De los Reinos de Taifas al Reino Nazarí de Granada
A principios del siglo XI, las luchas fratricidas provocaron la desintegración del Califato de Córdoba en reinos de taifas o estados independientes. Hubo taifas de predominio árabe, beréber y eslavo. Las tres más importantes fueron Badajoz, Toledo y Zaragoza. Ante el avance cristiano, varias de ellas pactaron la paz a cambio de territorios a través de las llamadas parias. A finales del siglo XI, los caudillos de las taifas pidieron ayuda a un pueblo norteafricano, los almorávides. En 1147, otro pueblo norteafricano, los almohades, ocuparon de nuevo al-Ándalus en un último intento de reunificar el territorio peninsular, aplazando el avance de los reinos cristianos 50 años tras su victoria en la batalla de Alarcos (1195). Tras la derrota musulmana en las Navas de Tolosa (1212), solo quedaron tres grandes reinos musulmanes: Murcia, Valencia y Granada. Entre 1237 y 1492 sobresalió el reino nazarí de Granada. Alcanzó pactos diplomáticos con Castilla y con los benimerines, que les presionaban por el norte de África. Fue un reino rico, con elevada densidad de población, cohesión interna y estabilidad. Además, fue una época de altas cotas intelectuales y artísticas en torno al gran palacio-fortaleza de la Alhambra.
Economía, Sociedad y Cultura en Al-Ándalus
Las principales fuentes de riqueza fueron la agricultura y el comercio. Introdujeron nuevos cultivos (morera, arroz, algodón), nuevos sistemas de propiedad (aparcería) y técnicas de riego (acequias). Extendieron el ganado ovino por buena parte de la península. Como artesanos, destacaron en los oficios relacionados con el cuero y el vidrio. El comercio destacó tanto en el interior de al-Ándalus como con el resto de Europa. El dinar de oro y el dírham de plata fueron monedas de uso corriente. La sociedad estaba compuesta por:
- Una minoría árabe que ocupaba el poder, dominaba el gran comercio y las mejores tierras.
- Un amplio grupo de beréberes que pasaron del ejército a la agricultura y la ganadería.
- Una parte de los cristianos que se convirtieron al islam (muladíes), mientras que otra conservó la religión cristiana (mozárabes).
- Los judíos, que fueron una minoría bastante apreciada.
En lo cultural, sirvió de contacto entre Oriente y Occidente. Poetas como Ibn Hazm, historiadores como Ibn Jaldun, pensadores como Averroes –difusor del aristotelismo– o Abulcasis, autor de una enciclopedia médica, son varias de sus figuras más sobresalientes. La Córdoba del año 1000 era una de las ciudades más florecientes de Europa.
La Formación y Expansión de los Reinos Cristianos
Los reinos cristianos se forman a partir del siglo VIII. El primero que surge es el reino de Asturias (con capital en Oviedo y luego en León), del cual se desgaja en el siglo X el Condado de Castilla. El Imperio carolingio crea la Marca Hispánica con varios condados: Pamplona (familias Arista y Jimena), Aragón (Sobrarbe y Ribagorza) y los condados catalanes (familia Borrell). A principios del siglo X, se fijó la frontera del reino asturiano en el Duero y los condados pirenaicos se independizaron de los francos. En el siglo XI, León y Castilla ocuparon la cuenca del Tajo: en 1085 se conquistó Toledo y en 1118 los aragoneses llegaron a Zaragoza. La Reconquista se impulsó desde las Navas de Tolosa (1212), primera gran alianza de los reinos cristianos que permitió el avance hacia Andalucía occidental. Por el lado aragonés, Jaime I ocupó Valencia y las Baleares (1276). La conquista del reino nazarí de Granada se produjo en 1492, finalizando la unidad territorial en torno al cristianismo. Entre los siglos VIII y XI, se repobló por presura el valle del Duero y por el sistema concejil la cuenca del Tajo. Desde el siglo XIII tuvieron más importancia las órdenes militares y los sistemas de donadíos y repartimientos.
Organización Política y Social de los Reinos Cristianos
Ambas coronas se organizaron en torno a la monarquía, las Cortes y los municipios o concejos. Castilla fue menos feudal que Aragón. La Corona de Aragón, a cambio, practicó el pactismo, que limitaba la autoridad real; cada reino tenía sus propias Cortes (Aragón, Cataluña y Valencia) que gozaban de cierto poder legislativo y votaban los impuestos. El régimen señorial se desarrolló de forma paralela a la repoblación y ocupación del territorio. Una parte de los concejos quedó en manos del rey (tierras de realengo, como el Real de Manzanares), pero fueron mayoritarios los señoríos nobiliarios (como los Mendoza en Buitrago), eclesiásticos (El Paular) y de las órdenes militares (mitad sur y este: Montesa, Calatrava y Alcántara). Coexistieron varias jurisdicciones que subsistieron hasta finales del Antiguo Régimen. Era una sociedad estamental: privilegiados, integrados por la corte real, la nobleza y la alta jerarquía eclesiástica, y un amplio colectivo de no privilegiados —cristianos, mudéjares y judíos— que trabajaban como campesinos o artesanos. Las relaciones entre siervos y señores no eran homogéneas: en León, las behetrías permitían a los campesinos elegir señor, mientras que en Cataluña, la escasez de tierra hacía que las condiciones de los feudatarios fueran mucho más duras.
La Crisis de la Baja Edad Media y la Consolidación Monárquica
La Baja Edad Media está determinada por las disputas entre la monarquía y la nobleza por el control del poder y la Peste Negra (1348). En Castilla se impuso la monarquía autoritaria de origen divino, apoyada en el derecho romano. Junto a las Cortes nacieron otras instituciones:
- La Cancillería.
- El Consejo Real, que auxiliaba al monarca.
- La Audiencia o Chancillería Real, que impartía justicia.
- La Hacienda (alcabala).
Los monarcas controlaban los concejos con corregidores y regimientos. En la Corona de Aragón, el pactismo y la expansión por el Mediterráneo fueron las claves. Cada núcleo mantenía sus instituciones: el Justicia Mayor de Aragón; las Cortes, que además de las generales, existían en Aragón, Valencia y Cataluña; y como delegación de ellas, la Generalitat en Cataluña y Valencia, y la Diputación del Reino en Aragón. Tras Fernando I (Compromiso de Caspe), se intentó establecer una monarquía autoritaria, provocando enfrentamientos: la Busca contra la Biga y los remensas frente a los señores feudales. En Navarra, dinastías francesas (Capetos y Evreux) gobernaron con un Fuero General, apoyados en la Cortes Mayor (justicia) y la Cámara de Comptos (hacienda). Tras una guerra civil, fue incorporada a Castilla en 1512.
El Reinado de los Reyes Católicos: La Construcción del Estado Moderno
La unión de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón en 1469 supuso una unión personal, no institucional. Forma parte del proceso de fortalecimiento de las monarquías europeas durante el siglo XV, lo que en la Península surge con cierto retraso respecto a otros lugares como Inglaterra y Francia. Los Reyes Católicos nunca fueron reyes de España, sino de cada uno de los distintos reinos que la formaban (Castilla, Aragón, Navarra y el Reino de Granada). Consolidaron la autoridad real en detrimento de la nobleza, limitando el poder de las cortes y controlando los gobiernos municipales mediante el nombramiento de los corregidores. En Aragón se creó la figura del virrey: representante del monarca en cada uno de los territorios. Se creó también una administración de justicia (con instancias superiores en las Chancillerías de Valladolid y Granada), se llevó a cabo una reforma de la hacienda y se formó la Santa Hermandad, un primer ejército permanente dependiente de la monarquía. Practicaron una política matrimonial expansionista que convirtió a los reinos hispánicos en una gran potencia europea. Sobre tales pilares se asentó un nuevo modelo de Estado: el Estado moderno o monarquía autoritaria.
La Unificación Territorial y la Expansión Atlántica
La Guerra de Granada (1482-1492) combinó lo militar y lo diplomático. La toma de Málaga fue el proceso más enconado, mientras que las demás plazas fueron cayendo con facilidad, mediante acuerdos que incluían un trato de favor para las élites dirigentes. Boabdil facilitó la entrada de las tropas castellanas en Granada para evitar un motín de los propios musulmanes. Las Capitulaciones de Santa Fe (1492) recogieron los acuerdos de paz. La incorporación de Castilla a la carrera marítima se produjo con la decisión de los Reyes Católicos de financiar a Cristóbal Colón, un marino genovés, para su proyecto de alcanzar las Indias por una ruta occidental. El ambiente de euforia tras la conquista de Granada contribuyó a ver con buenos ojos un proyecto que Portugal había rechazado. Tras organizar una flota en Moguer (Huelva), en octubre de aquel año, Colón alcanzaba lo que él creía que eran las Indias, en realidad un nuevo continente. El año 1492 situó a la monarquía peninsular en la órbita de las grandes coronas europeas, teñido de una gran intolerancia religiosa (expulsión de los judíos). La apertura al Atlántico, percibida tiempo después, cambió por completo la forma de entender el mundo.
El Imperio de Carlos I de España y V de Alemania
El primer hijo varón de Felipe de Habsburgo y Juana de Castilla, Carlos I, llegó a España en 1517 con una gran herencia territorial. En 1519 recibió la corona imperial, convirtiéndose en Carlos V. La política interior estuvo marcada por la sublevación de las Comunidades de Castilla (1520-1522). Opuestos a los consejeros flamencos y a Adriano de Utrecht como gobernador, defendían una limitación del poder real y de los impuestos. Fueron derrotados en Villalar (1521) y sus líderes Bravo, Padilla y Maldonado, ajusticiados. Al mismo tiempo, estallaron las Germanías (1519-1523) en Valencia y Mallorca, de contenido social, dirigidas por los gremios y campesinos contra los señores feudales. En ambos conflictos la monarquía salió reforzada. Los conflictos europeos reflejaron la aspiración de conseguir una monarquía universal cristiana:
- Guerras con Francia (1521-1544): Francisco I aspiraba al dominio italiano. Ello desembocaría en cuatro guerras franco-españolas en Italia, que confirmaron la hegemonía de Carlos I y la incorporación del Milanesado.
- Lucha contra los turcos: Carlos I quiso defender la cristiandad ante el avance turco por el Mediterráneo. Alternó triunfos (conquista de Túnez, 1535) y fracasos (fallida conquista de Argel, 1541).
- Conflictos religiosos: Iniciados con la reforma protestante de Lutero en Alemania. Fueron frenados en Mühlberg (1547), pero con el apoyo francés y la Paz de Augsburgo, Carlos V reconoció las dos religiones en el Imperio.
La Monarquía Hispánica de Felipe II
Cansado de guerras, Carlos I abdicó en su hijo en 1556 y cedió a su hermano Fernando la corona imperial y Austria. Comenzó así la monarquía hispánica de Felipe II (1556-1598). De su padre heredó la lucha por defender tanto la hegemonía territorial como la unidad cristiana, en un entorno de conflictos exteriores y temor a una invasión berberisca:
- De Francia logró la renuncia a sus intereses en Italia (victoria de San Quintín en 1557 y paz de Cateau-Cambrésis en 1559).
- El Imperio turco ponía en peligro los dominios italianos (victoria de Lepanto en 1571).
- Las provincias protestantes de los Países Bajos se sublevaron en 1566.
- Inglaterra apoyaba a los sublevados holandeses y hostigaba el comercio colonial, por lo que se envió la Armada Invencible (1588), que no logró derrotarla.
Desde 1559 no se ausentó de España, fijó la capital en Madrid (1561) y se rodeó de consejeros españoles. Potenció las instituciones creadas por los Reyes Católicos: los Consejos (de Estado, territoriales y especializados), secretarios, virreyes y gobernadores, y creó las Juntas de gobierno. Respetó las instituciones de cada reino, pero no evitó conflictos internos, ya que su política se basaba en el poder absoluto y la defensa de la ortodoxia católica, lo que le enfrentó a dos rebeliones internas: la de los moriscos en las Alpujarras (1568-1570) y la de Aragón (1590-1592) por la huida de Antonio Pérez.
La Conquista y Colonización de América
En 1513, Núñez de Balboa llegó al océano Pacífico. Magallanes (1519) y Elcano (1522) realizaron la primera vuelta al mundo con financiación castellana y portuguesa. La conquista se realizó mediante capitulaciones (acuerdos de reparto) entre la Corona y los conquistadores. Hernán Cortés (1519-1522) conquistó el Imperio azteca y la meseta central mexicana. Denominó a esas tierras Nueva España, que se convirtió en virreinato en 1535. Pizarro y Almagro (1527-1533) ocuparon los territorios del Imperio inca, agrupados como virreinato del Perú (1542). Durante el resto del siglo XVI, Valdivia alcanzó Chile, Orellana el Amazonas y Cabeza de Vaca Norteamérica. Urdaneta y Legazpi alcanzaron Asia a través de las Islas Filipinas. La colonización y explotación se basaron en la explotación indígena mediante tres instituciones: repartimientos, encomiendas (Ley de Burgos de 1512 – Leyes Nuevas de 1542) y mita. La Casa de Contratación de Sevilla monopolizó el comercio. La monarquía hispánica se convirtió en primera potencia mundial a cambio de endeudarse con los banqueros europeos. Los metales preciosos americanos trajeron consigo la llamada revolución de los precios. Con la apertura al Atlántico se produjo la primera globalización, pero la expansión de la cultura europea fue colonialista y provocó un grave impacto demográfico en las poblaciones autóctonas.
Los Austrias Menores y el Gobierno de los Validos
Los reyes del siglo XVII, llamados “Austrias menores” por su presunta ineficacia política, delegaron las decisiones de gobierno en sus validos, al margen de los Consejos. Destacan el duque de Lerma con Felipe III; el conde-duque de Olivares con Felipe IV; el jesuita Nithard en la regencia de Mariana de Austria y Juan José de Austria con Carlos II. Sus decisiones políticas acarrearon conflictos internos. El duque de Lerma decretó la expulsión de los moriscos (1609-1614), con graves consecuencias económicas. Olivares planteó una política reformista con grandes proyectos:
- Un banco estatal (red nacional de erarios).
- La unificación jurídica e institucional de los territorios peninsulares (el Gran Memorial).
- Un ejército nacional permanente, denominado la Unión de Armas.
La oposición a esta política provocó revueltas en Andalucía, Vizcaya y Sicilia, y rebeliones en 1640 en Cataluña y Portugal. La crisis de 1640 se inició cuando los tercios reales, enfrentados a Francia, penetraron en Cataluña, provocando protestas campesinas. En 1640 estalló una rebelión de campesinos en Barcelona, unidos a los segadores el día del Corpus (Corpus de Sangre), asesinando al virrey. Los catalanes ofrecieron el condado de Barcelona a Francia a cambio de su ayuda, nombrando un virrey. En 1652, las tropas de Felipe IV pusieron fin a la secesión.
La Política Exterior y la Pérdida de la Hegemonía
El reinado de Felipe III (1598-1621) había sido pacífico en el exterior. Agotada España y sus enemigos tras las continuas guerras del siglo XVI, se firmaron paces con Francia, Inglaterra y los rebeldes holandeses, con los que se firmó la Tregua de los Doce Años (1609). Sin embargo, con Felipe IV y su valido, el Conde-Duque de Olivares, el Imperio español participó en la Guerra de los Treinta Años. Fue un gran conflicto político-religioso que afectó a Europa y especialmente al Sacro Imperio. Político, por el recelo al poder de los Austrias; religioso, por la lucha entre católicos y protestantes. España entró en apoyo de los Habsburgo de Viena (Emperador del Imperio Germánico) y de los príncipes católicos alemanes. A pesar de victorias como las de Breda, la derrota de Rocroi ante Francia puso fin a los intereses españoles en la zona. Finalizó con la Paz de Westfalia de 1648, por la cual los Austrias perdieron la hegemonía europea en favor de Francia. Posteriormente, con la Paz de los Pirineos (1659), Felipe IV aceptó importantes cesiones territoriales: el Rosellón, la Cerdaña y el Artois en beneficio de la Francia de Luis XIV. En Portugal, los nobles portugueses, cansados de la política española, nombraron rey al duque de Braganza (coronado como Juan IV), apoyado por Francia e Inglaterra. España acabaría reconociendo su independencia en 1668. El Imperio vivió en este período una fuerte decadencia.
La Crisis Demográfica y Económica del Siglo XVII
El siglo XVII fue un siglo de crisis en Europa. Los factores fundamentales en España fueron:
- El descenso demográfico, consecuencia de grandes epidemias (tres oleadas de peste), la expulsión de los moriscos (que perjudicó sobre todo a Valencia y Aragón), las guerras constantes y las crisis de subsistencias.
- La depresión económica, agravada por el alto endeudamiento de la Corona. La producción agrícola disminuyó, la ganadería sedentaria creció frente a la trashumante, perjudicada por la disminución de exportaciones a Flandes. No se invertía en la industria y el comercio, por lo que la artesanía castellana entró en recesión. La metalurgia vasca y la industria naval estaban en crisis. Decayó el comercio en América, agudizando el endeudamiento que suponía el mantenimiento del Imperio a cambio de mayor presión fiscal.
Las consecuencias de la crisis afectaron a todos los grupos de la sociedad estamental del XVII, que estaba fuertemente polarizada. La nobleza y el clero aumentaron en número; la nobleza, especialmente endeudada al disminuir sus rentas y querer mantener su nivel de vida. La burguesía intentaba ennoblecerse y la situación de los campesinos empeoró, debido a la fuerte usura en los créditos, aumentando las revueltas y la emigración a Madrid o a la periferia, donde convivían mendigos, pobres y numerosos pícaros. La sociedad estamental mostró en esta centuria su impermeabilidad.
El Reinado de Carlos II y el Problema Sucesorio
Tras la muerte del heredero Baltasar Carlos, Felipe IV se casó con Mariana de Austria, con quien tuvo a Carlos II, nuevo heredero de la Corona. Felipe IV falleció en 1665 y Mariana de Austria se convirtió en regente (1665-1675) ante la minoría de edad de Carlos, con el jesuita Nithard como valido. Carlos II accedió al trono en 1675 y continuó apoyándose en validos como Juan José de Austria (su hermanastro), el duque de Medinaceli y Valenzuela. España apoyó a Francia cuando esta invadió los Países Bajos y, aunque recuperó alguna plaza en Flandes, sufrió una severa pérdida mediante la Paz de Nimega (1678) al tener que entregar el Franco Condado a Francia como compensación territorial. Esto no hizo sino profundizar la decadencia de la monarquía hispánica. Durante el reinado de Carlos II se produjo una leve recuperación económica y demográfica, pero continuó habiendo conflictos interiores como la revuelta de los Barretines (Cataluña, 1688), la Segunda Germanía (Valencia, 1693) y el Motín de los Gatos (Madrid, 1699). El principal problema se planteó ante la inminente muerte del enfermizo Carlos II sin descendencia. Se postularon dos candidatos: Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV de Francia, y el archiduque Carlos, de la rama austríaca de los Habsburgo. Carlos II se decantó por el primero, dejándolo como heredero al trono, pero las prevenciones de las potencias ante un bloque hispano-francés terminaron por desatar la Guerra de Sucesión.
