Revolución Rusa: Del Ocaso Zarista al Triunfo Bolchevique de 1917

La historia de la Revolución Rusa es un complejo entramado de eventos que transformaron radicalmente la sociedad y la política del Imperio Ruso, culminando en el establecimiento del primer estado socialista del mundo. Este proceso se gestó a lo largo de décadas de agitación social y política, exacerbada por las condiciones de vida precarias, la corrupción y los conflictos bélicos.

La Revolución de 1905: Un Preludio Inevitable

Durante el reinado de Nicolás II, iniciado en 1894, la agitación social y política aumentó como resultado de las malas condiciones de vida y de la corrupción en la corte bajo la influencia de personajes como Rasputín, o por la derrota militar rusa en la Guerra Ruso-Japonesa (1904). En enero de 1905 estalló un movimiento revolucionario contra la presión zarista y las injusticias sociales, y en demanda de mejoras. La revolución tuvo fuerza en San Petersburgo, con una manifestación ante el Palacio de Invierno, que fue reprimida por el ejército dando lugar al llamado Domingo Sangriento. En aquella revuelta participaron todos los grupos políticos opuestos al sistema del clero ortodoxo. Tuvieron mucha resonancia la sublevación de la marinería y el motín a bordo del Potemkin en la ciudad de Odesa. Después de la Revolución de 1905, los gobiernos del zar emprendieron tímidas reformas económicas y políticas. Se convocó una Duma (Asamblea legislativa de representantes de los distintos grupos políticos) y se propuso una reforma agraria. Pero estos intentos quedaron muy lejos de transformar las estructuras sociales y políticas.

La Coyuntura de la Primera Guerra Mundial: El Catalizador Final

La decisión de Rusia de participar en la Primera Guerra Mundial precipitó los acontecimientos. La mayoría de las fábricas se transformaron en industrias de guerra y el reclutamiento de campesinos hizo disminuir la producción agraria. Los productos empezaron a escasear, los precios subieron y la capacidad adquisitiva disminuyó. La escasez y el hambre se extendieron. La confianza en el zar se había hundido y los complots se sucedían. Ante esa coyuntura, la situación revolucionaria se desató de nuevo.

La Caída del Zarismo: Febrero de 1917

El primer episodio revolucionario se desencadenó en febrero de 1917 cuando grupos populares salieron a las calles pidiendo el fin de la guerra y la mejora de las condiciones de vida. El movimiento comenzó en Petrogrado, que encontró eco en diversas ciudades del imperio y que culminó en una huelga general seguida del amotinamiento de la guarnición militar de la capital. En todo el país fueron formándose grupos de sóviets, que tuvieron desde el principio una gran importancia para canalizar el movimiento subversivo. El zar y su gobierno se negaron a abandonar la guerra y, ante la insistencia de parte del ejército y la presión de los partidos, el zar decidió abdicar. La Duma, de acuerdo con el sóviet de Petrogrado, impuso un Gobierno Provisional. El nuevo gobierno prometió reformas políticas y sociales y se comprometía a convocar una Asamblea Constituyente para decidir el destino político de Rusia. Pero mantuvo a Rusia en la Guerra Mundial. La guerra continuaba, las condiciones de vida no mejoraban y los sóviets exigían la retirada inmediata de la guerra y no reconocían las leyes del gobierno. Empezó entonces a perfilarse un doble poder, el del Gobierno Provisional y el de los sóviets, sobre todo el de Petrogrado.

La Dualidad de Poderes: El Ascenso Bolchevique

El gobierno de Lvov, de carácter liberal y dirigido por el partido KDT, fue desbordado por el movimiento popular, liderado por los sóviets. Desde su regreso del exilio, Lenin había defendido que la revolución debía superar su fase liberal-burguesa para convertirse en una revolución proletaria. En sus Tesis de Abril había lanzado la consigna «¡Todo el poder para los sóviets!», y había hecho un llamamiento a favor de la salida de la guerra, el retiro del apoyo de los sóviets al gobierno y de la toma del poder. Las protestas pidiendo subsidios para los soldados, el reparto de tierras y el fin de la guerra se hacían más extensas. Ante el agravamiento, Lvov fue sustituido por un socialista moderado, Aleksandr Kérenski. El nuevo gobierno prometió la celebración de elecciones para una Asamblea Constituyente, pero se enfrentó con el sóviet de Petrogrado e inició una persecución de los bolcheviques. Las dificultades del gobierno de Kérenski aumentaron a raíz de un golpe de Estado de los militares zaristas protagonizado por Kornílov para recuperar el poder. Kérenski pudo vencer con el apoyo del sóviet y sobre todo de los bolcheviques. El protagonismo de los bolcheviques para abortar el golpe hizo aumentar su popularidad y su influencia. A partir de aquel momento, los bolcheviques tomaron la iniciativa. Lenin convenció al Partido Bolchevique de la necesidad de pasar a la insurrección. El paso siguiente fue convencer de su plan a los influyentes sóviets de Moscú y Petrogrado. Este último quedó en manos de un bolchevique, León Trotsky, y tomó el poder.

Jornadas Revolucionarias: La Toma del Poder en Octubre de 1917

En el verano de 1917, el partido bolchevique había sido prohibido y Lenin tuvo que exiliarse, regresando en secreto en octubre, debido a una fracasada insurrección en Petrogrado en el mes de julio. Pero los sóviets, dirigidos por los bolcheviques y con el apoyo de algunos mencheviques y eseritas, planificaron la insurrección, que contó con el apoyo de la Guardia Roja, una unidad armada impulsada por los sóviets. El día escogido fue el 25 de octubre. En la madrugada de aquel día, las fuerzas insurrectas se apoderaron de los lugares y servicios clave de la capital. La toma de la fortaleza de Pedro y Pablo demostró que el ejército no dispararía contra el pueblo y así pudo llegarse al acto decisivo, el asalto al Palacio de Invierno, donde residía el Gobierno Provisional. El triunfo en Petrogrado fue decisivo y el gobierno dimitió tras la huida de Kérenski, su presidente. La revolución se extendió a Moscú y a los núcleos industriales de Rusia. En noviembre, la zona septentrional de Rusia estaba en manos de los bolcheviques pero extensos territorios continuaban bajo el poder de las antiguas autoridades zaristas.

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