La Primera Cruzada (1097-1099), una de las más significativas de la historia medieval, comenzó a organizarse con el objetivo de liberar Tierra Santa.
Fases de la Primera Cruzada
La Cruzada Popular
Esta expedición se dividió en dos fases principales. La primera fue la Cruzada Popular, donde, desde la región del Rin, predicadores carismáticos como Pedro el Ermitaño lograron movilizar a una gran cantidad de personas, impulsadas por el fervor religioso y el deseo de liberar Jerusalén.
Sin embargo, esta Cruzada resultó un fracaso. A su llegada a Constantinopla y posteriormente a Nicea, la expedición liderada por Pedro el Ermitaño fue masacrada por los turcos. Cabe destacar que, en su camino, asaltaron juderías, lo que marcó un precedente de violencia.
La Cruzada de los Príncipes (Caballeros Feudales)
En paralelo a la Cruzada Popular, los caballeros feudales también emprendieron su propia expedición, conocida como la Cruzada de los Príncipes. Entre los líderes de esta cruzada nobiliaria se encontraban figuras prominentes como:
- Godofredo de Bouillón (Lotaringia)
- Bohemundo de Tarento y su sobrino Tancredo (Italia)
- Raimundo IV de Tolosa (Languedoc)
- Roberto II de Normandía (conocido como Curthose)
- Esteban II de Blois (Francia)
Todos ellos fueron recibidos con honores por el emperador bizantino Alejo I Comneno. El emperador, consciente de sus verdaderas intenciones —que eran obtener apoyo militar y recursos de Occidente para recuperar territorios perdidos del Imperio Bizantino—, les exigió un juramento de fidelidad. Esta exigencia no fue bien recibida por los cruzados, pero finalmente acataron (el conde de Tolosa, Raimundo IV, se resistió inicialmente, pero terminó jurando), pues de no hacerlo, corrían el riesgo de ser aprisionados.
Avance y Conquistas
Los cruzados se dirigieron hacia Nicea, donde pronto surgieron diferencias entre ellos debido a la falta de un líder unificado, lo que generó rivalidad. Por ello, comenzaron a separarse, conquistando territorios por su cuenta y estableciendo contacto con la población local, demostrando que combatían por sus propios intereses.
Un ejemplo claro fue Balduino de Bouillón, hermano de Godofredo, quien intentó ganarse la simpatía de los armenios. Esto evidenció su desinterés por la protección del Emperador, haciendo que su fidelidad a este dejara de ser efectiva para Balduino. Así, fue haciéndose con territorios en Tierra Santa y fundó el primer estado cruzado, el Condado de Edesa.
Los cruzados, incluyendo a Godofredo, marcharon hacia Antioquía, que se encontraba bajo dominio turco, y la asediaron. Durante este asedio, apareció un legado pontificio, Ademar de Monteil (obispo de Le Puy).
Este asedio se prolongó durante meses, debilitando a los cruzados (1098). Finalmente, la ciudad cayó en manos cristianas nueve meses después, convirtiéndose en una de las conquistas más importantes de la cruzada.
La Conquista de Jerusalén
Con Antioquía tomada, los cruzados dirigieron su objetivo hacia Jerusalén. Aunque no sabían cómo afrontar su asedio, para reavivar los ánimos, «milagrosamente» apareció la Santa Lanza, hallada por Pedro Bartolomé, un visionario. Este hallazgo generó gran controversia, ya que no todos lo creyeron (incluido el legado pontificio). La reputación de quienes dudaron se vio resentida.
Poco después, Ademar de Monteil murió de tifus, y Pedro Bartolomé lo interpretó como un castigo divino. Su muerte provocó un profundo desánimo entre las tropas, pues era muy querido. Pedro Bartolomé, sin embargo, continuó utilizando sus visiones para enardecer a las tropas y motivarlas a marchar contra Jerusalén.
Los cruzados finalmente marcharon y asediaron Jerusalén. Este asedio resultó menos costoso que el de Antioquía y duró solo unos días. Una vez tomada la ciudad, el «corazón de Tierra Santa», se planteó el problema de su gobierno. Cabe destacar que, si Ademar de Monteil hubiera vivido, probablemente habría sido nombrado Patriarca.
El nuevo legado pontificio no contaba con la simpatía de los cruzados, y entre los caballeros resultaba difícil acordar la entrega del poder a uno solo. Tras varias negociaciones, Godofredo de Bouillón fue escogido para dirigir Jerusalén. Aceptó el título de «Abogado del Santo Sepulcro«, rehusando ser coronado Rey.
Cuando Godofredo murió, el problema del gobierno se reabrió. Sus caballeros acudieron a Balduino I (anteriormente conde de Edesa) para que gobernara Jerusalén; él sí aceptó el título de Rey.
Los Estados Latinos de Oriente y las Órdenes Militares
Los estados latinos de Oriente (Antioquía, Edesa, Trípoli y Jerusalén) adoptaron el esquema feudal, conocido como «feudalismo de importación«, con sus estructuras administrativas (consejos del Rey, tribunales, y cargos representativos como el senescal, condestable, chambelán y canciller).
Además, se configuraron importantes órdenes militares:
- La primera, la Orden del Hospital (Hospitalarios), de carácter inicialmente asistencial y posteriormente militar.
- La Orden del Temple (Templarios), con un propósito puramente militar (fundada con el apoyo del abad Bernardo de Claraval, del Císter, quien les dotó de una regla).
La Segunda Cruzada (1147-1149)
Mantener los territorios conquistados no resultó fácil. Edesa cayó en 1144, lo que provocó un declive en el espíritu cruzado. Ante esta situación, Balduino III de Jerusalén y Raimundo de Antioquía volvieron a solicitar ayuda a Occidente, pero Roma se mostró reacia a intervenir.
Sin embargo, el abad Bernardo de Claraval, gracias a su enorme influencia política y espiritual, intercedió. Esto motivó al Emperador Conrado III de Alemania y al Rey Luis VII de Francia a emprender la cruzada, que, no obstante, resultó un fracaso.
Primero, las fuerzas alemanas fueron aniquiladas en Dorilea (1147), y posteriormente, las francesas sufrieron graves pérdidas en Atalia (1148). Ambos ejércitos intentaron tomar Damasco, pero fracasaron estrepitosamente.
Occidente no reaccionó de inmediato ante este fracaso. No sería hasta que Saladino comenzara a cosechar grandes victorias contra la cristiandad cuando se produciría una nueva movilización.
Saladino, con el objetivo de unificar el poder islámico y contrarrestar el califato fatimí en Egipto, marchó hacia el sur, lo que inevitablemente chocó con los intereses cristianos y propició el surgimiento de la Tercera Cruzada.
La Tercera Cruzada (1189-1192): La Cruzada de los Reyes
En 1187, Saladino cruzó el río Jordán y asaltó la ciudad de Tiberíades.
El Rey de Jerusalén, Guido de Lusignan, fue aconsejado por Raimundo III de Trípoli para adoptar una estrategia defensiva más sensata, mientras que el Gran Maestre Templario, Gerard de Ridefort, lo instó a atacar directamente a Saladino con sus ejércitos.
En un primer momento, Guido escuchó a Raimundo, pero luego cedió a la presión de los Templarios, haciendo marchar a sus ejércitos por el desierto bajo un calor abrasador. Saladino, inteligentemente, permitió que se debilitaran y murieran de sed y cansancio. Cuando finalmente llegaron a él, los derrotó y aprisionó.