Sociedad y Política del Antiguo Régimen
2.1) Los Estamentos
La sociedad del Antiguo Régimen estaba dividida en estamentos, también llamados estados u órdenes, que eran grupos cerrados a los que se accedía por las circunstancias del nacimiento y en los que el ascenso resultaba muy difícil. El derecho tradicional establecía tres estamentos: el Clero, que se ocupaba de rezar y procurar la protección divina; la Nobleza, que combatía y protegía de sus adversarios a la colectividad; y el Estado Llano, cuya función social era producir los bienes materiales y comprendía grupos tan diversos como el campesinado, la burguesía y las clases populares de las ciudades. La característica principal de la sociedad estamental era su desigualdad, que comportaba la división en dos grupos bien diferenciados: los privilegiados, que gozaban de derechos y estaban exentos de pagar impuestos, y los no privilegiados, que no tenían ninguna prerrogativa y debían soportar todas las cargas fiscales.
2.2) Los Privilegiados
El clero era el primero de los grupos privilegiados y representaba una parte muy pequeña de la población, menos del 1%. No tenían que pagar ninguno de los impuestos directos y sus ingresos provenían del diezmo y de su propio patrimonio. El alto clero vivía en el lujo característico de la nobleza; el bajo clero vivía una vida modesta, sin lujos, y no gozaba de privilegios. La nobleza era el segundo estamento privilegiado, representaba entre el 2% y el 3% de la población y ostentaba la propiedad de la mayor parte de las tierras. Existían enormes diferencias entre la rica y poderosa nobleza de la corte y la modesta nobleza de provincias, y la nobleza de toga que surgió de la necesidad del monarca de vender los cargos públicos o de recompensar favores.
2.3) Los No Privilegiados
El Tercer Estado o Estado Llano comprendía a la gran mayoría de la población. La burguesía aparece en el siglo XVIII y constituía el grupo económico más dinámico de la sociedad, ya que en los últimos siglos su riqueza había aumentado notablemente. Se distinguía la burguesía rentista, que vivía de las rentas de sus propiedades o capitales; la financiera (banqueros y cobradores de impuestos); la manufacturera o industrial; y finalmente la pequeña burguesía, que comprendía artesanos, pequeños comerciantes y profesionales liberales. Las clases populares urbanas agrupaban a los trabajadores manuales de las ciudades, tanto a los artesanos como a los obreros. El campesinado constituía la mayoría de la población y se distinguía entre los campesinos libres, que podían ser propietarios o arrendatarios; los jornaleros; y los siervos que vivían bajo el régimen señorial.
4.3) El Despotismo Ilustrado
Las influencias del pensamiento ilustrado alcanzaron las cortes europeas y algunos soberanos, sin renunciar a su carácter de monarcas absolutos, intentaron experiencias reformistas que pretendían unir la autoridad real con las ideas de progreso de la Ilustración. Así, en buena parte de Europa aparecieron monarcas ilustrados, como Federico II, María Teresa y Carlos III. Como rasgos comunes de la actuación de estos monarcas se pueden citar el absolutismo centralizador, la racionalización de la administración, el fomento de la educación y la búsqueda de la modernización económica. En este sentido, todos ellos promovieron programas de desarrollo agrícola e industrial y facilitaron la libertad de comercio. De todas formas, estas experiencias resultaron muy limitadas. No era posible aceptar solo una parte de la Ilustración; no se podían admitir las reformas económicas, el reparto de la propiedad o la libre circulación comercial y mantener intacta la sociedad estamental y el poder absoluto. Las contradicciones de este reformismo abrieron el camino a las revoluciones liberales.
Ideas Económicas y Sociales
3.1) El Liberalismo Económico
Los principios económicos del liberalismo fueron elaborados a finales del siglo XVIII por un conjunto de pensadores británicos que constituyen lo que se conoce como la escuela clásica y que tienen en Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y John Stuart Mill sus principales exponentes. Adam Smith defendía la supremacía del individuo frente a los estamentos o grupos organizados y consideraba que la búsqueda del propio interés era el motor del desarrollo económico. Para Smith, el interés personal de cada individuo da como resultado que cada bien sea producido en la cantidad en que sea demandado. Los intereses contrapuestos se equilibran en el mercado a través de una «mano invisible» que, mediante los precios, ajusta la oferta y la demanda. Es el libre juego de ambas el que consigue un equilibrio óptimo tanto a nivel social como económico. De este modo, el Estado debe abstenerse de cualquier intervención en la economía y debe eliminar las barreras proteccionistas y los monopolios, porque ambos son obstáculos para el crecimiento económico. Sin embargo, la visión de Smith no descartaba la intervención pública en ámbitos como la educación para adultos pobres, la justicia o el ejército. Autores posteriores pusieron de relieve otros aspectos. David Ricardo argumentó que, al ser el trabajo una mercancía como las demás, los salarios no subirían por encima del mínimo imprescindible para la subsistencia. Thomas Robert Malthus señaló que el crecimiento de la población desequilibraría su relación con los recursos existentes, lo cual empeoraría el nivel de vida de la mayoría de las personas.
Revoluciones y Nuevas Ideologías
1.1) Las Causas de la Revolución Francesa
En la Francia de finales del siglo XVIII, amplios sectores sociales deseaban cambios profundos. A lo largo del siglo se habían producido una subida de los precios y un auge de los negocios y la industria. La burguesía conseguía elevados beneficios económicos, pero su progreso topaba con las reglamentaciones que interferían el libre comercio y la libre producción. Además, la ordenación estamental y los privilegios de sangre le impedían acceder al poder político. Animados por las nuevas ideas ilustradas, los burgueses reclamaban cambios políticos que acabasen con el intervencionismo estatal, con los privilegios aristocráticos y el absolutismo. Frente a la burguesía, una poderosa aristocracia se aferraba al viejo modelo feudal. Los privilegiados veían con preocupación cómo el alza de precios perjudicaba a quienes, como ellos, vivían de rentas fijas y se esforzaban por consolidar y aumentar sus privilegios, oponiéndose ferozmente a cualquier intento de cambio. En este contexto, una grave crisis económica acabó de complicar la situación. Por un lado, las condiciones de vida del campesinado se vieron agravadas por el aumento de las cargas feudales como reacción de los señores a la disminución de sus ingresos. Además, las malas cosechas de la década de 1780 abocaron a la miseria a miles de familias y las protestas se multiplicaron. En la ciudad, el alza de los precios agrarios comportó la carestía de los productos básicos, provocando el hambre y el malestar del pueblo. Por otro lado, una crisis industrial en 1786, originada en parte por la apertura del mercado francés a la concurrencia inglesa, trajo consigo el cierre de muchos talleres y fábricas y acentuó el paro entre los trabajadores. Las huelgas y los motines se incrementaron en vísperas de la Revolución. Finalmente, las finanzas reales estaban en una situación de déficit crónico, debido sobre todo a que la aristocracia no pagaba impuestos y el Tercer Estado cargaba con todos los tributos. Cuando la participación de Francia en la guerra de independencia de EE.UU. (1776-1783) aumentó los gastos, la hacienda francesa entró en bancarrota.
2.1) El Marxismo
El marxismo toma el nombre de Karl Marx, quien, junto con Friedrich Engels, a mediados del siglo XIX, criticaron el primer pensamiento socialista utópico y elaboraron una teoría que era un programa de acción para cambiar la sociedad: el socialismo científico. Sus palabras: «Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras; de lo que se trata es de transformarlo», evidencian esa voluntad. Su corpus doctrinal tuvo un primer referente en el Manifiesto Comunista, publicado en Londres en vísperas de la revolución de 1848. El análisis de la realidad política y social, el estudio del capitalismo y la práctica política de Marx en la organización de sociedades obreras posibilitaron la elaboración de la teoría marxista. El marxismo se asienta sobre dos grandes ejes:
- El análisis del pasado a través de la lucha de clases: es decir, el antagonismo entre opresores y oprimidos, considerado el motor del desarrollo histórico. Esta contradicción se originaba en las relaciones sociales de cada etapa histórica: del esclavismo, del feudalismo y del capitalismo, en el que la oposición básica se situaba entre la burguesía y los obreros industriales.
- La crítica del presente en función del análisis del sistema capitalista: Marx explicó en El Capital que la explotación burguesa es condición inherente al capitalismo; es decir, el trabajo del obrero genera un beneficio superior al salario que percibe (plusvalía), que permanece en manos del capitalista, quien reinvierte una parte en mejorar los medios de producción y se apropia del resto. Por otra parte, la voluntad de incrementar el beneficio supone una constante innovación tecnológica para aumentar la producción, pero ello lleva a constantes crisis de sobreproducción. De estas crisis salen reforzadas las grandes empresas, eliminando a las más débiles.
- La necesidad de superar este presente con un proyecto de futuro: la sociedad comunista, a la que se llegaría con la toma del poder político por los trabajadores. Se abriría de esta forma una situación transitoria de dictadura del proletariado para conseguir más tarde la desaparición de todas las clases y construir una sociedad igualitaria.
2.2) El Anarquismo
El anarquismo no tiene un cuerpo doctrinario tan homogéneo como el marxismo. Detrás del término anarquismo se agrupan toda una serie de propuestas que responden al pensamiento individual de sus ideólogos. En general, todos critican la sociedad capitalista y proponen un modelo alternativo basado en la ausencia de autoridad. El primer referente del anarquismo fue Pierre-Joseph Proudhon, considerado la propiedad «un robo» y defendió un sistema social basado en el trabajo autónomo y en la expansión del mutualismo y del cooperativismo. Así, de forma gradual, se superaría el capitalismo al margen de toda organización política y de toda autoridad y por medio de la libre asociación de los individuos. La difusión y discusión de estas ideas por activistas vinculados a las luchas reivindicativas y revolucionarias darían fuerza al anarquismo. En esta trayectoria, el ruso Bakunin desempeñó un papel decisivo. Planteó que la revolución estaría protagonizada por todos los sectores oprimidos de la sociedad (campesinos, artesanos, proletariado industrial) y sería el resultado de la lucha espontánea de las masas contra la explotación. Su objetivo era la destrucción del Estado y la creación de una sociedad igualitaria a partir de la libre asociación de las comunas, que eran las unidades asociativas más pequeñas de la sociedad. Su influencia se extendió principalmente por Suiza, Italia, Bélgica y España. Con la base del pensamiento de estos dirigentes anarquistas se configuró un ideario libertario que proponía la anarquía como modelo de sociedad. Se asentaba en la libertad individual, la solidaridad social, la crítica a la propiedad privada, la defensa de la propiedad colectiva y la oposición a todo tipo de organización jerárquica, a la religión, a la política y al Estado. Los medios para destruir el orden burgués y llegar a esta sociedad sin clases presentaron diferencias muy importantes entre los distintos pensadores anarquistas.