Como se llevo a cabo el descubrimiento y conquista de América

1. IMPERIALISMO Y COLONIALISMO 1.1. CAUSAS DEL IMPERIALISMO


Desde un punto de vista económico, la industrialización exigía la búsqueda de materias primas y fuentes de energía baratas que asegurasen la producción; a la vez que hacía necesario también la búsqueda de nuevos mercados, que dieran salida a los excedentes de producción y de capital acumulados. Desde el punto de vista demográfico, en la la segunda mitad del s.XIX Europa entra en el modelo demográfico de Transición, en el que la población pasó de 300 a 450 millones. La creciente presión demográfica, unida a las penosas condiciones de vida de las clases trabajadores, impulsó una fuerte emigración hacia las colonias como nunca se había visto. En este sentido, los distintos gobiernos de las metrópolis, viendo el potencial de válvula de escape de las tensiones internas que tenían las colonias, se afanaron en asegurar el control de los nuevos territorios, transformando sus colonias “informales” en imperios “formales”. Podemos señalar también otras causas como explicaciones del fenómeno: ¾ El control de rutas y emplazamientos estratégicos. ¾ El auge del nacionalismo y su instrumentalización por parte de las élites, como forma de desviar los problemas internos. ¾ El éxito de argumentos chovinistas y racistas. ¾ Las misiones evangelizadoras de católicos y protestantes, y de las sociedades geográficas, que patrocinaron numerosas expediciones como Cook, Malaespina o Darwin; las exploraciones de Livingstone, De Brazza, René Callié, Henry Stanley, Peary o Amundsen. ¾ La popularidad de la literatura ROMántica de viajes de Julio Verne, Rudyard Kipling, Joseph Conrad o Jack London que alentaban la curiosidad y la aventura en sus escritos. 


1.2. LA EXPANSIÓN POR Asía


A inicios del s.XIX las potencias occidentales llevaban siglos de relación con diversos estados de Asía, más antiguos y antaño, incluso superiores a nivel técnico y organizativo. China, India y Japón desconfiaban de los europeos, pero les permitieron establecer factorías en sus costas durante la Edad Media y Moderna, y difundir sus creencias religiosas, quizá porque no veían peligro alguno en unos extranjeros a los que consideraban mucho más atrasados que ellos. Sin embargo, los efectos del cerril aislamiento que se habían autoimpuesto y el rápido progreso técnico de Europa con la Revolución Industrial invirtieron las tornas. Pero a diferencia de los asíáticos, los europeos no estaban dispuestos a despreciar esa ventaja. China, India y Japón, con sus millones de habitantes, eran mercados demasiado jugosos para despreciarlos. La India constituyó el dominio inglés más importante de Asía. Desde el s.XVIII la Compañía Inglesa de las Indias Orientales fue ocupando gran parte del territorio con el apoyo del Gobierno británico.
Para 2 ello dispónía de un ejército de soldados indios encuadrados en el ejército británico: los cipayos. Pero en 1857, ante el desprecio de los oficiales británicos por sus creencias religiosas, los cipayos se sublevaron, obligando al Gobierno británico a intervenir directamente. Como consecuencia la Compañía de las Indias Orientales fue disuelta y el territorio pasó a ser administrado directamente por la Corona Británica.


Respecto a China, los británicos llevaban décadas comerciando con ella, aunque con escasos beneficios, pues mientras productos chinos como la seda, el té o la porcelana gozaba de enorme demanda en Reino Unido, las manufacturas británicas apenas encontraban clientes en el Celeste Imperio. Las cosas empezaron a cambiar cuando los británicos encontraron en el opio la forma de compensar su déficit comercial. Consciente del nivel de adicción de esta droga en su país, en 1829 el gobierno chino prohibíó su consumo. La Corona británica respondíó enviando una flota de guerra que fulminó a la China, y mediante el Tratado de Nanking (1842) China fue obligada a ceder la isla de Hong Kong, y resignarse al libre comercio del opio a través de cinco puertos. La apertura de los puertos supuso la irrupción de otras potencias como EEUU, Francia o Rusia, que forzaron a China a abrir nuevos puertos con los llamados “Tratados Desiguales”. Ni una segunda Guerra del Opio, ni las reiteradas rebeliones del pueblo chino como la de los taiping o la de los boxers sirvieron de nada. La economía China estaba ya en manos de Occidente. Buscando su propia vía de penetración hacia el mercado chino, Francia comenzó en 1858 la ocupación del delta del río Mekong y del Sông Koi o río Rojo. En 1887 constituyó la Uníón Indochina (Annam, Tonkín, Cochinchina y Camboya), a la que incorporó Laos poco después. El recelo británico ante la expansión francesa en la zona le llevó a ocupar Birmania y los sultanatos del centro y sur de Malasia. Para evitar conflictos entre las potencias colonias, se acordó mantener Siam como Estado tapón independiente. Por su parte, los holandeses afirmaron su dominio sobre Indonesia, islas Célebes y la mitad occidental de Guinea; y los alemanes en la otra mitad de Nueva Guinea, las islas Marshall, Salomón, Carolinas y Marianas


De forma parecida al caso de China, en 1854 el comodoro estadounidense Matthew Perry obligó a los japoneses a abrir algunos puertos al comercio mediante la intimidación naval. Japón parecía seguir el mismo camino que China, pero no sería así. La conmoción por la irrupción de los extranjeros en un país que se había mantenido aislado durante más de 200 años supuso el cuestionamiento del shogunato Tokuwaga. Ello permitíó al emperador recuperar el poder que había perdido de facto. Es la restauración Meiji o “era de la Luz”, en 1868, del joven emperador Mitsuhito, que terminó de un plumazo con el feudalismo vigente. La aristocracia tradicional fue doblegada y las revueltas campesinas reprimidas. El Estado, reformado desde la raíz, líderó un decidido papel impulsor de la industria, con el que Japón no sólo logró evitar un destino similar al de China, sino que a finales del s.XIX se contaba entre las grandes potencias imperialistas. La idea de un Dai Nippon (Gran Japón), la fuerte presión demográfica y la búsqueda de recursos y de mercados exteriores para sus zaibatsus llevó a Japón a la expansión. Tras hacerse con los archipiélagos de las Kuriles y Ryukyu, Japón forzó a Corea a abrir tres puertos y permitir el asentamiento de emigrantes japoneses. China se opuso a esta injerencia y le declaró la guerra. Mediante el Tratado Shimonoseki (1895) China tuvo que reconocer la independencia de Corea y ceder a Japón Formosa y la península de Liaotung. Un año después, un tratado comercial situada a Japón a la altura de las otras potencias occidentales en China. 


1.3. EL REPARTO DE ÁFRICA


A pesar de que desde el s.XV los europeos se habían ido asentando en sus costas en ciertos enclaves estratégicos, hasta 1880 su interés por África había sido bastante escaso, quedando el interior prácticamente desconocido. Apenas 30 años después, casi todo el continente se encontraba ya ocupado. Las claves de ese cambio se hallan en la Conferencia de Berlín (1884-1885), celebrada a iniciativa del canciller alemán Otto von Bismarck, en la que se acordaron las “reglas” para la ocupación de África: – Libertad de comercio y navegación por los grandes ríos Níger y Congo. – Prohibición de la esclavitud, al menos sobre el papel. – Creación del “Estado libre del Congo”, como propiedad personal del rey Leopoldo II de Bélgica, para evitar disputas en el corazón de África. – Establecimiento del principio de ocupación efectiva para poder considerar un territorio propio. Este último principio lanzó a una desenfrenada carrera a las potencias imperialistas por tratar de hacerse con la mayor cantidad posible de territorio antes que sus rivales. Las potencias dominantes en África fueron Reino Unido y Francia, quienes incluso antes del Congreso de Berlín ya se habían repartido los territorios dependientes del Imperio Turco en el Norte de África: Argelia y Túnez para Francia, y Egipto y el control del canal de Suez para los británicos. La intervención británica en África partíó de la idea de establecer un “Imperio continuo” que conectase Egipto con Sudáfrica. Cecil Rhodes (gobernador británico de El Cabo) avanzó hacia el norte intentando enlazar con el Sudán, anexiónándose los actuales Zimbabwe y Zambia, que bautizó como Rodesia. En esta progresión chocó con la población aborigen zulú, con los Boers de Transvaal y Orange, con portugueses y franceses.


* Los zulúes constituían una etnia asentada en el sur de África. El asentamiento de grupos de colonos europeos, primero de origen holandés (Boers) y más tarde británicos, provocó tensiones que desembocaron en guerra en 1879. Los británicos fueron derrotados en diversas ocasiones, pero finalmente su superioridad técnica y material consiguió doblegar la resistencia aborigen que condujo a la creación del protectorado de Zululandia. * Los bóers o afrikanders eran granjeros calvinistas de origen holandés establecidos en la zona de El Cabo desde mediados del s.XVII. El conflicto con Reino Unido se inició tras el descubrimiento de ricos yacimientos de oro y diamantes en los territorios bóers. Aparte de los intereses mineros, los territorios bóers obstaculizaban la pretensión inglesa de unir sus posesiones de norte a sur. La guerra se desarrolló de 1899 a 1902 y se resolvíó quedando los bóers bajo dominio del Imperio Británico, aunque con una amplia autonomía. * Con la conquista del sur de África Gran Bretaña impidió el proyecto portugués de unir de Este a Oeste sus colonias de Angola y Mozambique (crisis del mapa rosado). *El último y más terrible enfrentamiento se produjo con la otra gran potencia imperialista en África: Francia, en el conocido como Incidente de Fashoda (Sudán, 1898). Los franceses llegaron primero, y el conflicto estuvo a punto de derivar en guerra abierta. Sin embargo, finalmente, los franceses optaron por retirarse. 


Francia pretendía crear su propio eje colonial de oeste a este desde la costa del Sáhara y Guinea hasta al mar Rojo. Los franceses llegaron primero, pero la difícil situación interna del país, sumido en el escándalo Dreyfus, y la habilidad negociadora de los británicos evitó el conflicto internacional. Francia evacuó sus tropas y los británicos consiguieron el dominio casi ininterrumpido de los territorios del norte y el sur de África. España consiguió el protectorado del Río de Oro en el Congreso de Berlín y el de la costa norte de Marruecos. Italia, tras la derrota de Adua frente al Imperio etíope, vio reducido su Imperio a Libia y Somalía. Por último, Alemania se hizo con Camerún, Togo, el África oriental y el África del sudoeste, aunque su ocupación fue la más breve, ya que tras la Primera Guerra Mundial sus territorios pasaron a ser administrados por Reino Unido y Francia.


1.4. IMPERIALISMO ESTADOUNIDENSE


Al poco de alcanzar su independencia las 13 colonias de América del norte comenzaron la expansión hacia el oeste, con la compra de Luisiana a Francia (1803) y Florida a España (1820). Para 1823 el presidente americano James Monroe ya advertía a los europeos que “América era para los americanos”. En 1846, en el contexto de la guerra contra México, al que EEUU arrebataría Texas, California y Nuevo México; surgíó el mito del “destino manifiesto”, de manos del periodista John O´Sullivan, según el cual Dios había elegido a EEUU como primera democracia para que guiase al resto del mundo; por lo que tenía el deber de intervenir allá donde fuera necesario para llevar la democracia. El descubrimiento de filones de oro accesibles en California acrecentó la emigración hacia el oeste, y los enfrentamientos con las poblaciones autóctonas de apaches, navajos, cheyenes, sioux se multiplicaron. Tras la Guerra de Secesión (1861-1865) la expansión continuó con la compra de Alaska a Rusia en 1867. En 1875 una coalición de indios sioux y cheyenes dirigidos por Toro Sentado, aniquiló en Little Big Horn al 7º regimiento de Caballería del general Custer. En respuesta, en 1890 en Wounded Knee el ejército norteamericano masacró a 200 sioux, totalmente desarmados, con sus mujeres y niños. Pero el imperialismo estadounidense no se limitó a su territorio. En 1898 el presidente McKinley, con el apoyo de la prensa y poderosos medios económicos, intervino en la guerra que España manténía con sus colonias americanas, forzando la independencia de Cuba y logrando la cesión de Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam en el Pacífico, lo que aprovechó para ocupar Hawái. El creciente control sobre el Caribe y el Pacífico se completó con la política decisivamente intervencionista en Sudamérica que establecíó “de facto” de derechos «neocoloniales» similares a los que Reino Unido o Francia se otorgaban en África o Asía.

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