ORGANIZACION POLITICA E INSTITUCIONES EN EL REINO DE CASTILLA y en la corona de aragon

UNIDAD DIDÁCTICA IV: LA BAJA EDAD MEDIA. LA CRISIS DE LOS SIGLOS XIV Y
XV

1. Organización política e instituciones en la Baja Edad Media: la Corona de Castilla

Los rasgos más sobresalientes desde el punto de vista institucional son el
fortalecimiento de la autoridad del monarca y del Estado de base territorial y la
centralización del aparato político-administrativo.
El paso del Estado feudal al territorial conlleva la creación de unas instituciones
centrales de gobierno, la integración de los estamentos en un cuerpo único, el reino y
una autoridad indiscutible, el monarca.
Durante los primeros años del siglo XIV asistimos a una época inestable motivada
por la minoría de edad de Fernando IV (1295-1312) y su hijo Alfonso XI (1312-1350) en
la que los nobles hicieron valer sus intereses particulares. Pero a fines del reinado de
Alfonso XI la situación cambió merced al Ordenamiento de Alcalá (1348) en virtud del
cual se afianza la autoridad regia al hacer al soberano depositario de la potestad
legislativa, imponiendo un instrumento jurídico común, inspirado en el Derecho romano,
que prevaleciera sobre cualquier fuero.
La centralización del Estado exigió la creación de nuevas instituciones de gobierno.
En 1385, Juan I constituyó el Consejo Real como órgano consultivo del monarca en el
gobierno y la administración. Por las Cortes de Toro (1371), Enrique II creó la Audiencia
o Chancillería, órgano supremo de justicia integrado por expertos en derecho (oidores)
que, desde 1442 fijó su sede en Valladolid. El robustecimiento del poder de la
Monarquía requería disponer de un ejército permanente que afianzase su autoridad
aunque resultaba muy costoso; un primer paso se dio con el Ordenamiento de las
lanzas (1390), por el que se establecía la existencia de una fuerza permanente;
posteriormente, Enrique III, en 1401, obligó a las ciudades del reino a mantener a un
número fijo de lanceros y ballesteros. Todo ello supuso un incremento de los gastos que
haría necesario un desarrollo de la Hacienda. Hasta los Reyes Católicos, el ejército
permanente no se convirtió en una realidad estable.
El progresivo afianzamiento del poder real supuso paralelamente el fin de la
autonomía municipal y el progresivo debilitamiento de las Cortes.
Desde mediados del siglo XIV se estableció el sistema del regimiento. El regidor era
nombrado por el rey con carácter vitalicio y era, junto con los oficiales, quien
administraba el ayuntamiento. El proceso de control real sobre los municipios culminó
con la creación de la figura del corregidor (oficial real con misión inspectora), primero
temporal y luego permanente, siendo éste el agente más eficaz del proceso de
centralización monárquica.
Las Cortes castellano-leonesas (antiguo organismo heredado de la Curia regia e
integrado por representantes de la nobleza, el clero y las ciudades) se fundieron en un
único organismo desde 1301. Carecían en la corona de Castilla de poder legislativo
aunque jugaron un importante papel en las crisis políticas y sociales para terminar
siendo un organismo cuyas únicas misiones eran jurar al heredero y votar los servicios
(aportaciones extraordinarias de dinero) solicitados por el monarca.
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2. Organización política e instituciones en la Baja Edad Media: la Corona de Aragón

En la Corona de Aragón se impuso la doctrina pactista según la cual el monarca
ejerce su poder en virtud de un acuerdo tácito entre él y sus súbditos fruto del cual es la
solidez de las instituciones representativas de la sociedad: las Cortes y las
Diputaciones, así como el respeto a la diversidad institucional de cada uno de los
territorios (reinos, principado) que integraban la Corona de Aragón. Esta concepción
otorgaba un carácter confederal al conjunto y una amplia autonomía en su gestión a
cada uno de los territorios integrantes de la Corona.
La dificultad al gobernar territorios de distinta naturaleza y la ausencia de los
monarcas de sus Estados hizo que se creara la figura del Procurador General quien
asumía, por delegación, atribuciones del poder regio, principalmente judiciales y
militares, recayendo el cargo en el primogénito. En el siglo XV se crea la figura del
Virrey, al que se confiere la delegación regia en los diferentes territorios de la Corona.
También se crearon instituciones centrales de gobierno sobre todo durante el reinado
de Pedro IV (1336-1387) tales como la Cancillería o el Consejo Real. También se
perfeccionó la Hacienda real creándose cargos vinculados a ella como el Mestre
Racional o el Contador Mayor, oficiales encargados de supervisar la Hacienda real y el
Bayle real, encargado de hacerlo en cada uno de los territorios.
Las instituciones representativas de los estamentos sociales de los reinos, las
Cortes, siguieron funcionando durante los siglos XIV y XV con las mismas atribuciones
(función legislativa, capacidad para exigir al monarca la reparación de agravios, la
defensa de los fueros y libertades de los reinos). De ellas surgió la Diputación
encargada de velar por el cumplimiento de los acuerdos establecidos en las Cortes
mientras éstas no estaban reunidas. Adquirió un carácter permanente y con amplias
funciones sobre todo en el Principado de Cataluña, convirtiéndose en el principal órgano
político-administrativo, recibiendo el nombre de Diputación del General o Generalitat
(1359). También surgieron en el reino de Aragón (1412) y en el reino de Valencia
(1419).
Otra institución original fue la del Justicia Mayor de Aragón (1348), alto magistrado
que juzgaba las disputas entre los nobles y el rey, siendo el intérprete del derecho
tradicional del reino y el juez de contrafuero.
En la administración municipal cabe destacar la estructura de la ciudad de
Barcelona, imitada por las de Valencia y Palma de Mallorca, en la que tenía especial
importancia el Consell de Cent, asamblea de carácter asesor, y los consellers, con
función ejecutiva, cargo controlado por la oligarquía urbana.

3. La Baja Edad Media: crisis demográfica, económica y política

Los siglos XIV y XV se caracterizaron por una profunda crisis en el terreno
demográfico, económico y político que afecto tanto a la Corona de Castilla como a la
Corona de Aragón, pero mientras que la primera inició su recuperación a lo largo del
siglo XV, Aragón sólo lo hizo a finales de éste y durante el siglo XVI.
En el terreno demográfico las causas de la catástrofe hay que buscarlas en las malas
cosechas debidas a una climatología por lo general adversa (lluvias torrenciales,
sequías prolongadas, heladas) y a la total falta de recursos para incrementar la
productividad en tales circunstancias. Ello provocó hambrunas constantes que
debilitaron y diezmaron a la población. Sin embargo, el factor desencadenante de la
mayor mortandad fue la Peste Negra, enfermedad infecto-contagiosa procedente de
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Oriente, que se extendió con gran rapidez en Europa occidental. También afectó a la
Península Ibérica en varias recurrencias siendo la oleada más intensa la comprendida
en el intervalo 1348-1351. No toda la península se vio afectada por igual: mientras que
el norte cantábrico fue poco afectado, el centro y el sur lo fueron en mayor medida; pero
donde la epidemia resultó más letal fue en la fachada mediterránea, muy especialmente
en Cataluña (Barcelona debió de perder cerca de la mitad de su población).
La gran mortandad dio origen al aumento de las áreas despobladas, a la falta de
mano de obra, a la disminución de la superficie de tierra cultivada y a la sensible merma
de las rentas que los grandes propietarios percibían. Ello traería consigo el incremento
de la conflictividad social con destacados ejemplos como la revuelta irmandiña en
Galicia o el conflicto remensa en Cataluña, ambos en el ámbito rural, o los pogroms o
matanzas de judíos en el ámbito urbano.
Desde el punto de vista económico la situación de crisis en la agricultura propició el
desarrollo en Castilla de una actividad ya puesta en marcha con anterioridad: la
ganadería trashumante. Los privilegios del Honrado Concejo de la Mesta (agrupación de
ganaderos castellanos fundada por Alfonso X en 1273) aumentaron, de manera que así
se compensó, al menos en parte, la disminución de rentas que la nobleza percibía en el
campo, puesto que ésta era (junto con el clero y la corona) la propietaria de las grandes
cabañas ganaderas. La artesanía también entró en crisis ante la escasez de mano de
obra y el empobrecimiento general de la población. El comercio resultaría ser la
actividad económica menos afectada. En Castilla se centró en la exportación de lana a
través de los puertos del Cantábrico hacia los mercados británico y flamenco. A nivel
interior, tendría una notable importancia la celebración de ferias como las de Medina del
Campo, Medina de Rioseco o Villalón. En Cataluña, la exportación de productos textiles
se mantendría a lo largo del siglo XIV, decayendo notablemente a lo largo del siglo XV
debido a la competencia comercial en el Mediterráneo (con ciudades como Génova o
Venecia) y a la irrupción de los turcos. Durante el siglo XV, el puerto de Barcelona dejó
de ser el principal del Mediterráneo hispano en beneficio del de Valencia.
A nivel político la crisis reflejó la pugna entre los grupos privilegiados y la monarquía.
En Castilla hubo periodos conflictivos como las minorías de Fernando IV o de Alfonso
XI, la guerra civil entre Pedro I y su hermanastro Enrique II que culminaría con el
asesinato de Montiel del legítimo monarca (Pedro I) y la subida al trono de la dinastía
Trastámara, y los conflictos con la nobleza en tiempos de Juan II y Enrique IV. En la
Corona de Aragón se hizo muy difícil llevar a la práctica la doctrina pactista. Los
Trastámara también se hicieron allí con el poder tras la muerte de Martín I sin
descendencia en virtud del acuerdo alcanzado en Caspe (Compromiso de Caspe). Los
conflictos con la nobleza caracterizaron el reinado de Alfonso V y, sobre todo, el de
Juan II, estallando una guerra civil en Cataluña en la que se enfrentó la Generalitat y la
Biga (integrada por el patriciado rentista y los grandes mercaderes) en apoyo del
Príncipe de Viana (primogénito del rey que murió encarcelado por su padre) y la Busca
(mercaderes, artesanos, menestrales) en apoyo de Juan II; el conflicto culminaría con
las Capitulaciones de Pedralbes por las que el soberano reconocía las leyes e
instituciones catalanas restituyéndole las rentas reales usurpadas por la nobleza.

4. La Baja Edad Media: la expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo

El expansionismo de la Corona de Aragón tuvo sus inicios en el reinado de Pedro III
el Grande (1276-1285). Finalizada la Reconquista peninsular la Corona de Aragón
dirigió sus energías hacia el Mediterráneo con la conquista de la isla de Sicilia en 1282 a
la que posteriormente hubo que renunciar por el Tratado de Agnani (1295) como
consecuencia del enfrentamiento entre el rey Jaime II (1291-1327), el Papa y Francia.
En compensación se le cedía el derecho sobre la isla de Cerdeña, de gran valor
estratégico y comercial para los intereses de Cataluña y base para la futura expansión
en el Mediterráneo occidental.
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