La Década Moderada y el Bienio Progresista: Instituciones y Conflictos en la España de Isabel II

La Década Moderada (1844-1854)

Esta época se caracterizó por la alternancia de los partidos moderado y progresista, de carácter muy oligárquico, con escasa participación popular y tendencia a la corrupción. Sin embargo, en el lado positivo, podemos afirmar que se consolidaron las bases legales e institucionales del Estado Liberal, muchas de las cuales perviven en la actualidad.

Tras la declaración, en 1843, de la mayoría de edad de Isabel II, a propuesta de Joaquín Mª López, se sucedieron los gobiernos de J. M. López, Olózaga (progresista, fue acusado de forzar la voluntad de la reina y obligado a dimitir) y González Bravo (moderado, que reprimió el pronunciamiento progresista de Alicante). Finalmente, llegó al poder Narváez, hombre fuerte del régimen que gobernó con poderes dictatoriales.

Como decíamos anteriormente, a lo largo de esta década se introdujeron instituciones y conceptos legales nuevos que, de un modo u otro, siguen vigentes:

  • Se suprimió la Milicia Nacional y se fundó la Guardia Civil (1844), cuerpo armado característico del liberalismo moderado (frente a la Milicia Nacional, propia de los progresistas), con el objetivo fundamental de vigilar la gran propiedad rural.
  • Se crearon los gobernadores civiles y militares, representantes del poder central en las recientemente creadas provincias.
  • Se aprobó el Plan Pidal (1845), que establecía la educación como función fundamental del Estado, dividía el proceso educativo en primaria, secundaria y universitaria, y apartaba a la Iglesia de la universidad. Criticada tanto por progresistas como por moderados, fue revocada en 1852. Fue un anticipo de la Ley de Moyano, la ley educativa más importante del siglo XIX.
  • Se firmó un Concordato con la Santa Sede (1851, texto 9), por el que se frenaba el proceso desamortizador a cambio de que el Estado sufragase los gastos del clero. La Iglesia recuperó una influencia que se había visto disminuida con los progresistas.
  • Se aprobó la Reforma fiscal de Mon, que introdujo un nuevo ordenamiento fiscal a partir de impuestos directos (tierra, industria y comercio) e indirectos (consumos). Estos últimos, que gravaban productos básicos como la sal, el aceite o la carne, fueron muy impopulares. Todas las revueltas posteriores reclamaron su supresión.
  • También se llevaron a cabo importantes obras públicas: se construyeron miles de kilómetros de carreteras y en 1848 se construyó nuestra primera línea de ferrocarril entre Barcelona y Mataró.

Además, se aprobó una nueva Constitución, la de 1845 (texto 8), fiel reflejo del liberalismo doctrinario o moderado. Algunos de sus aspectos fundamentales fueron: soberanía compartida, Senado por designación real, sufragio censitario y limitación de derechos y libertades.

Ahora bien, el régimen moderado experimentó una deriva autoritaria que lo convirtió prácticamente en una dictadura, sobre todo a partir de la revolución democrática de 1848, que estalló en Francia pero no tardó en extenderse por toda Europa. Para impedir que las ideas democráticas se extendiesen por España, Bravo Murillo (1851-1852) intentó una reforma autoritaria de la Constitución y suspendió las Cortes. Importantes sectores, comprendidos desde el moderantismo denominado “puritano” hasta los demócratas, pasando por los progresistas, que no aceptaban la deriva autoritaria del gobierno y la corrupción del sistema político (empezando por la reina y su madre, la exregente), provocaron el pronunciamiento de 1854 que acabó con la Década Moderada y abrió paso a un nuevo periodo histórico: el Bienio Progresista.

El Bienio Progresista y la Vuelta al Moderantismo (1854-1868)

A lo largo de estos años (1854-1868) se impulsó la vertebración del territorio español mediante la construcción del ferrocarril y se modernizó el sistema bancario español, pero la crisis económica que comenzó en 1865 puso de relieve todas las contradicciones del régimen de Isabel II y todos los problemas que los gobiernos de aquella época no supieron resolver.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Como decíamos anteriormente, los antecedentes de este periodo hay que buscarlos en el autoritarismo de los últimos gobiernos, desde Bravo Murillo al conde San Luis, jefe de gobierno en 1854, y en el efecto de las revoluciones de 1848.

El pronunciamiento que acabó con la Década Moderada tuvo como protagonistas fundamentales a Leopoldo O’Donnell y Domingo Dulce. Un joven Cánovas del Castillo redactó el Manifiesto de Manzanares (texto 10), en el que se expresaron los motivos del pronunciamiento: básicamente la deriva autoritaria del gobierno, la corrupción del sistema, la marginación de la voluntad popular y la necesidad de una regeneración moral y política. Ante las perturbaciones sociales que se estaban viviendo, Isabel II volvió a llamar a Espartero como jefe de gobierno. O’Donnell se convirtió en su ministro de Guerra.

Lo fundamental de la obra de gobierno en este nuevo periodo giró en torno a la necesidad de reorganizar el sistema financiero y hacendístico, entre otras cosas porque se consideró que había llegado el momento de impulsar la construcción del ferrocarril, símbolo de la revolución industrial. Así, en efecto, se aprobaron:

  • La Ley de Ferrocarriles, que fomentó la construcción de abundantes líneas de ferrocarril. Sin embargo, resultó demasiado tardía (la primera línea había funcionado en Inglaterra en 1830); promovió un trazado radiocéntrico, por motivos políticos, que no respondía a la necesaria vertebración de los distintos sectores económicos de España; estableció un ancho de vía distinto al europeo, por lo que el ferrocarril no contribuyó a vertebrar la economía española con la europea; y fomentó la especulación, dando lugar a numerosos casos de corrupción relacionados con la clase política y la misma Casa Real. Para financiar su construcción, se aprobaron:
  • La Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias, cuyo objetivo era, entre otros, reorganizar el sistema bancario español para potenciar las inversiones dirigidas a la construcción del ferrocarril y atraer inversiones extranjeras dirigidas al mismo fin.
  • La Ley de Desamortización General, de Pascual Madoz (ver vocabulario, texto 11), que añadía a la desamortización eclesiástica la desamortización de bienes civiles (tierras comunales como eras, montes, pastos, etc.). Esto, si bien contribuyó a mejorar el estado de la Hacienda, tuvo un efecto demoledor en la situación de los campesinos más desfavorecidos.

Por otro lado, se procedió a la redacción de una nueva Constitución, la non nata de 1856, de corte progresista, que no llegó a aprobarse porque O’Donnell disolvió por la fuerza el Congreso en 1856.

En efecto, los problemas a los que tuvo que enfrentarse Espartero no fueron pocos:

  • Las desavenencias entre Espartero (progresista) y O’Donnell (más conservador, creador de la Unión Liberal, un partido intermedio entre progresistas y moderados) eran constantes.
  • Se produjo la primera huelga obrera de la historia de España, en la industria textil catalana, relacionada con el movimiento ludista (que proponía la destrucción de las máquinas).
  • Hubo rebrotes carlistas (1855) y motines de subsistencias en Valencia y Valladolid.

La consecuencia de todo lo anterior fue un nuevo pronunciamiento, al que aludíamos antes, por el que Espartero fue, una vez más, expulsado del poder.

Vuelta al Moderantismo: Alternancia entre Unionismo y Moderantismo (1856-1868)

Esta época se caracterizó por la alternancia entre la Unión Liberal, partido centrista fundado por O’Donnell, y el Partido Moderado de Narváez, así como por la generalización del fraude electoral, que anticipó el sistema político de “turno de partidos” vigente durante la Restauración (a partir de 1875). Asimismo, se vivieron estallidos de graves levantamientos campesinos (Utrera 1857, Loja 1860) como consecuencia del agravamiento de la situación social provocada por la desamortización civil.

Podemos distinguir las siguientes etapas:

1856-1866: Etapa de Estabilidad Política y Social

  • A los gobiernos de la Unión Liberal debemos cierta liberalización del régimen (ejemplo: el Acta Adicional amplió el sufragio hasta un 5%) y la participación en diversas expediciones militares de corte imperialista (Marruecos, México, Cochinchina).
  • Al Partido Moderado se debe la aprobación de la Ley de Instrucción Pública, de Claudio Moyano (que establecía la enseñanza obligatoria hasta los 8 años y dividía la educación en primaria, secundaria, universitaria, texto 12) y el fomento de obras públicas como el Canal del Ebro, el Canal de Isabel II y el ferrocarril.

1866-1868: El Final del Régimen

Este periodo se debió a una crisis múltiple que podemos concretar en:

  • Crisis “biológica”: La muerte de O’Donnell (1867) y Narváez (1868) dejó a la monarquía de Isabel II sin sus dos puntales fundamentales.
  • Crisis económica y social desde 1866: Se produjo una profunda crisis en los ferrocarriles y la industria (concretamente, la Guerra de Secesión estadounidense interrumpió el suministro de algodón a la industria textil catalana), a la que hay que sumar, en 1868, una grave crisis de subsistencias.
  • Crisis política: El sistema estaba agotado y la reina desprestigiada. El descontento fue cada vez mayor y los incidentes se multiplicaron:
    • En la Noche de San Daniel (1865), varios estudiantes resultaron muertos por protestar ante la destitución de Castelar, catedrático que había criticado a la reina en un artículo.
    • Los progresistas se pronunciaron en Villarejo y en el cuartel de San Gil (1866), aunque fracasaron.

En 1866, progresistas y demócratas (a los que más tarde se sumaron los unionistas) firmaron el Pacto de Ostende para acabar con el régimen, lo cual consiguieron en Septiembre de 1868 con la Revolución Gloriosa. Con el triunfo de esta revolución empezó una nueva época: el Sexenio Democrático (1868-1874).

El Territorio de Castilla-La Mancha durante el Reinado de Isabel II

Al respecto, cabe mencionar que con la división provincial de Javier de Burgos (1833), las actuales provincias que componen Castilla-La Mancha quedaron definitivamente configuradas, aunque posteriormente ha habido pequeños ajustes en lo referente a sus límites. Así, por ejemplo, Albacete dejó de ser un pueblo de la provincia de Chinchilla y pasó a ser la capital de la provincia de su mismo nombre. Por otro lado, conviene recordar que Castilla-La Mancha fue escenario de algunos de los grandes conflictos comprendidos cronológicamente en este periodo. En efecto, la Primera Guerra Carlista “arranca” con el levantamiento carlista de Talavera (2 de octubre de 1833), si bien la mayor parte del territorio regional permaneció fiel al bando liberal, a excepción de la ciudad de Cuenca.

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