Fases militares de la Guerra Civil: Evolución política y económica en las dos zonas, consecuencias y costes humanos
Antecedentes y Origen del Conflicto
La conspiración militar se inició como consecuencia de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Ya se habían producido otros intentos golpistas previos, como la Sanjurjada en 1932, y diversos movimientos conspirativos de generales entre diciembre de 1935 y febrero de 1936 (en los que participaron figuras como Franco o Goded, etc.).
El Golpe de Estado de Julio de 1936
El golpe de Estado de julio de 1936 fue organizado, planeado y liderado por militares descontentos con la situación política de la Segunda República. El general Mola fue el principal estratega y jefe de la conspiración («el Director»), quien pretendía instaurar un modelo de Gobierno autoritario, similar al de la dictadura de Primo de Rivera. Se preveía que el general Sanjurjo dirigiría el Directorio Militar que se debía crear tras el golpe. Franco, aunque inicialmente indeciso, se incorporó finalmente a la sublevación. Los sublevados preveían un golpe rápido y contundente, mientras que el Gobierno de la República confió en exceso en sus posibilidades de sofocarlo. El golpe fracasó parcialmente en su objetivo de tomar el control inmediato de todo el país, lo que provocó la división de España en dos zonas y el inicio de un enfrentamiento armado entre los dos ejércitos: el sublevado (autodenominado «nacional») y el leal a la República. Así comenzó una cruenta guerra civil que se prolongaría durante tres años.
Fases Militares de la Guerra
Primera Fase: Avance hacia Madrid y Primeras Batallas (julio de 1936 – marzo de 1937)
Esta fase inicial se caracterizó por una guerra de columnas, con movimientos rápidos de tropas formadas por unidades del ejército regular que se unieron a los sublevados y por milicias populares que defendían a la República. El principal objetivo de los sublevados fue la toma de Madrid. Las columnas dirigidas por el general Mola desde el norte fueron frenadas en la sierra madrileña por milicianos republicanos. Por su parte, Franco y Yagüe, al mando del Ejército de África y con el crucial apoyo aéreo y logístico de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, cruzaron el estrecho de Gibraltar y avanzaron rápidamente por Extremadura, tomando ciudades clave como Badajoz (donde se produjo una fuerte represión), Talavera de la Reina y Toledo, donde liberaron el Alcázar, sitiado por fuerzas republicanas. En el norte, las tropas sublevadas tomaron Irún, cortando así el acceso terrestre de la zona republicana norte a Francia, y en septiembre cayó San Sebastián.
En noviembre de 1936, los sublevados intentaron un ataque frontal para conquistar Madrid. Ante la amenaza, el Gobierno republicano se trasladó a Valencia. La defensa de la capital fue organizada por una Junta de Defensa, encabezada por el general Miaja, y contó con la llegada de armamento soviético y la crucial participación de las Brigadas Internacionales. El contundente rechazo republicano («No pasarán») llevó a Franco a intentar dos maniobras envolventes para aislar Madrid: la Batalla del Jarama (febrero de 1937) y la Batalla de Guadalajara (marzo de 1937). Ambas ofensivas fracasaron, aunque los sublevados lograron conquistar Málaga en febrero de 1937.
Segunda Fase: La Campaña del Norte (abril de 1937 – noviembre de 1937)
El fracaso en la toma de Madrid obligó a Franco a cambiar de estrategia, decidiendo concentrar sus esfuerzos militares en la conquista del frente norte, una franja industrial y minera aún leal a la República (Vizcaya, Santander y Asturias). Durante esta campaña, cayeron sucesivamente Vizcaya (y con ella Bilbao, en junio), Santander (agosto) y finalmente Asturias (octubre). Un episodio trágicamente célebre de esta ofensiva fue el Bombardeo de Guernica (26 de abril de 1937), ejecutado por la Legión Cóndor alemana, que causó una gran conmoción internacional. Para aliviar la presión sobre el norte, el ejército republicano emprendió diversas ofensivas en otros frentes, como la Batalla de Brunete (julio de 1937) cerca de Madrid, y la Batalla de Belchite (agosto-septiembre de 1937) en Aragón. A pesar de algunos éxitos iniciales, estas ofensivas no lograron resultados decisivos. La caída del frente norte supuso un duro golpe para la República, ya que los sublevados se hicieron con importantes recursos mineros e industriales, y reforzó la posición internacional del bando franquista, que comenzó a ser reconocido por varios gobiernos.
Tercera Fase: Del Avance hacia el Mediterráneo a la Batalla del Ebro (diciembre de 1937 – noviembre de 1938)
Esta fase se inició con la Batalla de Teruel (diciembre de 1937 – febrero de 1938), una ofensiva republicana que logró tomar la ciudad, aunque fue recuperada por los franquistas poco después. Tras asegurar el norte, Franco desplazó el esfuerzo principal de la guerra al frente aragonés, con el objetivo estratégico de alcanzar el mar Mediterráneo y dividir así el territorio republicano en dos. Sus tropas lograron su objetivo en abril de 1938 al llegar a Vinaroz (Castellón) y posteriormente ocuparon la ciudad de Castellón. Ante esta crítica situación, el ejército republicano lanzó una última gran ofensiva: las tropas populares cruzaron el río Ebro, dando comienzo a la Batalla del Ebro (julio – noviembre de 1938). Fue la batalla más larga, cruenta y decisiva de la guerra (con un balance estimado de más de 100.000 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos), y su desenlace, con la derrota republicana, significó el desgaste definitivo de la capacidad militar de la República.
Cuarta Fase: La Caída de Cataluña y el Fin de la Guerra (diciembre de 1938 – abril de 1939)
Tras la derrota en el Ebro, entre diciembre de 1938 y febrero de 1939, se desarrolló la campaña franquista para conquistar Cataluña. En enero de 1939 cayó Tarragona y el 26 de enero las tropas de Franco entraron en Barcelona sin apenas resistencia. Miles de civiles y soldados republicanos emprendieron la huida hacia la frontera francesa (la «Retirada»). El presidente del Gobierno republicano, Juan Negrín, aún pretendía prolongar la resistencia, esperando que el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial pudiera cambiar el curso de los acontecimientos y atraer el apoyo de las potencias democráticas. Sin embargo, dentro de la zona republicana crecía el desánimo y la división. Sectores anarquistas, socialistas moderados (como Julián Besteiro) y militares profesionales consideraban inútil prolongar la contienda y abogaban por un final negociado para evitar mayores sufrimientos. Esta tensión desembocó en la sublevación del coronel Segismundo Casado en Madrid (marzo de 1939) contra el Gobierno de Negrín. El triunfo de los casadistas llevó a la creación del Consejo Nacional de Defensa, que intentó iniciar negociaciones de paz con Franco. Sin embargo, este rechazó cualquier acuerdo que no fuera la rendición incondicional. El 28 de marzo de 1939, las tropas franquistas entraron en Madrid. El 1 de abril de 1939, Franco emitió el último parte de guerra, declarando el fin del conflicto.
Consecuencias de la Guerra Civil
La Guerra Civil tuvo un balance trágico para España, con una profunda y duradera serie de consecuencias en diversos ámbitos:
Consecuencias Demográficas y Humanas
- Pérdidas humanas directas: Se estima que hubo alrededor de 500.000 muertos como consecuencia directa de los combates, bombardeos, asesinatos en la retaguardia y enfermedades.
- Represión y ejecuciones de posguerra: Tras el fin de la guerra, la represión franquista provocó la ejecución de unas 50.000 personas (cifra que algunos historiadores elevan considerablemente).
- Exilio masivo: Aproximadamente 500.000 españoles se vieron forzados al exilio, lo que supuso una enorme pérdida de capital humano.
- Descenso de la natalidad y envejecimiento: La guerra y la posguerra provocaron un notable descenso de la natalidad y un impacto en la estructura demográfica del país.
- Retroceso demográfico urbano: Se produjo un retroceso en la población de algunas ciudades, en parte debido al desmantelamiento de la industria y los servicios en ciertas áreas y al retorno al campo.
Consecuencias Culturales
El exilio de una gran cantidad de intelectuales, escritores, científicos, artistas y profesionales cualificados (la llamada «fuga de cerebros» o «España peregrina») tuvo un impacto demoledor y empobrecedor en la cultura española durante décadas. Se produjo una ruptura con las corrientes culturales de vanguardia y se impuso una cultura oficial de carácter nacionalcatólico y propagandístico.
Consecuencias Económicas
- Destrucción de infraestructuras y tejido productivo: La guerra causó una enorme destrucción de viviendas, comunicaciones (carreteras, puentes, ferrocarriles), industrias y campos de cultivo.
- Caída drástica de la producción: La producción agraria se redujo en torno a un 20-25% y la ganadería en un porcentaje aún mayor (hasta un 60% en algunas cabañas). La renta per cápita no recuperó los niveles de 1935 hasta bien entrada la década de 1950.
- Inflación descontrolada y endeudamiento: La financiación de la guerra generó una fuerte inflación (los precios se multiplicaron por diez) y un considerable endeudamiento del Estado.
- Lenta recuperación industrial: La producción industrial tardó muchos años en recuperarse, no alcanzando los niveles de preguerra hasta la década de 1950.
- Aislamiento económico y autarquía: España quedó excluida del Plan Marshall de ayuda estadounidense para la reconstrucción europea, lo que, sumado a la política autárquica del primer franquismo, dificultó enormemente su recuperación económica y prolongó las penurias de la posguerra (racionamiento, mercado negro).
Consecuencias Políticas Interiores
- Instauración de una dictadura militar: La victoria del bando sublevado supuso el fin de la Segunda República y la instauración de un régimen dictatorial personalista, el franquismo, liderado por el general Francisco Franco. Esta dictadura, que se prolongaría durante casi cuarenta años (1939-1975), se caracterizó por la supresión de las libertades democráticas, la inexistencia de partidos políticos (salvo el partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS), la persecución de cualquier forma de disidencia y la concentración de todos los poderes en la figura del dictador.
- Represión sistemática y planificada: Se implementó una dura y prolongada represión contra los vencidos y cualquier sospechoso de oposición al régimen. Instrumentos legales como la Ley de Responsabilidades Políticas (febrero de 1939) y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940) permitieron encarcelar, ejecutar, depurar profesionalmente o enviar a campos de concentración a miles de combatientes republicanos, simpatizantes de la República y opositores al nuevo régimen que no lograron exiliarse.
Consecuencias en Política Exterior
- Aislamiento internacional inicial: Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen franquista mantuvo una postura de no beligerancia, pero con claro apoyo y simpatía hacia las potencias del Eje (Alemania nazi e Italia fascista), especialmente hasta 1942-1943. Tras la derrota de estas, el régimen fue condenado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1946, que recomendó la retirada de embajadores, lo que acentuó el aislamiento internacional de España.
- Reintegración progresiva en el contexto de la Guerra Fría: Este aislamiento comenzó a mitigarse a partir de la década de 1950, cuando el valor estratégico de España en el contexto de la Guerra Fría llevó a Estados Unidos a firmar acuerdos bilaterales de cooperación económica y militar en 1953 (Pactos de Madrid). Posteriormente, España fue admitida en la ONU en 1955, lo que supuso un paso importante hacia su reintegración en la comunidad internacional.
Consecuencias Morales y Sociales
La Guerra Civil dejó profundas y duraderas heridas morales en la sociedad española. El conflicto estuvo marcado por un enorme sufrimiento humano, tanto en los frentes como en las retaguardias, y fue seguido por una brutal represión posterior. Se impuso un clima de revancha, miedo, silencio y persecución que afectó a varias generaciones. Se produjo una profunda división social entre vencedores y vencidos, la pérdida del espíritu de convivencia democrática y la imposición de una memoria oficial que silenció durante décadas el sufrimiento de una parte de la población. Estas secuelas morales y sociales han tenido un largo y complejo proceso de superación en la España democrática.