Economía y Sociedad Española: Retos del Siglo XIX y Crisis del 98

La Estructura Económica Española a Finales del Siglo XIX

Este gráfico de barras nos muestra el porcentaje de población activa ocupada en los diferentes sectores en España, los países más industrializados de Europa y EE.UU., en 1877. Podemos observar cómo, en comparación con España, el resto de países tienen más población ocupada en los sectores secundario y terciario, destacando Reino Unido, en el que casi un 80% de la población trabaja en estos sectores, frente a solo el 33% de España.

Asimismo, aunque el sector primario sigue teniendo un peso considerable en países como EE.UU., Francia y Alemania, donde suponen aproximadamente la mitad, sigue siendo inferior al de España, donde supone dos terceras partes, mostrando cómo la estructura económica del país peninsular sigue siendo eminentemente rural y poco industrializada a finales del siglo XIX.

Factores del Lento Desarrollo Industrial

Esta menor intensidad de la Revolución Industrial se debió a diversos factores. A nivel político, la situación política inestable que vivía España, con levantamientos militares, cambios continuos de gobierno y revueltas como las carlistas, no contribuía a la estabilidad económica. Sin embargo, conviene centrarse en los factores de naturaleza económica para explicar este fenómeno: por un lado, la elevada deuda pública (paliada, pero no eliminada, a través de las desamortizaciones como las de Mendizábal o Madoz); y por otro, la legislación de carácter proteccionista, motivada por la incapacidad de España para competir con los mercados internacionales, lo que limitó mucho el desarrollo económico español, que se vio incapaz de absorber una alta producción por falta de demanda interna.

A pesar de este proteccionismo, ciertos sectores estratégicos, como el minero o el ferroviario, estuvieron copados por empresas extranjeras que directamente extraían las materias primas, cercanas a la costa. Hay que señalar, asimismo, las deficientes comunicaciones del país que, unidas a los condicionantes geográficos (relieve montañoso), dificultaban la creación de un verdadero mercado nacional cohesionado, a diferencia de otros países. En ese sentido, la red ferroviaria española fue tardía, cara y poco densa, por lo que ciertas regiones, especialmente en la costa, recurrieron a los mercados extranjeros.

Intentos de Industrialización en España: Sectores Clave

A lo largo del siglo XIX se intentó desarrollar la industrialización de España; sin embargo, los resultados se encontraron muy lejos de las intenciones iniciales pretendidas. Cataluña fue la única región en la que se produjo una industrialización significativa en el sector textil (considerado parte del secundario), basada en el algodón, impulsada por capitales autóctonos, con predominio de la empresa de tamaño medio.

El Caso Catalán

Las razones de su éxito se debieron a una situación inicial de ventaja (era una región dinámica ya a finales del siglo XVIII), una mayor iniciativa empresarial por parte de la burguesía catalana, pero también a una política comercial arancelaria que le permitió orientar su producción al mercado nacional (incluyendo Cuba y Puerto Rico) sin la competencia de otros países con sectores textiles dinámicos como Inglaterra. Aun así, presentó debilidades estructurales notables, como la casi total dependencia de este mercado interno o la falta de carbón de calidad en la Península (teniendo que recurrir a la importación para su desarrollo industrial), lo que generó un desarrollo limitado, no demasiado extensible a otros sectores.

Minería y Siderurgia

Por su parte, en el sector siderúrgico, aunque España contaba con importantes yacimientos, especialmente en el norte de carbón y hierro (Asturias y País Vasco), pero también en el sur (Málaga), no disponía del carbón de coque necesario para el desarrollo industrial, por lo que se creó un circuito comercial en el norte en el que Bilbao compraba carbón a Cardiff (Gales, Gran Bretaña) y exportaba hierro.

Respecto a otros minerales, hay que señalar que España era rica en reservas de plomo, cobre, mercurio y zinc, contando además con la cercanía de estos yacimientos a zonas costeras, lo que facilitaba el transporte y la exportación. Sin embargo, estos no se comenzaron a explotar de forma importante hasta la Ley de Minas de 1868, que simplificaba la adjudicación de concesiones, facilitando su explotación. Sin embargo, estas fueron explotadas mayormente por compañías extranjeras que extraían los minerales para su exportación en bruto a sus países de origen.

Por último, hay que señalar que a medida que la producción industrial se diversificó, fueron surgiendo de forma tímida otros sectores, como la industria metalúrgica o la industria química, centrada en la producción de ácido sulfúrico y sosa.

En definitiva, nos encontramos con una industrialización débil, fragmentada y muy dependiente, muy lejos de los niveles de otros países de Europa occidental como Francia, Alemania o Reino Unido.

La Crisis de 1898 y sus Consecuencias

A finales del siglo XIX, surgió en España una nueva crisis, derivada de las guerras de independencia de las colonias y la guerra con Estados Unidos. No fue hasta la firma del Pacto de París en 1898 cuando se hizo oficial la independencia de Cuba y la pérdida de Filipinas y Puerto Rico. Esto trajo consigo importantes consecuencias a nivel económico, político e ideológico.

Consecuencias Económicas

A nivel económico, con la pérdida de las colonias se perdieron los mercados coloniales, vitales no solo desde un punto de vista exportador (industrias de café y azúcar), sino también para nutrir a la pujante industria textil catalana, que se vio privada de un mercado y proveedor clave. No obstante, a corto y medio plazo, la pérdida económica se compensó debido a la repatriación de capitales que sirvieron para potenciar la industria interna y sanear la Hacienda, contribuyendo al desarrollo de un sector financiero equiparable al de otros países de Europa occidental.

Consecuencias Políticas

En el ámbito político, los impactos fueron notables, pues hubo un descrédito del gobierno y del ejército, y una liquidación de los territorios coloniales. Incluso dentro del sistema se planteó la necesidad de una regeneración profunda a través de obras como Oligarquía y caciquismo de Joaquín Costa, o ideas como la propuesta de “democratización desde arriba” a través de políticos como Canalejas o Maura, que intentaron realizar cambios, pero no los llevaron a cabo.

La crisis provocó que se avivaran los nacionalismos catalán y vasco, como crítica al gobierno por no promover una política descentralizadora, con protestas sociales dirigidas hacia los soldados. Ni el movimiento obrero ni el republicano aprovecharon esta situación para extenderse, dada su mala organización y poca propaganda. Lo que sí se difundió por la población fue el sentimiento antimilitarista, pues culpaba al ejército de las pérdidas de las colonias al no estar bien formado.

Consecuencias Ideológicas y Culturales

El pueblo español, en general, quedó sumido en un profundo pesimismo, lo que dio pie al surgimiento del movimiento literario de la Generación del 98, en la que destacaron autores como Unamuno, Pío Baroja, Azorín o Machado, que dieron inicio a la conocida como Edad de Plata de la literatura española.

Además, surgió el Regeneracionismo, un movimiento que buscaba un gobierno democrático y una revitalización intelectual, social y política, que denunciaba la necesidad de regenerar España y dejar atrás el atraso que se sufría. Destaca, en este movimiento, la figura de Joaquín Costa, quien fue su principal representante.

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