Claves de la Restauración Española: Monarquía, Bipartidismo y Fraude

SEP 2003

El Sistema Político de la Restauración Borbónica en España (1875-1902)

Nos encontramos ante cinco documentos de carácter político que reflejan el período de la Restauración española, que abarca de 1875 a 1902, un período que vio el regreso de la dinastía Borbónica con Alfonso XII. Fue un período marcado por la corrupción, el caciquismo y el fraude.

El Retorno de la Monarquía y el Manifiesto de Sandhurst

La noche del 2 al 3 de enero de 1874 se produjo el golpe de Estado del general Pavía, que disolvió las Cortes Constituyentes y puso fin a la Primera República.

Con este suceso, los oficiales alfonsinos adquirieron mayor protagonismo. El 1 de diciembre de 1874, con motivo de su decimoséptimo cumpleaños, Alfonso XII dirigió desde la academia militar de Sandhurst (situada en Reino Unido) un manifiesto a la nación española que fue redactado por Antonio Cánovas del Castillo, líder del bando moderado y artífice del sistema de la Restauración, como se observa en el Documento Uno. En este se refleja el ideario político de la Restauración, que estaría caracterizada por un régimen de carácter conservador y católico, que aseguraría el funcionamiento del sistema político liberal y restablecería la estabilidad política y el orden social. Esta estabilidad, según se afirma en el texto, solo se conseguiría a través de una monarquía constitucional y hereditaria, reflejando así la legitimidad de Alfonso al trono, salvando el honor de su dinastía tras la fallida experiencia de Amadeo I de Saboya. Al manifestar su confesión religiosa en el texto, tranquilizaba a los conservadores, mientras que su convicción de “hombre liberal” le granjeaba la confianza de los progresistas.

El texto ganó aún más significado tras el golpe del general Arsenio Martínez Campos (Pronunciamiento de Sagunto) a finales de 1874, que permitió la vuelta de Alfonso XII ya como rey, lo que hizo que el Manifiesto de Sandhurst dejara de ser mera propaganda para convertirse en el pilar del proyecto de la Restauración.

Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración de los Borbones porque esperaban que la nueva monarquía devolviera la estabilidad política y pusiera fin a todo intento de revolución democrática y social en España.

Los Pilares del Sistema Canovista: Paz y Constitución

Cánovas aspiraba a que este nuevo modelo político superase los problemas constantes del liberalismo, como el carácter partidista y excluyente de los moderados, la intervención de los militares en la vida política o los enfrentamientos civiles, como las Guerras Carlistas (la última de las cuales fue derrotada en 1876). Para poder lograr estos propósitos, se fijaron dos objetivos:

  • El primero, pacificar el país, poniendo fin a la Guerra de los Diez Años en Cuba con la Paz de Zanjón y a las Guerras Carlistas, que supusieron el fin de los fueros del País Vasco y Navarra en 1876 (aunque dos años después se acordaron unos conciertos económicos que les otorgaban una limitada autonomía fiscal).
  • Y el segundo, elaborar una nueva Constitución.

La Constitución de 1876: Fundamento Conservador

La Constitución de 1876 fue promulgada. Se trataba claramente de una monarquía hereditaria, constitucional y por derecho divino. Fue elaborada conjuntamente por las Cortes y algunos de sus artículos más destacables aparecen recogidos en el Documento Dos: se declaró España como un Estado confesional (art. 11), obligando a los ciudadanos a mantener el culto a la religión católica, apostólica y romana (se toleraban otras creencias, pero solo si se manifestaban en privado); tenía una soberanía compartida; el poder legislativo residía en las Cortes (bicamerales: Senado y Congreso de los Diputados) y en el rey (arts. 18 y 19); el poder ejecutivo también recaía en el rey (art. 50); y, por último, el poder judicial estaba en manos de los jueces. Era, por tanto, una Constitución de carácter conservador, con una amplia declaración de derechos, si bien estos estaban sujetos a restricciones en las libertades de imprenta, expresión, asociación y reunión.

Esta Ley de Leyes consideraba a la monarquía como una institución superior, permanente e incuestionable y, sobre todo, al margen de cualquier decisión política. Por su parte, esta debía garantizar la alternancia de partidos en el nuevo sistema bipartidista y el buen entendimiento entre ambos. El monarca tenía, entre otras facultades, el poder de derogar leyes, nombrar ministros y convocar o disolver las Cortes sin necesidad de contar con el gobierno.

El sufragio no estaba recogido en esta Constitución, pues variaría según el partido en el poder: en 1878 se estableció el voto censitario con los moderados, y en 1890, estando en el poder el Partido Liberal, se retomó el sufragio universal masculino.

El Bipartidismo y la Alternancia Pactada

Cánovas pretendía alcanzar una cierta alternancia pacífica en el poder a través del bipartidismo entre el Partido Conservador (liderado por el propio Cánovas) y el Partido Liberal (liderado por Sagasta), excluyendo a republicanos, demócratas, socialistas y carlistas. Las dos viñetas del Documento Tres aluden a esta situación: se observa cómo ambos líderes se turnan en la mesa a la hora de comer (unas veces como cocineros y otras como comensales), mientras que España (representada por la mujer del fondo) es siempre la que friega los platos, manteniéndose espectadora y sumisa en la misma posición.

Los dos partidos eran partidarios de una serie de medidas ideológicas comunes, como la monarquía o la propiedad privada, con escasas diferencias entre ambos. Los liberales eran defensores del sufragio universal y de una reforma social de carácter progresista y laico. En cambio, los conservadores eran partidarios de una involución, regresando al sufragio censitario y defensores de la Iglesia y del orden social.

El Partido Conservador gobernó de 1875 a 1881, momento en que Sagasta asumió el poder con el Partido Liberal Fusionista. Regresaron al poder de 1884 a 1885, y tras la muerte de Alfonso XII, acordaron el “Pacto del Pardo” en 1885, mediante el cual apoyaban la continuidad de la dinastía bajo las constantes presiones de carlistas y republicanos. Con María Cristina como regente, el Partido Liberal gobernó mayoritariamente e impulsó reformas como la Ley de Asociaciones de 1887 o la abolición de la esclavitud en 1888.

Fraude Electoral y Caciquismo: Los Mecanismos de Control

Cuando el partido en el gobierno sufría un desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al líder del partido de la oposición. Este, a su vez, convocaba elecciones para conseguir los diputados suficientes y formar gobierno. Este sistema se mantenía gracias al fraude electoral y al caciquismo.

El escritor realista Benito Pérez Galdós hace referencia en su antología de artículos Política Española (1884) al fenómeno del caciquismo: hombres que, aprovechando su gran influencia y prestigio social, lograban el control del poder en determinadas zonas (sobre todo rurales, como Galicia —con Linares Rivas—, Castilla y Andalucía). Se podría decir que eran un residuo de las antiguas relaciones señoriales, y que suponían la dependencia personal y el dominio del cacique sobre los campesinos, actuando como auténticos señores de vidas y haciendas.

Al tener poder en una sociedad cerrada, actuaban como intermediarios entre esta y el Estado. Como se nos dice en el texto, consistía en el “entronizamiento de ciertos individuos en las localidades como instrumentos del diputado”, convirtiéndose el cacique en el “tirano de la aldea”.

El fraude electoral es denunciado en el Documento Cinco por parte del republicano federal Valentín Almirall, definiéndolo como una farsa y afirmando que “no hay nada que sea sagrado: listas electorales, urnas, escrutinio, todo es falso (…) el único elector es el ministro del Gobierno”. Y los que él denomina “gobernantes de provincia” aludían a los caciques que orientaban la dirección del voto de los ciudadanos, haciéndoles “favores” a cambio de su fidelidad electoral. A este conjunto de trampas se le conoce popularmente como “pucherazo”.

Conclusión

Podemos concluir que a esa España, dominada por el fraude, el caciquismo, la corrupción y la marginación del resto de partidos políticos, pronto se le avecinaría una crisis (la de 1917) que acabaría con el sistema de la Restauración y pondría al país en una situación de quiebra.

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