España a Finales del Siglo XIX: Sistema Canovista, Nacionalismos y el Desastre del 98

El Sistema de la Restauración: Cánovas y la Constitución de 1876

Durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874), los partidarios de la dinastía Borbón prepararon la Restauración monárquica. Tras la abdicación de Isabel II en favor de su hijo Alfonso, Antonio Cánovas del Castillo trabajó para poner a la opinión pública de parte del futuro Alfonso XII. Influyó de forma positiva el Manifiesto de Sandhurst (diciembre de 1874), redactado por Cánovas y firmado por Alfonso, en el que el príncipe expresaba su fe en una monarquía liberal y constitucional, y sus deseos de paz. Sin embargo, el pronunciamiento militar del general Martínez Campos en Sagunto precipitó la proclamación de Alfonso XII como rey.

Cánovas intentó apartar al ejército de la política activa. La Tercera Guerra Carlista finalizó con la victoria gubernamental (manifiesto de Somorrostro, rendición de Abadiano y conquista de Estella en 1876).

Pilares del Sistema Canovista

El sistema político ideado por Cánovas se basaba en tres pilares principales:

  • La teoría de la «constitución histórica» o interna de España (tradición monárquica y Cortes).
  • Un sistema de poder compartido entre el Rey y las Cortes, articulado mediante el turno pacífico de los dos grandes partidos dinásticos (Conservador y Liberal).
  • Una Constitución escrita flexible que permitiera gobernar a ambos partidos.

La Constitución de 1876

Se convocaron elecciones por sufragio universal masculino para unas Cortes Constituyentes que aprobaron la nueva Constitución en mayo de 1876. Sus características principales eran:

  • Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
  • Posibilitaba el turno de partidos al ser un texto flexible.
  • Recogía la confesionalidad católica del Estado, compatible con la tolerancia de otros cultos en el ámbito privado.
  • Declaración de derechos y libertades similar a la Constitución de 1869, aunque su desarrollo posterior tendió a restringirlos (especialmente la libertad de imprenta, reunión y asociación).
  • Cortes bicamerales: Senado (parte electivo, parte vitalicio y por derecho propio) y Congreso de los Diputados (elegido por sufragio, inicialmente censitario).

La Regencia de María Cristina (1885-1902)

La temprana muerte de Alfonso XII en 1885 abrió el periodo de la Regencia de su esposa, María Cristina de Habsburgo, hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. Los partidos dinásticos, mediante el Pacto de El Pardo, acordaron mantener el turno pacífico para garantizar la estabilidad del régimen. Cánovas (Partido Conservador) y Sagasta (Partido Liberal) se alternaron en el poder, consolidando el sistema desde la derecha y la izquierda dinásticas respectivamente.

Oposición al Sistema: Nacionalismos y Movimiento Obrero

Nacionalismos y Regionalismos

Regionalismo Catalán

El regionalismo catalán se difundió sobre la base de la renovación cultural de la lengua catalana en torno al movimiento de la Renaixença, que aglutinó a intelectuales catalanes. El federalismo de Pi i Margall y de Valentí Almirall aumentó el deseo de autonomía. Las demandas proteccionistas de la burguesía industrial catalana chocaban a menudo con las políticas librecambistas de los gobiernos centrales. Durante la Regencia, el regionalismo catalán se concretó políticamente con las Bases de Manresa (1892), impulsadas por la Unió Catalanista, donde se reclamaba un parlamento (Cortes Catalanas) y un gobierno propio y autónomo dentro de España.

Nacionalismo Vasco

El nacionalismo vasco moderno arrancó en 1895 cuando Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Previamente, se había planteado el problema nacional vasco en términos políticos, tomando como base estudios lingüísticos, etnológicos e históricos y la defensa de los fueros abolidos tras la Tercera Guerra Carlista. Arana defendía la independencia de Euskadi y la pureza racial vasca. Aunque al final de su vida llegó a moderar algunas posturas y aceptar cierta integración en España, la semilla del nacionalismo ya había prendido entre algunos grupos burgueses y sectores populares.

Regionalismo Gallego

El regionalismo gallego (Rexurdimento) fue principalmente cultural y minoritario hasta comienzos del siglo XX. Sus diferentes corrientes (liberal, tradicionalista) convivieron en la Asociación Regionalista Gallega (fundada en 1890).

Movimiento Obrero y Campesino

Durante la Restauración se difundieron dos grandes corrientes ideológicas entre las clases populares: el anarquismo y el socialismo.

Anarquismo

El anarquismo, partidario de la acción sindical directa y contrario a la participación política, se reorganizó tras su prohibición durante el Sexenio. Se agrupó principalmente en la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). No obstante, su mayor impacto social se dio a través de sindicatos locales y, en algunos periodos, mediante acciones violentas (la «propaganda por el hecho»). El uso de acciones terroristas (atentados como el del Liceo de Barcelona o el asesinato de Cánovas) llevó al gobierno a una fuerte represión que detuvo temporalmente el crecimiento de las organizaciones anarquistas. Su mayor respaldo estuvo en Cataluña, Levante y Andalucía, y será la ideología obrera mayoritaria en España hasta la Guerra Civil.

Socialismo

El socialismo español nació en Madrid, en la Asociación de Tipógrafos, fundada por Pablo Iglesias. Se organizó como partido político con la fundación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879 y, desde 1888, contó con un sindicato afín, la Unión General de Trabajadores (UGT). Tendrá mayor implantación en las zonas industrializadas de Asturias, País Vasco y Madrid.

El Fin de Siglo: La Guerra Colonial y la Crisis de 1898

La Guerra Colonial (Cuba y Filipinas)

El siglo XIX español se cierra con el Desastre de 1898: la pérdida de las últimas colonias importantes (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). En Cuba, los intentos de independencia habían sido sometidos militarmente en épocas anteriores (Guerra de los Diez Años, 1868-1878). Sin embargo, tras el Grito de Baire (1895), se reanudó la insurrección independentista liderada por figuras como José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo. El problema se complicó por la intromisión de Estados Unidos, que tenía intereses económicos en la isla y apoyó diplomática y materialmente a los cubanos, llegando a proponer la compra de la isla a España.

Ante las presiones de Estados Unidos y la negativa española a conceder la independencia o vender la isla, la tensión aumentó. El gobierno estadounidense utilizó como pretexto la voladura accidental del acorazado Maine en el puerto de La Habana (febrero de 1898) para declarar la guerra a España en abril. Los principales grupos periodísticos norteamericanos (prensa amarilla) crearon un ambiente belicista y hostil contra España.

La guerra fue breve y desastrosa para España. En el Caribe, la flota española enviada bajo el mando del almirante Cervera fue completamente destruida en la batalla naval de Santiago de Cuba (julio de 1898). En Filipinas, donde había estallado un movimiento independentista similar en 1896 liderado por Emilio Aguinaldo, la flota española fue derrotada en Cavite.

Mediante la Paz de París (diciembre de 1898), España renunció a Cuba (que quedó bajo tutela estadounidense) y cedió Filipinas, Guam y Puerto Rico a Estados Unidos a cambio de 20 millones de dólares. El aislamiento internacional y la superioridad militar estadounidense fueron decisivos. Algunas tropas españolas aisladas en Filipinas mantuvieron una resistencia heroica y ciega al tratado («los últimos de Filipinas» en Baler).

La Crisis de 1898 y sus Consecuencias

El «Desastre» produjo una profunda conmoción moral, política y social en España. Provocó un largo y tenso debate acerca de las responsabilidades políticas y militares, y sacó a la luz los graves defectos del régimen de la Restauración (caciquismo, fraude electoral, ineficacia militar y administrativa). La llamada Generación del 98 (Unamuno, Baroja, Azorín, Maeztu, Machado…) reunió la crítica intelectual y literaria a la política oficial y reflexionó sobre la «decadencia» de España.

Ante el desastre, el regionalismo catalán aumentó sus demandas autonomistas, y se aceleró el desarrollo del movimiento obrero. El propio régimen ensayó con el gobierno conservador de Francisco Silvela un tímido regeneracionismo, un revisionismo del sistema canovista en un intento de «revolución desde arriba» que, sin embargo, no abordó los problemas estructurales del país.

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