Las Primeras Décadas del Franquismo: De la Autarquía a la Integración Internacional (1939-1959)
Las dos primeras fases del régimen franquista transcurrieron entre 1939 y 1959. La primera, caracterizada por la autarquía económica y el aislamiento político internacional, discurrió de 1939 a 1951; la segunda, singularizada por la consolidación interna y la integración en la vida política internacional, comenzó en 1951 y concluyó en 1959. A continuación, exploraremos ambas etapas en detalle.
Primera Etapa: Autarquía y Aislamiento Internacional (1939-1951)
El Poder Absoluto y la Ideología Nacional-Católica
En 1939, Francisco Franco era el gobernante absoluto de España. Ostentaba la Jefatura del Estado, era Generalísimo de los Ejércitos y, como Caudillo del Movimiento Nacional —que comprendía a la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET y de las JONS)—, dirigía el único partido legalmente autorizado. Enemigo declarado del marxismo y del anarquismo, el régimen franquista también rechazaba el liberalismo político y la democracia y, por consiguiente, el principio de la soberanía nacional o popular.
Dando un salto atrás en la teoría política, el franquismo justificaba el ejercicio del poder absoluto con argumentos religiosos. La Iglesia Católica española, alineada con el bando nacional durante la guerra civil, respaldaba el poder del dictador, sosteniendo la idea de que Franco gobernaba España por la voluntad de Dios.
Partiendo de esas bases ideológicas —antiliberalismo, antidemocracia, catolicismo integrista, falangismo, etc.—, se entiende que el Estado fundado por los vencedores de la guerra no estableciera una verdadera división o separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial:
- El poder ejecutivo recaía exclusivamente en Franco.
- El poder legislativo en las Cortes, cuyos miembros —un tercio familiar, un tercio municipal y el otro sindical— se elegían tan solo entre los partidarios incondicionales del régimen.
- El poder judicial entre los magistrados que reunían esas mismas condiciones.
Por lo demás, el Estado ejercía un rígido control político e ideológico de la población española por medio de:
- La Guardia Civil y la Policía Armada (incluyendo la policía secreta).
- El Movimiento Nacional (Falange, etc.).
- La práctica totalidad de los medios de comunicación —prensa y radio—, tanto públicos como privados.
- El sistema educativo oficial.
- La propia Iglesia Católica.
En suma, la única realidad política admitida era el nuevo régimen dictatorial y la única ideología aceptada y propagada era el nacional-catolicismo, una mezcla de chauvinismo español —nostálgico de las grandezas imperiales del pasado y excluyente del catalanismo, vasquismo, etc.— y de catolicismo integrista —enemigo de todo pensamiento moderno desde la Ilustración al marxismo—, proclamado religión oficial del Estado.
La Penosa Situación Económica y el Control Social
Al terminar la guerra civil, la situación económica de la sociedad española era francamente penosa. Para poner en marcha el sistema económico capitalista, el franquismo, imitando el ejemplo de los fascismos europeos, impuso la colaboración obligatoria de empresarios y trabajadores. Para ello, además de prohibir el cierre patronal y la huelga, estableció la afiliación obligatoria, integradora y neutral, pero que, en la práctica, dado el carácter capitalista del régimen, favorecía abiertamente los intereses del capital frente a los del trabajo.
Ni la situación interna ni la situación internacional facilitaron la reconstrucción y recuperación de la economía española, con una agricultura atrasada y una industria escasamente desarrollada. Al contrario que la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial no contribuyó al relanzamiento económico, y las simpatías manifestadas por los primeros Gobiernos de Franco —formados por ministros procedentes de la Falange— hacia la Italia y la Alemania fascistas, se volvieron contra el régimen español cuando ambas potencias resultaron vencidas por británicos, norteamericanos y soviéticos.
En consecuencia, en 1945-1946 España entró en una fase de aislamiento político y económico internacional, caracterizado por la retirada de embajadores de los países democráticos y por la imposibilidad de ingresar en las recién fundadas Naciones Unidas (ONU), que en 1946 emitieron una resolución de condena del régimen franquista. La situación acentuó la tendencia a practicar una política económica autárquica, es decir, basada en reducir al máximo las importaciones del extranjero y abastecer el mercado interior con la producción nacional.
La combinación de ese aislamiento, con algunos años de sequía y malas cosechas, acentuó la pobreza extrema de las capas populares y consolidó un sistema de racionamiento al que los sectores acomodados de la sociedad escapaban gracias a su poder adquisitivo y a la posibilidad de acudir al llamado mercado negro.
Aislamiento Internacional y Reacciones Internas
Para el régimen franquista, la situación política se tornó también extremadamente delicada. En 1945, el sucesor y heredero del fallecido Alfonso XIII, su hijo don Juan de Borbón, desde el exilio, dirigió un Manifiesto al pueblo español, en el que instaba a Franco a abandonar el poder para restaurar una Monarquía parlamentaria.
Al mismo tiempo, desde el sur de Francia, los exiliados republicanos, bajo la dirección del PCE, comenzaron una guerra de guerrillas en los Pirineos y en la Cordillera Cantábrica, principalmente. Finalmente, en México, republicanos y socialistas, con la exclusión de los comunistas, constituyeron un Gobierno en el exilio dispuesto a regresar a España aprovechando el fin de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de los regímenes fascistas afines a Franco.
La respuesta de este consistió en promulgar, en 1945, el Fuero de los Españoles, de inspiración falangista y fascista, una especie de “carta magna” legitimadora del régimen, que al establecer los derechos y deberes de los españoles pretendía hacer las veces de una Constitución. En ese mismo año, para acentuar la impresión de respeto a la voluntad popular, las Cortes franquistas promulgaron la Ley de Referéndum Nacional, por la que el pueblo español sería consultado en aquellas cuestiones que el Caudillo estimase de interés general.
El aislamiento español en aquellos años y hasta 1947 fue casi absoluto. Fruto de él fue la exclusión de España del famoso Plan Marshall de ayuda a la reconstrucción económica de Europa. Sin embargo, Franco supo presentar ese bloqueo económico y político contra su régimen como una maniobra no contra él, sino contra España, excitando los sentimientos de orgullo patriótico de una buena parte de la sociedad española.
En 1947, además, las Cortes aprobaron la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado. Esa Ley, sometida a referéndum y aceptada por el 82% de los votantes, le confería al régimen un carácter monárquico, si bien reservándole al dictador el ejercicio vitalicio del poder y la facultad de designar un futuro monarca.
Por último, en 1948, cuando quedó claro que los países occidentales no pasarían del bloqueo económico y político contra Franco, tuvo lugar un acuerdo entre este y don Juan de Borbón, por el que su hijo Juan Carlos (nacido en Roma en 1938) se trasladó de Lisboa, donde residía su familia, a Madrid, con el fin de desarrollar en España su formación escolar. Asimismo, en 1948, los comunistas españoles, ante la falta de apoyo interior e internacional a la guerra de guerrillas, abandonaron la lucha armada, que solo los anarquistas mantuvieron algunos años más.
Los peores momentos habían pasado y muy pronto el franquismo cerraría una etapa de su historia para abrir la siguiente.
Segunda Etapa: Consolidación Interna e Integración Internacional (1951-1959)
Bases de la Consolidación Interna
Al iniciarse la década de los 50, el régimen franquista seguía contando con la fidelidad de las clases y grupos sociales que le habían brindado su apoyo desde 1936, es decir, los terratenientes, la burguesía financiera e industrial conservadora, y las clases medias y populares católicas. Todos estos grupos habían cerrado filas en los años difíciles del aislamiento político y económico internacional, y Franco había atajado cualquier acercamiento de la oposición monárquica y republicana en el exilio al aceptar el futuro monárquico de España y vincularlo a la dinastía de Borbón.
Por otra parte, el régimen se beneficiaba de la división del campo republicano y de la izquierda en el exilio:
- Republicanos, socialistas y nacionalistas catalanes y vascos por un lado.
- Comunistas por otro.
- Anarquistas más allá.
Además, se había derrotado al maquis, es decir, a las guerrillas que desde Francia operaban en el norte de la península, y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado continuaban reprimiendo con enorme dureza cualquier oposición laboral, social o política en el interior del país.
El Fin del Aislamiento: España en la Guerra Fría
A consolidar definitivamente el franquismo vino a sumarse, por último, el final del aislamiento político y económico y la integración de España en la vida internacional. Este suceso tuvo lugar cuando Estados Unidos, enfrentado en la llamada Guerra Fría a la Unión Soviética, consideró que el valor geoestratégico de España era motivo suficiente para llegar a acuerdos con un régimen político que, aun siendo antidemocrático, compartía el anticomunismo radical de la política exterior norteamericana.
Por ello, en 1951, los embajadores de Estados Unidos y Reino Unido regresaron a Madrid, al tiempo que se levantaba la prohibición de admitir a España en los organismos especializados de la ONU (FAO, OMS, UNESCO, etc.). Los años siguientes vieron culminar el reconocimiento internacional del régimen franquista.