La Restauración Borbónica en España (1874-1902)
El restablecimiento de la monarquía fue impulsado por Cánovas del Castillo, quien llevó a cabo una campaña a favor del retorno de los Borbones en la persona del hijo de Isabel II. Su esfuerzo logró la adhesión de las élites burguesas, sobre todo las provenientes de Cuba, así como de las clases medias y el ejército. Aprovechando el fiasco del régimen republicano, logró atraer incluso a sectores sociales partidarios de la caída de la monarquía en 1868.
Cánovas del Castillo había participado en la redacción del Manifiesto de Manzanares y había sido miembro de la Unión Liberal; durante el Sexenio Democrático, había fundado el Partido Alfonsino. Pensaba que las estructuras sociales españolas no podían asumir un régimen democrático. Con el objetivo de estabilizar el país, buscó el consenso necesario para crear un sistema en el que los derechos y las libertades de los ciudadanos fueran regulados por el rey y las Cortes, reduciendo así los riesgos que entrañaba la implantación de un modelo verdaderamente democrático.
Así, en diciembre de 1874, el futuro Alfonso XII firmó el Manifiesto de Sandhurst, en el que expresaba su voluntad de convertirse en rey de España siguiendo un ideario católico, pero también liberal y constitucional. En él se exponía el propósito de restaurar de forma pacífica la monarquía. Sin embargo, el 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos protagonizó un pronunciamiento militar en Sagunto y proclamó a Alfonso XII rey de España.
Cánovas del Castillo y el Turno de Partidos
En enero de 1875, Alfonso XII llegó a España, iniciándose la Restauración, un periodo que se extendió hasta 1902, cuando su hijo, Alfonso XIII, alcanzó la mayoría de edad. Al régimen político de la Restauración se le denomina Sistema Canovista. Cánovas tomó como modelo el sistema británico, que consistía en una monarquía parlamentaria en la que dos partidos se turnarían pacíficamente en el poder. Los partidos que se turnaban eran:
El Partido Conservador
Fue creado por el propio Cánovas. Integraba a los miembros del antiguo Partido Moderado y de la Unión Liberal. Partidario de una monarquía parlamentaria controlada por una oligarquía financiera (sufragio restringido), con libertades limitadas (prensa, asociación, cátedra), apoyo a la Iglesia y un proteccionismo económico.
El Partido Liberal
Lo fundó Sagasta en 1880, aglutinando a los progresistas y radicales. Difería muy poco del Conservador, ya que representaba los intereses de la misma clase social, la burguesía, aunque su base social era más amplia. Defendían la soberanía nacional, el sufragio universal, unas libertades más amplias (incluida la de asociación y culto), y el librecambismo (Adam Smith).
En la práctica, el rey llamaba a formar gobierno a uno de los líderes de los partidos, al que entregaba el decreto de disolución de las Cortes, y después se producía la convocatoria de elecciones. El Ministro de Gobernación realizaba el “encasillado” (una lista con los candidatos aceptados y la distribución de los distritos electorales). El Gobernador Civil recibía la lista de encasillados y la trasladaba a los caciques locales, quienes organizaban el voto a cambio de favores o presiones (esto se conocía como el “cocinado”). Cuando el resultado era incierto, se recurría al “pucherazo”: el fraude electoral, la compra de votos, la coacción… El sistema funcionó gracias al caciquismo, endémico en Andalucía, Galicia y Castilla, donde los caciques utilizaban su influencia y poder económico para adulterar las votaciones. Los caciques eran personas importantes en el medio rural, por ejemplo, que daban trabajo a jornaleros. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” la fidelidad electoral y discriminando a quienes no respetaban sus intereses. El problema fue que los dos partidos turnantes, Liberal y Conservador, solo representaban los intereses de la burguesía, quedando los demás grupos fuera del juego político.
La Oposición al Sistema
El resto de los partidos (republicanos, socialistas o nacionalistas) formaban la oposición al sistema.
En la primera fase, los conservadores ocuparon el poder y aprobaron medidas que complementaron el carácter conservador de la Constitución, tales como la restricción de la libertad de imprenta, la prohibición de la libertad de cátedra en las universidades o el establecimiento del sufragio censitario. Además, se puso fin a la Tercera Guerra Carlista y a la Guerra de los Diez Años en Cuba.
En 1881, los liberales accedieron al gobierno y pusieron en marcha políticas de tipo librecambista, al tiempo que intentaron limitar el independentismo en Cuba mediante la concesión de reformas, como la aplicación de la Constitución en la isla.
En 1885 sobrevino la prematura muerte de Alfonso XII. La viuda del rey, María Cristina de Habsburgo, asumió la regencia. Para asegurar la estabilidad del régimen, Cánovas promovió la firma del Pacto del Pardo, un acuerdo entre liberales y conservadores para garantizar el traspaso de poder entre ambas fuerzas.
Pese a las dificultades, el periodo de regencia supuso la consolidación del régimen monárquico, pues permitió la consolidación del turnismo y abrió paso, sobre todo durante el gobierno liberal, a una fase legislativa que quedó definida por la aprobación del Código de Comercio y del Código Civil, la Ley de Asociaciones y el restablecimiento de las libertades de cátedra y de prensa, así como la implantación del sufragio universal masculino.
La Constitución de 1876: Pilares del Sistema Canovista
El sistema canovista quedó sustentado en un nuevo texto constitucional. La Constitución fue aprobada el 30 de junio de 1876. Se trataba de un documento breve que, en esencia, era heredero de la Constitución de 1845. En él se proclamaba la soberanía compartida entre el rey y las Cortes. El monarca fue dotado de amplios poderes, incluyendo la capacidad de designar ministros, vetar leyes o disolver las Cortes. Estas serían bicamerales, con un Senado compuesto por miembros de designación real y un Congreso elegido por sufragio, que sería censitario o universal según determinara el partido en el poder. En el texto también se reconocía a España como Estado confesional, en el que se proclamaba la religión católica como oficial, pero se toleraban otras confesiones en la esfera de lo privado. Por último, se contemplaba un conjunto de derechos y libertades propios del liberalismo moderado. El sistema funcionó sin grandes sobresaltos hasta 1898.
Nacionalismos y Movimiento Obrero durante la Restauración (1874-1902)
Los Nacionalismos Catalán y Vasco y el Regionalismo Gallego
El catalanismo surgió debido a las transformaciones socioeconómicas vividas por Cataluña en el último tercio del siglo XIX. Desde 1830 surgió un movimiento cultural conocido como la Renaixença, cuyo objetivo era recuperar el catalán para la literatura y el ámbito culto. Este movimiento desarrolló un discurso orgulloso por la modernización económica y la transformación social protagonizada por Cataluña. Sobre esa base, el centralismo del sistema canovista motivó la aparición de un catalanismo político, cuyo primer teórico fue Valentí Almirall, quien fundó el Centre Català, la primera organización política que exigió un mayor autogobierno para Cataluña. En 1885 lideró la comisión que entregó a Alfonso XII el Memorial de Agravios, en el que la burguesía catalana reclamó medidas de tipo proteccionista contra el librecambio liberal.
A partir de esa iniciativa, en 1887 se fundó la Lliga de Catalunya, para defender el derecho catalán frente a las tendencias uniformizadoras del Código Civil de 1889. Posteriormente, la Lliga se convirtió en la Unió Catalanista, liderada por Enric Prat de la Riba, que agrupó a diferentes sectores del nacionalismo para redactar las Bases de Manresa, un documento en el que se exponían los principios básicos del catalanismo conservador: el federalismo, la defensa de los valores tradicionales y religiosos, y la exigencia de un mayor autogobierno. No sería hasta 1901 cuando se crearía el primer partido catalanista: la Lliga Regionalista. Encabezada por Prat de la Riba y Francesc Cambó, la formación aglutinó a burgueses y campesinos, y defendió un programa conservador y católico que reclamaba una mayor autonomía para Cataluña.
También en el País Vasco, las transformaciones sociales y políticas habían motivado la aparición de un movimiento de recuperación de la cultura y la lengua vascas, así como de una corriente antropológica que ofrecía una visión legendaria de los vascos como una etnia diferenciada. Desde 1860, la industrialización de la región incrementó las necesidades de mano de obra, cubiertas por inmigrantes llegados de otras regiones del territorio español. Esta novedad social motivó planteamientos racistas y xenófobos. Pero el factor decisivo en la aparición del nacionalismo vasco fue el final de la Tercera Guerra Carlista, que supuso la derrota del pretendiente don Carlos y la abolición de los fueros en 1876. Todo ello generó el caldo de cultivo necesario para el discurso conservador, nacionalista, religioso, tradicionalista y racista de Sabino Arana, que alcanzó una gran representatividad, especialmente en la pequeña y mediana burguesía y en el mundo rural. En 1895 Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), abiertamente independentista. Para él, existía una etnia y una tradición vascas que había que mantener puras frente a la dañina influencia cultural de los españoles. Tras la muerte de Arana en 1903, los preceptos del PNV se moderaron ligeramente, abriéndose dos grandes corrientes: una favorable a la independencia vasca y otra que abogó por la autonomía, tal y como sostenía el catalanismo político.
El regionalismo gallego emergió como una demanda de desarrollo en una región social y económicamente atrasada y que carecía de una burguesía significativa. Su origen se asocia a iniciativas culturales en las que destacaron Rosalía de Castro y Manuel Murguía. Fue este último quien presidió la Asociación Regionalista Gallega, una organización política que defendió un regionalismo de carácter liberal y de la que acabaría surgiendo una corriente regionalista más tradicionalista, abanderada por Alfredo Brañas.
El Movimiento Obrero y Campesino
El origen del movimiento obrero en España se encuentra en el reinado de Isabel II. En torno a 1840, se crearon en Barcelona las primeras agrupaciones de trabajadores, conocidas como sociedades de auxilio mutuo, que ayudaban a los trabajadores en paro, enfermos, inválidos o a sus viudas. Estas sociedades, sin orientación política, tenían como principal objetivo impedir el descenso de los salarios y conseguir el pleno derecho de asociación.
El proletariado urbano y rural sufría duras condiciones laborales, lo que fue la causa de los conflictos de los jornaleros andaluces y de los obreros de las principales ciudades industriales. El Partido Demócrata y los republicanos asumieron las reivindicaciones sociales de los trabajadores hasta la creación de asociaciones con programas exclusivamente obreros.
Factores de Expansión del Movimiento Obrero
- El reconocimiento del derecho de asociación, recogido en la Constitución de 1869.
- El clima de inestabilidad en el que se desarrolló la Primera República, que fomentó la agitación revolucionaria.
- La fundación de la Primera Internacional (AIT) en 1864, que difundió las nuevas teorías socialistas y anarquistas. En 1868, Fanelli (anarquista) creó una sección de la AIT en España, que celebró su primer congreso en 1870 con una marcada orientación anarquista. Sin embargo, en 1871, tras la Comuna de París, la AIT quedó escindida entre socialistas (bajo la dirección de Marx, que abogaba por la organización en partidos) y anarquistas (liderados por Bakunin, que buscaba la destrucción del Estado). Ese mismo año se iniciaron medidas represivas contra la AIT en España y se decretó la prohibición del derecho de reunión y asociación. Ya en 1874, se dio un paso más y Serrano prohibió la AIT, que había apoyado la revuelta cantonal y actuaba mediante huelgas. El movimiento obrero entró así en la clandestinidad.
En 1881, el gobierno de Sagasta permitió de nuevo el derecho de reunión y asociación, quedando el movimiento obrero dividido en:
Tendencias del Movimiento Obrero
- La tendencia marxista: Los pequeños núcleos marxistas fundaron en 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en torno a la Agrupación de Tipógrafos, bajo el liderazgo de Pablo Iglesias. En 1888, los socialistas impulsaron la creación del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) a fin de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. La implantación de la UGT fue lenta, debido a su radicalismo inicial, logrando una mayor presencia en Madrid, Bilbao y Asturias. Su primer diputado lo obtuvieron en las elecciones de 1910, después de la Semana Trágica de Barcelona, elecciones a las que concurrieron junto a los republicanos.
- La tendencia anarquista: Ejerció su mayor influencia en Andalucía, Aragón, Cataluña y Valencia. Desde el principio estuvo dividida en torno a dos tipos de organizaciones:
- Grupos de acción directa: Eran pequeños grupos clandestinos (como la Mano Negra) que utilizaban la violencia para conseguir el cambio político. Sus objetivos eran los miembros de las élites económicas y políticas: terratenientes en la década de los ochenta, políticos con el cambio de siglo y empresarios al final de la Restauración.
- La Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE): Se fundó en 1881 y era de tendencia anarcosindicalista. Este grupo era pacífico y proponía la huelga general revolucionaria como instrumento de transformación social. La FTRE se disolvió por la persecución a la que fue sometida tras los atentados terroristas atribuidos a la Mano Negra. En 1910 se creó la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
El Problema de Cuba, la Guerra Hispano-Estadounidense y la Crisis de 1898
El Problema de Cuba
Durante el reinado de Fernando VII (1808-1833), la mayor parte de las colonias españolas en América habían obtenido la independencia, formándose una serie de repúblicas independientes gobernadas por una minoría descendiente de españoles: los criollos. Tras el movimiento independentista, España solo poseía como colonias en América las islas de Cuba y Puerto Rico, que, junto con las Filipinas en Asia, constituían los últimos restos del gran Imperio Español de la época de los Austrias. En 1823, el presidente norteamericano Monroe había respaldado este movimiento de independencia en un famoso discurso donde, mediante la frase “América para los americanos”, formuló la política de su país respecto al resto de los territorios del continente, que fueron considerados como territorios de interés para Estados Unidos.
Desde mediados del siglo XIX, la economía cubana tenía mayores relaciones comerciales con EE. UU. que con España, a pesar de que se mantenía el monopolio comercial tradicional. Existía en la isla un movimiento que solicitaba una liberalización económica y una mayor autonomía política. El estallido de la Revolución de 1868 en España alentó este movimiento, pero lo único que se ofreció desde la metrópoli fueron unas medidas liberalizadoras que los independentistas cubanos (criollos y mestizos) consideraron insuficientes y exigieron constituirse en una República independiente. Los españoles residentes en la isla, que se beneficiaban de la situación de monopolio, se negaban a aceptar cualquier medida liberalizadora y exigían a Madrid una política más dura frente a los independentistas. El conflicto degeneró en una guerra de diez años, la llamada Guerra Grande (1868-1878), que concluyó con la Paz de Zanjón (1878), firmada por el general Martínez Campos tras conseguir la pacificación de la isla. España, además de conceder el indulto a los insurgentes, se comprometía a permitir cierta intervención de los cubanos en el gobierno interior de la isla. Algunos líderes del independentismo, como Maceo, rechazaron la Paz y siguieron trabajando por la independencia desde el exilio con el apoyo, más o menos encubierto, de Estados Unidos.
En 1895, la guerra volvió a estallar. Estuvo dirigida por José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano, junto a Gómez y Maceo. Optaron por una táctica de guerrillas en las zonas rurales, evitando el enfrentamiento directo con el ejército español, muy superior. Nuevamente fue enviado Martínez Campos a sofocar la rebelión, pero ante su fracaso fue sustituido por Weyler, quien llevó a cabo una durísima represión que logró reducir la guerrilla. Cánovas aprovechó esta mejor posición para introducir algunas reformas, pero ya resultaron insuficientes (1897).
La Guerra Hispano-Estadounidense
Este mismo año, Cánovas fue asesinado y Sagasta asumió el gobierno, el cual decidió conceder la autonomía a Cuba. Pero el clima de tensión en la isla aumentó debido a la oposición de los españoles residentes a estas medidas. Fue entonces cuando EE. UU. decidió intervenir directamente, enviando al acorazado Maine para, según ellos, proteger los intereses de los residentes americanos. Cuando el Maine fue volado, sin que se sepa hasta el día de hoy qué sucedió, se desató una violenta campaña de prensa a favor de una guerra con España. El presidente estadounidense exigió a España la entrega de la isla previo pago de 300 millones de dólares. Ante la negativa de España, Estados Unidos declaró finalmente la guerra en 1898.
En España, tanto la opinión pública como la mayoría de los almirantes ignoraron el hecho cierto de que la escuadra estadounidense era muy superior a la española, y se lanzaron a esta guerra con un optimismo inconsciente. La flota española fue aniquilada en Santiago de Cuba, mientras tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico.
El otro escenario colonial fueron las Islas Filipinas, donde también habían aparecido movimientos de carácter independentista y donde los norteamericanos se presentaron como sus libertadores.
Por el Tratado de París (10 de diciembre de 1898), España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que, de forma más o menos velada, pasaron a depender de EE. UU.
Consecuencias de la Crisis de 1898
- Ideológicas: Las pérdidas territoriales de 1898 provocaron un gran impacto en el mundo intelectual y en la opinión pública, que se expresó de tres maneras:
- Exaltación del sentimiento nacionalista, que explicaba la decadencia de España por el abandono de los valores tradicionales, y que tuvo su expresión intelectual en la Generación del 98 con ideólogos como Miguel de Unamuno.
- Nacimiento del Regeneracionismo: Corriente de pensamiento a favor de la regeneración de España, que encontró su propuesta de cambio político en la persona de Joaquín Costa.
- Aparición del antiamericanismo: La opinión pública hacía responsable a EE. UU. del desastre de 1898.
- Económicas: Se perdió la obtención de materias primas baratas como el azúcar y el tabaco, y se implantó el proteccionismo económico como salvaguarda de los intereses de la industria textil catalana, que había perdido el monopolio del comercio americano.
- Políticas: Se deterioró la imagen del ejército, que no estaba preparado para un conflicto internacional. Comenzó el colonialismo en el norte de África como compensación a la pérdida del imperio de ultramar. Hubo un desgaste importante de los partidos turnistas, sobre todo del Liberal, ya que Sagasta era quien estaba en el gobierno cuando se produjo la independencia. Por último, se perdió importancia en el panorama internacional, con el consiguiente sentimiento de inferioridad e impotencia.