La Romanización de Hispania (siglos III a.C. – III d.C.)
El proceso de Romanización (siglos III a.C. – III d.C.) se produjo a raíz de la convivencia entre los indígenas peninsulares y los romanos. Se desarrolló a través de varios cauces, como la implantación de la vida urbana según el modelo romano. En este proceso, tuvo un destacado papel el ejército, ya que se reclutaron tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, facilitando su contacto con los romanos. También contribuyeron el asentamiento de ciudadanos romanos y la concesión de la ciudadanía romana a las familias de la aristocracia indígena, lo que además aseguró su apoyo y el contacto entre culturas.
Este proceso no fue homogéneo ni lineal en el tiempo, ya que se intensificó notablemente a partir del siglo I a.C. En la zona litoral no resultó problemático, puesto que las poblaciones estaban acostumbradas a relacionarse con comerciantes extranjeros, por lo que fue un proceso rápido.
Administración y Territorio
Para asegurarse un mejor control del territorio, los romanos lo organizaron en provincias que solían tener una presencia militar. En la evolución de la administración romana distinguimos tres etapas:
- La República: La Península quedó dividida en dos provincias, Hispania Citerior e Hispania Ulterior.
- El Alto Imperio: Se crearon tres provincias: Bética, Lusitania y Tarraconense.
- El Bajo Imperio: Como consecuencia de la crisis que atravesaba el Imperio, a las tres provincias ya existentes se añadirían dos más, Gallaecia y Cartaginense.
Con el fin de conectar el Imperio, los romanos dotaron el territorio de una red de comunicaciones, mejorando las rutas existentes y construyendo nuevas. La administración y la explotación de Hispania por Roma se basaban en un entramado de ciudades con funciones administrativas, económicas, sociales, culturales y políticas.
Sociedad y Economía
Al llegar a Hispania, los romanos ampliaron la explotación de los recursos económicos que ya habían sido aprovechados por otros pueblos del Mediterráneo. En la sociedad, los ciudadanos no pertenecientes a órdenes gozaban de privilegios políticos, participaban y votaban en las asambleas, aunque existían grandes diferencias de fortunas. Los hombres libres carecían de derechos políticos, pero sí tenían derechos civiles, y también había grandes diferencias de fortunas entre los libertos, que eran antiguos esclavos liberados, aunque la libertad plena la adquiriría la tercera generación.
Cultura y Legado
Culturalmente, la presencia romana introdujo en Hispania el latín como lengua oficial, utilizada en el derecho, la ciencia y la cultura. El Derecho romano contribuyó a conectar a todos los habitantes. Las ciudades crecían bajo las reglas del urbanismo romano: rodeadas por una muralla, disponían de un foro donde se encontraban la basílica (edificio en el que se impartía justicia), la curia (centro de la administración local), las termas, teatros, anfiteatros y circos. Los romanos veneraban a sus dioses tanto en cultos públicos (procesiones, sacrificios o libaciones) como en cultos privados, realizados en el ámbito del hogar y dirigidos por el pater familias. Este legado cultural, político y religioso ha sido uno de los más influyentes en el desarrollo de la historia posterior.
Al-Ándalus: Esplendor y Fragmentación del Poder Musulmán
Llamamos Al-Ándalus al territorio hispano ocupado por los musulmanes que, tras cruzar desde África el Estrecho de Gibraltar, pasó de ser una provincia del vasto Imperio islámico a un estado de gran esplendor. Los musulmanes se establecieron en la Península extendiendo sus prácticas y fijando Córdoba como capital de Al-Ándalus para reforzar el control del Valle del Guadalquivir.
La Conquista y el Emirato Dependiente (711-756)
Durante el periodo del Emirato dependiente, la Península fue una provincia del califato de Damasco, gobernada por un emir, delegado del califa. Esta etapa destaca por la inestabilidad política y los fuertes enfrentamientos en Al-Ándalus entre los propios musulmanes. El motivo fundamental fue el reparto de tierras, ya que los árabes se asentaron en las tierras más fértiles y los bereberes, del norte de África, en zonas montañosas. Si las ciudades decidían pactar, conservaban sus leyes, pero quedaban sometidas al pago de impuestos que la ley musulmana imponía a los mozárabes (cristianos que vivían en Al-Ándalus). Esta situación provocó conversiones masivas y la aparición de los muladíes (cristianos convertidos al islam).
El Emirato Independiente y el Califato (756-1031)
Durante el Emirato Independiente se reorganizó el poder político. Un miembro de la familia Omeya, Abd al-Rahman I, que sobrevivió a la matanza de su familia, llegó a la Península y se hizo con el poder, proclamándose emir independiente. Esta independencia solo fue en el ámbito político. Para consolidar el estado, organizó un ejército mercenario bereber, aumentó la recaudación de impuestos, asumió poderes ejecutivos y legislativos, asignó cargos públicos a personas de confianza y designó heredero a su hijo con el objetivo de mantener su dinastía. La etapa finaliza con la dictadura militar de Almanzor, que emprendió numerosas razzias o campañas contra los cristianos en el norte, llegando incluso a Santiago de Compostela, con el objetivo de obtener botín.
Los Reinos de Taifas y las Invasiones Norteafricanas (1031-1248)
El periodo de los Reinos de Taifas fue breve y destacó por las disputas entre los reinos. Ante la amenaza cristiana, los reinos más pequeños se fueron uniendo a otros más importantes. Para poder hacerles frente, los reyes de las principales taifas, como Badajoz, Sevilla o Granada, solicitaron ayuda militar a las poblaciones del norte de África, dando lugar a las invasiones bereberes. Primero llegaron los almorávides y, ante su incapacidad de detener el avance cristiano, llegaron los almohades, que trasladaron la capital a Sevilla. Sin embargo, también fueron incapaces de frenar los avances cristianos y de integrar a los sectores andalusíes más cultos del Estado. La batalla más importante fue la de las Navas de Tolosa (1212), que supuso el fin del poder almohade.
El Reino Nazarí de Granada y el Fin de Al-Ándalus (1238-1492)
Tras la derrota almohade, desaparecieron todos los Reinos de Taifas salvo el Reino Nazarí de Granada, que permaneció como la única entidad política andalusí en el territorio peninsular. Finalmente, su último rey, Boabdil, hizo entrega de las llaves de la ciudad de Granada a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, después de que hubieran caído todas las ciudades que conformaban el Reino.
Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media: Castilla y Aragón
Las sociedades feudales peninsulares alcanzaron su plenitud en el siglo XIII, coincidiendo con su máxima expansión territorial, que redujo la presencia musulmana al Reino Nazarí de Granada. El Reino de Castilla consolidó su hegemonía, mientras la Corona de Aragón protagonizó una expansión por el Mediterráneo.
Expansión y Crisis (Siglos XIII-XV)
La sociedad medieval peninsular vivió una profunda crisis económica, social y demográfica durante los siglos XIV y XV. La Corona de Castilla la superó antes por el empuje de la ganadería lanar y el comercio atlántico. En cambio, la Corona de Aragón la sufrió con más fuerza, ya que la inseguridad en el comercio mediterráneo, debido en gran medida a la expansión turca, llevó a la burguesía catalana a retirar capitales y a comprar tierras y señoríos. En la dimensión demográfica, la Peste Negra, que llegó a Europa en 1348, afectó duramente a la Corona de Aragón, donde los núcleos de población eran más urbanos.
Desarrollo Político e Institucional: Dos Modelos
El desarrollo político e institucional en los Reinos de Castilla y Aragón durante la conocida como Baja Edad Media fue diferente y tuvo como resultado dos formas distintas de plantear la relación entre el monarca y la nobleza.
El Modelo Castellano: Hacia el Autoritarismo Monárquico
En Castilla se produjo en esta etapa el fortalecimiento del poder real. Entre los siglos XIII y XIV, los sucesores de Fernando III impusieron una línea más autoritaria que culminó con la subida al trono de Enrique II, inaugurando la dinastía Trastámara. Se institucionalizó el Consejo Real como organismo auxiliar del monarca y Valladolid empezó a adquirir rango de capital del reino, ya que constituía la residencia habitual del rey. En Castilla se produjo una paulatina concentración del poder en manos del monarca, que gozó de gran independencia frente a las Cortes. Alfonso X mandó realizar el Libro de las Leyes o Partidas que, aunque fue rechazado por sus súbditos, fue la base para que posteriormente Alfonso XI crease el Ordenamiento de Alcalá, en el que se recogía que la Corona era la base de la ley.
El Modelo Aragonés: El Pactismo y las Instituciones
En la Corona de Aragón, los reyes no consiguieron someter a los grupos poderosos. Jaime I emprendió una campaña de conquista mediterránea a la que no pudieron hacer frente, por lo que se vieron obligados a ceder patrimonio, privilegios y derechos a los grandes señores y a hacer todo tipo de concesiones a las Cortes a cambio de préstamos. Así, la estructura política de la Corona de Aragón era una confederación de territorios, cada uno de ellos con leyes e instituciones propias. Por su parte, Jaime I mandó unificar el derecho aragonés en los Fueros de Aragón y dio validez en Cataluña a los Usatges o costumbres. Las instituciones clave fueron:
- Los Virreinatos: Eran representantes de la autoridad real en los territorios en los que no residía el rey, que estaba representado por lugartenientes o virreyes, quienes actuaban en su nombre y solían ser miembros de la familia real.
- Las Cortes: Ejercían el contrapeso a la autoridad del rey, ya que defendían los intereses de las fuerzas sociales dirigentes de cada reino. Se convocaban de forma irregular en un acto en el que el monarca juraba los fueros y leyes del reino mientras que sus súbditos le prometían fidelidad. Las Cortes eran independientes en Aragón, Cataluña y Valencia.
- Las Diputaciones: Eran los órganos encargados de supervisar la recaudación de los subsidios que las Cortes concedían al monarca.
