La España del Sexenio Democrático: Un Periodo de Cambios Políticos (1868-1874)

El Sexenio Democrático: Del Gobierno Provisional a la Regencia de Serrano (1868-1870)

En un primer momento, se planteó el problema de la dualidad de poderes entre los protagonistas del pronunciamiento y las Juntas. Aunque el programa de las Juntas era más radical que el de los militares, coincidían en algunos puntos: sufragio universal, libertad de prensa, libertad de comercio e incluso algunas reivindicaciones sociales.

A principios de octubre, se formó el Gobierno Provisional, presidido por Serrano y con Prim en segundo lugar. Este gobierno comenzó a poner en marcha parte del programa revolucionario democrático:

  • Reforma fiscal: creación de la peseta, nueva legislación minera, introducción del librecambismo.
  • Expulsión de los jesuitas, extinción de todos los conventos, etc.

Se iniciaba una transformación de la vida política: se implantó el sufragio universal masculino y se celebraron unas elecciones a Cortes Constituyentes, encargadas de la elaboración del nuevo marco legal: la Constitución de 1869, bajo la fórmula de una monarquía democrática. Recogía los principios democráticos que habían alentado la revolución: amplio reconocimiento de derechos, división de poderes, soberanía nacional, sistema parlamentario bicameral, libertad de cultos y cierta descentralización.

Tras la elaboración de la Constitución, se estableció una regencia temporal que recayó en Serrano, pero la responsabilidad política esencial era de Prim. A lo largo de 1870 se llevó a cabo una profunda modificación de la legislación. Se formularon nuevas disposiciones acerca del poder judicial, el Código Penal, el Registro Civil, el matrimonio civil y el orden público. En este último punto, siguieron realizándose prácticas netamente ilegales.

La Búsqueda de un Nuevo Monarca

La cuestión política central era encontrar un nuevo monarca católico y liberal. Los candidatos fueron varios, pero muchos de ellos pronto presentaron inconvenientes que les llevaron a ser desechados:

  • Duque de Montpensier.
  • El príncipe Leopoldo de Hohenzollern.
  • Fernando de Coburgo.
  • Finalmente, se optó por Amadeo, duque de Aosta, de la familia de los Saboya, quien había sido el candidato de Prim y de los progresistas.

En 1870 se produjo en las Cortes la elección del nuevo rey. De 311 diputados, solo 191 votaron a Amadeo de Saboya. La nueva monarquía se iniciaba con un apoyo político insuficiente y, además, el asesinato de Prim empeoró la situación al privar al rey del apoyo más firme que había tenido.

La Monarquía Democrática de Amadeo I (1871-1873)

Amadeo de Saboya llegó a España e inmediatamente fue a velar el cadáver de Prim, teniendo una fría acogida por parte del pueblo de Madrid. De su voluntad de convertirse en un buen monarca constitucional y demócrata no cabe dudar, pero las dificultades y oposiciones eran muchas.

Al frente del gobierno se puso al general Serrano, pero la inestabilidad de los gobiernos era patente. Lo esencial fue la descomposición acelerada de la coalición gobernante: la escisión de los progresistas y un clima de inestabilidad política, a lo que se añadió un conjunto de fuerzas políticas y sociales que se oponían frontalmente a la monarquía amadeísta:

  • El clero: continuaba su enfrentamiento con el Estado.
  • La nobleza y la aristocracia latifundista: temían que la presión republicana pudiera cuestionar la propiedad privada.
  • La burguesía: se alejó progresivamente del régimen y simpatizó con el partido alfonsino, descontenta ante las medidas librecambistas.
  • Oposición abierta: carlistas y republicanos.

Los carlistas arreciaron su guerra particular con un alzamiento en 1872, que afectó especialmente al País Vasco y parte de Cataluña. Los republicanos, divididos en distintas tendencias, protagonizaban estallidos de sublevaciones de tipo revolucionario que se fueron intensificando: Málaga, Madrid y El Ferrol.

A los dos conflictos anteriores se unieron la sublevación de Cuba y las reivindicaciones cada vez mayores y con más fuerza del movimiento obrero y los sindicatos.

Este clima de guerra civil terminó por descorazonar al rey Amadeo I, quien en febrero de 1873 anunció su decisión de abdicar. El motivo aducido por el rey era que en los dos años escasos de monarquía las luchas civiles no habían cesado. Mientras, en el Congreso, los diputados, rodeados por una multitud que lanzaba vivas a la República, no tuvieron otra opción que proclamarla.

La Primera República Española (1873-1874)

A pesar de que lo prohibiera expresamente la Constitución, el Congreso y el Senado se reunieron en una llamada Asamblea Nacional que, aquel mismo día, proclamó la República por amplísima mayoría y eligió a Estanislao Figueras como presidente del Poder Ejecutivo.

La República que se proclamó tras la caída de Amadeo I fue de tipo federal. Esta República se fundó sobre las bases de la Constitución de 1869. La idea federal respondía a los ideales proclamados por las masas revolucionarias de las ciudades y las juntas revolucionarias de 1868.

No existió en realidad una ruptura tan marcada entre la proclamación de la I República y la monarquía anterior, y si se llegó a la proclamación de la República fue porque la voluntaria renuncia del rey impuso el cambio del régimen como única solución viable. La República española solo fue reconocida por países federales.

Inestabilidad y Desafíos de la Primera República

La inestabilidad de la I República fue patente desde el principio:

  • Fue proclamada por unas Cortes en las que el republicanismo estaba en minoría y en las que la mayoría pertenecía al Partido Radical de Ruiz Zorrilla.
  • Llegó inesperadamente.
  • Las divisiones ideológicas y políticas.
  • No tuvo una formulación única, sino varias sucesivas.
  • A la inestabilidad política propiamente dicha hay que añadir la agitación social, la insurrección carlista y la rebelión cantonal. La experiencia republicana desembocó en una quiebra casi total de la autoridad del Estado y un caos prácticamente total.
  • Se encontró con la hostilidad de todas las fuerzas conservadoras.

A todo esto hay que añadir la elaboración de un proyecto constitucional federal de 1873, basado en la Constitución de 1869. El texto no llegó a aprobarse; preparado por Castelar, dejaba clara la voluntad descentralizadora que lo animaba. La nación española quedaría compuesta de diecisiete estados que agrupaban los territorios peninsulares e insulares, más las provincias ultramarinas de Cuba y Puerto Rico.

Esquema de su Evolución: Los Presidentes de la República

El primer gobierno republicano fue encargado a Estanislao Figueras. Una de sus primeras medidas fue suprimir los impuestos, una de las mayores reivindicaciones populares. Todo esto no impidió que las juntas revolucionarias ocuparan los ayuntamientos de muchas ciudades y que muchos campesinos creyeran que la República era la “ocupación de tierras”. Se sumió en una gran anarquía. Figueras tuvo que dimitir el 1 de junio.

El movimiento cantonal suponía la respuesta local de los republicanos federales: el cantón de Cartagena, que adoptó la forma de una república independiente.

Le sucedió Pi y Margall, quien no logró reconducir la situación; al contrario, esta se agravó. El movimiento cantonal surgió por todas partes.

El tercer presidente fue Nicolás Salmerón. Este intentó hacer un gobierno fuerte que consolidara la tambaleante República. Dimitió en septiembre al negarse a firmar una sentencia de muerte.

En el cargo le sucedió Emilio Castelar, quien actuó con mano dura; presidió una República conservadora y se centró en el problema que le preocupaba: la lucha contra la revuelta social, mientras los generales más significados del ejército se le ofrecían secretamente para dar un golpe de Estado.

En 1874, Castelar fue derrotado en una votación en el Congreso de los Diputados. Los militares estaban conspirando abiertamente. El capitán general Pavía, al conocer la derrota de Castelar, se presentó en el Congreso y disolvió las Cortes. El general más prestigioso del momento, Serrano, asumió nominalmente la jefatura del gobierno.

Serrano siguió una política de orden, con medidas que hubieran podido dar la victoria a una solución republicana.

Mientras, todas las fuerzas políticas de la derecha se estaban acercando hacia la monarquía. El Manifiesto de Sandhurst, escrito por Cánovas del Castillo y refrendado por el futuro Alfonso XII, favoreció esta situación. El general Martínez Campos se pronunció en Sagunto y proclamó rey de España a Alfonso XII. La posibilidad abierta por la Revolución de 1868 de que la revolución liberal española desembocara en una revolución democrática se había frustrado.

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