8.1 el Imperio de Carlos V. Conflictos internos: comunidades y germanías

Los Habsburgo o Austrias continuaron y desarrollaron la organización política heredada de los Reyes Católicos en los siglos XVI y XVII. La dinastía de los Austrias en la Península se extendíó desde la proclamación como rey de Carlos I en 1516, hasta la muerte sin sucesión directa de Carlos II, que provocó la Guerra de Sucesión.

El modelo político de los Austrias, en gran medida, fue un modelo heredado de los Reyes Católicos y se correspondíó con la idea de la administración profesionalizada y burocratizada. El ejercicio de la autoridad política provocó tensión, puesto que el autoritarismo monárquico se basaba en que el rey tomaba las decisiones. Por este motivo, en los diferentes reinos y señoríos se dieron sublevaciones y resistencias. La administración central de los reinos estuvo basada en una serie de consejos, donde el rey tomaba las decisiones a partir de consultas o informes. El Consejo de Estado era el órgano común a todo el Imperio encargado de la coordinación. Los Consejos territoriales tenían competencia en cada reino y tomaban decisiones fundamentalmente del punto de vista político y militar en cuestiones de gobierno y guerra. Los Consejos especializados eran organismos consultivos para materias concretas (Inquisición, Hacienda, etc.). El poder de los secretarios del rey fue creciendo, puesto que eran los encargados de informar al rey de las decisiones de los consejos. Las Juntas atendían a ciertos asuntos concretos de los Consejos y coordinaban las tareas de gobierno dentro de los mismos. Con respecto a la administración territorial y local, los virreyes y gobernadores eran los representantes máximos de la actividad política en los territorios alejados del monarca. También había una serie de cuerpos intermedios de la Administración, como es el caso de los corregidores, municipios, etc.

En el Siglo XVI se dio un crecimiento demográfico que tuvo una concentración mayor en Castilla, donde había un predominio de habitantes. También se produjo una emigración a América que no tuvo relevancia numérica pero sí cualitativa, ya que estuvo fundamentalmente encabezada por hombres jóvenes. También hubo una expansión económica mediante la cual se produjo una ampliación del espacio para el cultivo (cereal y viñedo), que aumentó la producción agrícola permitiendo que los excedentes fueran orientados a la alimentación de quienes no vivían directamente de la tierra. Aun así, la principal actividad en Castilla siguió siendo la ganadería trashumante, que se desplazaba por los diferentes pastos según la época del año. Por su parte, las actividades artesanales desarrolladas en la península no eran capaces de atender a la nueva demanda de América porque seguía siendo una producción escasa, por lo que la demanda fue cubierta por la actividad de otros países. También se dio una subida de precios por el fuerte crecimiento de la demanda y por la llegada de oro y plata.

Con respecto a la sociedad estamental, que se encontraba dividida por estamentos, tuvo gran importancia el concepto de limpieza de sangre, que hacía distinción entre los cristianos viejos (con orígenes cristianos muy antiguos) y los nuevos (descendientes de conversos) en las relaciones sociales. También destacó el concepto de hidalguía, que otorgaba un cierto prestigio u honor a aquellos que alcanzaban cierta riqueza ante el deshonor de la actividad artesanal.

Carlos I (1516-1556):


Carlos I (Carlos V de Alemania) nacíó en los Países Bajos y murió en Yuste, monasterio en la zona de Cáceres donde se retiró. Fue un rey que llegó a Castilla a tomar la corona tras la muerte de su abuelo materno, Fernando, en 1516. Gran parte de su reinado se dio con él situado fuera del territorio castellano. El título imperial que heredó supuso una serie de conflictos internos con las comunidades al inicio de su reinado debido a que cuando llegó a la península era muy joven, no hablaba castellano, tenía escasa relación con estos territorios, había sido criado en Europa y fue acompañado por sus asesores extranjeros. En cuanto a política exterior, destacó el intento de mantener íntegro su patrimonio y la cuestión de la hegemonía política. Tensiones y disputas a nivel internacional, especialmente con Francia, llevaron a que una parte de Italia se incorporara de nuevo a la corona castellana. La hegemonía política supuso guerras muy costosas, que requerían de recursos para hacer frente a los gastos del ejército profesional, lo que ocasiónó problemas con la hacienda pública por las bancarrotas. El sistema político desarrollado principalmente en Castilla fue el Autoritarismo monárquico, aunque la diferencia de la realidad constitucional respecto a los distintos reinos provocó una serie de tensiones.

 La herencia de Carlos I representaba que bajo su mando se aglutinaron una serie de territorios y reinos que terminaron formando parte de su patrimonio: Castilla, Aragón, Canarias, zonas del norte de África, América (en proceso de control y ocupación),


Nápoles, Sicilia, Cerdeña, zonas de los Países Bajos, el Franco condado y zona de Austria. En los límites del Imperio realmente no reinaba sobre el territorio, pero sus gobernantes le debían obediencia por la relación de jerarquía.

Para que a Carlos se le concediera el derecho de ser elegido como emperador Alemán necesitaba de una serie de recursos que garantizasen los votos en la elección. La institución en Castilla que se reunía para facilitar ciertos recursos institucionales eran las Cortes de Castilla. Las Cortes se convocaron y por una serie de presiones, los representantes aceptaron transferir dinero para que Carlos I hiciera valer sus intereses con respecto al Imperio. En 1520, una vez fue nombrado como emperador, el Rey se ausentó del reino y marchó a Alemania con motivo de su elección como emperador.  La aristocracia castellana vio como una humillación que el rey hubiera entregado la administración del reino a consejeros flamencos y hubiera dejado en Castilla un regente extranjero como gobernador del reino en su ausencia. Al salir Carlos de Castilla, la revuelta estalló en Toledo y pronto se extendíó a otras ciudades. Cuando los representantes a cortes llegaron a sus respectivas ciudades se encontraron con una Revuelta de Comunidades (1520 – 1522) mediante la cual algunas ciudades se levantaron contra el Rey y sus corregidores aprovechando la ausencia del rey (Toledo, Segovia, Salamanca, Zamora, Ávila, Cuenca y Madrid). Las revueltas fueron lideradas por la burguésía y tuvieron un trasfondo económico y político. Las reivindicaciones al Rey fueron prescindir de consejeros extranjeros, la reducción de la presión fiscal sobre Castilla, la protección de la economía castellana, la disminución del poder de la nobleza, etc. La rebelión de los “comuneros”, de carácter social, finalmente fue aplastada por el ejército de la monarquía. La derrota se produjo en Abril de 1521 con la batalla de Villalar (Valladolid). A los líderes comuneros que se levantaron contra el autoritarismo monárquico se les ajustició degollándolos por traidores.

Otro de los conflictos internos que se dieron en el reinado de Carlos I fueron las Germánías. Las Germánías eran hermandades armadas por los gremios con consentimiento del rey para la protección frente a piratas berberiscos. Se dieron fundamentalmente en Valencia y Mallorca y aunque coincidieron en el tiempo con las comunidades, no hubo conexión entre ellas. Tuvieron un carácter más social y económico que las Comunidades. Los artesanos, campesinos y la pequeña burguésía aprovecharon que las élites habían salido de la ciudad por una cuestión de epidemia. La revuelta se dio contra la oligarquía urbana, la nobleza y el alto clero, exigiendo mayor participación en el gobierno, la democratización de los municipios y la abolición de la jurisdicción señorial y de los impuestos feudales. El ejército real, con ayuda de la nobleza y la oligarquía municipal, sofocó la revuelta.

Las Germánías supusieron un enfrentamiento frente al poder de la corona, pero al ser controladas por la fuerza del monarca tuvieron como consecuencia un fortalecimiento de la autoridad del rey y un mayor control sobre las instituciones. También se produjo una mayor sumisión de las Cortes castellanas. La nobleza se encontraba temerosa ante rebeliones populares, por lo que a partir de entonces se apoyaba en el poder de la corona y mostraba su fidelidad al rey. El rey les permitía reforzar su poder y su función dirigente al ocupar cargos militares, gubernativos y administrativos del Estado. Por su parte, el poder de la burguésía estuvo más restringido y limitado respecto a la vida pública y oficial. Una vez que el rey pudo acabar con los problemas internos, se pudo llevar una política exterior muy ambiciosa pero muy costosa.

En política exterior destacó su interés por defender la herencia dinástica recibida, que le obligaba a atender a distintos frentes militares de manera simultánea. Fueron ejes de confrontación Francia, Imperio Otomano y Príncipes Alemanes. En esta política exterior activa, las guerras fueron posibles gracias a recursos como la llegada de oro y plata de América en cantidades considerables desde 1530.

Francia fue en gran medida el mayor rival de la corona en relación con el mediterráneo, debido a la enemistad heredada de los Reyes Católicos. Los puntos de fricción de ambos reinos eran las zonas de Pirineos, Países Bajos, Franco Condado e Italia. Con la derrota de Francisco I, Carlos I tomo posesión de Milán y dominio del norte de Italia. Estos conflictos fueron generando enormes gastos que endeudaron al emperador. Estos conflictos y deudas las heredó también Felipe II.

Durante esta época el Imperio turco llevó a cabo una política expansiva que afectó fundamentalmente a Europa Central en torno al Danubio y al Mediterráneo. Carlos I no le concedíó el mismo nivel de atención que a otros conflictos porque le dio mayor importancia al conflicto con Francia. Por tanto, intervénía fundamentalmente en situaciones extremas. El conflicto del Imperio otomano fue un conflicto sin resolver, por lo que volvíó a plantearse en el reinado de Felipe II.

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