La Crisis del Sistema de la Restauración y la Segunda República Española
El Sistema de la Restauración (1876-1923)
La Restauración consistió en un pacto entre liberales y conservadores que se alternaban en el poder de forma artificial, manipulando el resultado de las elecciones y negociando entre ambos para alcanzar la mayoría. Su principal problema residía en que era un sistema que no se basaba en la opinión pública ni en partidos de masas, por lo que no era genuinamente democrático. Se trataba de partidos de notables, sustentados por pequeños grupos de élites que manipulaban las elecciones y solo se movilizaban en periodo electoral.
Una de las debilidades cruciales de la Restauración fue la incapacidad de sus partidos dinásticos (liberales y conservadores) para evolucionar de un sistema liberal censitario a uno plenamente democrático. Carecía de legitimidad para amplios sectores de la población, ya que marginaba a fuerzas políticas emergentes como socialistas, republicanos y anarquistas. Una figura importante de este periodo fue Antonio Maura y sus intentos de reforma desde dentro del sistema.
El Fin de la Restauración: El Golpe de Estado de Primo de Rivera (1923)
El punto de inflexión que marcó el fin de este sistema fue el Golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923. Este evento es crucial porque el rey Alfonso XIII, en lugar de buscar una solución constitucional a la crisis del sistema, optó por la vía militar, rompiendo así el orden constitucional establecido por la Constitución de 1876. Con esta decisión, se priorizó el poder militar sobre el civil.
El golpe de Estado, que podría haber fracasado, triunfó gracias al apoyo explícito del monarca. Posteriormente, cuando el rey intentó retornar al orden constitucional, se encontró con una profunda crisis de legitimidad. Este periodo de inestabilidad y creciente polarización desembocaría finalmente en la Guerra Civil de 1936, que a su vez daría paso a la dictadura de Franco.
La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
El 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado con el que puso punto y final al sistema de la Restauración. Se instauró así la Dictadura de Primo de Rivera, que se extendió desde septiembre de 1923 hasta enero de 1930.
La dictadura surgió como respuesta a la profunda crisis política, social y económica del sistema de la Restauración, incluyendo el desgaste por la guerra de Marruecos y la creciente conflictividad social. Primo de Rivera intentó legitimar su régimen mediante la creación de una nueva estructura política y una Constitución, pero fracasó en este empeño, lo que, sumado a la pérdida de apoyos (incluido el del rey), le llevó a dimitir y exiliarse en enero de 1930.
La Transición a la República y la Caída de la Monarquía
Tras la caída de Primo de Rivera, Alfonso XIII intentó una vuelta gradual al orden constitucional convocando elecciones municipales para el 12 de abril de 1931, con la esperanza de recuperar legitimidad. Sin embargo, estas elecciones se convirtieron en un plebiscito sobre la forma de Estado: monarquía o república.
La victoria de las candidaturas republicano-socialistas en las principales ciudades evidenció la falta de apoyo popular a la monarquía. Ante esta situación, y sintiéndose abandonado por parte del Ejército, los políticos e incluso la Guardia Civil, Alfonso XIII optó por abandonar España, proclamándose la Segunda República el 14 de abril de 1931.
La Segunda República Española (1931-1936): Fases Políticas
El Bienio Reformista (1931 – Noviembre 1933)
Las elecciones constituyentes de junio de 1931 otorgaron una amplia mayoría a la coalición republicano-socialista, que consiguió más de 400 diputados sobre 470. Esta mayoría se explica por varios factores: primero, fueron elecciones considerablemente más limpias y libres que las de la Restauración; segundo, existían grandes expectativas populares depositadas en la República tras el descrédito de la monarquía; y tercero, la Derecha se encontraba desorganizada y fragmentada tras la caída del régimen anterior.
La figura clave de este periodo fue Manuel Azaña, quien asumió la presidencia del Gobierno en octubre de 1931. Azaña y parte de la izquierda gobernante adoptaron una actitud que algunos historiadores califican de ‘patrimonialista’ respecto a la República, considerándola una conquista propia frente a la ‘vieja España’ monárquica y conservadora. Esta visión dificultó la integración de sectores políticos más moderados o de derechas, generando exclusión en lugar del consenso necesario para consolidar la democracia. Esta política excluyente provocó la reacción de los sectores conservadores.
La coalición de izquierdas aprobó la Constitución de 1931 en diciembre, diseñada teóricamente para ser un marco de convivencia. Sin embargo, varios de sus artículos generaron una profunda división. Destacaron las medidas sobre la cuestión religiosa (separación Iglesia-Estado, disolución de órdenes como los Jesuitas, prohibición de dedicarse a la enseñanza), la reforma agraria y la subordinación del Ejército al poder civil, estableciendo que este último prevalecía sobre el militar en cuestiones de orden público.
La disolución de la Compañía de Jesús y la prohibición a las órdenes religiosas de dedicarse a la enseñanza fueron un golpe especialmente duro para la Iglesia Católica y su influencia en la educación, particularmente en las clases medias. Se suprimió la financiación pública del clero y se limitaron sus actividades económicas. Estas medidas, percibidas como un ataque por gran parte del electorado católico, tuvieron un profundo impacto social y cultural.
Como resultado, amplios sectores católicos y conservadores no se sintieron representados por la Constitución, considerándola sectaria y anticatólica. Líderes como José María Gil Robles abogaron por su reforma. Este rechazo fue el germen de futuras tensiones. La respuesta política se materializó en la creación de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en marzo de 1933, el primer gran partido de masas católico, que llegó a contar con cerca de 700.000 afiliados. La Iglesia Católica jugó un papel importante en la movilización de sus fieles en torno a la CEDA.
El Bienio Radical-Cedista o Conservador (Noviembre 1933 – Febrero 1936)
En las elecciones generales de noviembre de 1933, se produjo un vuelco electoral: la izquierda republicano-socialista, que ostentaba la mayoría absoluta, obtuvo menos de 100 diputados. El Centro, liderado por republicanos moderados (como el Partido Radical de Lerroux), consiguió unos 170 escaños, mientras que la Derecha (principalmente la CEDA, junto a otros grupos republicanos conservadores, monárquicos y la incipiente Falange) obtuvo la mayoría relativa.
Este cambio se explica por varios factores: la Derecha concurrió mucho más organizada, especialmente la CEDA, que movilizó eficazmente al electorado católico; fue la primera vez que las mujeres votaron en unas elecciones generales en España, y la Derecha supo atraer una parte significativa de ese voto. Dado que ninguna fuerza tenía mayoría absoluta, se formaron gobiernos de Centro republicano (Partido Radical) con el apoyo parlamentario de la Derecha (CEDA). Aunque la CEDA era el grupo mayoritario en las Cortes, no entró directamente en el gobierno hasta octubre de 1934, y nunca llegó a presidirlo. Por ello, aunque se hable de ‘Bienio de derechas’, los gobiernos fueron fundamentalmente de centro-derecha (radical-cedista).
La Izquierda, por su parte, se presentó dividida y debilitada. Ya en septiembre de 1933, la coalición republicano-socialista se había roto. Tras las elecciones, el PSOE adoptó una postura de creciente radicalización y oposición frontal a los nuevos gobiernos, abandonando la vía parlamentaria en favor de la revolucionaria en algunos sectores. La CNT anarquista mantuvo su estrategia de acción directa y revolucionaria, llamando a la abstención o incluso protagonizando insurrecciones, como la ocurrida en Casas Viejas (enero de 1933), duramente reprimida por el gobierno de Azaña. Si bien parte del voto anarquista pudo ir a la izquierda en 1931, en 1933 predominó la abstención o el voto nulo. Finalmente, el desgaste y la impopularidad acumulada por el gobierno republicano-socialista durante el primer bienio también contribuyeron a su derrota electoral. El PSOE, que esperaba revalidar su posición como fuerza principal, sufrió un duro revés.
El Frente Popular (Febrero 1936 – Julio 1936)
Las elecciones de febrero de 1936 se caracterizaron por una fuerte polarización en dos grandes bloques: el Frente Popular (una coalición electoral de partidos de izquierda: Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, PCE, POUM, Partido Sindicalista y Esquerra Republicana de Catalunya) y la Coalición Antirrevolucionaria (alianza de partidos de derecha y centro-derecha, principalmente la CEDA, monárquicos y tradicionalistas). El Frente Popular fue un pacto firmado en enero de 1936, siguiendo en parte las directrices de la Internacional Comunista (Komintern) de buscar alianzas antifascistas, promovidas por la política exterior de la URSS.
La victoria fue para el Frente Popular, aunque por un margen estrecho de votos, obteniendo la mayoría de escaños gracias a la ley electoral. Geográficamente, el Frente Popular triunfó en las grandes ciudades, la periferia mediterránea, Extremadura y Andalucía, mientras la derecha lo hizo en las regiones del interior norte y Castilla.
Tras las elecciones, Manuel Azaña fue nombrado Presidente de la República. Se intentó formar un gobierno de concentración presidido por el socialista moderado Indalecio Prieto, pero las divisiones internas del PSOE (especialmente la oposición del sector liderado por Largo Caballero) lo impidieron. Finalmente, se formó un gobierno compuesto únicamente por republicanos de izquierda, presidido por Casares Quiroga.
El nuevo gabinete inició rápidamente la aplicación del programa del Frente Popular: decretó una amplia amnistía para los presos políticos (especialmente los de la Revolución de 1934), restableció el Estatuto de Autonomía de Cataluña, tramitó nuevos estatutos para otras regiones, aceleró la reforma agraria y alejó de Madrid a los generales considerados más hostiles a la República (como Franco, Mola o Goded).
Sin embargo, el clima político y social se deterioró rápidamente. Sectores de la izquierda (especialmente anarquistas y el ala caballerista del PSOE) adoptaron posturas revolucionarias, mientras que grupos de la derecha (monárquicos, Falange, parte del Ejército) conspiraban activamente para derribar el sistema democrático mediante un golpe de Estado. Desde abril de 1936, se multiplicaron los actos de violencia política, atentados y enfrentamientos callejeros entre militantes de extrema izquierda y extrema derecha (falangistas, milicias socialistas, comunistas, anarquistas).
El gobierno de Casares Quiroga se vio desbordado por la espiral de violencia y subestimó los preparativos golpistas. El 17 de julio de 1936, la guarnición militar de Melilla se sublevó contra el gobierno de la República, extendiéndose rápidamente la rebelión a otras partes de Marruecos y a la península al día siguiente. El fracaso parcial del golpe de Estado (triunfó en unas zonas y fracasó en otras, como Madrid, Barcelona o Valencia) dividió al país y desencadenó la Guerra Civil Española (1936-1939).
Índice Temático Relacionado
- TEMA 1:
- Ilustración y Revolución Americana
- Revolución Francesa
- Liberalismo Español
- TEMA 2: Nacionalismo
- TEMA 3: Revolución Industrial (1ª y 2ª)
- TEMA 4:
- Movimiento Obrero Español
- Socialismo
- Republicanismo
- TEMA 5:
- Primera Guerra Mundial
- Sistema de Alianzas
- Crisis de los Balcanes
- Crisis de 1914
- TEMA 6:
- Restauración
- Dictadura de Primo de Rivera
- Fases de la Segunda República (descrito en el texto principal)