La Dictadura de Primo de Rivera: Claves del Régimen Autoritario (1923-1930)

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

Causas del golpe militar

Los golpistas defendieron su acción como una solución para poner fin a la crisis política y a la conflictividad social que atravesaba el país. Las principales causas fueron:

  • La inestabilidad y el bloqueo del sistema político parlamentario, así como su desprestigio derivado del continuo fraude electoral.
  • El miedo de las clases acomodadas a una revolución social ante el auge de la conflictividad obrera y campesina.
  • El aumento de la influencia del republicanismo y de los nacionalismos periféricos.
  • El descontento del ejército tras el desastre de Annual.
  • El deseo de evitar que las Cortes exigieran responsabilidades por los hechos de la guerra de Marruecos.

Así, en su manifiesto inaugural, Primo de Rivera anunció su firme voluntad de «limpiar el país de caciques» y de acabar con el bandidaje político, la indisciplina social y las amenazas a la unidad nacional. La dictadura fue una solución inconstitucional para frenar la posible reforma del sistema, que podía resultar amenazadora para ciertos sectores e intereses sociales.

La reorganización del Estado

Del Directorio Militar al Directorio Civil

La dictadura de Primo de Rivera atravesó dos fases sucesivas. Hasta 1925 gobernó el Directorio Militar, cuyos miembros eran exclusivamente militares. A partir de ese año, el gobierno dictatorial incluyó entre sus ministros a personalidades civiles, como José Calvo Sotelo en Hacienda y Eduardo Aunós en el Ministerio de Trabajo. Se pasó entonces al Directorio Civil.

Primeras medidas y política represiva

Las primeras medidas del Directorio Militar mostraron su carácter dictatorial:

  • Suspensión del régimen constitucional.
  • Disolución de las cámaras legislativas.
  • Cese de las autoridades civiles.
  • Prohibición de las actividades de los partidos políticos y de los sindicatos.

También se disolvieron los ayuntamientos, que fueron sustituidos por juntas de vocales integradas por los mayores contribuyentes. En la práctica, la renovación política se limitó a sustituir a unos caciques por otros.

El fin de la guerra de Marruecos

Primo de Rivera asumió personalmente el Alto Comisionado de Marruecos en 1924. Al año siguiente se organizó con gran éxito el desembarco de Alhucemas. En 1927, el ejército español dio por concluida la ocupación efectiva de todo el protectorado.

La institucionalización del régimen

A partir de 1926, Primo de Rivera intentó institucionalizar su régimen para darle continuidad y permanencia, con una clara influencia del fascismo italiano. El camino hacia un régimen autoritario comenzó con la convocatoria de una Asamblea Nacional Consultiva de carácter corporativo. Para promover la adhesión al nuevo sistema se creó un partido único, la Unión Patriótica.

La política económica y social

La dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional de los «felices años veinte». La idea rectora fue la nacionalización de importantes sectores de la economía y el aumento del intervencionismo estatal.

Intervencionismo y monopolios

El Estado tuvo un protagonismo notable gracias al fomento de las obras públicas. El gobierno aprobó el Decreto de Protección de la Industria Nacional y se concedieron grandes monopolios, como el de telefonía a la Compañía Telefónica Nacional de España, y la exclusividad en la importación, refinado, distribución y venta de petróleo a la compañía arrendataria CAMPSA. Sin embargo, esta política generó una gran deuda extraordinaria.

Política agraria y social

El mundo agrario siguió en manos de los grandes propietarios sin que se emprendiera reforma alguna, aunque sí se promovió el regadío a través de la creación de las Confederaciones Hidrográficas.

Para eliminar los conflictos laborales, se pretendía la intervención del Estado. Con este fin se creó la Organización Corporativa Nacional, que agrupaba a patronos y obreros en grandes corporaciones. Su misión era la reglamentación de los salarios y de las condiciones de trabajo, así como la mediación y el arbitraje en caso de conflicto. Este sistema contó con la colaboración de la UGT, que pudo desenvolverse con cierta libertad, mientras que los anarcosindicalistas y comunistas eran perseguidos y obligados a permanecer en la clandestinidad.

La oposición a la dictadura

La oposición al régimen estuvo integrada por diversos grupos:

  • Algunos líderes de los partidos dinásticos.
  • Los republicanos, que organizaron la Alianza Republicana.
  • Los nacionalistas, especialmente en Cataluña, donde se tomaron medidas como la liquidación de la Mancomunidad y la prohibición del uso público de la lengua catalana y del baile de la sardana.
  • Los comunistas y anarquistas. La CNT se mostró contraria al régimen y fue intensamente perseguida. En julio de 1927, los anarquistas crearon la Federación Anarquista Ibérica (FAI).
  • Determinados sectores del ejército.
  • La casi totalidad de los intelectuales y el mundo universitario. La dictadura pretendió controlarlos férreamente mediante la censura, persiguiendo a figuras como Unamuno, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y Menéndez Pidal.

El PSOE, que inicialmente tuvo una postura más pasiva, cambió su posición hacia 1929, cuando rechazó abiertamente los intentos continuistas del régimen y se pronunció a favor de la República.

La caída de Primo de Rivera

Ante la creciente oposición, el rey Alfonso XIII optó por retirarle su confianza, y Primo de Rivera acabó dimitiendo el 30 de enero de 1930.

El general Berenguer fue el encargado de sustituirle, con la misión de celebrar unas elecciones que permitieran retornar a la normalidad constitucional, en un periodo conocido como la «dictablanda». En este contexto, las fuerzas republicanas, nacionalistas y socialistas acordaron la firma conjunta del Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) para poner fin a la monarquía.

El gobierno del almirante Aznar, sucesor de Berenguer, decidió convocar en primer lugar elecciones municipales en abril de 1931, al considerarlas menos peligrosas para la monarquía. Sin embargo, Alfonso XIII se había comprometido excesivamente con la dictadura, y las elecciones se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía. La victoria de las candidaturas republicanas en las grandes ciudades precipitaría la proclamación de la Segunda República y el exilio del rey.

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