La Crisis de 1917 y el Fin de la Primera Guerra Mundial: Eventos Clave

La Crisis de 1917: Desmoralización y Protestas en la Primera Guerra Mundial

El equilibrio militar de finales de 1916 y la imposibilidad de poner fin a la guerra a corto plazo sumieron a los beligerantes en graves dificultades. Tropas y retaguardia fueron presa de una creciente desmoralización. Durante 1917, se desencadenaron protestas de soldados y mandos que se transformaron en auténticos motines, los cuales fueron duramente reprimidos. La unidad política se quebró en el seno de cada una de las potencias, e innumerables voces clamaron contra la guerra, exigiendo una paz negociada. Surgieron iniciativas de paz, como la de Wilson (presidente de los Estados Unidos) o la del papa Benedicto XV, pero finalmente se impusieron las tesis de los partidarios de continuar la contienda.

Oposición a la Continuación de la Guerra por País

Francia: Motines y Cambios de Liderazgo

En Francia, la especial dureza de los combates en las trincheras, unida a la escasez de víveres y pertrechos, provocó huelgas en la industria metalúrgica y una serie de motines (primavera de 1917) que fueron frenados mediante numerosos fusilamientos. El general Nivelle fue sustituido por el mariscal Pétain, quien logró restaurar la disciplina militar. El gobierno fue asumido por Georges Clemenceau.

Gran Bretaña: Huelgas y Consolidación del Poder

En Gran Bretaña, los laboristas se alejaron del gobierno al tiempo que se sucedían numerosas huelgas. Se hizo cargo del ejecutivo David Lloyd George, partidario de proseguir la guerra y promotor de una serie de medidas que lograron incrementar la eficacia del ejército.

Alemania: Debates Internos y Guerra Submarina

En Alemania, se libraron enconadas luchas políticas entre los partidarios de continuar la lucha y los que propugnaban su fin. A la postre, se impusieron los primeros, representados por Hindenburg y Ludendorff, generales del Estado Mayor. Los más moderados, representados por el canciller Bethmann-Hollweg, estaban decididos a limitar la guerra submarina al considerar que incrementaba el riesgo de una intervención militar norteamericana. Los submarinos alemanes habían declarado la guerra total, tanto contra los buques de países beligerantes como contra los neutrales.

Austria-Hungría: Desplome Militar y Aspiraciones Nacionalistas

En Austria-Hungría, el ejército que combatía en varios frentes comenzó a dar signos de desplome. A ello se unió la escasez de abastecimientos en las ciudades. Los descontentos crecieron y se transformaron en reivindicaciones nacionalistas, de modo que húngaros, checos y polacos empezaron a demandar su independencia del Imperio.

Italia: Derrotas y Apoyo Aliado

Italia, a la que los austrohúngaros habían infligido severas derrotas, se encontraba en una delicada situación y reclamaba la ayuda del mando aliado, que envió varias divisiones franco-británicas para evitar su derrumbe militar.

Imperio Otomano: Reveses y Colapso

En el Imperio Otomano, tras una serie de reveses que le hicieron perder Palestina y Mesopotamia a manos británicas, la situación se tornó insostenible.

Rusia: Revolución y Retirada de la Guerra

Rusia constituyó, sin duda, el escenario más convulso de esta etapa. Presa de un fuerte descontento motivado por la escasez de víveres y los continuos descalabros militares, sufrió diversos motines que finalmente desembocaron en la Revolución de Febrero de 1917. Meses más tarde, en Octubre de 1917, un golpe de Estado acabó con el gobierno burgués de Kerensky y aupó al poder a los comunistas de Lenin. Este entabló conversaciones con las Potencias Centrales con el fin de poner término a la guerra en el frente oriental, hecho que se materializó finalmente con la firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918. Por este tratado, se imponía a Rusia la pérdida de extensos territorios (Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, etc.).

El Final de la Primera Guerra Mundial: 1918 y el Armisticio

En 1918, ambos bandos atravesaban serias dificultades tanto militares como económicas. Sin embargo, la fatiga era más visible en el bando de las Potencias Centrales que en el aliado, pues la incorporación de los Estados Unidos al conflicto había supuesto una auténtica inyección de recursos materiales y humanos.

No obstante, en 1918, los alemanes consiguieron eliminar definitivamente del escenario bélico a los rusos, quienes habían iniciado negociaciones para poner fin al conflicto. Una serie de derrotas continuadas habían animado al gobierno revolucionario soviético a firmar en marzo el Tratado de Brest-Litovsk.

Con las manos libres en el frente oriental, el general alemán Ludendorff inició una ofensiva en el lado occidental. Fue la conocida como la Segunda Batalla del Somme para diferenciarla de los combates que se habían desarrollado en la misma zona en 1916. La iniciativa fracasó, pues los aliados frenaron la ofensiva en el Marne, en el mismo lugar donde Joffre había hecho abortar en 1914 el Plan Schlieffen.

La contraofensiva aliada, al mando del general Foch, fue iniciada en julio de 1918 y forzó el repliegue de las tropas germanas. En agosto, un nuevo ataque aliado que empleó abundantes carros de combate desplazó a los alemanes hasta la frontera belga. La crisis militar se tradujo en deserciones masivas.

El 8 de noviembre de 1918, estalló en Berlín un movimiento revolucionario y el Káiser Guillermo II abdicó. Se formó un nuevo gobierno que encabezó el socialdemócrata Ebert. Alemania firmó el armisticio el 11 del mismo mes.

Guillermo II de Hohenzollern, emperador de Alemania, en sus últimos días de exilio en Holanda. Moriría en 1941 sin haber visto realizadas sus esperanzas de restaurar la monarquía en Alemania.

La monarquía de los Hohenzollern dejó paso al establecimiento de una República democrática, la de Weimar, regida por un frágil sistema parlamentario, que fue presa de una gran inestabilidad hasta 1933, fecha en que Hitler abolió la democracia.

El Imperio Austrohúngaro se rindió a mediados del mes de noviembre, en tanto que búlgaros y turcos lo habían hecho ya en septiembre y octubre, respectivamente.

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