Introducción
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo quedó dividido en dos grandes bloques: el capitalista, liderado por Estados Unidos, y el comunista, encabezado por la Unión Soviética. Esta situación se mantuvo durante la Guerra Fría, marcando profundamente la política internacional. Sin embargo, el colapso del bloque soviético a comienzos de los años 90 supuso un cambio de paradigma: la hegemonía estadounidense se impuso por un tiempo, pero no fue definitiva. A lo largo de las últimas décadas, nuevos actores han ganado protagonismo, especialmente en Asia y América Latina, lo que ha conducido a una progresiva configuración de un mundo multipolar. Esta transformación responde a factores políticos, económicos y estratégicos que han redefinido las relaciones internacionales del siglo XXI.
Desarrollo
Durante el periodo de la Guerra Fría, Estados Unidos consolidó una política conservadora, sobre todo entre 1969 y 1989, con presidentes como Nixon, Reagan y Bush padre, que promovieron el liberalismo económico, el intervencionismo exterior y el rearme frente a la URSS. Tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética en 1991, comenzó una etapa de hegemonía estadounidense. En los años 90, bajo el mandato de Bill Clinton, se consolidó el liderazgo global de EE. UU. mediante la globalización económica y la expansión de organismos internacionales afines a su visión. Sin embargo, en el siglo XXI, esa hegemonía comenzó a erosionarse.
Las guerras en Irak y Afganistán bajo George W. Bush, la crisis financiera de 2008 y el giro aislacionista de Donald Trump marcaron una pérdida de liderazgo y el cuestionamiento del orden liberal global. Paralelamente, la Unión Europea fue ganando peso en la política internacional. Nacida del deseo de evitar nuevos conflictos en Europa, la UE se fue configurando desde los años 50 hasta convertirse en un actor político y económico clave a partir del Tratado de Maastricht. La unión económica y monetaria, la ampliación hacia el este tras el fin de la Guerra Fría y la creación de una política exterior común le han dado protagonismo, aunque las tensiones internas y la falta de una política de defensa unificada han limitado su papel geoestratégico.
La UE va a defender las ideas democráticas, el liberalismo económico y el intento de mantener un estado de bienestar.
Desarrollo Económico en Asia
En Asia, el desarrollo del capitalismo ha sido espectacular. Japón protagonizó un crecimiento económico excepcional entre 1950 y 1990, conocido como el milagro japonés, basado en la tecnología, la educación y la planificación estatal. Posteriormente, los llamados “dragones asiáticos” —Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong— siguieron un modelo similar: fuerte intervención estatal, apertura controlada al mercado global, inversión en educación e industria y disciplina laboral. Esto les permitió integrarse rápidamente en la economía global y convertirse en economías avanzadas en pocas décadas.
Este modelo fue adoptado más tarde por China, que desde 1978 impulsó una economía socialista de mercado, que se inscribe en el contexto del surgimiento de potencias emergentes. Además de China, India ha experimentado un notable crecimiento gracias a su sector tecnológico, su población joven y su apertura al comercio internacional. Rusia, tras una década de crisis postcomunista, ha recuperado peso internacional bajo Vladimir Putin, especialmente en el ámbito energético y militar. Brasil, por su parte, ha emergido como potencia regional en América Latina, con un papel relevante en foros internacionales como el G-20 o los BRICS.
Desafíos al Orden Internacional
Estas potencias emergentes han desafiado el monopolio de poder de Occidente, reclamando un nuevo orden internacional más justo y representativo. Además, en el siglo XXI, la rivalidad entre Estados Unidos y China se ha intensificado, especialmente en los ámbitos comercial, tecnológico y geopolítico. Washington ha buscado contener la expansión china en Asia-Pacífico, mientras que Pekín ha impulsado la Nueva Ruta de la Seda para extender su influencia global. Esta competencia estratégica evidencia que el orden mundial ya no gira en torno a una única superpotencia, sino que está marcado por el equilibrio entre polos de poder.
Conclusión
En resumen, desde el final de la Guerra Fría hasta la actualidad, el mundo ha pasado de una confrontación bipolar a una hegemonía estadounidense y, finalmente, a un sistema multipolar. En este nuevo escenario, actores como la Unión Europea, China, India, Rusia y Brasil han cobrado gran relevancia, desafiando el liderazgo exclusivo de Estados Unidos. El crecimiento económico en Asia y el papel creciente de las potencias emergentes apuntan hacia un equilibrio internacional más diverso, complejo e interdependiente, aumentando al mismo tiempo ideologías como el nacionalismo que restringen la libertad de las personas.