El Colonialismo y el Reparto de África
El colonialismo permitió la dominación de diferentes países por una minoría extranjera occidental, generalmente de religión cristiana, técnicamente avanzada y con una potente economía industrial, sobre la mayoría de la población nativa no cristiana que carecía de técnica y que vivía en economías agrarias de subsistencia.
Antes de 1885, África era la gran desconocida, pero en menos de 30 años los europeos pasaron a controlar casi todo el continente. Las potencias se apropiaron de territorios buscando materias primas, alimentos y un incremento de poder. Para imponer orden en el reparto, las potencias europeas se reunieron en la Conferencia de Berlín de 1885.
La Conferencia de Berlín (1885)
La disputa sobre la posesión del Congo hizo que el rey belga Leopoldo II propusiese un encuentro que inmediatamente fue aceptado por el canciller alemán Bismarck, convirtiéndose en una larga conferencia en Berlín, en la que se decidió el reparto del continente africano.
Durante las reuniones se establecieron las bases para la ocupación de África. Se decidió que solo la ocupación efectiva del territorio africano podía dar título de legitimidad a la colonización por parte de un país reclamante. También se decidió la navegación libre por los ríos y la libertad de comercio. A pesar de esto, las rivalidades y conflictos continuaron, ya que el país propietario no sería el descubridor del territorio, sino el que antes lo ocupara.
El 90% de África quedó ocupada por potencias europeas, a excepción de Liberia y Etiopía.
Rivalidades Territoriales en África
- Reino Unido: Intentó dominar las áreas próximas a las rutas marítimas, pero su pretensión chocó con Francia.
- Francia: Intentaba constituir un cinturón de colonias africanas desde el Atlántico hasta el Mar Rojo.
- Alemania: Quería crear un cinturón colonial que uniese su África Oriental con África del Sudoeste, interviniendo en las pretensiones británicas.
La negativa británica y francesa permitió la instalación en la zona de colonias de potencias europeas menores, como el Congo, concedido al rey Leopoldo II de Bélgica.
Las Grandes Potencias Mundiales a Fines del Siglo XIX
Reino Unido: La Época Victoriana
Inglaterra tuvo una expansión colonial que la colocó como primera potencia europea y del mundo. Esta etapa de esplendor, conocida como la Época Victoriana, fue presidida por la reina Victoria I hasta 1901. La política estuvo marcada por la estabilidad gubernamental democrática. Económicamente, la política librecambista abría las puertas al libre comercio y la industrialización, permitiendo convertir a Gran Bretaña en la primera potencia industrial, comercial y constructora de barcos. Enfrentaron la Guerra de Crimea y el levantamiento hindú, además de huelgas y movimientos sufragistas.
Alemania de Bismarck y la Era Guillermina
Nació una nueva Alemania cuyo canciller fue Otto von Bismarck. En la Constitución de 1871, Alemania se convirtió en una federación de 25 estados. El fuerte crecimiento demográfico y el desarrollo industrial aportaron gran cantidad de capital que convirtió al país en la primera potencia económica del continente. En 1890, Bismarck fue destituido, finalizando el establecimiento de alianzas internacionales contra Francia y comenzando la Era Guillermina, una etapa de prosperidad con fuertes tendencias militares y una manifestación de política exterior imperialista que llevó a Alemania a la lucha por la hegemonía mundial hasta 1914.
Francia: De la Crisis a la República
En Francia estalló una crisis tras la que se implantó la II República. Con Napoleón Bonaparte y una nueva constitución, se puso en marcha una política encaminada al mantenimiento del orden y al crecimiento del país.
Imperio Ruso: Reformas y Decadencia del Zarismo
Bajo la dinastía de los Románov vinieron reformas administrativas y jurídicas de corte liberal que abrieron el país a influencias occidentales y a los capitales extranjeros. Para solucionar la situación crítica, se inició la modernización. A partir de 1874, se asistió a una decadencia del zarismo que propició la tensión revolucionaria, culminando con el asesinato del zar Alejandro II.
La política zarista en el exterior se centró en dos objetivos:
- Los Balcanes: Donde se pretendía una salida al mar Mediterráneo, rivalizando con Austrohungría y el Imperio Turco.
- Extremo Oriente: Donde tropezó con Japón.
Japón: La Transformación Meiji
A principios del siglo XIX, Japón era un país feudal. A finales del mismo siglo, evolucionó, convirtiendo el Japón medieval en una potencia a la altura de las europeas. Esta transformación es denominada la Era Meiji. Las reformas internas marcaron el camino de la evolución hacia una gran potencia, solicitando la colaboración de técnicos europeos.
Estados Unidos: Expansión y Hegemonía Industrial
En solo un siglo, Estados Unidos llegó a convertirse en una potencia de primer orden. La población registró un rápido aumento, viéndose obligados a ampliar el territorio. Para ampliar el espacio nacional, recurrió a la guerra contra México, compró Florida a España e hizo la conquista del Oeste. Además, desarrolló el tendido ferroviario. Ya en la primera década del siglo XX, gracias a la existencia de inagotables recursos naturales, EE. UU. se convirtió en la primera potencia en producción de carbón, plata, cobre y hierro.
Imperio Turco: El Coloso en Desintegración
El Imperio Turco en el siglo XIX era un peligroso coloso en proceso de desintegración. En Europa, eran dueños de los Balcanes, un área con gran atraso económico y enorme debilidad política. En 1829 se había producido la independencia de Grecia. Entre 1854 y 1856 se hizo inevitable la Guerra de Crimea, que enfrentó a Turquía contra Rusia. El Tratado de París (1856) desmilitarizó el Mar Negro y detuvo la expansión rusa a costa de Turquía durante 20 años.
