Cambios Demográficos y Sociales en España (1900-1930)
Durante el primer tercio del siglo XX, España experimentó la Transición Demográfica. A diferencia de otros países de Europa occidental, donde este proceso se inició en el último tercio del siglo XIX, en España la caída de las tasas de mortalidad y natalidad fue más simultánea. No obstante, el descenso más rápido de la mortalidad respecto a la natalidad impulsó un notable crecimiento poblacional, clave para la modernización demográfica que continuaría hasta la segunda mitad del siglo XX.
Crecimiento Poblacional y Descenso de la Mortalidad
El crecimiento demográfico se debió principalmente al descenso de la tasa de mortalidad y, en particular, de la mortalidad infantil. Esto resultó en un aumento significativo de la esperanza de vida al nacer, pasando de 35 años en 1900 a 50 en 1930.
Factores del Descenso de la Mortalidad:
- La práctica desaparición de la mortalidad catastrófica, con la notable excepción de la pandemia de gripe de 1918 (la mal llamada gripe española).
- La mejora de las necesidades básicas: alimentación, vestido y vivienda.
- El avance en los servicios públicos higiénicos y sanitarios: limpieza, alcantarillado y agua potable.
Estas mejoras contribuyeron a atenuar e incluso erradicar enfermedades infectocontagiosas, principales causas de defunción, sobre todo en la infancia.
Descenso de la Natalidad y Movimientos Migratorios
El descenso de las tasas de natalidad fue más gradual, influenciado por la modernización de la vida urbana y la incipiente incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar, lo que favoreció el uso de medidas anticonceptivas elementales.
Paralelamente, los movimientos migratorios, tanto interiores como exteriores, se intensificaron desde finales del siglo XIX. A principios del siglo XX, la emigración a ultramar creció notablemente, con un pico espectacular hasta 1914 (inicio de la Primera Guerra Mundial), principalmente hacia Cuba y Argentina.
La migración interior estuvo estrechamente ligada al progreso de los sectores industrial y terciario y al desarrollo urbano del periodo. El proceso de urbanización, iniciado en la segunda mitad del siglo XIX, se aceleró en las décadas de 1910 y 1920 impulsado por la industrialización. En 1930, Madrid y Barcelona ya superaban el millón de habitantes, y diez capitales de provincia contaban con más de 100.000. Aunque la población urbana creció entre 1900 y 1930, España aún estaba lejos de las tasas de urbanización de los principales países industriales europeos.
Distribución de la Población Activa
La modernización demográfica y económica se reflejó en la distribución de la población activa, con un descenso del empleo en la agricultura y un aumento de la mano de obra en la industria y los servicios.
El Bienio Radical-Cedista y la Revolución de Octubre de 1934
El clima de inestabilidad política durante la Segunda República se intensificó tras el intento fallido de golpe de Estado en 1932, conocido popularmente como la «Sanjurjada». Este levantamiento, liderado por el general Sanjurjo, se justificó por la creciente confrontación con el gobierno debido a las reformas militares impulsadas por Manuel Azaña durante el Bienio Reformista (1931-1933) y por la tramitación del proyecto de Estatuto de Autonomía para Cataluña.
En las elecciones de 1933, la victoria correspondió a una coalición de partidos conservadores, destacando la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), liderada por José María Gil Robles, y el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, quien asumió la presidencia del gobierno. La acción política del nuevo gobierno, conocido como Bienio Radical-Cedista (1933-1935), se centró en desmontar progresivamente las reformas del bienio anterior, lo que fue tensionando la situación política.
La Revolución de Octubre de 1934
La tensión se acentuó con la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno en octubre de 1934. Ante estos acontecimientos, la izquierda (PSOE, UGT, CNT, PCE), cada vez más radicalizada, llamó a la huelga general contra el gobierno. El seguimiento fue muy desigual: el movimiento fracasó en casi todas las capitales, pero se radicalizó en Asturias, donde la huelga general triunfó y degeneró en una verdadera revolución popular organizada por la UGT y la CNT, aprovechando el control de explosivos de las minas de carbón.
La persistencia de la insurrección llevó al gobierno a optar por la represión militar. La Legión, dirigida por el general Franco, fue la encargada de llevar a cabo las operaciones. El balance de la Revolución de Octubre de 1934 fue el de una pequeña guerra civil, con un saldo de más de mil muertos, el triple de heridos y treinta mil detenidos. Tras los acontecimientos de Asturias, la reacción del gobierno de derechas fue el endurecimiento de su política.
Crisis del Gobierno Radical-Cedista
La crisis definitiva de un gobierno ya debilitado por sus contradicciones internas llegó con varios escándalos de corrupción, como el del «Estraperlo» (un juego de ruleta trucado que afectó a altos cargos gubernamentales). Alejandro Lerroux y el Partido Republicano Radical cayeron en un descrédito total, y la aparición de nuevos escándalos precipitó el fin de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones a Cortes en febrero de 1936.
Nota: El texto original incluye una referencia a la rebelión de Sanjurjo y su amnistía al final de este párrafo, que cronológicamente pertenece al inicio del bienio. Se mantiene el contenido pero se aclara su contexto temporal. La rebelión de Sanjurjo en 1932 tuvo éxito en Sevilla, pero fracasó en Madrid, donde el gobierno pudo controlarla y reprimirla fácilmente, condenando al general a muerte (pena que posteriormente fue conmutada por cadena perpetua). Sin embargo, cuando se formó el nuevo gobierno radical-cedista, presidido por Alejandro Lerroux, se propuso y concedió una amnistía tanto a Sanjurjo como al resto de militares implicados en la sublevación.
La Transición Española: Gobiernos de Adolfo Suárez (1976-1981)
El nombramiento de Adolfo Suárez, un joven político procedente del Movimiento Nacional, como nuevo presidente del gobierno en 1976 fue recibido con decepción entre la opinión democrática. A pesar de que el nuevo gobierno estaba formado por ministros aperturistas, muchos pensaron que Suárez no era el hombre adecuado para liderar el proceso hacia la democracia.
La Ley para la Reforma Política
Poco tiempo después, en septiembre de 1976, el Presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda, elaboró un proyecto de ley defendido en la Asamblea por Adolfo Suárez: la Ley para la Reforma Política. Esta ley fue fundamental para desmantelar el franquismo desde dentro del propio régimen. Paralelamente, Suárez inició contactos discretos con la oposición democrática para trabajar en el proceso de la Transición.
Amenazas a la Transición
Un sentimiento golpista parecía imparable entre los sectores más inmovilistas del franquismo, debido a las reformas iniciadas y a los atentados terroristas de ETA y el GRAPO. Suárez respondió nombrando al teniente general Gutiérrez Mellado como vicepresidente del gobierno. Gutiérrez Mellado fue una figura clave para controlar el peligro golpista en el Ejército, al igual que la figura del arzobispo de Madrid, Enrique Tarancón, ayudó a contener a la sociedad católica dentro de los límites de la Transición.
Poco a poco, la oposición fue saliendo de la clandestinidad. El PSOE celebró en Madrid su XXVII Congreso, al que asistieron importantes líderes internacionales. Santiago Carrillo, el líder comunista, dio una rueda de prensa clandestina en Madrid reclamando el derecho del PCE a ser legalizado.
El año 1977 fue clave. El proceso de reformas estuvo siempre amenazado por dos fuerzas opuestas: por un lado, las fuerzas de extrema derecha, que agrupaban a los residuos del franquismo más duro, y por otro lado, los grupos terroristas nacionalistas como ETA o de extrema izquierda como el GRAPO. Con sus ataques al ejército y las fuerzas policiales, alimentaban las posibilidades de un golpe militar.
La situación llegó a su momento de máxima tensión en la semana del 23 al 29 de enero de 1977, cuando una sucesión de hechos violentos estuvo a punto de dar al traste con la Transición:
- Asesinato de un estudiante en una manifestación pro-amnistía por parte de los «Guerrilleros de Cristo Rey».
- Secuestro del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, el general Villaescusa, por parte del GRAPO.
- Matanza de cinco abogados laboralistas del PCE en Atocha por grupos de pistoleros de extrema derecha.
La respuesta popular fue una gran manifestación de repulsa en Madrid que se desarrolló pacíficamente y que mostró claramente la voluntad general de continuar los cambios de forma pacífica.
Desafíos del Gobierno Suárez
El nuevo gobierno de Suárez se aprestó a hacer frente a los dos principales desafíos del momento: elaborar una Constitución que articulara políticamente el nuevo sistema democrático y hacer frente al terrorismo de ETA, que seguía atentando pese a una amnistía total decretada en octubre de 1977, y al peligro golpista.
Los Pactos de la Moncloa
En la normalización democrática que estaba llevando a cabo el presidente Suárez, fueron necesarios una serie de acuerdos firmados el 25 de octubre de 1977 con el nombre de Pactos de la Moncloa (Nota: el texto original indicaba 1975, lo cual es incorrecto). Se firmaron entre el Gobierno de España de la legislatura constituyente, presidido por Adolfo Suárez, los principales partidos políticos con representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados, con el apoyo de las asociaciones empresariales y el sindicato Comisiones Obreras (la Unión General de Trabajadores, aunque inicialmente los rechazó, finalmente los firmaría; la Confederación Nacional del Trabajo, CNT, los rechazó). El objetivo era procurar la estabilización del proceso de transición al sistema democrático, así como adoptar una política económica que contuviera la gran inflación que alcanzaba niveles alarmantes.
El Proceso Autonómico
La manifestación multitudinaria a favor del autogobierno de vascos y catalanes, del 11 de septiembre de 1977 en Barcelona, provocó que el gobierno de Suárez iniciase el proceso preautonómico antes de la aprobación de la Constitución. Suárez optó por el restablecimiento formal de la Generalitat de Cataluña en septiembre de 1977, tras un pacto con el líder nacionalista Josep Tarradellas para su vuelta del exilio y el restablecimiento provisional de la Generalitat por decreto ley. Tarradellas se convirtió así en el primer presidente de la nueva Generalitat. En el País Vasco, en diciembre de ese mismo año, se creó el Consejo General Vasco como régimen preautonómico para la región. De modo que, a principios de 1978, Cataluña y País Vasco ya eran regiones preautonómicas.
Aprobada la Constitución, se constituyeron en el período 1979-1983 las actuales Comunidades Autónomas, y nuestro país quedó conformado por 17 Comunidades y dos Ciudades Autónomas, Ceuta y Melilla, constituidas en 1995. Cada una de estas comunidades posee una Asamblea Legislativa y un Gobierno propios.
Hay que reconocer que este desarrollo estatutario provocó importantes disensiones internas en el seno de la UCD (Unión de Centro Democrático) y que de ello se derivó el inicio de la decadencia política del propio Adolfo Suárez, quien dimitió como presidente del gobierno en enero de 1981. Tras formar un nuevo partido político, el Centro Democrático y Social (CDS), con los restos de UCD en 1991, dimitió como presidente del CDS tras los malos resultados de su formación en las elecciones municipales y abandonó definitivamente la política.
Cuando se estaba votando en la sesión de investidura del Congreso de los Diputados a su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, se produjo el 23F, el último intento de golpe de Estado de nuestra historia.
Etapas del Franquismo (1939-1975)
El régimen de Franco, establecido tras la Guerra Civil, atravesó distintas fases marcadas por la evolución política interna y el contexto internacional.
Autarquía (1939-1951)
Tras la Guerra Civil, Franco impuso una dictadura caracterizada por el aislamiento internacional, acentuado por la afinidad del régimen con las potencias fascistas derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. España se cerró al exterior, y esta etapa estuvo marcada por la pobreza, el hambre, el racionamiento y el auge del mercado negro.
Fin del Aislamiento y Liberalización (1951-1959)
En el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos comenzó a apoyar a España por su posición geoestratégica. Este periodo supuso el fin del aislamiento internacional, la llegada de ayudas económicas, la apertura de relaciones exteriores y el inicio de una incipiente liberalización económica.
Desarrollismo (1959-1975)
Con la implementación del Plan de Estabilización y la creciente influencia de los tecnócratas (muchos ligados al Opus Dei), España experimentó una profunda modernización económica. La inversión extranjera, el auge del turismo y la emigración impulsaron un periodo de gran crecimiento económico, conocido como el «milagro español», que solo se vio frenado por la crisis del petróleo en 1973.