Evolución Histórica de la Península Ibérica: Prehistoria, Al-Ándalus y la Era de los Austrias

1. La Península Ibérica en la Prehistoria y la Antigüedad

1.1. El Paleolítico y el Neolítico

El Paleolítico en la Península Ibérica se divide en tres fases:

  • Paleolítico Inferior: Se encuentran fósiles de Homo antecessor y Homo heidelbergensis, hallados en Atapuerca. Eran nómadas, vivían en pequeños grupos, utilizaban herramientas de piedra y subsistían de la recolección, la caza menor y la carroña.
  • Paleolítico Medio: Apareció el Homo neanderthalensis, caracterizado por su gran capacidad craneal. Fabricaba herramientas, cazaba animales, dominaba el fuego y enterraba a sus muertos (ejemplos en Cueva Negra, Gibraltar). Este Homo convivió con el Homo sapiens, que llegó desde África.
  • Paleolítico Superior: El Homo sapiens era seminómada, habitaba cuevas y utilizaba arcos, flechas y utensilios de hueso. En este periodo surgió el arte rupestre y mueble (como en Altamira), con representaciones de animales policromados.

El Neolítico, proveniente de Oriente Medio, transformó la economía a productora (agricultura y ganadería). Esto condujo a la sedentarización, el comercio, la diversificación social y la aparición de la cerámica, la rueda y el tejido. En la península se hallaron restos de diversas culturas, como la cerámica cardial y los sepulcros en fosa.

1.2. Los pueblos prerromanos y las colonizaciones de los pueblos del Mediterráneo

Alrededor del 1200 a.C., llegaron a la Península Ibérica los celtas, quienes se fusionaron con las poblaciones autóctonas, dando lugar al área celtíbera en el norte. Su economía se basaba en la agricultura y la ganadería. En el sur y Levante, el área íbera destacaba por su economía basada en el comercio y la metalurgia. Los íberos practicaban ritos funerarios y dejaron un legado artístico notable, como la Dama de Elche. La cultura tartésica en Andalucía alcanzó un gran desarrollo económico.

La riqueza peninsular, principalmente en metales, atrajo a fenicios y griegos. Fundaron colonias como Gadir, Malaca y Sexi. Ejercieron una notable influencia sobre los íberos, introduciendo la acuñación de moneda, el cultivo del olivo y promoviendo el desarrollo urbano. Desde el siglo IV a.C., Cartago tomó el control del comercio Mediterráneo, fundando ciudades como Cartagonova. Aunque influyeron en la cultura íbera, la agresiva colonización cartaginesa los llevó al enfrentamiento con Roma.

2. Al-Ándalus: Evolución, Sociedad y Legado

2.1. Al-Ándalus: Evolución política

Aprovechando las disputas visigodas, los musulmanes desembarcaron en Gibraltar en el 711, derrotando al ejército de Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. En solo dos años, conquistaron casi toda la península, excepto la franja cantábrica y los Pirineos, convirtiéndola en una provincia o emirato.

En 756, Abd-al-Rahmán I llegó a la península, haciéndose con el poder y proclamándose emir independiente.

En el año 929, Abd-al Rahmán III se autoproclamó califa. En 976, Almanzor estableció una dictadura sobre el califato. Tras su muerte, las luchas internas provocaron el fin del califato y la fragmentación de Al-Ándalus en numerosos reinos de Taifas.

Ante el avance cristiano, los reinos taifas solicitaron ayuda a los almorávides del norte de África, quienes llegaron en 1086 y vencieron a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas. Aunque regresaron a África, volvieron en 1090 para conquistar y unificar los reinos taifas, aunque su poder no se consolidó del todo, dando lugar a los segundos reinos de Taifas en 1145.

Posteriormente, los almohades llegaron de África unificando Al-Ándalus. En 1195, derrotaron al ejército cristiano en la batalla de Alarcos. La situación forzó a los reyes cristianos a unirse, logrando una victoria decisiva contra los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, liderados por Alfonso VIII de Castilla. El último reducto musulmán fue el Reino Nazarí de Granada. Finalmente, en 1492, los Reyes Católicos pactaron con Boabdil la rendición de Granada, marcando el fin del poder musulmán en la Península Ibérica.

2.2. Al-Ándalus: Economía, sociedad y cultura. El legado judío en la Península Ibérica

La base económica de Al-Ándalus fue la agricultura, con importantes mejoras en técnicas de regadío y la introducción de cultivos como el algodón, el arroz y el azafrán. Predominaban los latifundios. Las ciudades se consolidaron como centros de consumo, impulsando la artesanía y el comercio, especialmente el exterior, con la exportación de aceite y una activa circulación monetaria.

Socialmente, Al-Ándalus era diversa. Entre los musulmanes, destacaban aristócratas de origen árabe y sirio. Los bereberes se asentaron en tierras menos fértiles. Los muladíes, hispanos convertidos al islam, gozaban de ventajas. Los no musulmanes, como judíos y mozárabes (cristianos), podían mantener sus leyes a cambio de tributos.

Los judíos experimentaron periodos de tolerancia. Su especialización se centró en el comercio, la artesanía y las finanzas, destacando especialmente en ciencias y medicina. Los mozárabes (cristianos que vivían bajo dominio musulmán) disminuyeron por conversiones y emigración. Culturalmente, Al-Ándalus floreció. En el ámbito científico, destacó la astronomía, la medicina y las matemáticas, cuyo conocimiento se transmitió a través de la Escuela de Traductores de Toledo. Un ejemplo de arte es la Mezquita de Córdoba.

3. La Monarquía Hispánica: Reyes Católicos y la Dinastía de los Austrias

3.1. Los Reyes Católicos: Unión dinástica e instituciones de gobierno. La Guerra de Granada

Tras la muerte de Enrique IV de Castilla, una guerra sucesoria enfrentó a su hija Juana con su hermana Isabel. La victoria de Isabel y Fernando de Aragón la consolidó como reina de Castilla. En 1479, Fernando heredó la Corona de Aragón. Esta unión fue meramente dinástica: los monarcas gobernaban conjuntamente, pero cada reino mantuvo sus leyes e instituciones. Los Reyes Católicos fortalecieron el poder real y limitaron el de la nobleza.

Implementaron la Santa Hermandad y el Tribunal de la Inquisición. También tomaron medidas drásticas como la expulsión de los judíos y la conversión forzosa de los mudéjares. La administración se hizo más compleja y profesional. El Consejo Real se especializó en Castilla, y se crearon Consejos temáticos (Inquisición, Órdenes, Indias). En Castilla, el corregidor representaba a la monarquía en las ciudades, mientras que en Aragón existía la figura del virrey. A la muerte de Isabel (1504), Fernando asumió la regencia de Castilla, y finalmente, ambas coronas recayeron en su nieto Carlos.

Un objetivo fundamental fue la conquista del Reino Nazarí de Granada, buscando la unidad peninsular. La guerra fue principalmente de asedios, y las luchas internas granadinas favorecieron a los cristianos. En 1492, el emir Boabdil negoció la rendición de Granada. Obligaron a los musulmanes a convertirse al cristianismo, pasando a ser conocidos como moriscos.

3.2. Exploración, conquista y colonización de América (desde 1492 y durante el siglo XVI)

Tras la toma de Granada, los Reyes Católicos aceptaron la propuesta de Cristóbal Colón de llegar a las Indias por el oeste. Las Capitulaciones de Santa Fe le concedieron importantes títulos y derechos. Colón partió de Palos el 3 de agosto de 1492, alcanzando Guanahaní (San Salvador) el 12 de octubre. Realizó tres viajes más, descubriendo Cuba y La Española. El Tratado de Tordesillas (1494) con Portugal dividió las futuras exploraciones, permitiendo a Portugal ocupar Brasil.

Durante el reinado de Carlos I, la exploración y colonización se intensificaron mediante capitulaciones. Hernán Cortés conquistó el Imperio azteca de México (1519-1521), y Francisco Pizarro y Diego de Almagro sometieron el Imperio inca de Perú (1531-1533). Destacan también el descubrimiento del Pacífico por Núñez de Balboa, exploraciones en Chile, el Amazonas y el Mississippi, además de la primera vuelta al mundo por Magallanes y Elcano.

El intercambio comercial fue significativo: productos como maíz, patata y cacao llegaron de América, mientras Europa aportó trigo, olivo y ganado. La gran afluencia de oro y plata de América provocó la revolución de los precios. Demográficamente, unos 150.000 castellanos emigraron. Culturalmente, se amplió el horizonte europeo, pero para los americanos la colonización supuso un severo descenso demográfico y la imposición de una nueva sociedad, religión y lengua.

3.3. Los Austrias del siglo XVI. Política interior y exterior

Carlos I (1517-1556)

Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, llegó a España en 1517. Su partida en 1520 para ser coronado emperador, y el nombramiento de extranjeros, provocó la sublevación de las Comunidades de Castilla, que reclamaban mayor protagonismo para las Cortes y la exclusión de foráneos. Fue sofocada en Villalar, y sus líderes (Padilla, Bravo, Maldonado) fueron ejecutados. También enfrentó las Germanías (1519-1522), movimientos sociales contra privilegios nobiliarios en Valencia y Mallorca. Exteriormente, como defensor de la Cristiandad, combatió a Francisco I de Francia, a los protestantes (Paz de Augsburgo, 1555) y a los turcos (toma de Túnez, 1535). Abdicó en 1556 en favor de su hijo Felipe II.

Felipe II (1556-1598)

Felipe II heredó un vasto imperio al que sumó Portugal. Asentó la corte en Madrid. Centralizó el poder mediante Consejos especializados. Internamente, reprimió la rebelión de los moriscos y la sublevación de Aragón. En política exterior, defendió el catolicismo frente a los turcos (Lepanto, 1571). Sin embargo, la persistente sublevación de los Países Bajos y la intensa rivalidad con Inglaterra (derrota de la Armada Invencible, 1588) debilitaron su imperio. Los enormes costes de estas guerras causaron varias bancarrotas, dejando a España exhausta y con el imperio al borde de la desintegración al final de su reinado.

3.4. Los Austrias del siglo XVII. Política interior y exterior

El siglo XVII en España estuvo marcado por la privanza o delegación del poder en validos.

Felipe III (1598-1621)

Con Felipe III, el duque de Lerma fue la figura central y decretó la expulsión de los moriscos en 1609. Se buscó un periodo de paz: se firmó la paz con Inglaterra y la Tregua de los Doce Años (1609-1621) con Holanda.

Felipe IV (1621-1665)

Bajo Felipe IV, el Conde Duque de Olivares asumió el valimiento, buscando ambiciosas reformas para aumentar los recursos estatales. Su proyecto de la Unión de Armas y el intento de centralización generaron un fuerte rechazo en la Corona de Aragón, lo que provocó el Corpus de Sangre en Barcelona (1640) y llevó a Cataluña a ponerse bajo protección francesa hasta su rendición en 1652. Aprovechando la debilidad, Portugal proclamó rey a Juan IV, logrando su independencia tras la derrota española en Villaviciosa. Olivares fue finalmente destituido en 1643. Exteriormente, España se involucró en la Guerra de los Treinta Años, sufriendo la decisiva derrota de Rocroi (1643). La Paz de Westfalia (1648) reconoció la independencia holandesa, y la posterior Paz de los Pirineos (1659) con Francia supuso importantes cesiones territoriales, marcando el fin de la hegemonía española en Europa.

Carlos II (1665-1700)

Durante el reinado de Carlos II, inicialmente bajo la regencia de su madre, Mariana de Austria, válidos como el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa llevaron a cabo una política financiera que sentó las bases de la recuperación económica del siglo XVIII. Exteriormente, se reconoció formalmente la independencia de Portugal (1668) y España perdió territorios frente al expansionismo de Luis XIV de Francia, reflejado en las Paces de Aquisgrán (1668) y Nimega (1678). El final de su reinado sin descendencia directa desembocó en la Guerra de Sucesión (1702-1713).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *