La Transformación Industrial de España (1830-1914): Textil, Minería y Siderurgia

La Industria Textil Catalana: De la Crisis a la Expansión

La industria textil catalana había salido muy dañada de la Guerra de la Independencia y solo comenzó a recuperarse en torno a 1830, sustituyendo la lana por el algodón. La fuerza motriz fue esencialmente hidráulica, pero la mecanización resultó insuficiente y los industriales catalanes reclamaron fuertes aranceles proteccionistas para sus productos durante la Década Moderada. La fiebre de los ferrocarriles posterior a 1855 arrastró los escasos capitales del país e impidió la completa modernización de la industria catalana. Además, la Guerra de Secesión americana dificultó la llegada de algodón. Así, en 1866, la industria textil catalana vivía una profunda crisis que, junto con la crisis financiera, ayudó al estallido de la Revolución de 1868.

Época Dorada y Crisis de Sobreproducción (Restauración)

La industria textil catalana conoció una época dorada en la Primera Restauración. Se terminó el proceso de mecanización y las importaciones de algodón se triplicaron entre 1878 y 1900. En el sector de la lana, la comarca del Vallés (Sabadell y Terrassa) alcanzó el tercer lugar en Europa. En el sector del algodón, los años 80 trajeron una primera crisis de sobreproducción, lo que animó a los industriales catalanes a diversificar sus inversiones en:

  • Papeleras
  • Químicas
  • Eléctricas, etc.

Pero, sobre todo, los industriales catalanes orientaron su producción hacia el mercado colonial, escasamente explotado y en manos de británicos y estadounidenses. Para conseguir una posición privilegiada en este mercado, presionaron a los gobiernos de Madrid para establecer aranceles fuertemente proteccionistas. Cuando en 1898 se pierden los mercados coloniales, la crisis de sobreproducción será constante en la industria textil catalana, que no podía competir en precios con las de otros países y que no podía aumentar su mercado interior por los bajos niveles de renta nacionales. Las crisis y el envejecimiento del sector se sucedieron a lo largo de los primeros años del siglo XX, con momentos favorables como la Primera Guerra Mundial.

Minería: Del Regalismo a la Explotación Extranjera

La despreocupación por la actividad minera fue total hasta 1825, año en que se publica la Ley de Minas que reafirma el principio regalista (todos los yacimientos pertenecen a la Corona). Estas posiciones se fueron modificando durante el reinado de Isabel II, sustituyéndose el principio de dominio del monarca por el de dominio público: “todas las minas pertenecen a la nación, ya las explote por sí, ya las ceda con ciertas garantías a particulares”. Sin embargo, se mantuvieron los criaderos reservados para la explotación estatal y las barreras a las concesiones a particulares. La situación solo se modificará en el Sexenio Revolucionario, cuando se plantee la posibilidad de convertir las explotaciones mineras en auténticas propiedades a cambio de cuotas anuales en la Ley de Figuerola de 1869 (principio que estuvo vigente hasta 1944). Estas nuevas bases legales explican el esplendor de la minería en el periodo de la Restauración.

Principales Explotaciones en el Periodo Isabelino

En el periodo isabelino se explotó el plomo de Córdoba, Jaén y Cartagena, con una producción que ocupó el primer puesto mundial entre 1869-1881. El cobre de Riotinto en Huelva dio lugar a una auténtica fiebre minera en los años 40, que atrajo importantes capitales extranjeros. El mercurio de Almadén recibió un notable impulso desde 1835, aunque su fama se vio eclipsada por los descubrimientos en California en 1848. El hierro se localizaba en Bilbao-Santander y Almería-Murcia.

La explotación de las minas de hierro de Somorrostro en Vizcaya favoreció el establecimiento de una moderna industria siderúrgica que aprovechaba los intercambios hierro-carbón con Gran Bretaña. La Ley de Minas de 1825 apenas prestó atención al carbón y por ello las primeras explotaciones corresponden a la década de los 30. Las cuencas hulleras asturianas tropezaron con serios obstáculos por falta de transportes adecuados y solo en los años 50, con los primeros ferrocarriles y las primeras siderurgias junto a los yacimientos, se iniciará el despegue del sector (muy tímido por falta de demanda y por la mala calidad de los carbones asturianos).

La Ley de Figuerola y el Capital Extranjero

La Ley de Minas de Figuerola en 1869 favoreció la llegada de capitales extranjeros al permitir establecer concesiones a perpetuidad a cambio de cantidades poco importantes pagadas al Estado. Con ello, el sector minero español ligó su desarrollo a la colonización por capitales foráneos que pusieron en explotación las minas españolas para enviar la producción al extranjero. De esta forma, los minerales no fueron transformados en España y las industrias transformadoras se desarrollaron en el extranjero y no aquí.

En 1876, cuando la Restauración suprimió las leyes forales que daban tratamiento fiscal y aduanero peculiar al País Vasco, dio comienzo una nueva etapa para la minería vizcaína del hierro. La producción estuvo orientada a la exportación en un 89,3% entre 1878 y 1900, y la mitad de los beneficios producidos por la actividad fueron a parar a manos de compañías extranjeras. Sin embargo, los restantes beneficios se reinvirtieron en la creación de la siderurgia de Vizcaya y en la puesta en marcha de nuevas industrias.

La minería del carbón no resultó tan atractiva para los capitales extranjeros en los años de la Restauración, dada la mala calidad de los carbones y los elevados costes de extracción. Así, las empresas asturianas (que habían intentado sin éxito colocar sus productos en la Marina española) no pudieron competir en Vizcaya o Cataluña con los carbones ingleses. El sector se mantuvo muy atomizado en pequeñas explotaciones durante todo el periodo y finalmente, en los años del cambio de siglo, algunas compañías vascas y catalanas adquirieron concesiones en Asturias para explotarlas directamente; es el caso de Hulleras de Turón de capital vasco y de las minas de Aller del marqués de Comillas.

Siderurgia: El Desplazamiento de la Hegemonía

Aunque a finales del siglo XVIII se había intentado poner en marcha altos hornos calentados con carbón, el fracaso fue estrepitoso por falta de preparación técnica. Así, habrá que esperar a mediados del siglo XIX para ver desarrollarse el sector en Asturias, una vez puesto en marcha el Ferrocarril de Langreo. En 1860 y 1870, Asturias estuvo a la cabeza de la siderurgia española.

En la década de 1870 comienza el desarrollo de la industria vasca, que llegará a desplazar por completo a la asturiana una vez se desarrollaron los sistemas modernos de producción de aceros que requieren unos hierros especiales como los de Somorrostro y que cada vez consumen menos carbones. El desarrollo de nuevos métodos para la producción de aceros (Bessemer y Martin-Siemens) concedió una enorme ventaja a los hierros fosforados vascos. Las primeras siderurgias vascas surgieron en torno a 1880:

  • Altos Hornos
  • La Vizcaya
  • Ibarra y Cía.

Este proceso supuso para Asturias la pérdida de la hegemonía en la producción siderúrgica en España. Además, la expansión de la siderurgia vasca impulsó la puesta en marcha de astilleros, fábricas de explosivos, etc.

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