5% de la población en Hungría, Rumanía, Checoslovaquia, Yugoslavia y Grecia.

Las pérdidas de población fueron compensadas por un notable exceso de los nacimientos sobre las muertes, un fuerte aumento de la fertilidad en la Europa noroccidental (exceptuada Francia), de manera que la población total europea (sin Rusia) en 1945-1946 era muy similar a la de antes de la guerra. La guerra cambió algunos rasgos de la estructura de la población. En Alemania y Rusia, hubo un grave déficit de población en los grupos de edad más productiva, junto con un desequilibrio entre los sexos (mayor número de mujeres). Al finalizar la guerra, más de 15 millones de personas estaban esperando el traslado de un país a otro.

Los daños en el stock de capital fueron muy cuantiosos, aunque difíciles de cuantificar. En las áreas invadidas de la Unión Soviética, unas 17 000 ciudades y villas y 70 000 pueblos fueron devastados, así como el 70% de las instalaciones industriales y el 60% de los medios de transporte. Los bombardeos sobre ciudades ocasionaron una grave destrucción del stock de viviendas. A los 10 millones de casas destruidas o gravemente dañadas en Europa hay que añadir por lo menos 6 millones para compensar el déficit derivado de la interrupción de las construcciones.

Los sistemas de transporte también fueron gravemente dañados e interrumpidos. El transporte ferroviario estaba colapsado casi por completo y durante algún tiempo después de la guerra hubo poco tráfico terrestre regular en Europa, aparte de los convoyes militares. Muchos puertos estaban cerrados o destruidos, las vías fluviales estaban fuera de servicio, mientras que el uso de transporte por carretera era limitado. Además, la flota mercante de Europa era solo el 61% de la de antes de la guerra.

La situación en la agricultura y en la industria también era negativa. La incidencia de las pérdidas definitivas fue muy desigual, siendo más extensas en los principales sectores básicos, tales como el carbón, el acero y la energía. Hubo un desequilibrio entre las industrias de bienes de consumo y de producción. El sector agrario fue gravemente afectado por la pérdida de fertilidad de la tierra, la destrucción y saqueo del equipo y las pérdidas de ganado, sobre todo en Polonia y Rusia. En el verano de 1945, la producción industrial era menos de la mitad de la de antes de la guerra en todos los países excepto en Gran Bretaña, Suiza, Bulgaria y los países escandinavos. El déficit en la agricultura no fue tan agudo, pero estuvo lejos de ser modesto. Solo uno o dos países, especialmente Dinamarca y Gran Bretaña, consiguieron aumentar el producto agrícola durante la guerra. Hubo un descenso considerable de la renta nacional total en la mayoría de los países entre 1938 y 1946. La reducción de la actividad productiva fue mucho mayor de lo que parecía indicar la pérdida física completa de activos y población.

La escasez de alimentos, materias primas y bienes de consumo en general fue aguda en Europa, pero esto era parte de un problema más amplio. En el periodo de la inmediata posguerra hubo una escasez mundial de materias y productos alimentarios. En 1947-1948 la producción mundial de alimentos estuvo un 7% por debajo del nivel de antes de la guerra. Al terminar la guerra, el comercio de exportación de muchos países europeos era casi inexistente. A finales de 1945 el volumen de exportaciones estaba un 20% por debajo del nivel de antes de la guerra en todos los países, excepto en el Reino Unido, Suiza y Escandinavia. Asimismo, los ingresos por las exportaciones invisibles de muchos países habían sido seriamente dañados por la disminución del comercio, la pérdida de buques y la liquidación de activos extranjeros. En consecuencia, el volumen de importaciones en Europa en el periodo posterior a la liberación superó raramente el 50% del nivel de 1937.

1.2. La política de reconstrucción.

Las fuertes diferencias políticas entre los aliados y la Unión Soviética se tradujeron inevitablemente en la delimitación de esferas de influencia en Europa, lo que condujo a la división de Este-Oeste. Esta Comisión fijó los límites de las zonas de ocupación en Alemania y creó efectivamente la división Este-Oeste. Rusia pudo aumentar su territorio principalmente a costa de Polonia. Esto proporcionó a Rusia un territorio adicional de 709 600 km cuadrados y añadió 25 millones a su población. Aunque los cambios territoriales no fueron enormes, contribuyeron a ratificar la rivalidad de Este-Oeste. También implicaron movimientos considerables de población. Los principales perdedores fueron Alemania y Polonia, mientras que la Unión Soviética fue el beneficiario principal, no solo en términos de territorio y población, sino también por su influencia en toda la Europa oriental.

Los rusos querían reparaciones sustanciales para compensar sus enormes pérdidas, mientras que los aliados, en particular los EE. UU., eran menos ambiciosos en sus demandas. Negociaciones sucesivas establecieron una fórmula por la que las reparaciones tenían que pagarse no a partir del producto corriente, sino a partir del stock de capital existente en Alemania. El programa de desmantelamiento se fijó a un nivel relativamente alto, pero más tarde se redujo de forma sustancial y el valor total de las reparaciones en equipo finalmente cedidas fue absolutamente modesto. Las deudas de guerra demostraron ser un problema mucho menor después de la Segunda Guerra Mundial para la mayoría de los países, con la excepción de Gran Bretaña.

Desde julio de 1945, Norteamérica empezó a facilitar ayuda a Europa a través de varias organizaciones, y a principios de 1948 se habían distribuido unos 25 000 millones de dólares por todo el continente, incluyendo Europa oriental. El reconocimiento de la ineficacia relativa del programa de ayuda fue un factor que propició un cambio de política en 1947. El Plan Marshall, entró en vigor en abril de 1948 y fue diseñado para durar 4 años, aunque de hecho se integró en el programa de asistencia para la defensa mutua en 1951. El programa pretendía canalizar ayudas financieras para favorecer una rápida y eficaz recuperación económica de Europa occidental. Los fondos tenían que ser administrados por parte de EE. UU., mientras que por el lado europeo 16 naciones se unieron para formar la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE). Durante el primer año los fondos se emplearon para comprar alimentos, pero más tarde se utilizaron para adquirir materias primas y para la reconstrucción de la capacidad productiva. Puede decirse que este programa de ayuda facilitó la recuperación y la hizo duradera en el tiempo, aunque los países europeos no resolvieron todos sus problemas monetarios y de balanza de pagos de forma automática ni instantánea.

Antes de que terminara la guerra, EE. UU. y Gran Bretaña impulsaron la conferencia de Bretton Woods (1944), en la que participaron delegados de 44 naciones, con el objetivo de establecer un conjunto de acuerdos para reorganizar el sistema monetario internacional y propiciar la liberalización comercial. El Fondo Monetario Internacional tenía como objetivo la creación de las condiciones necesarias para que las transferencias de bienes y servicios de un país a otro tuvieran lugar sin problemas de restricciones sobre el comercio o de controles sobre los pagos internacionales. El Banco otorgó préstamos para proyectos específicos en los países miembros. En el terreno de la liberalización comercial, los primeros intentos para restablecer el comercio multilateral no discriminatorio fueron limitados. No salió adelante la idea de una organización permanente, pero sí cristalizó un mecanismo de negociación internacional para restablecer una liberalización comercial progresiva a través de reducciones arancelarias y la eliminación de las prácticas discriminatorias: el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT).

1.3. Ritmo y resultados de la reconstrucción (hasta 1950)

Europa occidental en su conjunto logró una rápida recuperación en los dos primeros años después de 1945, de manera que en 1947 la producción industrial había superado los niveles de preguerra en la mayoría de los países, excepto Austria, Italia, Francia y Países Bajos. Sin embargo, la agricultura estaba atrasada por malas cosechas debidas al mal tiempo, especialmente en 1946-1947. La agricultura continuaba todavía estando por detrás; en efecto, hasta el cambio de década la mayoría de países no recuperó o superó sus niveles de preguerra, e incluso en 1951-1952 el producto agrícola bruto de Europa occidental no creció más allá del 10% sobre el nivel del tiempo de paz. El empeoramiento de la relación real de intercambio impidió una pérdida de menos del 3% del producto de Europa occidental, siendo los países más seriamente afectados Gran Bretaña, Países Bajos y Dinamarca.

En el nuevo sistema monetario que impulsó el Fondo, cada país estaba obligado a establecer la paridad de su moneda en términos de oro o del dólar, y a mantener el tipo de cambio frente a otras divisas dentro de una banda de fluctuación, por encima y por debajo, por valor del 1% del valor central. Las cuotas consistirían en dos componentes: el 25% debería ser aportado en oro y dólares, y el 75% restante en la propia moneda del país miembro. Las mayores cuotas fueron inicialmente asignadas a los EE. UU., con 2750 millones, China con 550 millones, Francia con 450 e India con 400 millones. La Unión Soviética, a la que le correspondió una cuota de 1250 millones, renunció a ser miembro del Fondo. Aunque el Fondo Monetario Internacional defendía un sistema estable de tipos de cambio, también estableció cierta flexibilidad para tener en cuenta los desequilibrios fundamentales en la balanza de pagos de un país. Los miembros estaban autorizados para cambiar la paridad inicial de sus monedas, solamente con vistas a corregir desequilibrios fundamentales en sus balanzas de pagos. Tales cambios deberían ser aprobados por el Fondo, a menos que alteraran su valor por debajo de un 10% a partir de la paridad inicial. Por otro lado, el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD), conocido también como Banco Mundial, nació para ayudar a la financiación de la reconstrucción económica posbélica. Debido a la debilidad de la situación exterior de Europa occidental en estos años, el esfuerzo de recuperación dependió muchísimo del flujo de ayuda de ultramar.

La gran tarea de reconstrucción junto con los nuevos compromisos gubernamentales en términos de bienestar social, pleno empleo y mayor igualdad de rentas, entre otras cosas, significó que generalmente los gobiernos intervinieron mucho más en la economía que antes de la guerra. Todos los países dieron prioridad a la inversión a expensas del consumo. El propio gobierno se convirtió en el mayor inversor individual, bien directamente en las empresas públicas de su propiedad o por medio de otros canales. Un alto nivel de demanda, precios crecientes y un retraso en las inversiones llevaron a invertir capital y, en la coyuntura, la demanda de la inversión fue tan alta que tuvo que ser controlada, a fin de canalizar los recursos hacia áreas prioritarias. La acción política varió, aunque en ningún caso tuvo un éxito completo. Pero la política monetaria poco exigente practicada por algunos gobiernos disminuyó la posibilidad de controlar más firmemente la inflación. La mayor prioridad en los años de la posguerra fue la necesidad de mejorar las cuentas exteriores. La cuenta corriente en conjunto, que había estado aproximadamente equilibrada en 1938, mostraba un elevado aunque gradualmente decreciente déficit. Dada la incapacidad del área para ingresar suficientes dólares, se vio forzada a tomar de sus reservas y recurrir a grandes créditos para afrontar la diferencia. Las importaciones se frenaron mediante estrictos controles físicos, la restricción del consumo y la sustitución de importaciones, cuando era posible. A pesar de todo, los resultados no fueron muy satisfactorios. En resumen, Europa occidental logró una recuperación notable en el periodo de 1945 a 1950, aunque su posición exterior continuó siendo débil. El progreso económico descansó en el logro y mantenimiento de altos niveles de empleo e inversión, un gran flujo de ayuda exterior y fuertes presiones de la demanda, sobre las que nunca se perdió el control.

Alemania

Los ocupantes de Alemania no impulsaron la reconstrucción hasta 1948. En 1947 el producto industrial tanto en la zona oriental como la occidental no estaba muy por encima del que había sido al final de la guerra, el 47% y el 33% de los niveles de 1938. Ante la creciente tensión con la Unión Soviética, los aliados occidentales optaron por fortalecer un Estado alemán afín. En consecuencia, la política de represión fue completamente abandonada a favor de medidas constructivas. La reforma fue llevada a cabo por los aliados en su zona de influencia en el verano de 1948 y la Unión Soviética, como represalia, decretó el bloqueo del sector occidental de Berlín. La reforma monetaria y las medidas de estímulo de los aliados favorecieron la recuperación económica desde la segunda mitad de 1948. En 1951 la producción industrial superó el nivel de preguerra, aunque la agricultura y los servicios crecieron en menor medida. La renta per cápita se mantuvo todavía un poco por debajo del nivel de preguerra, a causa del gran flujo de población desde el Este. En el otro lado, Alemania oriental y Berlín tuvieron una ocupación y del bloqueo impuesto por la Unión Soviética.

Europa oriental

La recuperación en Europa oriental fue al principio más lenta que en el Oeste, aunque más tarde el Este recuperó parte del terreno perdido. Europa oriental tuvo que afrontar sus dificultades con una asistencia exterior limitada; la Unión Soviética proporcionó poca ayuda y ciertamente exigió reparaciones a Alemania oriental y a los antiguos aliados Hungría y Rumanía. Hubo, además, otros factores que retardaron el progreso. Los cambios de fronteras y los movimientos de población plantearon nuevos problemas a Checoslovaquia, Polonia y Alemania oriental. En 1948, cuando fue reformada la moneda alemana oriental, la mayoría de países habría recobrado el control de la situación. Asimismo, hay que tener en cuenta los cambios políticos patrocinados por la Unión Soviética en su área de influencia, que supusieron un cambio completo en el sistema de relaciones de propiedad y la aparición del Estado como principal agente de la actividad económica. En 1949 la mayoría de las principales ramas de la actividad económica, aparte de la agricultura, pasaron a ser propiedad y ser gestionadas por el Estado. A finales de 1949, los modelos y los ritmos corrientes de producción en todos los países orientales estaban ampliamente en línea con los objetivos y finalidades trazados por las autoridades. Los aumentos de la renta nacional fueron mucho más modestos, mientras que los cambios per cápita variaron considerablemente de país a país, a causa de los diferentes movimientos de población. De este modo, en Alemania oriental y Rumanía los niveles de renta per cápita eran todavía más bajos que antes de la guerra, debido a los aumentos de población y a los relativamente bajos ritmos de recuperación. Por el contrario, Checoslovaquia tuvo un aumento significativo; Polonia también se benefició por una pérdida de población. Bulgaria y Hungría también registraron modestas mejoras. La recuperación de la Unión Soviética fue aún más impresionante, dado el hecho de que el país había sufrido un daño enorme durante la guerra. El cuarto plan quinquenal (1946-1950) dio prioridad a la reconstrucción de las áreas devastadas y al desarrollo continuo de la industria pesada, especialmente en las regiones más nuevas no dañadas por la guerra. Los resultados fueron impresionantes en el sector industrial, aunque la agricultura no logró alcanzar sus objetivos. En 1950 la producción industrial era mucho más elevada que antes de la guerra. La agricultura, sin embargo, apenas consiguió alcanzar su antiguo nivel de producción del tiempo de paz. También se produjo un gran aumento de la renta nacional.

2. Desarrollo y expansión de las economías industrializadas, 1950-1973.

2.1. El ritmo del crecimiento económico.

Durante este periodo el crecimiento económico fue general, aunque más intenso en Europa que en los países de inmigración europea. Entre los europeos, el crecimiento fue mayor en los países atrasados del sur que en los del norte ya industrializados. El resultado de la diversidad en las tasas de crecimiento fue un cambio relativo de cierta importancia en la distribución del PIB en el mundo desarrollado. Europa, a pesar de su espectacular crecimiento, perdió posiciones del total mundial. Las posiciones perdidas por Europa y Estados Unidos fueron ocupadas, casi en exclusiva, por Japón. Los diferentes ritmos de crecimiento nos muestran un cierto proceso de convergencia entre Estados Unidos y Europa occidental.

2.2. Las características del crecimiento económico.

El crecimiento económico vino acompañado y fue fruto de importantes cambios en la estructura productiva. En este período se produjo el declive definitivo del sector agrario en los países desarrollados. El sector agrario siguió teniendo un importante peso en la economía de los países desarrollados. Aumentó la productividad, los rendimientos y la producción total agraria. La productividad de la agricultura aumentó. Por otra parte, los países desarrollados implantaron políticas agrarias de corte muy proteccionista. La conjunción de ambos elementos condujo a una situación de práctico autoabastecimiento alimentario del mundo desarrollado y a la progresiva generación de excedentes, lo que mermó radicalmente las posibilidades exportadoras de los productores agrarios del tercer mundo.

Paralelamente al descenso del empleo agrario, se produjo un aumento en la minería, la industria y la construcción. Este crecimiento industrial vino acompañado por cambios en la composición del producto y por cambios en los mismos productos. El sector que conoció un declive más importante fue el textil. La química y los productos metálicos elaborados fueron los que conocieron un mayor crecimiento. Se aprecia un crecimiento generalizado del sector servicios. Este crecimiento de los servicios tuvo dos componentes: se debió al desarrollo de los servicios tradicionales (bancarios, seguros, comunicaciones y telecomunicaciones) y al surgimiento y auge de nuevos servicios, particularmente, los vinculados al desarrollo del Estado del bienestar como la sanidad y la educación.

Otro de los rasgos característicos de este período fue el extraordinario crecimiento del empleo. El número de empleados creció en todos los países desarrollados y aumentó también el porcentaje de la población activa, fruto de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Destaca el crecimiento del empleo en Japón y de modo muy especial la mediocre trayectoria de España, que refleja la baja capacidad de generación de empleo. Los países europeos presentaban importantes diferencias en la creación de puestos de trabajo. En lo concerniente a las tasas de actividad, los comportamientos fueron muy diversos debido a un cúmulo de circunstancias nacionales. Encontramos países con una gran estabilidad en bajos niveles de actividad frente a países con altos niveles. La tasa media de paro en los países de la Europa occidental fue solo del 2,6 por 100 de la población activa. Entre los países europeos los peores datos correspondieron a Italia. En 1950 el desempleo era todavía un grave problema en países como Alemania e Italia. Sin embargo, en Alemania dicha tasa había descendido.

El crecimiento económico de los países desarrollados se tradujo en una importante mejora del nivel de bienestar de la población. Los ciudadanos de estos países tuvieron acceso a una alimentación mejor y más variada. Aumentaron las posibilidades de comprar una gran variedad de bienes de consumo duradero, pero también toda una amplia gama de equipamientos entre los que tuvieron cierto protagonismo algunos electrodomésticos (frigoríficos, lavadoras o televisores). De estos bienes, tal vez el que refleja mejor el carácter de esta época es el automóvil. El cambio más importante en la vida de los ciudadanos occidentales de este periodo fue el aumento del tiempo libre. Los individuos fueron retrasando su incorporación a la vida laboral y se fue adelantando la edad de retiro. El número de días de vacaciones pagadas fue también en aumento. En consecuencia, el número de horas trabajadas por persona empleada se redujo notablemente. Finalmente, aunque no es lo menos importante, los habitantes del mundo desarrollado tuvieron un acceso cada vez más fácil a servicios educativos y sanitarios, gracias a los nuevos sistemas de seguridad social establecidos por los gobiernos. La lucha contra la enfermedad y el dolor logró en este periodo éxitos destacadísimos. En definitiva, los europeos y occidentales trabajaron menos, tuvieron más tiempo libre y enormes oportunidades para disfrutarlo, dispusieron de viviendas más confortables y equipadas con una gran variedad de electrodomésticos. Su nivel de bienestar mejoró de forma apreciable.

Todo este proceso de crecimiento y de cambios estructurales se produjo en un marco de gran estabilidad monetaria y cambiaria. Atrás quedaron los graves problemas inflacionarios. El contraste con la crisis inflacionista y deflacionista que había sufrido Europa entre 1913 y 1950 no puede ser más agudo. Entre los países europeos destacó por su estabilidad Alemania. Lo mismo podemos afirmar en relación a los cambios exteriores de las monedas. Tras las inevitables dificultades derivadas de la guerra, se consolidó un sistema de tipos de cambio fijos que funcionó de forma más suave y eficaz. En esta estabilidad tuvo mucho que ver el papel del FMI y el sistema de tipos de cambio fijos creado en Bretton Woods.

2.3. Las causas del crecimiento económico.

El crecimiento de la población, que permitió un aumento sostenido de la demanda, de la producción del empleo y del comercio, fueron acompañados por un cambio tecnológico que facilitó un notable incremento de la productividad. Entre las causas que explican el crecimiento económico en este periodo tenemos que distinguir entre las relacionadas con la oferta (factores de producción) y las relacionadas con la demanda y el consumo.

Los factores de producción y el aumento de la productividad.

Las fuentes directas del crecimiento pueden dividirse en dos amplias categorías. En primer lugar, hay cambios en el volumen de recursos utilizados para producir el producto nacional. En segundo lugar, el crecimiento puede producirse como resultado de aumentos en el producto por unidad de factor. Esta categoría cubre un amplio abanico de variables que influyen en la productividad, las más importantes de las cuales son los avances en el conocimiento y las nuevas técnicas. El crecimiento puede alcanzarse elevando los factores de capital y trabajo o mediante cambios en los elementos residuales que mejoran los resultados de la productividad de los factores. Los estudios que han analizado qué parte del crecimiento de la productividad de una economía se debe al capital humano, al progreso tecnológico, nos permiten obtener algunas conclusiones. En primer lugar, la importancia del incremento del factor tierra ha sido escasa. La cuota del factor trabajo presenta amplias variaciones: muy alta en los países subdesarrollados, pero también en países avanzados. En cualquier caso, el poderoso crecimiento económico experimentado por la mayoría de las economías occidentales supuso el empleo de un contingente notablemente más numeroso de fuerza de trabajo. La oferta de trabajo aumentó debido a cinco impulsos: el crecimiento natural de la población, la modificación de la pirámide de edades, la inmigración, una tasa de población activa más alta y la absorción del paro encubierto. En general resultó mucho más importante la mejora del factor trabajo, es decir, la capacitación fruto de un mayor nivel educativo. También es muy variada la participación del capital: muy elevada en el caso de la URSS. Sin embargo, pese a que en términos absolutos la diferencia se redujo, la economía norteamericana seguía gozando de una ventaja notable. El uso acrecentado de trabajo y capital supuso una importante contribución al crecimiento económico occidental después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, estos dos factores de oferta no explican totalmente los logros alcanzados por el crecimiento, pues ambos están sujetos a largo plazo a la ley de los rendimientos marginales decrecientes. Las innovaciones, como tercer factor del lado de la oferta, pueden contrarrestar la acción de la mencionada ley. En síntesis, el porcentaje de crecimiento explicable por los factores tierra, trabajo y capital, fue relativamente bajo en los países desarrollados y muy alto en los subdesarrollados y en la URSS.

Innovación y modernización productiva.

En la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, la organización sistemática y a gran escala de la investigación industrial ha promovido de manera decisiva los aumentos de la productividad acaecidos en Occidente. Los estudios empíricos demuestran que aquellos sectores que mayores sumas dedicaron a la investigación industrial eran los que más rápidamente crecía la productividad del trabajo y del capital. Los diferentes países occidentales han dedicado sumas muy variables a la investigación industrial. Durante las dos primeras décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. fue por delante de los demás países. En el periodo entre 1957 y 1966 un 57% de los gastos norteamericanos en investigación se dirigió a proyectos relacionados con la defensa, la energía nuclear y la exploración del espacio. El hecho de que casi dos terceras partes de las sumas dedicadas a investigación en EE. UU. procediesen del gobierno federal debe atribuirse sin duda a la Guerra Fría y a la rivalidad entre Norteamérica y la Unión Soviética.

Durante los años 50 y 60 la innovación técnica se concentró más bien en sectores que podían generar un flujo continuo de nuevas tecnologías y nuevos productos. Las industrias que más éxito alcanzaron de entre estos sectores fueron la exploración espacial, la industria electrónica, el sector farmacéutico y químico y la producción de herramientas e instrumentos. Y justamente estos sectores alcanzaron las mayores tasas de crecimiento. Todos los países occidentales situaron en el centro de su esfuerzo de investigación industrial a los sectores de orientación científica. Además, los europeos dedicaron sumas considerables de dinero a la investigación en determinados sectores de la industria manufacturera. El flujo de innovaciones fue impresionante e implicó a numerosos sectores. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, la investigación industrial aportó en Occidente numerosos inventos y las consiguientes innovaciones. Los inventos muestran las posibilidades técnicas de realizar un nuevo producto. Las innovaciones consisten en llevar al mercado un nuevo producto. Los inventos e innovaciones más importantes de la época de posguerra se han llevado a cabo en sectores como los ordenadores, los plásticos, los productos farmacéuticos, el instrumental científico, las fotocopiadoras, etc. La capacidad de innovación estadounidense tuvo mucha más eficacia en los sectores nuevos que en los tradicionales. En las líneas de producción de reciente aparición, EE. UU. disponía de un adelanto tecnológico muy destacado. En cambio, en los sectores tradicionales, la posición de líder de EE. UU. con respecto a otros países occidentales no era tan pronunciada. Gran Bretaña siguió jugando un papel notablemente grande en la puesta en práctica de estas capacidades de innovación. Sin embargo, fueron empresas norteamericanas las que transformaron estas invenciones en innovaciones. Una innovación coronada por el éxito no es un fenómeno puramente tecnológico, sino algo que depende de una variedad de factores tales como las técnicas de la moderna dirección de empresas y la dimensión del mercado. Las empresas que han conseguido una ventaja en cuanto a innovación basándose en la investigación industrial pueden beneficiarse de ella en los mercados extranjeros siguiendo tres métodos.

En primer lugar, pueden dedicarse a la exportación de los nuevos productos; en segundo lugar, pueden invertir en el extranjero y atender al mercado local a partir de empresas filiales; en tercer lugar, pueden vender una licencia de producción a una empresa extranjera. EE. UU. vendió patentes y licencias de producción a empresas extranjeras. Si se analizan los resultados obtenidos en el campo de las exportaciones por los sectores intensivos en investigación, los datos empíricos confirman las conclusiones anteriores. Cuanto más gasta un país en investigación industrial, mayor es la proporción correspondiente a los sectores intensivos en investigación sobre los niveles de exportación del conjunto de la industria manufacturera. Las empresas norteamericanas que habían introducido las innovaciones originales crearon cada vez más sociedades filiales en el extranjero. Las inversiones extranjeras suponían para Europa una potente inyección de capital y no era de menos importancia la transferencia de tecnología y procedimientos de gestión empresarial que implicaban.

El protagonismo de la gran empresa. El consumo energético.

El fuerte crecimiento de la economía mundial después de la Segunda Guerra Mundial estuvo motivado por importantes innovaciones en la dirección de las empresas y en los métodos de gestión. La estrategia de crecimiento de las grandes empresas modernas exigía nuevas formas de organización. Las empresas fueron cada vez más sustituidas por empresas dotadas de una estructura multidivisional. Durante el periodo entre 1945 y 1973 la importancia de la gran empresa y la producción en masa fue muy destacada. En Europa occidental, EE. UU. y Japón el número y tamaño de las grandes empresas aumentó. Por sectores, petróleo, automóvil y maquinaria y material eléctrico y electrónico concentraban las mayores empresas del mundo. A principios de los años 60, la superioridad norteamericana era evidente. La gran empresa con una estructura multidivisional y una estrategia de diversificación se generalizó en EE. UU. y se extendió, con desigual intensidad, por Europa y Japón. Toda esta etapa de crecimiento económico y de cambios estructurales fue acompañada por un aumento extraordinario del consumo energético. Las economías desarrolladas se comportaron como si la oferta de energía fuera ilimitada. El promedio mundial de consumo de energía por habitante se aproximaba a una tonelada equivalente de petróleo, pero en los países desarrollados superaba las dos toneladas y media. Fue el final de la era del carbón y el pleno desarrollo de la del petróleo. Pero el cambio más significativo fue el origen geográfico de las materias primas. Esta dependencia energética exterior no constituía, en principio, ningún problema especial. El fortalecimiento a finales de la década de 1960 de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) como cártel de productores, y el agravamiento del enfrentamiento entre Israel y los países árabes prepararon el terreno a la crisis de 1973.

La expansión de la demanda.

El crecimiento económico de la época de la posguerra y el estancamiento posterior no han de atribuirse de manera exclusiva al cambio estructural de la oferta y la producción, sino también a las transformaciones estructurales sobrevenidas en el lado de la demanda y el consumo. El rápido crecimiento de la productividad del trabajo benefició sobre todo a la masa creciente de perceptores de sueldos y salarios. Se desarrolló un importante mercado interior que sustentaba una potente demanda de bienes de consumo duradero. Los aumentos salariales fueron el resultado de la evolución del mercado de trabajo y de las políticas redistributivas de los gobiernos. Crecimiento económico, pleno empleo y una distribución más justa del ingreso fueron los cimientos sobre los que se levantó la política estatal de bienestar después de la Segunda Guerra Mundial. El bienestar individual no aumentó exclusivamente por el considerable incremento de la renta real incorporada a los sueldos y salarios. También las prestaciones sociales supusieron importantes rentas adicionales. En las décadas posteriores a la contienda bélica la demanda interna creció fuertemente, pero la demanda de las exportaciones alcanzó un auge todavía mayor. El valor total de las exportaciones mundiales se multiplicó por quince. La demanda externa creció más rápido que la demanda interna. Los países que alcanzaron un mayor crecimiento económico fueron también los que más decididamente orientaron sus economías a la exportación. Por otro lado, los países que crecieron con mayor lentitud fueron los que menor volumen de exportaciones registraron, es decir, Gran Bretaña y EE. UU. También hay que destacar los cambios en la composición de los bienes objeto de intercambios internacionales. La proporción de productos industriales en el conjunto del comercio mundial creció, mientras que la proporción de los productos agrarios, de los energéticos y de las materias primas descendió. Las medidas de política económica, sobre todo la política de integración económica, fomentaron de manera determinante en esta época la expansión del comercio internacional.

El marco institucional: cooperación internacional y políticas gubernamentales.

El impulso de la cooperación internacional favoreció la expansión del comercio exterior. Para Europa fue muy importante el proyecto de Mercado Común. Uno de los problemas más delicados de la economía europea de la posguerra, el de la reconstrucción de la industria siderúrgica, se resolvió propiciando la cooperación entre Francia y Alemania. En el interior de los países triunfaron nuevas orientaciones en el ámbito laboral y sindical, que primaban los planteamientos económicos sobre los ideológicos. El pacto social, el acuerdo entre obreros y empresarios sobre la distribución de la renta, se convirtió en el eje central del sistema, con el Estado como árbitro y garante. Este también participó de la primacía de lo económico: el desarrollo económico se convirtió en una prioridad política de primer orden y la difusión del pensamiento keynesiano avaló un amplísimo abanico de políticas económicas que permitieron a los gobiernos intervenir en todos los ámbitos de la economía, con mayor o menor intensidad y acierto. El signo más visible de este nuevo papel del Estado fue el incremento espectacular del gasto público. Ello exigió reformas fiscales que implicaron aumentos de la presión fiscal, basadas en impuestos progresivos, que tuvieron un efecto redistributivo positivo y que mitigaron las oscilaciones del ciclo económico.

3. El bloque socialista y el tercer mundo.

3.1. Las economías de planificación centralizada.

Tras la Segunda Guerra Mundial en los países de Europa del Este se impuso un sistema socialista, distinto del capitalista de Occidente. Además, posteriormente en China, colonias de África y Asia y en Cuba, se estableció un régimen comunista, que compartía los principios básicos del sistema soviético: abolición de la propiedad privada, implantación de sistemas de planificación centralizada. Se puede decir que desde el final de la guerra hasta 1960, las economías socialistas tuvieron una etapa de desarrollo y expansión. La mera existencia de la URSS condicionó el comportamiento de los países capitalistas, fortaleció a los sindicatos y partidos de izquierda del mundo e hicieron que los gobiernos atendieran mejor a los problemas y reivindicaciones obreras.

Guerra y reconstrucción de la URSS.

La Segunda Guerra Mundial afectó mucho a la URSS, sufriendo enormes pérdidas consiguieron derrotar a los nazis (hubo muchas víctimas y pérdida de materiales). Pero la victoria le aportó beneficios, confiscó cuantiosos bienes e impuso reparaciones a Alemania y les obligó a costear el mantenimiento de las tropas en Europa del Este. Los datos no permiten saber a qué velocidad ni cómo se recuperó la economía soviética, pero se sabe que el coste social de la recuperación fue altísimo. Los soviéticos trabajaron duro y tuvieron que soportar el enorme gasto militar.

La expansión de las economías de planificación centralizada.

En los países ocupados por los soviéticos se establecieron regímenes basados en el socialismo soviético. En el este predominó la industria pesada, se llevó a cabo la privatización y la nacionalización económica se completó. En cuanto a la planificación centralizada de la economía se crearon instituciones que controlaban los niveles de consumo, ahorro e inversión de la producción de bienes de consumo y de capital. Con la información más actualizada se podría afirmar que entre 1950 y 1960 el crecimiento económico fue mayor en los países socialistas que en la Europa occidental (capitalistas). Sin embargo, esta información se contrapone a los datos existentes sobre los niveles de vida de los ciudadanos y las crisis de hambre, huelgas que se produjeron. El crecimiento económico de los países socialistas, a diferencia de los capitalistas, fue de carácter extensivo. El mayor crecimiento de la población, la masiva incorporación de la mujer al trabajo, produjeron una masiva aportación de factor trabajo. También experimentó el capital fijo en el sector industrial.

A pesar de las teóricas ventajas del sistema, lo cierto es que la economía soviética manifestó problemas entre 1950 y 1960. En primer lugar, el fracaso de la planificación. Se alcanzaron los objetivos de la industria básica y militar, pero fracasaron los de la agricultura. También fracasó la cooperación económica entre los países socialistas. El primer motivo fue que no atendieron a las ventajas de una posible especialización internacional. En segundo lugar, el sistema socialista no se basó en la cooperación entre iguales, sino que se configuró al servicio de la URSS. Los objetivos de bienestar fueron un estrepitoso fracaso. Los niveles alimenticios de los soviéticos distaban mucho de los occidentales. La agricultura sufrió el mayor fracaso. La agricultura estaba estancada, mientras se conseguían éxitos industriales. Las autoridades reconocían algunos errores. Se intentó resolver estos problemas, se aumentó el tamaño de los Koljoses, se elevaron los precios y las inversiones. Sin embargo, la situación no mejoró. Un problema esencial fue el de la retribución de los trabajadores. La crisis agrícola afectó a la economía soviética, como la crisis comercial exterior: la URSS se vio obligada a importar alimentos básicos. La conversión de la URSS en potencia mundial obligó a defender el territorio, controlar los países y ampliar la influencia en el mundo. La Guerra Fría exigió un esfuerzo económico formidable. Respecto a las ineficiencias del sistema económico, se ha estimado que la economía soviética consumía dos o tres veces más energía que los países capitalistas. Los objetivos productivos se marcaban de forma caprichosa e intuitiva. Durante la década de los setenta, las economías planificadas tuvieron que enfrentarse a sus propias limitaciones.

3.2. El desarrollo económico del Tercer Mundo.

En contraposición a los países desarrollados capitalistas, el primer mundo, y a los países socialistas, el segundo, el término “Tercer Mundo” se acuñó para referirse al resto de países del planeta llamados también subdesarrollados. Son países pobres, atrasados, del sur, en vías de desarrollo. Tales denominaciones engloban a decenas de países pobres, pero diferentes entre sí en cuanto a riqueza, extensión, población, regímenes políticos. El Tercer Mundo se caracteriza por las diferencias en la distribución de la renta y la riqueza. Por países, aparecen distintas tendencias: en América Latina se puede hablar de una fase favorable, destaca el lento crecimiento del cono sur frente al dinamismo mostrado por México, Brasil y algunos países caribeños. Con todo, la situación general no era satisfactoria. Mención aparte merecen los países árabes productores de petróleo, cuyo crecimiento dependió de este recurso.

Los procesos de descolonización.

Existe la idea generalizada de que la pobreza del tercer mundo deriva de su relación colonial con el primer mundo. Tras la Segunda Guerra Mundial, la conferencia de San Francisco impulsó la descolonización basándose en el principio de igualdad. Aunque las dos superpotencias eran anticolonialistas: la URSS porque consideraba que la independencia era un requisito del socialismo y EE. UU. porque respetaba las libertades económicas, ambas potencias acabaron practicando formas más o menos encubiertas de colonialismo. El proceso descolonizador fue relativamente satisfactorio. En aquellos lugares donde se produjeron guerras de liberalización nacional, se rompieron los lazos con las antiguas metrópolis, en cambio, donde la independencia fue negociada se mantuvieron estrechas relaciones políticas y económicas con las ex colonias. Ninguno de los procesos descolonizadores estuvo exento de errores, algunos tan graves que provocaron grandes conflictos. Los países nacidos de la descolonización eran muy diversos, lo que afectó a su desarrollo. En este sentido, fueron especialmente negativas la artificialidad de las barreras, la diversidad étnica, religiosa y cultural que en muchos países provocó rivalidad, la inexistencia de estructuras administrativas, el bajo nivel educativo, la carencia de infraestructuras higiénicas y sanitarias. Naciones Unidas declaró la década de 1950 como el “decenio del desarrollo” a fin de buscar salidas al problema del atraso. Finalizada la década, el informe Pearson constató dos realidades: seguía habiendo muchas diferencias entre países y persistían graves problemas demográficos, económicos y financieros.

África.

Parte importante de la herencia colonial en África fueron las armas y los ejércitos, que mantuvieron al Estado en guerra permanente. Muchos de estos conflictos respondían a intereses estratégicos y económicos de las grandes potencias. La Unión Sudafricana fue un caso extremo de colonialismo racista, con el apartheid que permitía a una minoría blanca beneficiarse de un notable crecimiento económico, conseguido a costa de la explotación de la mayoría negra. Algo mejor les fue a las colonias francesas e inglesas de la costa occidental africana, que recibieron inversiones. Para África, la riqueza de recursos naturales parece haber sido más una maldición que una ventaja. En general, la unión de un colonialismo especialmente explotador y una situación interna negativa condujo a África, tras la descolonización, a un callejón de muy difícil salida.

La heterogeneidad de los países asiáticos.

Asia gozó de mejor suerte, aunque también con grandes diferencias. El Extremo Oriente se benefició de su intenso comercio marítimo. La región del sudeste asiático estuvo marcada por las guerras provocadas por la descolonización. Menos azotada por la guerra evolucionó la región indostánica, que mostró un comportamiento económico mejor. La India tuvo un crecimiento económico moderado. Su herencia tras la descolonización fue positiva en cuanto a infraestructuras, sanidad y enseñanza. Aunque hubo un atraso económico debido al dominio de una agricultura tradicional. Los gobernantes indios practicaron una política intervencionista, para financiar el desarrollo recurrieron al endeudamiento exterior, que alcanzó niveles preocupantes. Transformar la agricultura resultó difícil, la persistencia de los problemas alimenticios demuestra este fracaso. El crecimiento de la India se desarrolló sobre la base de la desigualdad en la distribución de la renta. Por último, tal vez la faceta más cuestionable de la trayectoria India haya sido el reforzamiento militar. En 1974 fabricaron la bomba atómica, mientras la renta per cápita seguía siendo de las más bajas del mundo.

Las causas del subdesarrollo.

Las explicaciones sobre los orígenes del subdesarrollo oscilan en torno a dos grandes corrientes. Por un lado, están los que lo achacan a factores exógenos, externos a los propios países atrasados generados por las antiguas potencias colonizadoras y países ricos. Por otro lado, hay quienes afirman que las causas son endógenas, internas al país subdesarrollado, determinadas por la propia historia y costumbres. En la práctica, los factores internos y externos han estado estrechamente unidos.

Las teorías del subdesarrollo: los factores externos frente a los internos.

Un enfoque muy interesante fue el propuesto por varios economistas hacia 1950. El desarrollo es fruto de diversos factores en “círculos virtuosos”. En este caso, el subdesarrollo es resultado de “círculos viciosos”. Así la baja productividad se debía a la escasa inversión, y a su vez esto a la escasez de ahorro, consecuencia a su vez de los bajos niveles de renta. A este círculo vicioso se añadieron otros factores que afectarían al factor trabajo, como el analfabetismo, la desnutrición, etc. La ruptura de estos círculos viciosos requería la intervención externa, en forma de capitales.

Este planteamiento provocó fuertes críticas de otros economistas que afirmaban que las inversiones extranjeras y los intercambios comerciales desiguales implicaban explotaciones económicas basadas en la dependencia y subordinación de los países atrasados. No obstante, las inversiones extranjeras en el tercer mundo crecieron espectacularmente, y esto ha sido decisivo para el desarrollo de muchas economías.

En cuanto al comercio, las relaciones reales de intercambio entre productos primarios y los industriales tampoco permiten obtener conclusiones tajantes.

El papel de la política: las reacciones nacionalistas y la ayuda internacional al desarrollo.

La política es otro factor muy importante. La insatisfacción respecto a la relación con los países desarrollados llevó a buscar alternativas (se desarrollaron revoluciones socialistas, nacionalistas, autárquicas).

Pero las alternativas perseguidas no tuvieron resultados esperanzadores. Al contrario, el Estado pasó a tener un papel muy destacado en la economía, aunque no a través de las adecuadas políticas monetarias y fiscales. A ello se añadió, con mucha frecuencia, la corrupción y la incompetencia, el endeudamiento exterior y las inversiones inadecuadas.

En cuanto al papel de la ayuda internacional al desarrollo prestada por los países ricos, el balance tampoco parece demasiado satisfactorio. Por un lado, resulta difícil de cuantificar la ayuda, ya que hay distintos tipos de ayuda. Los distintos tipos de ayuda tienen efectos diferentes sobre el desarrollo económico.

No obstante, se puede afirmar que no hubo correlación entre ayudas recibidas y pobreza. Dada la magnitud de los problemas del subdesarrollo, la limitación cuantitativa de las ayudas y la ineficacia en la utilización de ellas, no tiene nada de extraño que estos programas no lograran resultados relevantes.

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