Nacionalismo, Imperialismo y Transformaciones Sociales en la Europa del Siglo XIX

El Auge del Nacionalismo en Europa

El siglo XIX fue un período de profundos cambios y transformaciones en Europa, marcado por la creciente competencia entre las naciones y el auge del nacionalismo.

Francia: El Segundo Imperio

Napoleón III (sobrino de Napoleón Bonaparte) se proclamó emperador de Francia, estableciendo un gobierno de carácter liberal, aunque no revolucionario. Su régimen controló a los sectores más izquierdistas y representó el poder de la nueva burguesía industrial.

Su prestigio se basaba en su herencia dinástica y en una política exterior agresiva que hizo que Francia se viera envuelta en todas las crisis entre las grandes potencias europeas.

Unificación de Alemania

Tras el fracaso de la Revolución de 1848, el nacionalismo alemán se dividió entre dos corrientes principales: los que querían fundar una Gran Alemania, agrupando todos los territorios de etnia alemana en torno a Austria, y los que querían formar una Pequeña Alemania, cuyo referente sería Prusia.

Dicha unificación, dirigida por el canciller de Prusia, Otto von Bismarck, se llevó a cabo mediante una serie de guerras:

  • Guerra de los Ducados (1864): Enfrentó a Austria y a Prusia contra Dinamarca por los ducados de Schleswig y Holstein, en la que vencieron los aliados germánicos.
  • Guerra Austro-Prusiana (1866): Austria y Prusia se enfrentaron por la administración de los ducados conquistados, tras una guerra de siete semanas.

Prusia se impuso debido a su superioridad militar (mejor infantería, armas y transporte) y logró unificar el norte de Alemania, formando la Confederación de Alemania del Norte.

La unificación culminó con la:

  • Guerra Franco-Prusiana (1870): Con el incremento del poder prusiano, el equilibrio de fuerzas en Europa se rompió y el conflicto resultó inevitable. El detonante de la guerra fue la candidatura al trono español de un príncipe alemán y el miedo que produjo en Francia.

Ante la posible repetición del imperio de Carlos V si ambos países se convertían en aliados, los prusianos vencieron al ejército francés. Tras la captura del emperador Napoleón III en Sedán (donde se rindió con todo su ejército), Francia firmó la rendición en 1871. El rey de Prusia, Guillermo I, fue proclamado káiser (emperador) en el Palacio de Versalles. El Segundo Imperio Alemán tendría una estructura federal y se anexionó Alsacia y Lorena (regiones de habla alemana).

Unificación Italiana

Italia estaba dividida en múltiples territorios: desde los controlados por una potencia extranjera como Austria, hasta reinos independientes como el de las Dos Sicilias y los Estados Pontificios, pertenecientes al Papa. La potencia que impulsó el sentimiento nacionalista fue el Piamonte, cuyo monarca, Víctor Manuel II, contó con el apoyo de su primer ministro, el Conde de Cavour, y la participación en el proceso revolucionario de Garibaldi (el héroe popular de la unificación).

  • 1859: Piamonte se anexionó Lombardía (la zona de Milán) con el apoyo de Francia.
  • 1861: Anexión de Parma y la Toscana. Además, un ejército al mando de Garibaldi conquistó las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia), tras lo cual Víctor Manuel II se proclamó Rey de Italia.
  • 1866: Incorporación del Véneto tras la derrota austriaca contra Prusia.
  • 1870: Tras la derrota de Francia, protectora del Papa, en la Guerra Franco-Prusiana, las tropas italianas entraron en Roma, convirtiéndose la ciudad en la capital del Reino de Italia.

El Imperialismo: La Expansión Colonial

A partir de 1870, las nuevas potencias imperiales alcanzaron su apogeo, asegurándose el dominio económico, cultural y político sobre el resto del mundo. La expansión se realizó principalmente por África (donde solo existían dos países independientes) y Asia (la India británica, la Indochina francesa, la conquista rusa de Siberia, etc.). Esta expansión fue liderada por Gran Bretaña y Francia, a las que más tarde se unieron Alemania, Estados Unidos y Japón.

Las Causas Económicas

La Revolución Industrial proporcionó a las potencias europeas, gracias a su superioridad organizativa, técnica y económica, los medios para expandirse. Además, diversos motivos económicos impulsaban la expansión colonial:

  • Las colonias suministraban materias primas y mano de obra barata, a la vez que eran mercados donde colocar los productos de las metrópolis.
  • Además, Europa, al controlar la mayoría del capital mundial, ejercía de banco para muchos países independientes (China, el Imperio Otomano, etc.), por lo que ejercía un control férreo sobre sus economías.

Factor Demográfico

Los avances producidos por la Revolución Industrial en materia de salud e higiene se tradujeron en un auténtico boom demográfico. La población europea aumentó un 75% entre 1850 y 1914, pese a la emigración hacia ultramar, principalmente a Canadá, Australia, Brasil, Argentina y, sobre todo, a Estados Unidos. Este aumento de la presión demográfica, sumado a la emigración europea, fomentó la colonización de los territorios indígenas del interior de sus países (como el Oeste americano).

Motivos Políticos

Algunas colonias tenían intereses estratégicos (como Gibraltar) y, sobre todo, cada nueva colonia incorporada otorgaba un gran prestigio nacional. Entre 1870 y 1890, la escalada imperialista llevó al reparto de los territorios susceptibles de ser colonizados. Sin embargo, una vez que se agotaron dichos territorios, los conflictos entre las potencias aumentaron (como la Guerra Hispano-Estadounidense).

Causa Ideológica

Los europeos sentían que debían «civilizar» y traer el progreso a toda la humanidad. Para ello, debían instruir a esas sociedades para que salieran de su supuesto atraso sociocultural. Esto se basaba en una concepción racista del mundo, según la cual la raza blanca era la única desarrollada y debía dominar al resto de la humanidad.

La Sociedad de Mediados del Siglo XIX

Fruto de la Revolución Industrial, surgió una sociedad con un claro predominio de la vida urbana. La burguesía se había convertido en la nueva clase dominante, mientras que las clases medias se consolidaban debido a la creciente importancia del sector servicios. El proletariado iba sustituyendo al campesinado como clase baja.

Estado del Bienestar

Junto a la expansión del sufragio universal masculino, y gracias a ella, el Estado comenzó a preocuparse por el bienestar social, mediante la enseñanza obligatoria, los seguros de enfermedad, las pensiones y avances en la salud pública y la sanidad.

El Movimiento Obrero

Se crearon asociaciones internacionales para tratar de defender mejor los derechos de los trabajadores:

  • Primera Internacional: Fundada en 1864, surgieron dos tendencias opuestas: el marxismo y el anarquismo. En 1872, los anarquistas fueron expulsados de la Internacional y poco después esta se disolvió.
  • Segunda Internacional: Fundada en 1889, solo por socialistas marxistas. Tenía una tendencia socialdemócrata e internacionalista que se enfrentó a las tendencias comunistas y nacionalistas.

El Movimiento de Emancipación de la Mujer

La Revolución Industrial trajo consigo importantes cambios demográficos, como la disminución del número de hijos por mujer, el retraso en la edad del matrimonio y el acceso de la mujer al trabajo fuera del hogar, lo que fomentó la emancipación femenina. El acceso al mundo laboral se produjo de forma masiva con la Revolución Industrial. Además, a mediados del siglo XIX, se produjo también el acceso de la mujer a la educación, tanto en la secundaria como en la universidad.

Al principio, las profesiones, aparte de trabajar en las fábricas, estaban relacionadas con sus roles tradicionales (enfermeras, niñeras, etc.), pero poco a poco se adentraron en todos los ámbitos laborales, desde la escritura hasta la ciencia (campo en el que destacó sobre todo Marie Curie, primera persona en conseguir dos Premios Nobel). Este proceso comenzó en las clases medias y se fue extendiendo a toda la sociedad, ayudado también por el auge del sector servicios que creó nuevas oportunidades laborales para la mujer (dependientas, secretarias, etc.), provocando que, por primera vez, muchas mujeres consiguieran ser económicamente independientes.

Todos estos cambios provocaron el desarrollo del movimiento sufragista, que pedía el voto para la mujer. El primer país en el que lo obtuvieron fue Nueva Zelanda en 1893, seguido después por varios países de Europa. En España, la primera vez que votaron fue en las elecciones de 1933, impulsado por mujeres como Clara Campoamor.

España: Isabel II y el Sexenio Democrático

Isabel II nació después de que el rey Fernando VII promulgara la Pragmática Sanción, por la que las mujeres podían acceder al trono en caso de no haber descendientes varones, anulando así la Ley Sálica (que prohibía que las mujeres reinaran). Así, Isabel II fue proclamada reina a la muerte de su padre en 1833.

Las Guerras Carlistas

Sin embargo, su tío Carlos María Isidro, apoyado por aquellos que no aceptaban los cambios traídos por las ideas ilustradas, no reconoció la legitimidad de esta sucesión, reclamando su derecho al trono y desencadenando la Primera Guerra Carlista (1833-1840).

Hasta que Isabel II alcanzó la mayoría de edad, la regencia recayó en su madre, María Cristina, quien se enfrentó a los carlistas; para ello, se alió con los liberales.

El carlismo triunfó en la zona norte (País Vasco, Cataluña, Aragón y Navarra), siendo un movimiento rural basado en el absolutismo y la religión (“Dios, Patria y Rey”).

El gobierno isabelino, carente de recursos, no fue capaz de enviar un ejército bien equipado al norte con rapidez, lo que llevó al ejército carlista a tener un éxito inicial e incluso a sitiar Bilbao, ciudad que fueron incapaces de conquistar.

Tras su fracaso ante Bilbao, trataron de sublevar Cataluña y Valencia, y acabaron fracasando en la toma de Madrid. Todas esas derrotas provocaron desavenencias en el movimiento carlista, que cada vez estaba más debilitado. Finalmente, en 1839, el general carlista Maroto se rindió ante el general isabelino Espartero en el conocido como “Abrazo de Vergara”. Con ello, acababa la Primera Guerra Carlista.

El carlismo siguió conservando algunas fuerzas en las provincias vascas y, sobre todo, en Navarra, y solo en algunos momentos de crisis volvió a resurgir en la Segunda (1846) y Tercera Guerras Carlistas (1872).

Regencias

Regencia de María Cristina

Durante la regencia de su madre, María Cristina, los liberales que la apoyaban se dividieron en dos facciones:

Progresistas:
  • Soberanía nacional (Cortes).
  • Limitación de los poderes de la Corona.
  • Sufragio censitario más amplio.
  • Declaración de derechos más amplios.
  • Estado confesional, pero libertad de culto.
  • Apoyados por la pequeña y mediana burguesía, profesionales liberales, artesanos y militares de baja graduación.
Moderados:
  • Soberanía compartida (Cortes, Corona).
  • Corona (derecho a veto, nombra ministros y disuelve Cortes).
  • Sufragio censitario limitado.
  • Derechos limitados.
  • Estado confesional sin libertad de culto.
  • Apoyados por la aristocracia latifundista, alta burguesía, alto clero y militares de alta graduación.

Bajo su gobierno se promulgó el Estatuto Real, una constitución muy restrictiva y con sufragio muy censitario. Ante las protestas de los progresistas, se le encargó el gobierno a Mendizábal, quien, con la intención de financiar la guerra contra el carlismo, realizó la “Desamortización de Mendizábal”, que consistió en la expropiación de las propiedades de la Iglesia y su posterior venta en subasta pública a sus allegados. Ante la grave crisis (guerras carlistas, epidemias, protestas por la desamortización, etc.), la reina llamó a los progresistas al poder, y estos promulgaron la Constitución de 1837. Esta constitución progresista establecía la soberanía nacional, derechos para los ciudadanos, la división de poderes y el sufragio censitario.

Regencia de Espartero

En 1840, y debido a la gran crisis existente en el país, la regente María Cristina se exilió a Francia.

El general Espartero, vencedor de la guerra carlista, se convirtió en regente, pero gobernó de forma autoritaria, provocando que moderados y progresistas se unieran bajo el mando del general Narváez, quien le obligó a dimitir.

Reinado de Isabel II

Las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, que de esta forma fue coronada reina a los 13 años en 1843.

La Década Moderada (1844-1854)

Formó gobierno el general Narváez, de carácter moderado. Se proclamó la Constitución de 1845, que establecía la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes (bicamerales), un sufragio restringido a los más ricos, la restricción de la libertad de prensa y la confesionalidad católica del Estado español (la Iglesia reconoció la desamortización a cambio de dinero e influencia sobre la educación). Se realizaron reformas administrativas como la creación del Banco de España y la Guardia Civil (1844). Los progresistas se dividieron en el Partido Demócrata, que exigía el sufragio universal, y los Republicanos, favorables a la proclamación de una República.

El Bienio Progresista (1854-1856)

El general O’Donnell, en 1854, realizó un pronunciamiento que terminó con el gobierno conservador, y se encargó al general Espartero que formara un nuevo gobierno. Se llevaron a cabo reformas como la expulsión de los jesuitas, una nueva desamortización, una nueva Ley de Ferrocarriles (1855), etc. Sin embargo, las presiones de la Iglesia y los conservadores hicieron caer a Espartero.

La Segunda Década Moderada (1856-1868)

Período protagonizado por políticos conservadores (paralización de la desamortización, etc.), por el desarrollo económico y por las intervenciones militares en el exterior (se enviaron tropas a Cochinchina, México y el norte de África). Ante la moderación política, fueron creciendo en España las aspiraciones de mayor libertad y derechos civiles. Se desarrollaron el Partido Demócrata y el Republicano, se crearon las primeras organizaciones obreras y se producían agitaciones entre el campesinado jornalero, que fueron reprimidas por la Guardia Civil.

Estas grandes tensiones sociales supusieron un gran desprestigio para la monarquía. Finalmente, el 19 de septiembre de 1868, se produjo la Revolución Gloriosa, apoyada por el ejército y los partidos políticos, que forzó a la reina a huir a Francia.

El Sexenio Democrático

Etapa Constituyente (1868-1869)

Se aprobó la Constitución de 1869, de carácter monárquico, que establecía el sufragio universal masculino, la división de poderes y amplias libertades para el pueblo. Se convirtió en la primera constitución democrática de España; el problema era que era una constitución monárquica, pero no había rey.

Monarquía Democrática de Amadeo I (1870-1873)

El general Prim (máximo dirigente de la política española) propuso al italiano Amadeo de Saboya como nuevo rey, pero el día antes de su llegada, Prim fue asesinado, y el rey se quedó sin apoyos. El rey hubo de hacer frente a complejos problemas internos y externos: la Guerra Colonial en Cuba, iniciada en 1868; la oposición de los carlistas, que desencadenaron la Tercera Guerra Carlista; la oposición de los partidarios del príncipe Alfonso, el hijo de Isabel II; y la abierta oposición de los republicanos. En el caso de los republicanos, no aceptaron la monarquía ni la Constitución de 1869, y se vieron apoyados por el descontento de sus demandas sociales. Por ello, los obreros se apartaron del régimen liberal y optaron por el socialismo y la revolución.

Primera República (1873-1874)

En 1873, Amadeo I abdicó y se proclamó la Primera República, de carácter federal y en la que se sucedieron cuatro presidentes distintos (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar) en menos de un año, debido a la inestabilidad creada por la Guerra de Cuba, la Tercera Guerra Carlista y la insurrección cantonal (la proclamación en España de cantones independientes que se enfrentaron entre sí, visualizándose la descomposición política y social del país, y que tuvo que reprimir el ejército).

Fin de la Primera República

El general Pavía entró en el Congreso disolviendo las Cortes e iniciando el gobierno del general Serrano.

Así, la desfavorable coyuntura y los enfrentamientos entre los diversos grupos revolucionarios hicieron fracasar este primer intento democrático del país y, lo que es peor, convencieron a una buena parte de las élites dirigentes de que la democracia conducía inevitablemente al desorden y la violencia. Finalmente, tras la proclamación del Manifiesto de Sandhurst, por el cual el futuro rey prometía un gobierno constitucional y la ausencia de represalias a su vuelta, Alfonso XII (Borbón, hijo de Isabel II) se convirtió en rey tras un nuevo pronunciamiento militar. Con ello, la Primera República española llegaba a su fin.

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